¡Que vuelva el 15M!

Hace unos días que tuvo lugar una de las mayores movilizaciones de la historia de nuestro país. Era para estar todas y todos contentos, exultantes, pensando en que el cambio es cuestión de poco tiempo. Pero no, no es ese el ambiente. ¿Por qué? Porque somos conscientes de lo que hay y del poder del enemigo, que usa todas sus armas (entre las que se encuentran la represión policial y sus medios de propaganda), así que sabemos que no bastará solamente con salir a la calle aunque seamos más de dos millones en la calle de una misma ciudad.
Ante este panorama de falta de entusiasmo desmedido es inevitable volver la vista atrás y recordar con cierta melancolía cuando el surgimiento del 15M y la acampada de Sol sí que produjo un entusiasmo general, un estallido de esperanza, y eso nos conduce a gritar ¡que vuelva el 15M! y querer volver a crear lo mismo, con su simbolismo, con su acampada, con sus asambleas de miles de personas… Y sin embargo es un error, y lo es por los motivos que voy a enumerar a continuación:
1. En primer lugar, porque el 15M sigue existiendo en barrios, pueblos y ciudades, con una actividad distinta y fruto de una evolución y análisis de quienes lo forman, y por tanto plantear la vuelta atrás sin tener en cuenta la experiencia que hizo al propio movimiento descentralizarse y dejar atrás la acampada de Sol para llegar a los barrios, no es sino un paso atrás.
2. En segundo lugar, porque la sociedad no está en el mismo punto. En 2011 eran escasas las posibilidades de participación, o al menos escasamente conocidas, y por ello la acampada fue un lugar donde compartir lo que se pensaba, donde conocer otra gente que quería cambiar las cosas, donde sentirse parte de un sujeto colectivo que antes no existía en el imaginario colectivo. Pero ahora no es igual, no se busca un lugar de reunión, no se busca una esperanza, sino que tenemos más ambición, buscamos construir la alternativa. Pero no en una plaza, no en una acampada, sino en cada barrio, en cada lugar, y por ello se forman movimientos contra los desahucios, redes de solidaridad popular, centros sociales, cooperativas y movimientos varios que tienen que ser el germen del que surja la nueva sociedad. En ese sentido, de nuevo, el querer volver a centralizarlo todo en una plaza, en un lugar provisional (porque dormir en la calle no es ni puede ser alternativa permanente para nadie), no es sino un paso atrás.
3. En tercer lugar quiero resaltar lo que para mí es el principal avance que han logrado las Marchas de la Dignidad del 22M, que no es sino la creación de espacios de coordinación, organización y unidad barriales, locales, comarcales y provinciales. Esos espacios suponen un avance considerable en cuanto a organización y aunque existan problemas en ellos ocasionalmente, nos dotan de una estructura desde la que mantener la lucha a largo plazo, porque la lucha no se va a acabar ni hoy ni mañana. De nuevo, el querer volver a la organización en asambleas diarias con millares de personas (que son de por sí excluyentes porque no todo el mundo puede hablar, por simple cuestión de tiempo, ni todo el mundo tiene la posibilidad de estar todos los días) lo considero un desarme de la estructura y la evolución que el propio 15M posibilitó, es decir, de nuevo, un paso atrás.
Por todo ello considero que debemos centrarnos en devolver la ilusión a los y las trabajadoras que no ven un futuro, sí, pero esta ilusión debe venir de la construcción de una alternativa real y organizada, que esté presente en cada barrio, y que trate de dar solución colectiva a los problemas que sufrimos, desde la vivienda al racismo o el machismo, pasando por la sanidad, la educación o la alimentación. Y para ello no hay una solución mágica en forma de acampada, sino la lucha en todos los frentes y con todas nuestras armas, ya sea la desobediencia civil, huelgas, ocupaciones o procesos electorales, así como la lucha activa para desarticular la violencia y las armas del enemigo.