Refugiados y exilio. El éxodo que Europa ignora.
Jesús Portillo | Se ha escrito mucho de la miopía histórica de los españoles en relación a los refugiados, de la falta de sensibilidad y de la inacción de España ante la crisis humanitaria de precedentes bíblicos por la que pasa Siria y de la memoria evanescente de las noticias que llegan del sufrimiento. Sin embargo, todos esos eufemismos caramelizados esconden palabras que ningún medio de tirada nacional quiere utilizar para hablar del país: egoísmo, insolidaridad, hipocresía, mercantilización, negocio y doble moral. Mientras seguimos inculcando en las aulas que el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es fundamental para conseguir un mundo mejor, la Unión Europea da la espalda a los refugiados cuando piden asilo huyendo de la guerra. Simultáneamente, Islandia alecciona a los países de la zona euro una vez más, estando dispuestos a acoger a más refugiados e incluirlos en su población activa. Es irónico y triste descubrir que el nacimiento de las Naciones Unidas (24 de octubre de 1945) y la aceptación de la Declaración Universal de Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948) tenían como objetivo salvar a las generaciones futuras de la devastación de conflictos internacionales. “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en otros países” – Art. 14 D.U.D.H.
La palabra “inhumano” es en esencia una contradicción semántica, ya que hace mención a la falta de sensibilidad y compasión por las desgracias de otras personas; un atributo perfectamente generalizable a todos los tiempos y lugares en los habitamos. Mientras el gobierno vende 447,6 millones de euros en armas a Riad (Arabia Saudí) en el primer semestre de 2015, según el último informe de la Secretaría de Estado de Comercio sobre Exportaciones de Material de Defensa, nos alarmamos del avance, de la logística y de los recursos del terrorismo de Daesh. De nuevo la peligrosa e irracional oleada de generalizaciones por parte de grupos nacionalistas pretende criminalizar al mundo islámico, cuando el terrorismo es un grupo de fanáticos y en ningún caso toda la población. Human Rights Watch (HRW) solicitaba el pasado martes el embargo a la venta de armas a Arabia Saudí debido a los bombardeos contra zonas civiles en Yemen, marco del conflicto. La tendencia a simplificar el problema con la intención de ocultar los grandes intereses económicos insensibiliza a la población occidental ante el éxodo que busca asilo y radicaliza las posturas cerrando fronteras.
Los argumentos que apoyan el cierre de fronteras europeas son de lo más variopinto: insostenibilidad de la presión demográfica, elevación del riesgo de conflicto por motivos culturales, incapacidad de detección de integrantes de cédulas terroristas, inviabilidad de asumir los costes de la manutención de los inmigrantes, etc. Mientras el país celebra su semana de pasión, participa de un acuerdo que cierra físicamente las fronteras y deja a innumerables personas que huyen de la guerra a su suerte, expuestos a las inclemencias del tiempo, a la enfermedad o a morir de hambre. Algunas voces, desgraciadamente ya sin reparo, no dudan en tacharlos de terroristas potenciales, viendo en personas desesperadas por vivir una amenaza. A esto, como no, hay que sumarle la manipulación partidista que se está haciendo de cara a las posibles elecciones nacionales ante la falta de acuerdo para conseguir la coalición. Muchos presentan los refugiados como agravantes de la crisis económica, cuando los responsables de la polarización económica y de la pobreza extrema tienen caras concretas, algunas de ellas que ya están siendo investigadas por corrupción de diversa índole.
Por último, quisiera aclarar algunas incoherencias de la derecha mediática más radical y, por ende, de un sector de la opinión pública. El Estado Islámico no representa al mundo musulmán, solo es un grupo terrorista que utiliza la religión para matar, igual que en otras épocas hicieron los fanáticos de otros credos. El principal motivo de la miseria y de la pobreza no son los flujos migratorios, sino el reparto desproporcionado de la riqueza que se concentra en pocas manos. No tiene sentido emular sentimientos de misericordia y solidaridad mediante representaciones iconográficas y luego no acudir a auxiliar a los verdaderos necesitados que pasan hambre y mueren (fuera y dentro del país). La multiculturalidad no es un factor de riesgo ni implica violencia; la xenofobia, el racismo y la intolerancia religiosa no controlada por las autoridades y mediante la educación sí lo son, segregando y enfrentando a los grupos. Es ilógico combatir al enemigo cuando directa o indirectamente se es proveedor armamentístico de sus proezas. No se está produciendo una guerra de occidente contra oriente, sino una guerra entre la democracia y la libertad contra el terrorismo, la esclavitud y la muerte.
El miedo es quizás la reacción ilógica más lógica que tenemos ante lo que ignoramos, convirtiéndonos en bestias que solo tienen un propósito: defenderse, aunque no se tenga claro de quién. Aldous Huxley decía: “El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.
http://blogs.tercerainformacion.es/cincel/2016/03/25/refugiados-y-exilio-el-exodo-que-europa-ignora/