¡Salvemos a Del Nido!
Hace ya más de un mes que conocimos la noticia de que José María del Nido, faro, luz y guía del sevillismo, había sido condenado por el Tribunal Supremo a siete años de cárcel, por el cobro fraudulento de servicios prestados a esa cloaca de corrupción que durante años fue el Ayuntamiento de Marbella. Era el final de una larga batalla jurídica que acababa como tenía que acabar, o como al menos se espera que concluya en un país serio, donde el que mete la mano en las arcas públicas debe ser castigado según lo dispuesto en las leyes.
Como a veces dudo que estemos en un país serio, he de reconocer que no siempre creí que algo así pudiera suceder. Que uno de los representantes de la rancia elite sevillana acabe en el talego no es algo que ocurra todos los días. Pero sí. Iba en serio. Del Nido iba a la cárcel, y ya sólo podía salvarlo de su destino un indulto del Gobierno. Cierto es que este ejecutivo –como los anteriores- ha indultado ya a golfos de la más diversa calaña, incluidos banqueros y políticos que habían hecho menos que del Nido, pero me resultó difícil entender que alguien, en el Gobierno o en la sociedad, fuese a dar la cara por un señor que había sido condenado por un delito continuado de malversación, agravada por el cobro de una serie de minutas de 2.786.000 euros.
Lejos de lo que pensaba, el tío se arriesgó, e hizo pública su intención de pedir el indulto, y comenzó una campaña con ese objetivo, con algunas justificaciones estrella como la que puede verse en una web creada al efecto: “la cárcel es demasiado para un gran gestor que está haciendo frente a sus responsabilidades”. ¡Toma ya, y sin vaselina!
O sea que del Nido no puede ir a la cárcel, porque no, porque no es justo que un personaje que ha llevado al Sevilla a lo más alto sea condenado, por mucho que haya robado. Yo también lo entiendo, al fin y al cabo, en su privilegiada mente de señorito andaluz no cabe el que una persona de su importancia pueda ser condenada, más después de haber hecho tantos servicios a la nación, como darle dos copas de la UEFA al Sevilla, poner la bandera patria en la camiseta, castellanizar el apellido de un presidente del Barça separatista, y quitarle la Supercopa de Europa a ese mismo Barça, símbolo de la disolución de esa unidad de destino en lo universal llamada España. Un hombre que se puede vanagloriar de haberse enfrentado a los más magníficos enemigos del sevillismo -desde Lopera hasta las televisiones-, no puede merecer ese final y por ello me parece normal que él considere que se merece el indulto.
Tampoco me parece extraño que una parte importante de los clubes de fútbol hayan secundado esa petición para salvar a del Nido. En un país en el que los clubes adeudan más de 3.600 millones de euros, es previsible pensar que más de uno se estará aplicando el principio del refranero español de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar. No es ni el primer -ni tampoco será el último- presi que pasa un mal rato así, ahí están los condenados Jesús Gil o Enrique Cerezo y los imputados Enrique Ortiz o su íntimo amigo Donmanué, para dar fe de que esto le puede pasar a cualquiera.
Como digo todo esto lo entiendo. Tiene lógica que él o sus iguales quieran que haya impunidad para los poderosos. Lo que no me cabe en la cabeza por más vueltas que le doy, lo único que no puedo comprender de todo esto, es que existan personas anónimas que se pongan en los alrededores del estadio a recoger firmas, o contertulios de bar que parece que van a heredar el Sevilla, o personajes que suelten perlas en las redes sociales como “pues los hay peores” o “nadie es perfecto”, todo para justificar lo injustificable, que un señor no pueda ser castigado por ser quien es. Me cuesta asimilar que haya tanto tonto suelto que crea, que por ser de tal o cual condición, alguien se merezca ser inmune a las leyes pero es que además, a buen seguro, muchos de estos señores –y señoras- estarán parados, o subsistiendo a base de empleos precarios e incluso alguno habrá que, como tantos millones de españoles, esté viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Estas personas que nunca estarán dispuestas a salir a la calle a luchar por sus derechos, son capaces de levantarse y organizar una recogida de firmas para salvar a del Nido de su castigo. Trabajadores desclasados, ignorantes y alienados, que prefieren hacer el ridículo siendo la voz de su amo, antes que despertar a la realidad y colocarse del lado de los suyos, para evitar que en Andalucía los privilegios del cacique sean un mal recuerdo del pasado. Así nos va.