Fernando Buen Abad Domínguez •  Opinión •  22/02/2019

La farándula de Miami

Lo que menos importa es cómo se llaman (o se hacen llamar) mientras cumplan su servil cometido de ser títeres de un proyecto en el que los egos más mediocres sirven para recaudar poder y dinero oligarca. Son un ejército de individualismos dañados severamente, por la ideología de la clase dominante, que los ha llevado al Everest de las más infames lujurias anti-democráticas y alienantes. Y se creen “talentosos”. Atengámonos, por ahora, a: farándula. (Del prov. farandoulo). 1. f. Profesión y ambiente de los actores. 2. f. Antigua compañía ambulante de teatro, especialmente de comedias. 3. f. despect. Arg., Cuba, El Salv., Ur. y Ven. Mundillo de la vida nocturna formado por figuras de los negocios, el deporte, la política y el espectáculo.

A diferencia de otras farándulas, la de Miami es tributaria de una tradición golpista cultivada a la sombra de los peores intereses comerciales y criminales, de las peores mafias que la historia yanqui ha hospedado y prohijado. Su Alma Mater monetaria sostiene maridajes ideológicos con la moral burguesa de la hipocresía, de la doble moral, de la traición, del el crimen organizado, de la prostitución y de todo lo que el capitalismo es capaz de infectar en su carrera demencial por acumular riquezas y humillar a la mayoría de los seres humanos. Y se exhiben sin pudor en los medios que la burguesía les presta.

No pocos de los muchachos y muchachas incubados en la farándula de Miami, aunque tengan actas de nacimiento variopintas, son colaboradores voluntaristas y aportan, con alegría de “raiting”, sus diezmos para financiar operaciones golpistas. Su fama y cualidades histriónicas no alcanzan para ocultar su mentalidad sumisa y reaccionaria. Son mercenarios que lo mismo cantan para el Papa que para la Casa Blanca, que protagonizan narco-novelas igual que pastorelas. A sabiendas son el mismo muladar todos -y cada uno- bajo el destino manifiesto de la fama y el glamour de pacotilla con que se celebran ellos mismos. Y tienen seguidores, compradores, adoradores y promotores.

La lógica del negocio tiene, siempre la tiene, una explicación muy clara: “La industria del entretenimiento más grande del mundo está, cómo no, en EEUU, y según cifras de PricewaterhouseCoopers, generará un beneficio de unos 726.000 millones de dólares este año”. Y cuanto más se acerquen a esa cifra los “famosos” de Miami, más poder acumulan para ponerlo a los pies del imperio que les provee casa, nacionalidad e identidad en el reino de los mercachifles. Para acercarse, lo más que puedan a las cifras mayores, son capaces de vender a su mismísima progenie si alguien les prometiera aplausos en las cloacas de la estulticia. ¿Y con esa moral de siervos cómo no van a colaborar para financiar golpes de estado, campañas de calumnias, burlas, ofensas y todo lo que sea necesario para adueñarse de todos los mercados posibles?

Esta es una forma de explicar por qué, tarde o temprano, en vivo o a distancia, todos van a parar a Miami, con las mismas empresas disqueras, televisivas, radiofónicas y editoriales. Eso explica por qué todos están montados en el mismo tipo de espectáculos (repetitivos hasta la náusea) el mismo tipo de música, canciones, temas y mercadotecnia. Eso explica por qué todos distribuyen igual, piensan igual, se visten igual y comparten la misma, milimétrica mediocridad servil. Se han convertido en una costra tóxica de la industria cultural de masas plagada por parásitos que gritan, desde su uniformidad mercantil, que son cada uno originales, distintos y únicos seres tocados por la mano de dios. Y chantajean a los pueblos de mil maneras.

No importa cómo se llamen, cómo se disfracen ni qué argucias inventen… hasta su mejor faceta humana esta intoxicada por la moral de mercachifles, incluida la misión publicitaria de dar limosnas, hacerse pasar por buenas personas o acariciar a los niños huérfanos. Y evadir impuestos. En Miami tiene asiento la farándula más denigrante que es antología del horror burgués y que se ha vuelto, cada día, más cínica mientras se exhibe en nombre del arte, la cultura y el “entretenimiento”. Una verdadera aberración que en sus ribetes delincuenciales, también llena páginas largas, de las páginas más amarillistas, para seguir facturando a diestra y siniestra.

¿Cómo llegamos a este horror farandulero? Llegamos arrastrados por la degradación del capitalismo que fabrica, sin descanso, militantes serviles del engaño, del espejismo y del hurto cada vez más especializados en comerciar con los gustos, los sentimientos, las alegrías y las tristezas de la clase trabajadora. Llegamos hasta aquí no para quedarnos con los brazos cruzados. Y eso incluye a todos los pocos que, aun ingenuos, son forzados a dejarse extorsionar y manosear en la meca del circo mediático golpista. Es hora de dar, profundizara, la batalla económica socialista, la batalla política para organizarnos y movilizarnos desde las bases y la Batalla de las Ideas.

Fuente: Rebelión


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