Paco Campos •  Opinión •  24/03/2019

Redefinir sin cesar

Culillo de mal asiento hay que tener si mostramos interés por la política, no por la intriga política, de la que somos verdaderos maestros desde la época de las monarquías fundacionales al calor de la Reconquista; desde que el moro infiel hubo de morir a los pies del caballo blanco de Santiago –figura híbrida a base de estampas físicas y metafísicas, en las que religión y política se fundieron para la eternidad esculpidas en la piedra o figuradas en los lienzos y en los textos apocalípticos de los cuentos de la Historia Sagrada a la española. Menudos cuentos chinos nos contaron los curas en los colegios… ¡Madre mía!

Culillo de mal asiento hay que tener en política democrática, si es que queremos huir de los dogmas, cambiar, y jugar con la imaginación a modo de literatos (que diferenciamos de los teóricos de la ciencia) porque su objetividad ahora es intersubjetividad -> nada hay para mí solo –no hay verdad para mí, no hay como dicen muchos “mi modo de ver”, “en mi opinión”, porque lo que se dice con eso no vale para nada, ni para el otro u otros, es retórica de mesa camilla.

Si la ciencia define, se pasa la vida haciendo definiciones, la política que lleve ese camino lleva gente al error de percibir que está prohibido equivocarse. Tendemos a justificar todo aunque veamos que nos come la mierda por momentos. Dice Rorty al respecto que sabemos los objetivos de las teorías científicas, pero nunca estamos en posición de afirmar a qué tienden las novelas. Si no hay imaginación en la democracia nunca llegaremos a esa intersubjetividad que nos hace solidarios, y siempre estaremos con la burra preparada por si hay que subirse.


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