Paco Campos •  30/01/2017

Posibilismo y falibilismo

Una base mínima para la política democrática es admitir que el oponente tiene razón con sus propuestas y su discurso es tan válido como el nuestro, y que todo es una cuestión de preferencias por parte del tejido social, preferencias que se basan en creencias que justifican un modo de vida. La aceptación de estas tesis lleva inequívocamente a un tipo de filosofía política que responde al ideario liberal democrático.

 Digo “ideario liberal” y no “liberalismo” porque éste es un sistema basado en el individuo económico, mientras que aquél responde a grupos sociales tejidos por sus formas de vivir y de actuar en base a logros concretos que responden a unas necesidades comunes. Necesidades comunes que no tienen que ser necesariamente uniformes, aunque sí contingentes y trasversales.

Un ideario liberal es ante todo un conjunto de actitudes y creencias que descansan en el posibilismo y el falibilismo: formas de vivir cuya racionalidad lleva a una practica, a un desarrollo encaminado al logro, pero que también se asumen como superables, esto es, se admiten como vulnerables por otras -> esto les distingue de los totalitarismos y del pensamiento canónico; lo que lleva a plantear una cuestión que en la política al uso es difícilmente superable: la de si es imprescindible un canon para que la política sea democrática.

Creo que no, que es posible, e incluso deseable –aunque no todo lo deseable es deseado, pero sí a la inversa- una política democrática basada en el etnocentrismo, la inclusión y el relativismo: una política posible por falible. La política fruto del pensamiento centroeuropeo y de la economía liberal del siglo XIX está agotada: no nos dejemos llevar por el del tupé, tal y como antes pasó con el del bigotillo.