Arthur González •  Opinión •  18/06/2016

Dalai Lama y sus reflexiones

La subversión de Estados Unidos contra Cuba es tal, que ya no saben que inventar para desprestigiar una Revolución auténticamente popular, surgida para enfrentarse al sistema capitalista que ahogaba al pueblo cubano en hambre, enfermedades, desempleo, discriminación y analfabetismo.

En su creación de “opositores”, “disidentes”, “víctimas de la represión” y las “detenciones arbitrarias”, que no son vistas ni compradas por las embajadas acreditadas en la Habana, incluida la de la Santa Sede, ni por los cientos de corresponsales de cadenas de prensa extranjeras, sacan de la isla a algunos “disidentes” para efectuar giras turísticas que son más costosas que el pago de una carrera universitaria en la Universidad de Harvard.

Una de las escogidas para esos viajes es Rosa María Paya Acevedo, quien ha sacado más provecho de la muerte de su padre, ocurrida en un accidente de tránsito, que si hubiese podido ejercer en Estados Unidos la carrera universitaria que estudió gratuitamente en Cuba, a pesar de ser la hija de un asalariado de los yanquis.

Rosa María tiene tantas horas de vuelo como un piloto de la American Airlines y en su más reciente viaje fue enviada a una reunión en Washington D.C. para participar en el debate organizado por la National Endowment for Democracy (NED), conocida organización creada para ejecutar acciones subversivas al servicio de la CIA.

El debate contó con la participación del Dalai Lama, líder tibetano que los yanquis desde hace muchos años, manipulan al descaro para enfrentarlo a la República Popular China, sin lograr sin fines.

Rosa María Payá, que fue invitada al evento para mantener la matriz de opinión contra Cuba, recibió una respuesta contundente del líder religioso, muy oportuna hasta para el propio presidente Barack Obama, quien, en su discurso ofrecido en el gran teatro de la Habana, Alicia Alonso, exigió a los cubanos olvidar el pasado.

La respuesta de Dalai Lama, fue: “El perdón no implica que las víctimas deban aceptar los crímenes”.

Esa es precisamente la causa por la que el pueblo cubano no puede olvidar los veinte mil muertos que dejó la dictadura sangrienta de Fulgencio Batista, apadrinado por el Gobierno de Estados Unidos, ni que muchos de los asesinos obtuvieron refugio en ese país, a pesar de las reclamaciones oficiales de los tribunales cubanos.

Tampoco se podrán aceptar los cientos de asesinatos causados en las montañas del Escambray en el centro de Cuba, por los contrarrevolucionarios creados, financiados y abastecidos por Estados Unidos, para intentar fomentar una quinta columna; ni los muertos inocentes como resultado de la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos organizada por la CIA.

Menos aún se podrán aceptar los actos terroristas provocados por los agentes de la CIA contra todo el sector industrial y agrícola cubano; los sabotajes a los cines, teatros, hoteles y hasta el derribo del avión civil de Cubana de Aviación en 1976 donde perdieron la vida 73 personas inocentes, entre ellas el equipo juvenil de esgrima; las plagas y enfermedades, entre ellas el Dengue Hemorrágico con su saldo de más de un centenar de niños muertos.

Para el pueblo cubano, humano y solidario con los desposeídos del mundo, será imposible borrar de su memoria histórica, las penurias y el sufrimiento que vivieron y aún viven varias generaciones, producto de la guerra económica más larga que se le ha impuesto a un país, solamente por haber decidido libremente conformar un sistema político, económico y social diferente al de Estados Unidos.

Por todo esto y mucho más, los cubanos nunca aceptarán los crímenes planificados y ejecutados con la anuencia de las autoridades estadounidenses, como consta en el Documento preparado por la Agencia Central de Inteligencia para el Grupo permanente del Consejo Nacional de Seguridad, de fecha 8 de junio de 1963, para la realización de acciones terroristas contra Cuba, publicado por el Departamento de Estado en su libro Foreign Relations, volumen XI, páginas 828-834:

Cada acción tendrá sus peligros: habrá fracasos con la consecuente pérdida de vida y acusaciones contra EE.UU. que resultarán en críticas en casa y afuera; pero ninguna de esas consecuencias esperadas deberá hacernos cambiar nuestro curso si el programa expuesto puede esperarse tenga éxito.

No se equivocó José Martí cuando afirmó:

…no puede haber perdón, cuando no ha habido justicia.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.


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