José Antonio Medina Ibáñez •  Opinión •  23/07/2019

Si quieres conocer a Pepillo, dale un carguillo

Pocos españoles pueden negar que la ultraderecha haya introducido inestabilidad en la política del reino Borbón.

El PP no deja de considerar trabajar con la cooperación de los homófobos,  mientras que C´s insiste en tener una preocupación que nadie cree.

Del bipartidismo al multipartidismo y, de éste a la política de dos bloques desavenidos, tremendistas, confrontistas, malhumorados y echados pa´lante como chavales de colegio.

Como dicen por ahí: Si quieres conocer a Pepillo, dale un carguillo, pues les hemos dado los puestos más importantes del país, y la que han montado.

El deterioro

El deterioro de las relaciones entre izquierda y derecha ha abierto la posibilidad de nuevas elecciones generales, poco les está importando que el escaso respeto que se les tenía lo estén perdiendo como el agua en grifo abierto.

Todas las partes (PSOE, PP C´S, VOX y UP) insisten en la subordinación estricta de los intereses contrarios apelando al mayor sentimiento patrio, sin embargo, para muchos de nosotros es difícil tener una idea exacta de lo que esto significa a corto, medio o largo plazo.

Posiblemente una mayoría de españoles no esperamos que haya diálogo entre esos muchachos que juegan a ser adultos, renaciéndonos, día tras día, la inquietud de la incertidumbre.

Los intereses

VOX, aunque sea erróneamente, se ha convertido en un dominador en el ala de la derecha, ellos se consideran una  especie de agente libre, un instrumento militar necesario de  combate para desestabilizar lo que haga falta si no se cumplen sus expectativas; ahí están haciéndoselas tragar todas a Casado en la región de Murcia y en la comunidad de Madrid.

Pedro Sánchez no quiere nada con Iglesias, sabe que no es buen compañero de viaje, que le apretará las tuercas y le minará el poder unipersonal si le nombra ministro, a la vez que le limitaría manejarse con tranquilidad dentro de un mundo europeo que defiende y protege los intereses del gran capital.

Rivera, empeñado en ser un gran líder de donde sea, da la impresión de que se encuentra enconado contra todos, que se esconde y, que se está acostumbrando a las mentirijillas, públicamente desveladas por Macron.

El respeto

La relación de equilibrio político existente antes del movimiento de los indignados en 2011, al final se desgastó, y permitió que la contención existente en el PP encontrara una salida, una autonomía ideológica (Abascal) que Aznar y su alfil, Casado, creían poder reciclar.

A Izquierda Unida y al Psoe, le salió Podemos, una distorsión que  fagocitó al primero y, tiñó de derechas al segundo.

De todo ello se habla en cada bar de cada barrio español,  también se habla de que han perdido el respeto ciudadano, la confianza y la credibilidad.

Los bloques

Ahora no son dos partidos los que quieren reorganizar España, son dos bloques, cada uno con tres partidos y, cada partido arrogándose el conocimiento de lo que se debe hacer.

Asistimos a un juego perverso donde se juega lo de siempre: el poder, las alianzas, las crisis, la autonomía relativa y, fundamentalmente la hegemonía en el mando, sin importar el tamaño del partido ni el número de concejales, o diputados que se tenga.

En esta nueva relación de poder – observamos sorprendidos – lo que el multipartidismo hizo que olvidáramos del bipartidismo: sacar alguna tajada, algún beneficio, algún carguillo; pero lo hemos vuelto a incorporar aceleradamente en la memoria y, como ellos, nos estamos reciclando y desvinculando de esa nueva forma de hacer política.

Se nos hace difícil pensar que este nuevo proceso político se esté instaurando para acabar con los contratos temporales o basura, o terminar con la ley  Mordaza; más bien se nos antoja pensar que Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y Abascal, están trabajando para suavizar las sacudidas internas de cada bloque y, de regular los desajustes propios que aparecen en cada nueva  etapa de transición.

José Antonio Medina Ibáñez

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