Luis Casado •  Opinión •  24/07/2019

Pensamiento crítico. Bancos, fraude fiscal e hipocresía

Entre los símbolos de la época que vivimos se cuenta el fraude fiscal, o sea la sustracción al impuesto de quienes concentran la riqueza y por lo tanto debiesen aportarle más al erario público.

No me canso de repetir que Adam Smith, fundador de la teoría económica del capitalismo, postuló desde los inicios que los impuestos son como los gastos comunes que deben soportar quienes viven en un condominio. Adam Smith agregaba que ese aporte debe ser proporcional a los beneficios que se obtienen de la vida en la comunidad. Quienes más ganan deben pagar más, dice el autor del Ensayo sobre la Riqueza de las Naciones (1776), obra en la que afirmó que todos los ingresos –renta, lucro, salarios– deben participar en el pago de impuestos.

A la cuestión de saber para qué sirven los impuestos, Adam Smith entregó una respuesta límpida: “Para financiar el gobierno civil”. Y precisó su pensamiento de manera inequívoca:

“El gobierno civil, en cuanto tiene por objetivo la seguridad de la propiedad, es instituido en realidad para defender a los ricos contra los pobres, o bien, aquellos que tienen alguna propiedad contra aquellos que no tienen ninguna.”

Puede que la candidez de Adam Smith sea una de las razones por las que cayó en desuso sobre todo entre los partidarios del capitalismo. Ahora, en las escuelas de Economía ya no se enseña a Adam Smith, y los estudiantes apenas deben leer dos o tres páginas muy bien escogidas.

Lo mismo pasa con la obra de David Ricardo, otro economista clásico que en su obra Los Principios de la Economía Política y los Impuestos (1817) estimó que la cuestión central que debe ocupar la atención de los economistas es determinar las leyes que regulan la distribución de la riqueza creada entre los factores de producción, o sea entre el capital y el trabajo.

Ricardo subrayó que ese “es el problema principal en la Economía Política”, junto con precisar muy justamente que “No puede haber un aumento del valor del trabajo sin una caída del lucro”. Todos los cuentos sobre los acuerdos “win-win” son sólo eso: cuentos. Razón por la cual David Ricardo tampoco figura en los programas de estudio de las escuelas de Economía.

En la presente modernidad, quienes “tienen alguna propiedad” se las han arreglado para que incluso los impuestos que sirven para financiar el gobierno civil, y por ende la defensa de la propiedad privada, sean pagados “por aquellos que no tienen ninguna”.

No necesariamente defraudando al fisco, ese recurso de rufianes y ladrones institucionales, sino de manera perfectamente legal que es la que hace más daño.

La globalización acelerada de la economía mundial fue la ocasión soñada para iniciar una competencia fiscal extremadamente desleal entre los Estados. Una carrera suicida se instauró entre países para ofrecerle mejores condiciones a la inversión privada, nacional y extranjera, incluso entre países pertenecientes a una misma zona institucional, como por ejemplo la Unión Europea.

Lituania e Irlanda se distinguieron por reducir más –y más rápidamente– los impuestos a los beneficios industriales y comerciales que las grandes economías de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia, que a su vez redujeron los impuestos de manera demencial. La mal llamada “competitividad” pasaba por ofrecerle patente de corso al gran capital.

De modo que los desequilibrios presupuestarios que aún afectan a Europa no provienen de un pretendido exceso de gasto público, sino sobre todo de la significativa reducción de los ingresos provenientes del sistema impositivo.

Vernimmen, esa biblia de las técnicas contables y financieras, propone cada año una visión global del nivel impositivo aplicado por diferentes países del mundo. En su edición electrónica nº126 de octubre 2014, Vernimmen precisa que la tasa de impuesto aplicable a los beneficios difiere grandemente de un país a otro:

impuestos

Fuente: Vernimmen – Lettre nº126 – Octobre 2014

(Nota: desde entonces la mayor parte de estos países redujeron aun más la carga impositiva….)

Lituania e Irlanda tenían tasas aún más bajas que giraban en torno a los 10 puntos. Fueron los primeros en hundirse cuando llegó la crisis.

Como es sabido, nada de esto basta para satisfacer la voracidad de lucro del capital. Era necesario ir aún más lejos, disminuir los costos de producción, en otras palabras reducir el costo del trabajo al mínimo posible. Eso, y el aumento de la productividad que trae consigo la reducción de la mano de obra y la oportuna instigación del temor al desempleo, constituye un mecanismo obligado si se desea competir en los mercados internacionales contra la mano de obra mal pagada de América del Sur, y contra la abundante mano de obra asiática pagada con un puñado de arroz.

El resultado era previsible, no hacía falta llamarse Thomas Piketty para comprenderlo, y hasta los ectoplasmas de la OCDE terminaron por darse cuenta:

“Estos tres últimos decenios, la parte del ingreso nacional constituida por los salarios y elementos accesorios del salario – la parte del trabajo – ha disminuido en la casi totalidad de los países de la OCDE.” (Perspectives de l’Emploi de l’OCDE 2012).

¿Satisfecho el gran capital? Desde luego que no. ¡Jamás!

Uno de los recursos más viejos de la actividad económica, de cuya existencia hay pruebas en las civilizaciones más antiguas, comenzó a crecer y a extenderse con la velocidad de la mala hierba: el fraude fiscal.

Los más tímidos comenzaron por poner en práctica la llamada “optimización impositiva”, que consiste en aprovechar al máximo los resquicios legales que permiten reducir al mínimo los impuestos. Así, por ejemplo, aun cuando tales actividades industriales y/o comerciales tienen lugar en el país A, la sede de la empresa es trasladada al país B, cuya tasa impositiva es menor. Una oportuna consolidación de los balances permite sustraerse al impuesto en el país A, y pagar mucho menos en el país B.

Llevado al extremo, este recurso le permitió a Amazon no pagar impuestos en ningún país de la Unión Europea, simulando tener su sede en Luxemburgo, uno de los paraísos fiscales más activos de Europa del cual volveremos a hablar más adelante.

Otro truco, que comienza a hollar la línea de la ilegalidad, consiste en hacerle pagar royalties, presuntas asistencias técnicas, consultorías y/o suministros caros a filiales cuya actividad tiene lugar en países de más fuertes tasas impositivas, a la casa matriz situada en un paraíso fiscal.

Poco a poco nos vamos acercando al fraude, en buena y debida forma, organizado a escala industrial como conviene a la modernidad de la que estamos orgullosos.

Nada de lo que precede logra satisfacer las ansias de beneficios cada vez más sustanciales. Si alguna empresa logra mejorar su “rentabilidad” mediante procedimientos de dudosa legalidad, se sitúa automáticamente en posición ventajosa de cara a sus competidores que se verán forzados a copiar o a imitar sus procedimientos.

La entrada en la ilegalidad no es cosa de mala voluntad, ni siquiera de predisposición innata a la delincuencia financiera: la supervivencia en el sistema obliga a cada cual a no ceder terreno en materia de ROI (return on investment) y por consiguiente, si las trapacerías financieras se revelan productivas, todos terminan por practicarlas.

No se trata de tal o cual ejecutivo deshonesto, sino del sistema mismo, en su mecanismo más íntimo.

No hay ninguna empresa certificadora de Balances que no haya sido multada con cientos de millones de dólares por falsificación de cuentas. Para no hablar de los bancos que se especializan en la manipulación y la falsificación de cuentas públicas –la contabilidad Nacional– como fue el caso de Goldman & Sachs y las cuentas del Estado griego.

Fitch, Standard & Poor’s, Moody’s, y las tres o cuatro agencias certificadoras de balances de las multinacionales… constituyen un gang de criminalidad fiscal.

Esto no termina allí, desde luego. La administración de Bill Clinton modificó leyes y reglamentos que databan de la crisis de los años 1930, para liberalizar los mercados financieros ex post, o sea después de la entrada en la ilegalidad más completa por parte de Citigroup… para hacer aparecer como legales las prácticas bancarias más irresponsables de las que se tenga noticia.

Lo que no quita que las buenas conciencias declamen ante la faz del mundo sus buenas intenciones en materia de justicia fiscal. Un pájaro de cuentas –si oso escribir– llamado Miguel Ángel Gurría, secretario general de la OCDE para más señas, en abril del 2013, refiriéndose al masivo fraude fiscal de las grandes empresas, declaraba: “Es difícil combatir las prácticas fiscales de las multinacionales”.

En ese momento, según la propia OCDE, las transnacionales pagaban apenas un 5% de impuestos mientras las PYMES pagaban en torno a un 30%. Y el Sr. Gurría se confesaba derrotado de antemano, precisando lo que sigue: “Así que los Gobiernos suben los impuestos, ¿a quién? A las pymes y a las familias, porque a los otros no hay manera”.

Lo que ahora no le impide a la OCDE pedir que se “acelere la lucha contra la evasión fiscal”(sic), tras el bombo que le han dado a la famosa “lista Falciani” y las movidas del banco HSBC.

Justamente. La “lista Falciani”, contenida en un CD-ROM que Hervé Falciani, informático franco-italiano, preparó mientras trabajaba en la filial ginebrina del banco apátrida, tiene miles de nombres de personas que, supuestamente, evadían impuestos gracias a HSBC y los múltiples recursos de sus servicios de “banca privada” (servicios para los clientes millonarios).

De eso hace ya varios años. La prensa de investigación acaba de enterarse, lo que habla muy mal de su curiosidad periodística.

Quienes presentaban a Falciani como un héroe de la lucha contra la evasión fiscal no conocían necesariamente sus hazañas. En el año 2010, en una entrevista publicada por Le Matin dimanche (París), Hervé Falciani pretendía haber sido raptado por el Mossad israelí en Ginebra. Según la entrevista, los servicios secretos israelíes lo habían forzado a ir al Líbano para investigar a Hezbollah, organización que “pretendía utilizar el banco HSBC con fines criminales…”

En realidad Falciani había ido a Beyrouth acompañado de otra informática, Georgina Mikhael, para vender las informaciones que había sustraído de los computadores de HSBC. En marzo del 2008 la pareja había sido denunciada por una empleada de Audi Bank, que informó a la asociación Suiza de Banqueros. El 29 de mayo del mismo año, el ministerio público de la Confederación suiza lanzó una investigación.

Tiempo más tarde, Georgina Mikhael calificó a Hervé Falciani de “manipulador nato” en una entrevista publicada por Vanity Fair de España, y sostuvo que “Falciani no es un Robin del Bosque, sino un ladrón que sustrajo datos del banco HSBC para venderlos”. Hasta ahora Falciani reclama el justo pago de sus “servicios” de delación tributaria.

Como quiera que sea, durante algún tiempo los ministerios de Finanzas y las autoridades francesas y españolas se disputaron el derecho a sacarse de encima a Falciani: casos precedentes habían terminado lastimosamente, dejando al descubierto a fabuladores que denunciaban de evasión fiscal a todo el mundo sin aportar la menor prueba (p. ej. Pierre Gerbier, Bernard Monnot…).

En todo caso el banco HSBC no tenía ninguna necesidad de las denuncias de Hervé Falciani para quedar en evidencia ante todo el mundo como el banco de rufianes, mafiosos y delincuentes varios.

Elizabeth Warren, senadora de Massachusetts del Partido Demócrata de los EEUU, lo dijo claramente: “¿Cuantos miles de millones de dólares hay que blanquear, cuantos embargos hay que violar para que finalmente se considere la posibilidad de cerrar un banco como este?”

Elizabeth Warren estaba escandalizada por la multa de mil 900 millones de dólares aplicada a la filial estadounidense de HSBC por haber blanqueado el dinero del narcotráfico mexicano y colombiano, así como de organizaciones conectadas al terrorismo. Una multa… y aquí no ha pasado nada… HSBC puede continuar sus actividades como si nada.

HSBC confesó todo (¿dónde está el periodismo de investigación?): había abierto ventanillas en México para blanquear maletas de dinero de los narcotraficantes. Luego, el dinero líquido era transportado a los EEUU en aviones o en camiones blindados. Ese tráfico duró de 2003 a 2010… ¡siete años!

Tráfico admitido y cubierto por los mandamases de HSBC.

Entre los lazos con el terrorismo se cuentan los negocios de HSBC con el banco saudí Al Rajhi, que financiaba a Ben Laden y trabajaba con Al-Quaida.

Y todo terminó en… una multa, mientras las actividades criminales de HSBC se extendían (y se extienden) a otros pecadillos, entre los cuales la manipulación de las tasas de interés utilizadas en las actividades financieras como el Libor y el Euribor (cuando a ti te dicen que las tasas las fija el mercado…).

O bien la venta de productos financieros tóxicos, pero tú me dirás que eso es actividad universal.

Y he aquí que HSBC aparece ligado a actividades de fraude fiscal en gran escala, por cuenta de defraudadores y grupos criminales condenados en sus respectivos países. Grupos criminales a los que el banco ayudó a disimular su dinero en paraísos fiscales.

¿Cómo no reírse al leer la investigación de CIPER Chile?

“Existe un número de cuentacorrentistas del HSBC que aparece con un saldo negativo en la base de datos que está en manos de la autoridad tributaria francesa. Quienes han analizado los datos no tiene una explicación para esto y, al parecer, sus nombres no serían incluidos en las listas que se envían a las agencias fiscales de países que las solicitan. Uno de los chilenos en esta situación es Álvaro Saieh Bendeck, quien ocupa el puesto número 7 del ránking de millonarios chilenos de la revista Forbes, con un patrimonio calculado en US$ 2.500 millones. Saieh es el presidente de Corpbanca y de la supermercadista SMU, entre otros negocios, además de ser el principal financista de CIPER.

Álvaro Saieh
La cuenta que aparece en los registros del HSBC está vinculada a Saieh a través de una sociedad domiciliada en Panamá, cuyo saldo negativo arroja US$ -157. “La cuenta que usted señala perteneció a una sociedad extranjera legítima y legalmente constituida. Dicha cuenta, que incluso tenía un pequeño saldo negativo, fue cerrada. Como toda empresa que opera en el exterior, es normal que se abran cuentas corrientes que le permitan operar”, respondió Saieh a la carta enviada por CIPER. Señaló además que a título personal no tiene cuentas corrientes en Suiza, depósitos que generen intereses, ni inversiones que hayan obtenido dividendos, pero que si los tuviera, los habría declarado. Respecto a la cuenta del HSBC, el empresario afirmó que “era de una sociedad extranjera, por lo tanto, al igual que cualquier sociedad externa, no les corresponde informar inversiones ni declarar ingresos en Chile”. Y agregó: “No le quepa duda que, tanto mis ingresos a título personal, como los de las sociedades chilenas de mi propiedad son informados y declarados ante las autoridades chilenas, dando pleno cumplimiento a la legislación imperante”. (los subrayados son míos).

Otros multimillonarios –tal vez un pelín descuidados con sus negocios, contrariamente a Álvaro Saieh, contribuyente ejemplar– como la familia Botín, propietarios del Banco Santander, siguen siendo investigados a pesar de que ya pagaron más de 211 millones de euros de impuestos y multas sobre los dinerillos ocultos en HSBC. ¿O bien los servicios de impuestos internos españoles son algo más eficientes?

En todo caso podemos dormir tranquilos: en el reportaje publicado por CIPER Chile, basado en su propia “investigación”, queda claro que:

“A diferencia de lo que ocurrió con la investigación periodística que se hizo simultáneamente en varios países, en la información disponible sobre chilenos analizada por CIPER no encontramos evidencias de ilegalidades.”(sic)

Lo que no deja de sorprender, habida cuenta que el mismo reportaje, publicado el 08/02/2015, señala:

“Según pudo confirmar CIPER, en Chile el Servicio de Impuestos Internos (SII) ya solicitó a Francia la información sobre los contribuyentes nacionales y durante este semestre se abocará a verificar que hayan declarado sus ingresos y pagado todos los tributos que correspondan. Los montos y el número de clientes que reciba el SII de las autoridades francesas podrían diferir de los de ICIJ, pues la forma en que está estructurada la base de datos admite distintas formas de identificación del país en que tributan las personas y porque en algunos casos la información está incompleta.”

Según CIPER Chile, las investigaciones efectuadas por el diario parisino Le Monde y el ICIJ (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación) a partir de la “lista Falciani” le habrían permitido a los servicios fiscales de Francia recuperar US$ 285 millones de impuestos, y a Inglaterra US$ 200 millones.

Es como para preguntarse qué es más eficaz en la lucha contra el fraude: la amnistía tributaria propuesta por el ministro de Finanzas francés Michel Sapin le permitió, en el ejercicio 2014, recuperar más de 2 mil millones de euros de impuestos evadidos… sin realizar ninguna investigación. El procedimiento no es exclusividad francesa.

Dejemos pues las “investigaciones periodísticas” continuar en paz, y preguntémonos qué recurso del método llevó a Jean-Claude Juncker a la presidencia de la Comisión Europea, un cargo que es lo más parecido a la presidencia de la Unión Europea.

Justo en el momento en que Juncker sucedía en el cargo a Herman Van Rompuy, del cual nunca se supo nada bueno, cuarenta diarios revelaron la existencia de acuerdos fiscales entre Luxemburgo –un paraíso fiscal– y 350 multinacionales.

Eric Vernier, Doctor en Finanzas y columnista de la prensa financiera, escribe:

“Primer Ministro de Luxemburgo durante 18 años, ministro de Finanzas del Gran Ducado durante 20 años, Jean-Claude Juncker no podía ignorar las prácticas fiscales de su país con relación a ciertas multinacionales.”

“El extraordinario desarrollo del sistema bancario luxemburgués se ha basado desde hace décadas en una serie de montajes fiscales que le permiten a las empresas –poco o mucho– evitar el impuesto (vía holdings y trusts…). El primer sistema criticado remonta a 1929 y fue transformado en el 2007 en algo muy parecido.”

“Luxemburgo, pequeño país sin recursos, basó su expansión económica en este tipo de prácticas, método que Jean-Claude Juncker nunca frenó, contrariamente a lo que ha pretendido durante años”.

“En realidad, la existencia de tales prácticas era un secreto de polichinela. Luxemburgo, como otros numerosos paraísos fiscales, juega desde hace décadas sobre la persistente ambigüedad entre evasión, optimización y fraude fiscal.”

“Si es el sistema bancario el que capta las empresas, todo aquello es permitido gracias una legislación fiscal más que acomodante y a veces mediante acuerdos directos entre las autoridades del país y las empresas extranjeras.”

“Pero lo que hay de particularmente interesante y singular en lo que acaba de ser puesto a la luz, es el carácter industrial de estas prácticas fiscales, y las consecuencias potenciales que estas revelaciones pueden tener.”

“Nunca se habían reunido tantos elementos de prueba contra un solo país. Se habla aquí de 350 empresas multinacionales concernidas, prueba de la masificación de estas prácticas. Se puede percibir en ello comportamientos y herramientas que no tienen nada que envidiarle, en ciertos aspectos, a algunas mafias.”

¿Mafias? ¿quién dijo mafias? No lo digo yo, lo dice un reputado Doctor en Finanzas, colaborador de la muy quisquillosa prensa financiera europea.

Más adelante, Eric Vernier precisa:

“Durante años, mientras dirigía Luxemburgo, Jean-Claude Juncker negó siempre las acusaciones que le eran lanzadas al respecto. Y no se hacía ningún problema en atacar en justicia por difamación a quienes osaban denunciar estas prácticas. Su responsabilidad aparece hoy claramente establecida.”

Cualquiera hubiese pensado que Jean-Claude Juncker dimitiría de su cargo ipso facto, pero se ve que el Chilean way se ha ido imponiendo incluso en Europa. Jean-Claude Juncker hizo oídos sordos y asumió tranquilamente la presidencia de la Unión Europea que, –no te rías–, decidió lanzar un plan de lucha contra… el fraude fiscal. El fraude fiscal, “una obra europea prioritaria” (sic).

En la eminente misión que Jean-Claude Juncker cumplió en provecho de las multinacionales evasoras de impuestos y adictas al fraude fiscal, no estuvo solo. No pocas agencias certificadoras de balances le acompañaron en tan virtuosa tarea, entre ellas las que certifican los balances de las grandes mineras chilenas. ¿Quieres nombres? No hay problema: haremos un poco de “investigación periodística”.

Entre los nombres citados en el caso de Luxemburgo figura, por ejemplo, una cierta PWC. ¿Te suena? Sí, sí, haz memoria… La Polar… ¿no te dice nada?

En la copia feliz del edén PWC (PriceWaterhouseCoopers) certifica Balances de empresas mineras. Si no sabías por qué la gran minería paga tan pocos impuestos… ahora lo sabes.

Pero no la cojas con PWC: no hay una agencia certificadora de Balances que no haya incursionado en el fraude fiscal. Ese es el negocio. Cuando una agencia rehúsa firmar un Balance trucho… la empresa en cuestión recurre a una agencia competidora que cobra más caro pero firma. Es lo que en Chile se conoce con el término “transparencia de los mercados”, y lo enseñan en las universidades.

En cuanto a Jean-Claude Juncker, el tipo la juega en plan confesión cristiana, esa que permite partir con la conciencia tranquila a seguir pecando. La prensa financiera europea publica sus declaraciones:

“El que fue Primer Ministro de Luxemburgo entre 1995 y 2013, y que hoy es presidente de la Comisión Europea, admitió que el sistema de evasión fiscal puesto en obra en el Gran Ducado y revelado por la prensa, era contrario a la “justicia fiscal” y a las “normas éticas y morales””.

Las declaraciones de Juncker van más lejos:

““Yo no soy el arquitecto” del sistema impositivo de Luxemburgo, afirmó quién fuese de 1995 a 2013 Primer Ministro de un país considerado como uno de los principales paraísos fiscales del mundo. “No hay nada en mi pasado que demuestre que mi ambición era organizar la evasión fiscal”, subrayó, observando por otra parte que las “declaraciones anticipativas” (tax rulings) –que le permiten a una empresa pedirle a la administración fiscal cómo será tratada su situación, a fin de pagar el menor impuesto posible– son una práctica bien establecida en los 22 países miembros de la Unión Europea.””

Rufián, y además “chupa”, delator que no duda en “echar p’alante” a toda la Unión Europea.

Si aquí hay evasores fiscales… lo somos todos, dice Jean-Claude Juncker, que después de eructar un gran eructo, regresa a sus eminentes funciones de Presidente de la Comisión Europea a luchar contra el fraude fiscal.

Lo que nos exime a nosotros de la hercúlea tarea de hacer “periodismo de investigación”.

Fuente: Politika

 


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