Arnold August •  Opinión •  27/07/2019

Informe de Bachelet sobre Venezuela: ¿Quién tiene la última palabra?

Informe de Bachelet sobre Venezuela: ¿Quién tiene la última palabra?

¿Representa el informe de Bachelet el último de esta serie de intentos de “golpes de estado” internacionales en Venezuela? 

No nos equivoquemos. El informe del 4 de julio fue y está concebido para dar plena justificación a la estrategia de cambio de régimen bipartidista de Estados Unidos en Venezuela. Debe ser muy conveniente para el Partido Demócrata, ala supuestamente “progresista” del sistema político estadounidense, que el informe emplea el discurso de los “derechos humanos” y emerge de una institución internacional, condiciones indispensables para dar su apoyo a la política de Trump. Al contrario de los pretextos internacionales anteriores, este es el primero en surgir de un organismo internacional oficial, y no cualquiera, sino la ONU. El 6 de julio, tan sólo dos días después de la publicación del informe, Iván Duque, Presidente de Colombia, lo tomó como luz verde para proseguir la política de Trump:

«Espero que ahora con este resultado del informe de Michelle Bachelet, la Corte (Corte Penal Internacional – CPI) pueda rápidamente, ya no solo abrir la investigación, sino tener la evidencia contundente para que se adelante un juicio y reciba su merecido un dictador que ha acabado con el pueblo venezolano.»

¡La batalla se enciende de nuevo! América Latina ha sido el escenario de una amplia variedad de estrategias de cambio de régimen, incluidos los golpes parlamentarios en Paraguay y Brasil, contra Lugo y Dilma, así como el proceso judicial contra Lula y su encarcelamiento con falsos pretextos. La Revolución Cubana, resiliente como siempre, ha sido blanco de cambio de régimen desde 1959, en gran medida sobre la base de acusaciones de violaciones de derechos humanos, financiadas generosamente a través de programas de “promoción de la democracia”.

La misma Venezuela ha sido recientemente blanco de tres flagrantes intentos de golpe de estado y varios sabotajes a la red eléctrica — una continua guerra económica y política con vistas de facilitar los golpes, acompañada por un bombardeo propagandístico por parte de los conglomerados mediáticos internacionales en contra del Presidente Maduro. Cual tiburón que percibe la sangre, Duque saltó de inmediato sobre este objetivo personal.

¿Representa el informe de Bachelet el último de esta serie de intentos de “golpes de estado” internacionales en Venezuela? ¿Fue ésta la primera salva de un nuevo intento, con el pretexto de defender los “derechos humanos”? Yo creo que sí.

Sin embargo, y afortunadamente para Venezuela y para la izquierda internacional, es posible que nunca lo sepamos con certitud. La Revolución Bolivariana también apercibió la amenaza el mismo día en que Bachelet hizo público su informe. La reacción fue rápida y radical, un rasgo típico del gobierno chavista de Maduro desde el primero de los recientes intentos de golpe de estado, el 23 de enero de 2019. Una vez más, la respuesta consiste en una política internacional de paz y negociación combinada con una defensa vigorosa de la soberanía venezolana. Venezuela habla claro, sin ser ni por un momento intimidada por el aura de las “Naciones Unidas”.

La Revolución Bolivariana no vio ninguna luz verde, sino el emblemático color rojo del Chavismo. El 4 de julio, el mismo día que fue publicado el ya infame informe, el gobierno de Maduro lo refutó en 70 puntos. El 11 de julio, el presidente escribió además una carta formal a Bachelet detallando las falsas acusaciones y las omisiones deliberadas, pidiéndole respetuosamente rectificar el informe con base en los hechos.

Esta carta fue acompañada por otras declaraciones y reacciones de personajes venezolanos, y simultáneamente el gobierno de Maduro hizo un llamado a sus bases para que salgan y expresen sus opiniones el 13 de julio.

La gente no necesitaba ninguna incitación. Irónicamente, el efecto secundario más importante de la actual guerra dirigida por Estados Unidos contra Venezuela ha sido, y sigue siendo, el auge de la conciencia política que representa el Chavismo. Es precisamente esta ideología, este movimiento político, que Estados Unidos ha estado intentando destruir. Con este objetivo en mente, está empecinado en conseguir no sólo el petróleo del país, sino además la eliminación del enorme atractivo que presenta la Revolución Bolivariana, junto con Cuba, en la esfera internacional, como ejemplos de un sistema social alternativo y de un tipo de gobierno que resiste a los Estados Unidos.

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El 13 de julio, entonces, los venezolanos se volcaron nuevamente a las calles, no sólo en Caracas sino en muchos estados del país. No existen cifras oficiales en cuanto a la participación, pero los videos y las fotos revelan que decenas de miles de personas salieron a las calles, a pesar de la intensa lluvia.

A juzgar por los carteles improvisados, y en contra de lo que piensan la mayoría de los académicos de la corriente dominante, muchos funcionarios de “derechos humanos” de la ONU, y prácticamente todos los conglomerados mediáticos, el pueblo venezolano tiene una visión muy clara de la controvertida cuestión de los derechos humanos.

¿Cómo puede ser? Porque las clases populares, antiguamente “invisibilizadas”, están actualmente impregnadas de su propia experiencia y memoria colectiva, transmitida de generación en generación; son profundamente conscientes del verdadero significado de los derechos humanos y lo hacen visible para que el mundo lo vea — o lo ignore deliberadamente.

En su declaración durante la marcha del 13 de julio en Caracas, Diosdado Cabello declaró que Bachelet:

«gobernó Chile ocho años con la Constitución de un genocida, de un verdadero dictador”, en referencia a la Carta Magna heredada de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet. ¿Qué hizo ella en esos ocho años? Absolutamente nada para cambiar la Constitución. Utilizó esa Constitución para reprimir al pueblo mapuche, para perseguir a los estudiantes en ese país. Sí, esa misma señora que vino a hablar de derechos humanos aquí en Venezuela.»

¿Y qué pasó finalmente con este intento de “golpe de estado” basado en los “derechos humanos”? ¿Fue interrumpido incluso antes de despegar? Por el momento, parece ser así.

Las clases populares y sus líderes dedicados no están de ninguna manera restringidos por el concepto de los derechos humanos basado sobre el pensamiento único estadounidense. La perspectiva y la ideología son determinantes. En efecto, se trata de un asunto de vida o muerte. Una vez infectado por la concepción dominante de los derechos humanos, en un momento crucial, ya sea deliberadamente o por la fuerza de las circunstancias y los objetivos de carrera, ésta hace erupción.

Observemos a Bachelet: En el momento en que Estados Unidos más necesita resucitar su política fallida, ella se lanza a la yugular. La otra lección que hay que aprender acerca de esta “Tercera Vía” de académicos y políticos es que, tarde o temprano, vemos que la “alternativa” no es una alternativa al status quo, sino una alternativa cruel y cínica a la izquierda.

Pero el pueblo venezolano tiene la última palabra.

 

Artículo publicado originalmente en CubaSí

 


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