Javier Heras •  Opinión •  16/08/2019

Como lágrimas en el mediterráneo

Como lágrimas en el mediterráneo

El destino a veces es caprichoso, y ha querido que Rutger Hauer, el archiconocido replicante Roy Batty en el clásico del cine Blade Runner fuera a morir, precisamente en el año 2019, en el que transcurre la película dirigida por Ridley Scott, aunque haya sido en Holanda y no en Los Ángeles.

En el futuro, hoy presente, que nos proponía Scott un mundo agotado en todas sus facetas agoniza mientras los más pudientes escapan a las colonias en otros planetas. En contraste con la humanidad decadente existen los replicantes seres creados por ingeniería genética con aspecto humano. Los replicantes son más fuertes e inteligentes pero programados para vivir apenas unos años mientras desempeñan los más duros y peligrosos trabajos como esclavos. Tienen también cierta tendencia a rebelarse, por lo que están proscritos en la Tierra. Para cualquier atisbo de indisciplina, que es causa inmediata de su “retirada”, existe un cuerpo especializado en darles caza: los “Blade Runners”.

La película, como en cualquier clásico del arte, inspira intencionadamente o no, multitud de reflexiones filosóficas, religiosas, literarias, científicas, biológicas, demográficas, arquitectónicas… y se cuelan todo tipo de referencias: el superhombre de Nietzsche, el Frankenstein de Mary Shelley, el hybris griego…

Y como cualquier clásico, sirve para mirar tu mundo con otros ojos ¿hay coches voladores y colonias extraplanearias en nuestro 2019? No, pero quizás la distopía de Scott y nuestro mundo no están tan lejanos en el fondo. Está nuestra ceguera como sociedad con el colapso climático, que es una realidad que vemos cada día más cerca. Tampoco tenemos replicantes, pero existen los emigrantes a los que las autodenominadas “sociedades avanzadas” reservan los trabajos más duros y las peores condiciones de vida, y cuyas vidas, con la total indiferencia de las autoridades, no se pierden como lágrimas en la lluvia, si no como lágrimas en el Mediterráneo.


Opinión /