Al-Hakam Morilla Rodríguez •  Opinión •  05/09/2019

Desmontando el nacional-catolicismo: sugerencias de investigación

Desmontando el nacional-catolicismo: sugerencias de investigación
«Los libros que blanquean el imperio español constituyen un suicidio de la inteligencia». José Luis Villacañas, autor de Imperiofilia y populismo nacional-católico.
 
En una sociedad podrida por el despotismo favorece al que se amolda al caos de corrupción y brutalidad hacerse el memo… Tiberio Claudio por esa senda hasta llegó a emperador divinizado. Así numerosos farsantes clerical-franquistas rojipardos simulan no entender que se pueda llamar ‘fascista’ a cualquiera, con independencia de ideología o estatus. Sería el pensador Errico Malatesta, el cual sufrió en sus carnes el matonismo mussoliniano, el que nos advirtió que el Leviatán totalitarista puede anidar en cualquier partido, gremio profesional o artístico, colectivo humano o individuo. Porque lo que determina el talante fascista no es una doctrina específica, sino EL DESEO DE ABUSO IMPUNE, y el refugiarse para adormecer la pésima conciencia perruna y mezquina en LA MENTIRA o EL CINISMO por sistema.
 
Malvivimos permanentemente instalados en la impostura. Sin verdadera Separación de Poderes (en Origen, Ejercicio y Funciones), denunciada por los mismos jueces manifestándose en la calle, el oligopolio partidocrático de este antiguo Régimen y los pardillos a los que embaucan fingen ‘estar en una democracia’. Los sindicatos oficialistas, los partidos y sus integrantes del cuerpo docente en excedencia para apesebrarse en la mamandurria del cargo… subvencionados estos tres poderes fácticos por el Estado, y por lo tanto Órganos del mismo – ‘democracia orgánica’ llamaba el integrismo franquista a su tinglado -, procuran convencernos de que nos ampararán de las tropelías o desafueros del mismo Estado que paga sus nóminas, tomándonos por idiotas. Aparentan ‘representatividad’ los politicastros absolutistas rojipardos, con listas-plancha de las camarillas de los jefes de filas, sin posibilidad del ‘ciudadano’-súbdito de elegir a los cargos de forma uninominal por distritos, ni derecho a la revocación inmediata del cargo en caso de que se aparte del mandato imperativo ordenado por su programa y votantes (ergo asunción de responsabilidad política cero). Una supuesta ‘constitución’ del 78/ 39 bis nacida sin Asamblea Desti-Constituyente alguna, y aplicada con arbitraria irresponsabilidad al albur de los voluntos del Banco Azul, pudiendo la Pp$OE modificarla o interpretarla cuando le place, sin consulta ni aprobación de los electores, ni mucho menos de la Cámara Alta (indecente club VIP de aforados)… ¿Hay alguien que pueda albergar alguna duda sobre que el clerical-franquismo goza de muy buena salud? Sólo les queda a los gerifaltes, en plan distopía orwelliana de pesadilla, inventarse el pasado para manipular a la grey y dejarnos sin futuro ni esperanza… No nos queda otro remedio entonces que ofrecer una visión alternativa a la ‘historia’ fraudulenta de los encumbrados bufones editados por los amos del cortijo cañí (disculpad la brevedad de este artículo, subdividido en tres partes, dado el relevante asunto tratado).
 
Preguntad a cualquier autodenominado ‘castellano’ de donde proviene su supuesto ‘pueblo’ o ‘su’ lengua. Se deshacerá en vaguedades e imprecisiones. Surgen en apariencia de la nada, por ensalmo, un concebido ‘pueblo-ocupa’ se va expandiendo mediante el expolio programado de aldeas, de comarcas, de Pueblos… De su lengua los orígenes resultan esperpénticos: pretenden hacerla nacer a principios del S. XI, en el monasterio de una comunidad mozárabe del S. X, san Millán de la Cogolla, sita en una parte de la Rioja perteneciente por entonces al Reino de Navarra. Las ‘glosas emilianenses’, torpes ejercicios de latín, trufados con el euskera y el aljamiado, la lengua popular de la más grande civilización de Europa en su tiempo, Al-Andalus, parirán en apariencia la sedicente ‘nueva habla’ tan original e internacional por boca de sus corifeos; pero con sus raíces literarias más antiguas halladas en Cabra (Córdoba), en las Moaxajas escritas en la segunda mitad del S. IX del poeta ciego musulmán nativo Ben Moqaden (Emilio García Gomez dixit), de mayor importancia en nuestra génesis lingüística que Homero para los griegos (¿para cuándo internacionales Institutos Ben Mocaden del mismo modo que otros tienen los Cervantes?). En realidad debe aludirse a nuestro idioma como Romance Andalusí o Aljamiado, no el dialecto fosilizado de los laísmos, confusiones verbales y roma expresividad que el cardenal Cisneros – imponiendo su horma gramático-inquisitorial frente al genial Elio Antonio de Lebrija/ Nebrija – con los palanganeros más tarde del ‘limpia, fija y da esplendor’, se apropiaron de forma espuria de nuestra Lengua, al igual que de gran parte de nuestro inmenso Legado cultural fagocitado por el monárquico-papismo expoliador.
 
¿Quién es realmente un ‘castellano’? Vemos que no ha existido jamás ese supuesto ‘pueblo’, en la milenaria historia de los peninsulares, de la que orgullosamente pueden presumir galaicos, cántabros, navarros, entre otros; a los que por cierto ponían por delante cuando conseguían embarcar a los incautos en sus cruzaditas de rapiña, los ‘valientes’ espabilados detrás. Su ‘historia’ de pacotilla, para consumo de alienados convencidos, nos indica que la razón de ser de su extraña denominación, proviene de que ‘edificaban castillos’. Ni los castros ni los castillos los han inventado ellos, aunque fantaseen por las tabernas de sus gélidos y soporíferos pueblos. Sí parece más probable que el nombre que excita su mustia honra urdida, provenga de ‘casta’, sino habrían dado en ‘castillanos’, de castillo; no obstante, lo que exalta sus fantasías delirantes supremacistas, hasta hoy en día, procede del invento de la pertenencia a una legendaria ‘casta’ o ‘raza’, de ahí la primitiva voz ‘castella vetula’, es decir, pretendida ‘castella’ o pequeña ‘casta’ vetusta o vieja. Debemos entender sus complejos seculares de advenedizos en la Península empujados por Roma y Aquisgrán (sede del imperio carolingio), envidiando a andalusíes, musulmanes o judíos, de alcurnias y linajes de siglos, sin dejar atrás a los ilustres apellidos euskéricos, asímismo de verdadero fuste, cuando los putativos hijos de san Millán se presentan de mercenarios matarifes – con licencia eclesiástica – en la Península Ibérica.
 
Entonces alguno sacará a relucir los millones de apellidos castellanos desde América hasta las Filipinas… En efecto, de obligada adscripción por miedo a una infundada ‘casta’ racista dominante, no fruto de consanguinidad alguna. Los afluentes del Duero, Arlanzón y Arlanza, aun si se hubiesen llamado Ganges y Yang-Tsé y hubiesen tenido la demografía de los grandes ríos de la India y China; incluso poniéndose a procrear como conejos aquellos primeros pobres pecadores siervos del Altar, no podrían salir de ninguna manera las cuentas. Figúrense, centenares y centenares de miles de Gómez, Sánchez, Rodríguez, Fernández, González, etc. Ni las tribus de Israel, teniendo mucha más solera, se volvieron así de prolíficas. Evidentemente sólo podemos hablar de conversiones masivas, por la coerción  de escarmientos, exterminios e inquisiciones, hecho que conoce el mayor zopenco de entre los criollos de la iglesia romana.
 
Reparemos en un significativo hecho posterior, una vez amenazadas o desbaratadas las extensas redes mercantiles de las Rutas de la Seda desde Al-Andalus, los patriarcas comerciantes andalusíes se verían imposibilitados de mantener sus familias polígamas en  los jalones de esos largos viajes. Aparecerían por entonces en Europa los gitanos (del árabe «jaitanu», sastre), agrupados por gremios – como los zíngaros «calderash» o caldereros, v.g. – retornando en paulatinas migraciones al primigenio Hogar de su sangre desde diferentes enclaves de la Ruta de la Seda, a partir del S. XV. No sólo se evidencia que no habían podido articular aún ese supuesto ‘pueblo’ los mesetarios, sino que lo único que consta es la grotesca pretensión de ‘casta’ o sedicente ‘raza’. Su definición nítida, reconocida por la R.A.E., ha llegado hasta nuestros días, la de ‘castellano’ o payo: ‘hombre rudo, grosero y vulgar’.
 
En realidad el origen de los ‘racialmente puros castellanos’, a pesar de que traten de vampirizar en vano la historia navarro-riojana o de Cantabria, debe provenir de un conglomerado de restos cafres bárbaros apátridas: descendientes de represaliados sajones, alanos, vándalos, lombardos… devenidos apátridas trotamundos o salteadores de caminos, conversos al trinitarismo a la fuerza reclutados, siglo tras siglo de escabechinas y violencia, para invadir la naciente Marca hispánica al sur del imperio del paranoico Karl, el iletrado y zote Carlomagno, el cual después de salvar literalmente al papa su trono, éste nombra a los genocidas francos ‘hijos predilectos’. Tal vez ambos a partir de ahí se dedicarían a inventar un presunto ‘pueblo nacional-católico’, bastardeándolo con las hembras jóvenes violadas peninsulares, al igual que procedieron con bretonas, sajonas, bávaras, danesas, ávaras, eslavas, más tarde occitanas… parientes de los padres, maridos y hermanos que iban masacrando.
 
Un texto de la época resulta concluyente, por supuesto en latín (el ‘castellano’ no existía), acerca de la ‘donación’ de terrenos del abad Vitulo en el año 800, suscrita por un tal Lope: «(…) in civitate de Area Patriniani in territorio castelle…». Sustituid la genuina denominación «castelle» -no «castille»- por castizo y entenderemos las tribulaciones de aquel abad mozárabe, al que el demencial racismo protonacional-trinitario le obligaba a dejar sus ovejas a merced de los lobos xenófobos ‘matamoros’ o ‘matajudíos’ (Castrillo Matajudíos se llamaba aún una aldea de Burgos, hasta que los vecinos votaron para cambiarle el nombre en 2016; ¡Matamoros es apellido aún hoy!) jaleados por las prepotentes mitras romanas. Alimañas que escondían su ferocidad sanguinaria, a la espera de refuerzos criminales extranjeros para proseguir sus saqueos, en la muralla natural que iba desde los montes Obarenes hasta el sur de Amaya – área llamada ‘Vardulias’, de Vandulias o Vandalias, de las vandálicas bandas de facinerosos -, por donde solían escapar los malhechores con el botín robado, corriendo bajo faldas astur-leonesas al ir los andalusíes a ajustarles las cuentas (única cosa por la nos han respetado y nos respetarán siempre: saber que el que nos la hace tarde o temprano la paga). 
 
Empujando progresivamente Occitania y el norte ibérico al oscurantismo, la invasión bárbara rompería de manera definitiva la posibilidad de reunificación política del Mare Nostrum; porque la misión de la iglesia será la asimilación de los pueblos avasallados por su ‘única religión verdadera’, para condicionar en torno a Roma la supremacía del Terror papista y cebarse con los diezmos cobrados a los nuevos adeptos por la incultura o la miseria. La invasión violenta de los brutales teutones destruyó la organización administrativa y social de la civilización latina clásica, para dar lugar a una sociedad rural de cruentos señores feudales y siervos de la gleba, enemiga a ultranza del comercio, de los ‘mercaderes expulsados del templo’ en su desatino pobrista y depauperador…
 
Hoy no se nos oculta que con el invento de la autoproclamada ‘nación castellana’ clericalizada se trató dotar con una frontera, en la órbita de los francos, en la Marca sur de su funesto imperio… Si tuvierais el discutible gusto de visitar tierras de ‘castella’, llenas de racistas y engreídos como ellos solos, podríais conocer a ciertos cerebrines de Zamora, del bereber Zammura o de Valladolid, del árabe Balad-l-Ualid, fundada por el califa Abderrahman III, y su afán de acomplejados por emular a sus señoritos del norte del Duero… Al llegar a esos inhóspitos parajes de tanta zafiedad ensoberbecida, uno esperaría encontrar esos tipos ‘nórdicos’ que la enmohecida ideología frailuno-totalitaria se ha empeñado durante siglos en fabricar, blanqueando la ‘raza’ (no olvidemos que la islamización llegó hasta el Loira, en el norte de Francia) Pues no, en absoluto, os encontraréis con cetrinos tiparracos descoloridos y amargados, que evocan aquella descripción del historiador latino de origen alano, Jornandes, del caudillo vándalo Genserico: «Era de mediana estatura, cojeaba a consecuencia de una caída de caballo; impenetrable en su pensamiento, parco de palabras, enemigo de los placeres, despreciador de la adulación, impetuoso en la ira, afanoso de riquezas, muy prudente y hábil para manejar a los pueblos y muy astuto para sembrar las semillas de las disensiones y del odio». ¡Cuántos necios se han esforzado, a lo largo del tiempo y a base de atocinarse para dar el tipo, en imitar al arquetipo de la ‘raza’ con el que ‘san’ Carlomagno y el papa, y sus sendos sucesores, junto con su sicariato de correligionarios contaminaron a los milenarios Pueblos peninsulares!
 
Si un papa tuvo el cinismo, siglos después, de decretar que el Continente americano se hallaba deshabitado, para repartirlo entre castellanos y portugueses; en gratitud a Carlomagno y consolándole del repaso que vascos y andalusíes le dimos en Orreaga (‘Roncesvalles’), ¿no habría de incitar el papado a los francos, a través de los siglos, como deshacerse de su ‘basura racial’, la de los ‘residuos infrahumanos’ desharrapados que habían sido aplastados por todo tipo de fanatizadas cruzaditas fundamentalistas pretéritas y se hallaban merodeando por los campos, para de paso utilizar a mesnadas de resentidos contra la legítima y justa Resistencia andalusí a sus fechorías? Con la peregrina excusa del ‘camino francés de Santiago’ – otra orquestada farsa posterior para encubrir el vil crimen trinitario contra el noble obispo Prisciliano y sembrar la cizaña entre Pueblos – el cártel purpurado fue infiltrando, paso a paso, a aquellos desheredados muertos de hambre, prosiguiendo esa macabra política los descendientes y los sucesivos papas. El pillaje, la rapiña, relatan las crónicas, satisfacían a aquellos bárbaros vandálicos más que el trabajo digno o una economía bien administrada. ¡Y todavía hoy bajo los auspicios de las sectas coordinadas por ese foráneo Estado teocrático fundado por Mussolini (ved Acuerdos de Letrán, 1929)!
 
Cerca de vosotros, en cualquier Pueblo peninsular sentiréis el veneno de esa escoria: los que desprecian la palabra dada, sociópatas del ‘donde-dije-digo-digo-Diego’; rastreros vendidos del ‘tengo mis principios, y si no te gustan tengo otros’; los hipócritas del ‘a dios rogando y con el mazo dando’; los devotos, en suma, de san chorizo… Observemos socialmente la benevolencia que suscita la corrupción política o empresarial. ¿Es casualidad que sólo Madrid tenga el doble de abogados que Francia y que en el Estado español haya más letrados que en todo Estados Unidos? Nos llevamos denunciando cual perros desde hace siglos para evitar instituidas dentelladas de caníbales ‘castellanos’ impunes.
 
Hasta el mismo nombre de ‘espagnol’, con su  ‘patriótica eñe’, copia fonética francesa – como demostrara Américo Castro -, proviene de allende los Pirineos. Por eso y mucho más a Francia lo ‘castellano’- españolista le produce irrisión desde hace siglos…
 
Nos quedamos con su mierda.
 
Nota: En el 450 aniversario del Levantamiento Andalusí de Abén Humeya para resistir al Terror clerical-imperialista, dedicamos este humilde artículo en homenaje a nuestros hermanos deportados y exiliados de la Diáspora: los que aquí seguimos padeciendo el mismo genocidio y expolio de siglos no nos rendimos ni nos rendiremos jamás…
 
                                                       II
 
«(…) países económica y políticamente menos evolucionados, donde el espíritu de clase suele ser, brutal y medievalmente, espíritu de casta». Temas de Educación. José Carlos Mariátegui.
 
 
Las tristemente célebres ‘Leyes de pureza racial aria’, que impusieron los nazis, duraron diez largos años y quién no conoce la pesadilla atroz que causaron al mundo. Los ‘Estatutos de limpieza de sangre’ – en los que se inspiran las primeras – de Isabel la Guarra, sacrosanta reina de ‘Castella’, durarían siglos (¿!). ¿Puede alguien siquiera concebir el Espanto con el que serían machacadas generaciones anteriores a las de nuestros abuelos? Tener apellidos unidos por preposiciones «de» (como ‘de Cospedal’, ‘de Guindos’ o ‘de la Vega’), ‘y’ griega o apellidos compuestos, sería considerado un aval para acceder a las más altas esferas del Estado, de ‘familia-bien’. Limpieza de sangre, atención, ‘por los cuatro costados’, el padre y la madre de los respectivos progenitores debían ser ‘de sangre hebrea o mora jamás manchados’. Semejante fatua e imposible pretensión en aquellos tiempos llega casi a la actualidad, donde los ‘expedientes de hidalguía’ – de ‘hi-d-algo’: hijo de algo – de la Real Chancillería de Valladolid y Granada, pueden consultarse en internet, únicamente para asegurarse que el de apellido rarito es el que no está en ese demencial inventario del pedigrí peninsular. Si hubiera habido una consanguinidad no ilusoria con un real origen cristiano de los apellidos: ¿qué necesidad habría habido de estos certificados para acomplejados expedidos por la clerigalla y sus esbirros colonialistas?
 
La estulticia suprema, impulsada por jesuitas, en especial, dominicos y otros, llegaría a las multiétnicas Américas, estableciéndose taxonomías absurdas que hoy suscitan risa… por ejemplo, ‘mulato’ (de mula), ‘criollo’ (de impoluta ama de cría, seguro), ‘tente en el aire’, ‘torna atrás’, ‘no te entiendo’, etc. (Nicolás de León compila hasta cincuenta y tres nombres estrafalarios para clasificar matices diversos del color de la piel, no sabemos si antes o después de broncearse). Las combinaciones de indio, negro, morisco, chino, ‘español’, ‘mestizo’, entre ellas y con otras, y su rígida jerarquía ‘castellanizante’ (de castas), llegó incluso entrado el siglo XX – si se le tomaba a un tipo por inferior en esa disparatada jerarquía por castas o castellana – a provocar duelos a muerte. 
 
Los mismos que en la Península Ibérica hasta el XIX, disputándose a pistoletazos, mandobles y cuchilladas honores inventados por el ‘divide y vencerás’ monárquico-papista, para acto seguido ofrecer consuelo a las almas atribuladas que perdían un hermano, un marido o un padre… sin olvidar las herencias ‘piadosas’, por supuesto, para la buchaca de los mismos verdugos con hábito inductores de tales felonías. Por ese complejo grotesco el mundo latino utiliza, al contrario que al norte de los Pirineos, dos apellidos y varios nombres de pila por el prurito de aparentar prosapia. Fijaos que una familia de más títulos que la Casa real española o inglesa, rancia ‘nobleza’ matamoros, la Casa de Alba, harta tal vez de la mostrenca plebeyez con ínfulas sanchopancescas de Barataria, ostenta apellidos españolísimos: Fitz-James Stuart. No hay duda, para buscarlos de mayor nórdico abolengo cañí hay que rastrear por Laponia.
 
Ya hemos constatado el hecho de que los autoproclamados ‘castellanos’ se van articulando en torno a un prejuicio racista, desarrollado hasta nuestros días, apolillada memez de factura hinduísta: ‘la casta’. Con la novedad de que los infrahombres del resto de la humanidad, según ellos, no tendrán siquiera la consideración de parias; hasta que no remeden las costumbres de los bárbaros amos – cerductores y alcoholizados – y no se sometan al ‘apadrinamiento’ (‘quien tiene padrino se bautiza’, se asevera aún hoy) o sacramento forzoso nacional-católico, pueden ser exterminados, con alentadoras bulas papales para animarlos en sus carnicerías.
 
Los que no disponían de medios para pagarse vulgares apellidos castellanos, los terminados en su mayoría en ‘ez’, sin hache, del tipo ‘Pérez’, se ponían en mayor peligro de muerte. Las delaciones en los confesionarios, atropellos e insolencia serían constantes contra los despojados de sus medios de fortuna que eran ‘cristianizados’, mediante el Terror, con nombres de lugar (Marchena, Pedroche, Carmona, etc), nombres clánicos o de familias extensas (Los Aznares, Los Puertas o Los Morillas, en Almería, por ejemplo), de oficio (Zapatero, Carbonero, Herrero, Molina…), apodos (‘Cabeza de Vaca’, Elcano de El Cano…) o elementos de la naturaleza y animales (Cuevas, Morales, Guijarro, Estrella, Piedra, Borrego, Del Toro… ). Al lado de la segregación racista, un repulsivo clasismo se instaura frente a los que no podían rapiñar impunemente diezmos, inmuebles, cultivos o ganados porque les tocaba el papel de víctimas. Si se tornaban complacientes colaboradores les podrían dejar hacer de malhechores con impunidad, titulándose ‘repobladores’ o ‘adelantados’ en países ajenos, con patente de corso cristianista para robar, esclavizar y matar. Buena muestra de que ese odioso Horror clerical-imperialista aún no se ha detenido, la tenemos en expresiones de origen infame: estar en ‘entredicho’ o ser alguien sin ‘tacha’, términos de la ‘jurisprudencia’ inquisitorial; o fórmulas más pedestres y no menos terribles: ‘me huele a chamusquina’, ‘ese está ya quemado’… Unas y otras de uso común hasta nuestros días.
 
No obstante habrá algunas meretrices de la pluma que fingirán sanguínea ascendencia de remotísimos antepasados, supuestos blasones y árboles genealógicos de quitaypón. Sin embargo carecen de argumentos, cuando la Corona comenzó a someterse al clericalismo, para explicar el porqué se traen un rey de importación – Karl V de Alemania -, sin saber una palabra de Romance Andaluz, el mal llamado ‘castellano’, para inaugurar la Casa de Austria donde cristo perdió la falcata. Ya sabemos que el intento resultaría un fiasco, la Inquisición se convertiría en el poder fáctico de todo el Imperio, a pesar de estrenarse el germanizado flamenco saqueando Roma para impresionar, sin resultado si miramos a los cerca de un millón de ‘trabajadores del ramo de las almas’ clérigos, monjas, seglares.. que constituyen ahora una de las industrias punta del Estado, prestos a ayudar a una demografía envejecida instando a la ‘castidad’… ciberpajillera. 
 
Ni tampoco sabrían qué decir si conocieran la existencia del libro ‘Tizón de la nobleza castellana o el el Libro Verde de Castilla y Aragón, máculas y sambenitos de sus linajes’, llamado para abreviar ‘Tizón de la nobleza de España’, escrito por el obispo de Burgos Francisco de Mendoza y Bobadilla, dolido por ver que le deniegan un cargo a su sobrino alegando falta de ‘limpieza’ de su hemoglobina. Con acceso a fuentes documentales directas el primero, demuestra que no existe nadie en Castilla y Aragón, ni entre la aristocracia o la realeza, que pueda no dárselas de ‘sucio de sangre’, acorde con las estúpidas preocupaciones de la época inducidas por la Inquisición papista (no hacía falta un gran aparato represor para amilanar a los súbdiitos, al igual que con la Gestapo, las Brigadas político-sociales del enano de El Ferrol, o el NKVD, después KGB… bastaba con que prevaleciese el Terror).
 
Hay otros documentos de mayor antigüedad que hoy nos despiertan hilaridad, por el que los colonos clerical-castellanistas aspiraban a recibir el apoyo del mítico reino cristiano oriental  del ‘Preste Juan’. El 8 septiembre de 1404, la embajada de Enrique III de Castilla – ‘el Doliente’ primer titulado ‘príncipe de Asturias’ -, encabezada por Ruy Gómez de Clavijo, tiene ocasión de presentarse ante el Gran Khan (‘Juan’) de Asia, Tamerlán, quien pronuncia las siguientes aduladoras palabras tras hacerles esperar por su insignificancia muchos meses para ser recibidos: «Ved aquí estos embajadores que me envía mi hijo, EL REY DE ESPAÑA, QUE ES EL MAYOR REY QUE HAY ENTRE LOS FRANCOS, y son muy gran gente! De verdad que yo le daré mi bendición a mi hijo, el rey». Queda dicho todo con respecto a la no procedencia autóctona de los sedicentes padres fundadores del españolismo militante, gabachos de tapadillo (¡y todavía en pleno tercer milenio algunos siguen baboseando con la estanquera subordinados a un rey francés!). La presentación de Enrique III de Castilla, por si no fuera bastante, intitulándose ‘rey de España’ en 1404, existiendo todavía los reinos de Aragón, Granada y Navarra por esas fechas, muestra a las claras que no sólo conspiraron con los francos o el papado para detentar el poder absoluto, fumigando a la disidencia; ¡los ‘patriotas’ carecían también de escrúpulos para arrodillarse ante el caudillo de los mongoles! Imaginaos el planchazo al darse cuenta los catorce de la comitiva, en la que iba el teólogo fray Alonso Pérez de Santamaría, que las sumisas genuflexiones las efectuaban en una Samarcanda islamizada, haciendo el payaso la delegación en la gran capital de la Ruta de la Seda.
 
¿No va siendo hora ya de cantarles la famosa jota: ‘La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa’…?
 
Si tamaña estulticia servil sigue infectando a los Pueblos peninsulares, un minuto más, terminaremos ensuciándonos todos con su misma deplorable imperiopatía sólo apta para infelices zopencos.
 
                                                         III
 
«Corroídos por la envidia y a la vez con premeditación calculada corrompieron en sus fieles lo más inofensivo, lo más alegre: la experiencia del placer, la vivencia del amor. La Iglesia ha pervertido casi todos los valores de la vida sexual, ha llamado al Bien mal y al Mal bien, ha sellado lo honesto como deshonesto, lo positivo como negativo (…)». Historia sexual del cristianismo. Karlheinz Deschner.
 
 
No podemos obviar en este sucinto ensayo crítico, hostil al tripero academicismo españolista, el papel al que quedan relegadas las mujeres en el caduco (des-)orden clerical-imperialista implantado por los invasores-ocupas ‘castellanos’. Con la reina Isabel, aquella piojosa de la limpia camisa, quedaron lejos nuestras veladas poéticas andalusíes donde selectas inteligencias femeninas se reunían, solazándose con sátiras procaces y encendidos versos, tratando la sexualidad en todas sus formas sin estrechas mojigaterías (ved v.g. el Diván de las poetisas andaluzas. Ed. Hiperion)
 
En el encorsetado sistema de ‘castas’ se delimitan con claridad los correspondientes roles. El supremo machismo del padre impone sus normas: ‘a tu mujer pégale siempre, ella sabrá porqué’, recuerda el refrán popular castellano. El hijo mayor debía heredar los bienes del pater familias y biencasar para engrandecer el patrimonio, honra y fama. Al segundo varón se le preparaba para ejercer la ‘carrera’ de las armas. El tercero iba destinado a tener un cargo eclesiástico de postín. Las mujeres no tuvieron alma, según su iglesia ‘única y verdadera’, hasta el Concilio vaticano I; lo cual no significaba que el ultramontano papismo ibérico, en pie de guerra contra la ‘herejía’ adversa a sus desmanes, aceptase en la base popular encíclicas ni bulas que no se ajustasen a su rapaz salvajismo machista sin freno.
 
Brujas, adúlteras, poseídas o entontecidas por la falta de educación, han seguido siendo carne de cañón en escarmientos a intervalos regulares, o esclavas del marido, tod@s lo sabemos, hasta el fin del franquismo. Herederas del supuesto pecado de Eva que condenó a la Humanidad, según los secuaces del Terror clerical-imperialista, pertenecían a una categoría idéntica a los animales. Su máxima aspiración consistía en un matrimonio concertado impuesto, para emparentar con una ‘familia-bien’ de tiralevitas del episcopado. La rebelde a las disposiciones patriarcales conocía su cruel destino: el confinamiento de por vida en un convento de clausura.
 
En esta brutalidad orquestada por el clerical-totalitarismo, el consuelo prestado a las beatas por curas jóvenes les prometería la redención en su ‘valle de lágrimas’, entre flagelos, azotes con ortigas, cilicios, obscenas felaciones con algunos confesores – recogen las fuentes – y hasta calenturas mal satisfechas, obligaban a aquellas criaturas secuestradas tras los muros a entregarse a priores, madres superioras y a satisfacciones homoeróticas, adobado el morbo por sistemáticos ‘complejos de culpa’… junto a recién nacidos asesinados y emparedados en lóbregos sótanos monacales. Las sórdidas historias de este tipo se han convertido en el lugar común de cualquier pueblo o aldea. Reparemos en el hecho de que la persecución inquisitorial ha impedido que no surja en los Pueblos peninsulares no ya una Ilustración autóctona de librepensadores, digna de tal calificación, sino ni una figura crítica anticlerical de la talla de Giovanni Boccaccio en Italia (ved El Decamerón); del mismo modo, escándalos pedófilos que en Irlanda, EEUU y en todo el mundo han salido a la luz, por estos lares de rígido control mediático nacional-católico se opacan sin dificultad.
 
Sentir placer en el tálamo nupcial, se ha enseñado siempre a l@s creyentes papistas, tener o siquiera manifestar una nimia emoción, para las reprimidas del camisón blindado y el orificio a la altura de la vagina (¡¿sic?!), se convertiría por tanto en algo perfectamente normal: el demonizado y culpabilizador sexo como instrumento de asimilación – o se pasa por el aro o no se moja – para el aborregamiento de la desplumada plebe; el varón cual herramienta de usar y tirar para ser explotado como siervo ‘ad maiorem dei gloriam’ y, de paso, para los antojos de las tarascas lacayas cómplices de la curia. Si no proveía de dinero, abrirse de piernas con el siguiente maromo, se ha terminado contemplando con naturalidad y comprensión. Esas mujeres no imaginan el enorme favor que han hecho a los hombres de los Pueblos peninsulares, al dejarse utilizar de sometida carne de cañón en el depredador capitalismo salvaje internacional. Liberados ya del papel de borrico de carga proveedor de las necesidades o caprichos de las ‘doñas’, los hijos de mineros se transformarían en músicos, los del albañil en poetas, los del pequeño-burgués en intelectuales…
 
Las consecuencias de no haber creado ese ‘espíritu de lucha’ en sus hijos, secular misión casi siempre del padre, al haber decapitado su figura no tardarán en pagarlo ellas mismas, cuando l@s NiNis – Ni estudian Ni trabajan – les devoren, con una misoginia y androfobia que el mundo jamás ha conocido en tal magnitud (basta darse un paseo por las redes sociales para verificarlo). Brinden a la salud de los grandes potentados sin escrúpulos, que mediante la teleprogramación y la publicidad/ propaganda para inducir el odio sexista – cortina de humo perfecta para encubrir la ausencia de políticas económicas de clase -, están a punto de conseguir el gran logro de manejar a tantas mujeres, tornándolas en vez de en dignas matriarcas, cabezas reales de la familia y viga maestra de nuestra Cultura , en demediados seres ególatras, infantilizados, frígidos, desfeminizados, estériles, hiperconsumistas y cobardes, rehenes de la precarización laboral para sufragar las bagatelas que les hacen salivar. Aunque eso sí, no detraerán más beneficios ellas a la industria alimentaria (burguerías, salchichas, carnes ‘mechás’ y demás carroña) con esa manía suya de cocinar para allegados y amigos… ¡no más competencia desleal a los espabilados que se forran intoxicándonos con procesada comida-basura, enlatada o plastificada! ¡Por el lucro bestial e implacable de los opulentos y sus palmeros, las relametraseros ‘autoridades’ nacional-católicas, pilares sobre los que se sostienen la patria rojigualda y su única religión verdadera romana! Sin el menor sarcasmo, el clerical-imperialismo y una facción del protestantismo – tipo el fascista Bolsonaro y sus jefes yanquis -, envenenado este último por su lucha de siglos contra los adversarios de la Naturaleza y la Humanidad hasta perpetrar similares errores, están poniendo en peligro la existencia de los seres vivos sobre el planeta.
 
Y volviendo, sin más digresiones, a esa obsesión por la persecución del ‘pecado de la carne’, la misma hija de la gorrina Isabel, heredera legítima del pueblo-ocupa, ‘Castilla’, se vería apartada del poder y confinada en un palacete-presidio. Juana I, la llamada ‘Loca’, de amor por Felipe ‘el Hermoso’, con el objeto de atraer a su esposo y que se alejase de los burdeles, sin maldad una criada morisca – infeliz abrasada viva en la pira por ello – le explicó qué buscaba su hombre en ellos. El uso de perfumes, depilaciones completas de todo el cuerpo, baños íntegros frecuentes y uso de artes amatorias se sabe que se mantuvo entre las conversas, prostituidas para poder sacar adelante a sus familias. La desgraciada Juana probó y gustó de ese fascinante mundo recién descubierto, el del cuerpo femenino propio estigmatizado por las perturbadas seseras clericaloides. Las espías que informaban a su madre en su séquito le condenarían a purgar su ‘culpa’ hasta la muerte, apartándola del poder y recluyéndola en la casa palacio-cárcel de Tordesillas. Aún hoy, igual que el españolazo radical debe atiborrarse de cochino y darle al garrafón para distinguirse de las ‘razas inferiores extranjeras’, a muchas que van de ‘castellanas’ españolistas no les sonroja llevar a gala cerdas como escarpias en las patas y darse el lavado del gato de un mes a otro. Las que han sufrido la des-educación de ciertas monjas, pueden corroborar el fuerte olor a pescado podrido en congregaciones de domingo: tocarse las partes pudendas a la hora de la higiene personal podía volverse moralmente ‘peligroso’ y distraer a las futuras soldados de las sotanas.
 
En nuestros días, a muchas ‘seglares’, novicias-alféreces provisionales con más o menos vocación, no les duelen prendas al juzgar a inmigrantes que, orgullosas, se resisten a ser abducidas por ese lobby de harpías hombrunas, las cuales entienden torticeramente que la emancipación de la mujer consiste en imitar actitudes de macho – al precio de trocar con su ‘ingeniería social’ a los jóvenes en mariposones -, colocando de mascarón de proa político no pocas veces a una encubierta ‘boyera’ (en su origen conductora de toros castrados o bueyes), la cual quizá rumie su amargura, a costa de otras, por no haberse decidido aún a cambiarse el sexo, odiándose ante el espejo desnuda. Y a propósito de bueyes, la tortura y vejación al toro además, en sus distintas manifestaciones sádicas ‘populares’, en realidad simbólicamente pretende metaforizar la castración de la potencia genésica viril  y la fuerza solar masculina primigenia (por eso el torero/ hierofante viste un abigarrado atuendo afeminado en ese rito de tortura sangriento). Sin pararse a considerar que todas esas vesanías inhumanas de agresiva inseguridad ‘de género’, manipuladas por gran número de miserables alzacuellos, el fanatismo militarista de ciertos mandos y la alta burguesía inciensada que les ceba, fueron ya inspiradas por bestias genocidas del tipo de la nunca denigrada como merece de sobra, la matarife expoliadora Isabel de ‘castella’.
 
Debemos deciros ya basta, hasta siempre, antaño admirables compañeras de tantas batallas frente a quienes trataron de arrebatarnos a tod@s la Libertad. Arrasados por las lágrimas y por las aguas del mar de la Historia, nunca ya jamás podremos volver a la Itaca anhelada de nuestros corazones, junto a vosotras, por tantas humillaciones de indignas marimachos. Del mismo modo que ellas, a excepción de muy escasas mentes preclaras, espíritus heroicos, han escogido su frígida y estéril expresión de ‘la mujer española’ (castellana-papista rojiparda arrogante), imitada por algunas acomplejadas sudamericanas o magrebíes colonizadas; nosotros ahora, con una población inmigrante creciente, mirando con valentía hacia el mañana, en buena lid nos postramos rendidos a los pies de otras musas…
 
Ha llegado el momento de iniciar escarceos amatorios y caricias con hermosas ninfas de suave piel de ébano; sí, emocionémonos con las risas de jilguero del Extremo Oriente; admiremos a las femeninas cholas de dulce forma de ser y carácter; vivamos ardientes pasiones con fogosas eslavas que jamás se agotan de gozar; admiremos a las hindo-pakistaníes de ojos capaces de eclipsar el sol; deleitémonos con los sensuales bailes de danzas del vientre vertiginosas…
 
Dicen de otros lares, donde el Amor habita, que si se depositan unas semillas de loto, incluso sobre un ordinario excremento de vaca, nace una bella flor, símbolo de la Vida. No consentiremos que nadie nos robe a los andalusíes libertarios la Primavera soñada.
 
¡Desamortización de todos los bienes materiales eclesiásticos, hasta pagar la deuda pública sin precedentes que sus tecnócratas opusino-loyolistas han provocado! ¡Por el empoderamiento y la total descolonización de Al-Andalusía ya! ¡Por la Reconstrucción Nacional Andalusí hacia el II Renacimiento Andaluz!
 

¡VIVA AL-ANDALUSIA INDEPENDIENTE, DEMOCRÁTICA, LAICA Y REPUBLICANA!


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