Arthur González •  Opinión •  17/09/2019

Nada es casual en Cuba

Desde que en diciembre de 1959 el entonces Jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, J.C. King, le propuso a su Director General, Allen Dulles, algunas recomendaciones para acabar con la naciente Revolución cubana, ese propósito se convirtió para Estados Unidos en una obsesión enfermiza.

Entre aquellas propuestas iniciales, una llama la atención porque demuestra la paranoia yanqui por destruir el proceso revolucionario y asesinar a sus principales dirigentes, al expresar:

“Debe dársele una cuidadosa atención a la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que se hallan cercanos a Fidel, como por ejemplo su hermano Raúl y su compañero Che Guevara, tienen el mismo magnetismo sobre las masas. Muchas personas bien informadas consideran que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del actual gobierno”.

A partir de aquel momento la guerra contra Cuba no ha cesado ni un minuto, especialmente la económica, comercial y financiera que pretenden hacer fracasar el sistema socialista a como dé lugar.

A esas guerras despiadadas se adiciona la biológica, para destruir la agricultura y todo lo que sirva para alimentar al pueblo, unido a la introducción de enfermedades mortales, para que el Estado invierta millones de dólares en medicamentos y equipos médicos, incrementando gastos no planificados que afecten la economía y finanzas, en un país pobre y sometido a un feroz Bloqueo.

En reunión celebrada el 6 de septiembre de 1962, donde participaron funcionarios de alto rango del gobierno norteamericano, Marshall Carter, Director General Adjunto de la CIA, planteó:

“Los agentes biológicos disfrazados de sustancias de origen natural” podrían ser empleados para destruir cultivos en Cuba”.

Ahí comenzaron a detectarse en el territorio nacional cubano, una serie de plagas y enfermedades introducidas en la flora, fauna y todo lo que diera alimentos a la población, con el único propósito de rendirla por hambre y enfermedades.

La más reciente aparición de esas plagas es la del Caracol Africano, en 2014, contaminando rápidamente todo el territorio de Cuba, algo con solo puede ser introducido en la Isla por el hombre con fines nocivos, ya que no vuela y tampoco nada, no es comestible y solo causa estragos.

Las primeras poblaciones del Caracol Africano fueron encontradas en La Habana, en el municipio periférico de Arroyo Naranjo, y seguidamente en las provincias de Artemisa y Mayabeque, las cuales abastecen de productos agrícolas a la capital.

Hoy está en todo el territorio nacional, incluidos centros recreativos como el Zoológico, por el traslado evidentemente intencional, de personas que pretenden afectar la economía cubana.

Originario de África tropical, se ha extendido por varios países de Suramérica como Colombia, Perú, Bolivia, Argentina y Venezuela. Está considerado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, entre las 100 de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.

Es una especie herbívora, aunque puede alimentarse prácticamente de todo, incluido excrementos y alimentos de origen animal.

Su alta peligrosidad radica en que, además de devorar rápidamente los cultivos, puede alojar en sus tejidos musculares parásitos y otras enfermedades dañinas para la salud del hombre, entre ellas la Meningoencefalitis Eosinofílica y la Angiostrongiliasis Abdominal, la bacteria Gramnegativa Aeromonas Hydrophila, y todas causan la muerte.

Se reproduce a gran velocidad, de ahí que provoque en poco tiempo graves daños en los ecosistemas y cultivos, resultados que están en total correspondencia con los objetivos que persiguen los enemigos de Cuba.

Su aparición en la Isla no puede verse como una “casualidad”, ni asociado a religiones africanas que existen en Cuba desde hace más de 400 años y jamás utilizaron esa especie para sus ritos, ni siquiera cuando cientos de miles de cubanos luchaban por la liberación de varios países africanos.

La maldad está vinculada a su introducción premeditada, pues no tiene depredadores naturales que controlen sus ciclos de reproducción, pone entre 100 y 500 huevos cada tres meses, desplazando a especies nativas, para finalmente afectar el equilibro del ecosistema endémico.

No son fabulaciones, los antecedentes de la guerra biológica contra Cuba lo demuestran.

Estados Unidos dispone de un poderoso Centro de Experimentación con Armas Biológicas radicado en Fort Detrick.

Un informe remitido al Congreso de Estados Unidos en 1986, afirma la generación de agentes biológicos por parte del Gobierno, lo cual incluye: virus modificados, toxinas naturales y agentes alterados mediante la ingeniería genética, para cambiar su carácter inmunológico e impedir el tratamiento por medio de las vacunas existentes en la actualidad.

El Departamento de Defensa yanqui admitió en 1987 que, a pesar de la prohibición establecida en tratados internacionales firmados por Estados Unidos, sobre la investigación y desarrollo de agentes biológicos, ellos continuaban realizando investigaciones en 127 Institutos y Universidades, en toda la nación.

El 19 de enero de 1965 en la finca Santa Catalina, Santiago de las Vegas, La Habana, se observó  descender un globo de material plástico. Al tocar tierra, expulsó un polvo blanco que se extendió por los alrededores y provocó la contaminación de un cañaveral cercano.

Fue detenido el 4 de septiembre de 1968, el ciudadano indio, R. S. Vasudero, especialista de la FAO, al comprobarse que introdujo en Cuba el virus colletotrichum, peligroso para la producción de café.

Se comprueba el 23 de junio de 1971, la presencia de la Fiebre Porcina Africana, el municipio Boyeros, La Habana, en áreas cercanas al aeropuerto internacional. Se versionó que fue trasladado desde Gullick, base militar de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá. Para cortar su transmisión se sacrificaron e incineraron 45 mil 706 cerdos, causando pérdidas millonarias y la afectación de la alimentación del pueblo.

A fines de enero de 1980 fue confirmada la presencia de la Fiebre Porcina Africana en la provincia de Guantánamo. La enfermedad afectó a Santiago de Cuba y Holguín. Fueron dos cepas diferentes del virus introducido anteriormente, variantes modificadas en laboratorios. Se sacrificaron 297 mil 137 cerdos en las tres provincias.

En septiembre de 1978 aparece la plaga Roya de la Caña de Azúcar, en la provincia de Holguín, lo que obligó a la demolición inmediata de 38 mil 598 caballerías, dejándose de producir un millón 500 mil toneladas de azúcar.

Mayo de 1981, es comprobada la introducción en Cuba del Dengue Hemorrágico que afectó a 344 mil 203 personas, mayormente menores. Ocasionó la muerte de 158 cubanos, de ellos 101 niños.

Esa cepa del Dengue se correspondía con la denominada “Nueva Guinea1924” (serotipo 02), única en el mundo en ese momento, elaborada en laboratorios.

En declaraciones del terrorista cubano radicado en Estados Unidos, Eduardo Arocena, ante el tribunal federal de New York, al ser juzgado por asesinar a un diplomático cubano, confesó ser agente de la CIA y que su misión era introducir gérmenes patógenos en Cuba. Así consta en el acta recogida en la página 2189, año 1984, Tribunal Federal de New York, expediente 2 FBINY 185-1009.

La Seudodermatosis Nodular Bovina; Conjuntivitis Hemorrágica; New Castle; Mamilitis Ulcerativa de la vaca lechera; Sigatoka Negra; Moho Azul del tabaco; Pulgón Negro; Minador de los Cítricos; Tristeza del Cítrico; Broca del Café; Varroasis y el Thrips-Palmi-Karmy, son parte de los agentes biológicos causante de fuertes perjuicios a la económica cubana.

El listado evidencia la guerra despiadada de Estados Unidos para aniquilar a un pueblo, solo por haber decidido soberanamente, ser libre e independiente, y después dicen ser “defensores” de los Derechos Humanos

Categórico fue José Martí cuando afirmó:

El que mata deliberadamente es un criminal”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.


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