Enrique Román •  Opinión •  05/11/2019

Vigencia del movimiento de países no alineados

La capital de Azerbaiyán, Bakú, acaba de servir de sede a la XVIII Cumbre de Países no Alineados.

Una vez más, este evento trienal sirvió para que los países que conforman aproximadamente las tres cuartas partes de los representados en la Organización de Naciones Unidas, pudieran reunirse sin las miradas vigilantes ni las presiones de las grandes potencias. Allí pudieron discutir y llegar a consenso sobre los innumerables problemas que afectan a estas naciones. Que aunque dispares, son en su gran mayoría las más pobres, las menos desarrolladas del mundo.

El recuerdo de Bandung

¿Tiene vigencia hoy el Movimiento de Países no Alineados, o NOAL, como suelen llamarlo los especialistas?

Quizás la forma más elocuente de responder esta pregunta consista en contrastar los principios que animaron su fundación, con la situación en que viven hoy la gran mayoría de estos países y la realidad que prima en las relaciones internacionales.

El origen y los propósitos del Movimiento están condensados en su antecedente más nítido, la conocida conferencia que reunió en Bandung, Indonesia, en 1955, a un grupo de líderes de países que acababan de obtener su independencia de viejos imperios. Reivindicaban el derecho a seguir un curso de independencia, de soberanía plena, de decisión propia, en beneficio de pueblos históricamente sujetos a la expoliación de sus recursos y a la subordinación de su política a dictados de las metrópolis imperiales.

Allí se vieron unidas a personalidades cuya resonancia ha trascendido a los más de sesenta años transcurridos: Gamal Abdel Nasser, presidente de Egipto, Jawaharlal Nehru, de la India y Sukarno, jefe de Estado de Indonesia, además de los líderes de Pakistán, Birmania y Ceilán. Convocaron a otra veintena de países a participar en aquella reunión.

Seis años después, en Belgrado, en 1961, los principios enunciados en aquella reunión originaron el primer encuentro cumbre de lo que desde entonces se llamó Movimiento de Países No Alineados.

Recordemos el entorno geopolítico de entonces: terminada la segunda guerra mundial, la guerra fría creó un paradigma en las relaciones internacionales que enfrentó dos conceptos del mundo, dos ideologías, dos sistemas económicos. Era entonces fácil discernir la identificación de un país, según se alineara con Estados Unidos y sus aliados europeos, o con la Unión Soviética, los países del llamado socialismo real de Europa oriental, y con China, Vietnam y Corea del norte.

Fue creada la Organización de Naciones Unidas, tutorada por los países vencedores en la gran guerra anterior, miembros permanentes de su máximo centro de decisión, el Consejo de Seguridad, con el anti democrático y todavía vigente poder de veto sobre cualquier resolución que contraviniera los intereses de alguna de esas potencias. La Asamblea General, donde se reunían todos los integrantes, se convertía en un foro donde exponer posiciones y denuncias, pero sin posibilidades de hacer realidad lo que podía ser coincidencia casi unánime de sus componentes.

Descolonización y nueva geografía política

Pero fue también la época de la descolonización.

A lo países promotores de Bandung se agregaron en los años 60 y en los 70  muchos otros, por lo general africanos, nuevos países surgidos donde había viejas colonias. El pensamiento anti colonial y anti imperial que predominaba desde la reunión de 1955, se vio reforzado por el surgimiento de países que resultaban de procesos de lucha emancipadora.  No solo en África o Asia. En las reuniones primeras de No Alineados se dieron la mano los representantes, por solo poner un ejemplo, de las revoluciones triunfantes en Argelia y en Cuba.

Desde entonces el Movimiento fue un importantísimo elemento de concertación y debate de los temas propios de aquel otro mundo, al que varios teóricos bautizaron como Tercer Mundo.

El Movimiento escapó al mecanismo impositivo y excluyente de las Naciones Unidas empleando otro sistema de aprobación de sus guías de acción: el consenso de los participantes en lugar del voto. Era un nuevo procedimiento, complejo y trabajoso, pero mucho más cercano a las necesidades de unión de voluntades de una entidad tan diversa.

Aunque por lógica se sintieron más próximos de uno u otro de los dos grandes bloques contendientes, y establecieron relaciones económicas y políticas con ellos, no perdieron nunca su afinidad con sus copartícipes de la no alineación. Ni formaron parte de la OTAN ni del Pacto de Varsovia. No obstante, en sentido general, los países socialistas prestaron mucha más ayuda de todo tipo, incluida la militar, a las naciones del sur.

¿Qué se acordó en Bandung?

Pero la pregunta sigue sin contestarse: ¿valen todavía los principios aprobados en Bandung y ratificados desde un inicio por el Movimiento de NOAL?

He aquí lo acordado en Bandung:

“1. Respeto por los derechos fundamentales del hombre y para los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

“2. Respeto para la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.

“3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de todas las naciones, grandes y pequeñas.

“4. Abstención de intervenciones o interferencia en los asuntos internos de otros países.

“5. Respeto al derecho de toda nación a defenderse por sí sola o en colaboración con otros Estados, en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

“6. Abstención de participar en acuerdos de defensa colectiva con vistas a favorecer los intereses particulares de una de las grandes potencias.

“7. Abstención por parte de todo país a ejercitar presión sobre otros países.

“8. Abstención de actos o de amenaza de agresión y del uso de la fuerza en los cotejos de la integridad territorial o de independencia política de cualquier país.

“9. Composición de todas las vertientes internacionales con medios pacíficos, como tratados, conciliaciones, arbitraje o composición judicial, así como también con otros medios pacíficos, según la libre selección de las partes en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

“10. Promoción del interés y de la cooperación recíproca.

“11. Respeto por la justicia y las obligaciones internacionales.

“12. Hacer valer las creencias de las distintas culturas internacionales del Movimiento.”

Quien se sienta satisfecho por el estado de cumplimiento, en el tan diferente mundo de hoy, de tales principios, puede dormir tranquilo. Será una excepción, muy distinta a la conciencia imperante en nuestros países.

Los derechos del hombre son constantemente violados en las propias metrópolis de los viejos imperios. Estados Unidos extiende sus sanciones extraterritoriales sobre más de una veintena de naciones. La discriminación según razas e identidades nacionales, culturas étnicas o nacionales, es frecuente en las naciones desarrolladas, donde masas de inmigrantes son preteridas o abusadas, sin recordar que el fenómeno de la migración sur – norte tiene su mayor origen en la obscena desigualdad económica entre el mundo desarrollado y el sur subdesarrollado, o en guerras que manchan de sangre las manos de Occidente.

Venezuela es un ejemplo entre muchos, por otra parte, de cómo se violan los principios de no intervenir o interferir en sus asuntos internos por parte de Estados Unidos y sus aliados, o de cómo se revive el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, militar, para obstaculizar su desarrollo nacional.

El pueblo palestino es testigo de la violación permanente de las resoluciones de Naciones Unidas y del propio Movimiento NOAL en beneficio del Israel sionista: ni respeto por la justicia ni por las obligaciones internacionales.

El mes próximo la Asamblea General de la ONU votará nuevamente, de forma apabullante, contra el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, cruelmente reforzado. El voto de los países no alineados será unánime, frente a esta sexagenaria violación de los principios del no alineamiento.

Los principios de Bandung siguen siendo una pesada deuda pendiente, no solo para los países del Movimiento de Países no Alineados, sino para toda la humanidad.

NOAL siempre vigente

¿Vale la pena entonces la existencia de la reunión cuya Cumbre acaba de realizarse en Bakú?

Por mucho que haya cambiado el mundo, el imperio de la injusticia y sus enormes consecuencias para nuestros pueblos, los 120 representados en el Movimiento, dan la más contundente respuesta: Sí, vale la pena, hoy como antes.

Y quizás más que nunca.

 

* Enrique Román es periodista, académico y comunicador cubano, analista de política internacional.


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