Buscan en el Cerro de los Castillejos de Escúzar restos del guerrillero antifranquista José Múñoz García (a) Jaime o el de la Claudia
- Se suicidó al caer herido en un combate con la Guardia Civil en febrero de 1948.
- Su cuerpo fue enterrado por sus compañeros en un cerro cerca del Cortijo de la Pera de Escúzar.
![Buscan en el Cerro de los Castillejos de Escúzar restos del guerrillero antifranquista José Múñoz García (a) Jaime o el de la Claudia](https://www.tercerainformacion.es/wp-content/uploads/2025/02/Fosa-Cerro-1-950x0-c-default.jpeg)
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha comenzado esta mañana, el el Cerro de los Castillejos, la búsqueda del guerrillero antifranquista, José Múñoz García (a) Julio o El de la Claudia herido por la Guardia Civil en febrero de 1948.
José Muñoz García (a) Jaime o El de Claudia. Campesino, natural y vecino de Agrón (Granada), nacido en 1914, hijo de Claudio y María, durante la guerra fue capitán de comandos en “Los Hijos de la Noche” – Guerrilleros dedicados al hostigamiento y sabotaje en la retaguardia del Ejército franquista- Al finalizar la misma pasó varios años en el Penal del Puerto de Santa María. En 1947 se incorporó a la Agrupación Granada-Málaga (Roberto). Herido gravemente durante un encuentro con la Guardia Civil en Ventas de Huelma, a comienzos de febrero de 1948, en las inmediaciones del cortijo Pera decidió suicidarse para no ser detenido, siendo su cadáver enterrado en dicho lugar por sus compañeros.
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Según el historiador Juan Morente en su libro: Causa perdida Agrupación guerrillera Málaga-Granada:
Realmente fue una eventualidad lo acaecido en la madrugada del 4 de febrero de 1948. Resultó que un cabo y un guardia del puesto de Castillo de Tajarja, localidad cercana a Ventas de Huelma, en servicio de carreteras llegaron hasta este pueblo. Advirtieron un movimiento sospechoso al observar cómo dos individuos entraban diligentemente en una de las casas cueva de esta localidad.
A continuación, la pareja de la Benemérita, acompañada por un somatén, les siguieron hasta la casa/cueva de Milesio.
Los moradores de la cueva se vieron sorprendidos por la llamada a la puerta. Al preguntar Milesio quién era, la sorpresa aún fue mayor, pues la respuesta fue ¡la Guardia Civil!.
Instintivamente Milesio respondió que esperaran un momento que se estaba vistiendo, mientras maduraban como solucionar la situación. Los guerrilleros se escondieron en una especie de recoveco en el fondo de la cueva, cubierto por una cortina. Mientras la mujer de Milesio fue a abrir la puerta.
Sin saberlo, el cabo se metió en la guarida del lobo. Procedió a entrar e inspeccionar la casa, y al llegar al lugar donde se encontraban ocultos los guerrilleros, corrió la cortina. Entonces «Jaime» le disparó a bocajarro alcanzándolo mortalmente en el pecho.
Una vez iniciada la huida y ya en la calle, el jefe guerrillero decidió volverse para recoger el mosquetón del cabo. El fuego producido por el guardia que acompañaba al cabo apostado en las inmediaciones aumentó. Entonces «Jaime» para volver a salir, lanzó una granada de mano hacia la puerta de entrada. Sin caer en la cuenta de que las paredes eran demasiado livianas, siendo él mismo alcanzado por la metralla que las atravesó.
Sintiéndose gravemente herido en el vientre, entregó el mosquetón a Antonio Prados Ramos «Eloy». Y viendo que su muerte era inminente, ordenó a los guerrilleros que le acompañaban que lo abandonasen allí y emprendieran la huída.
Allí, sintiéndose gravemente herido, «Jaime» le dijo a «Isidro», «iros y dejadme aquí». A lo que su compañero le contestó, «no te calientes la cabeza que no nos vamos, ya mañana veremos». «Jaime» se encontraba muy mal, y sangraba abundantemente, e «Isidro» le propuso ayudarle a quitarse el cinto y la pistola. «Jaime» le dijo «No me quites mi pistola ¡eh!». «Isidro» le contestó «la pistola es tuya, y la tienes ahí ¿no? Pues ya está»
En un descuido de sus camaradas «Jaime» se disparó un tiro en la cabeza, para no ser una carga para el grupo, entorpecer su huida y posterior ocultación. Allí fue enterrado por sus compañeros, aunque de una forma demasiado superficial por la urgencia.
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Este dramático episodio tuvo unas consecuencias como el desmantelamiento en esta zona de gran parte del apoyo a la guerrilla, que en aquellos momentos había organizado. Asimismo, al verse implicados de una u otra manera el entramado de enlaces que existía, muchos jóvenes de Ventas de Huelma, y sobre todo de Agrón, se vieron obligados a integrarse en las filas de la Agrupación Guerrillera Málaga-Granada.
Todo el caso fue documentado en la causa militar del fondo de Granada 99/1948 en la que se investiga la muerte en acto de servicio del Cabo de Guardia Civil Isidro López Sierra de Gallur (Zaragoza).
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FUERTES REPRESALIAS A ANA MUÑOZ GARCÍA (a) CLAUDIA
Ana Múñoz, hermana de la víctima, sufrió fuertes represalias por parte de las autoridades de la zona debido a la estrecha colaboración con la guerrilla de la zona, tanto de ella como la su esposo Francísco Calvo Ibáñez (a) Paquillo el Móvil, también muerto por la guardia civil el 15 de enero de 1950.
Según su nieta:
Mi abuela Ana se quedó sola, con 4 hijos muy pequeños, y con la familia de su marido dándole la espalda. Ella también conoció el miedo y la tortura. Un día, poco después de la huida de su marido, fue detenida y trasladada al cuartel de «Las Palmas» de Granada. Llevaba en brazos a su hijo menor de apenas 6 meses. Estuvo encarcelada dos años y, durante todo ese tiempo, mi padre, que era su hijo mayor, tuvo que hacerse cargo de la casa y de sus hermanos menores. Se quedaron completamente solos. Tuvieron que pedir limosna, pasaron más de 18 meses abandonados, y solo algunas personas que se apiadaron de ellos les llevaban algo de comida alguna vez. La familia paterna, incluso en estas circunstancias, continuó dando la espalda a los niños y a mi abuela Ana. Cuando salió en libertad, su hermana Dora se hizo cargo de uno de mis tíos, el más pequeño, para poder así aliviar a mi abuela. Mi tío se marchó a Francia, y allí se quedaría para siempre.
La pesadilla de mi abuela no acabó ahí. Durante otro tiempo más o menos largo fue humillada en su pueblo por las autoridades franquistas. Le afeitaron la cabeza y le dieron aceite de ricino mientras la paseaban por las calles de la localidad. No estaba sola, había otras mujeres que debían escarmentar por «rojas».
El 14 de enero de 1950 mi abuela se encontraba con dos de sus hijos, mi padre y mi tío, en el campo. Buscaban leña para el hogar. Oyeron disparos en el monte y, asustados, volvieron rápidamente a casa. Por la tarde le dijeron que mi abuelo había sido abatido a tiros por una patrulla de la Guardia Civil junto a cinco compañeros más. Mi abuela Ana esperó a que llegara la noche y salió hacia el cementerio del pueblo. Saltó la tapia del recinto y buscó entre los cuerpos apilados en una sala el de su marido. Le reconoció por una marca que tenía en una de las piernas.
El 15 de enero de 1950, al día siguiente, fue enterrado en una fosa común, junto al resto de sus compañeros. Hoy sigue en esa fosa, una fosa que todavía no se ha señalizado ni abierto en Agrón.
Proyecto de intervención y de los inicios de los trabajos de búsqueda