Siguen las manifestaciones en Carabanchel en defensa de la Atención Primaria y contra el cierre de los SUAP
Con el impulso que la masiva manifestación del domingo 13 de noviembre en el centro de Madrid, da a la defensa de la sanidad pública, desde los barrios tenemos que seguir con las movilizaciones para conseguir para el desmantelamiento de la sanidad pública. Por ello este jueves 17 de noviembre convocamos de nuevo a los vecinos y vecinas de Carabanchel a unirse en la manifestación semanal, frente al Centro de Salud de Abrantes, en defensa de nuestros centros de salud.
La multitudinaria manifestación “Madrid se levanta por la sanidad pública”, en la que participaron cientos de miles de personas, no cayó del cielo. Era la confluencia de dos procesos: el desmantelamiento del SERMAS (Servicio Madrileño de Salud), estratégica y planificadamente provocado por el gobierno de la Comunidad de Madrid desde hace años; y el incremento de la resistencia de miles y miles de usuarias y usuarios que han visto que tras la sexta ola de la pandemia, sus centros de salud, y las urgencias extrahospitalarias están reducidos a la mínima expresión o incluso cerrados. A este movimiento de la ciudadanía se han sumado las profesionales (médicas, enfermeras, administrativas, celadores) que no aguantan más.
Esto lo demuestra la genealogía de la marcha del 13 de noviembre. En el 2020 en medio de la pandemia, vecinas y vecinos de Abrantes empezamos a manifestarse ante nuestro centro de salud por un motivo tan práctico como que de dieciséis médicos de familia nos quedamos, durante unos días, sin ninguno. Y así seguimos manifestándonos todos los jueves después de más de dos años, porque nos siguen faltando más de un tercio de los y las facutlativas que teníamos antes de la pandemia. A esta protesta se fueron sumando otros barrios como Latina, Villaverde, Arganzuela, Ciudad Lineal, Vallecas, etc; y pueblos como Fuenlabrada, Getafe, el corredor de Henares, Móstoles… Todas las semanas ahí están vecinos y vecinas, en la calle: ancianos, niños, enfermos crónicos con su bala de oxígeno, personas con diversidad funcional en silla de ruedas, gente de clase trabajadora… Ellas y ellos han sido la sala de máquinas de estas protestas descentralizadas, constantes y repartidas por toda la región, sus brazos y sus nervios; repartiendo octavillas, pegando carteles, moviendo las convocatorias en las redes, haciendo ruedas de prensa, buscándose la vida para asumir los gastos.
Más de dos años movilizándonos en defensa de nuestros centros de atención primaria, porque se reabran con personal suficiente las urgencias cerradas, contra el cierre de los centros de salud por las tardes y para que aumente el personal en médicos de familia, pediatras, enfermeras y resto de categorías, todas necesarias.
Esta persistencia nace del hecho de que nos estamos jugando la salud y la vida. La nuestra pero, sobre todo, la de nuestras familias. Hace unos meses, antes del verano, los vecinos y vecinas -a los que la administración madrileña subestima e ignora- dimos un paso adelante y comenzamos a autoorganizarnos y coordinarnos.
Así las asambleas y plataformas que se han ido surgiendo en los barrios y pueblos de la Comunidad de Madrid creamos un espacio de acción conjunta y empezamos a preparar unas marchas por la sanidad con el lema de “Madrid se levanta por la sanidad pública”. La única condición que se puso para las marchas fue: nada de banderas, nada de protagonismos políticos ni sindicales. El único sujeto social es la ciudadanía y, por ese motivo, el cartel y la convocatoria se firmaba como “vecinos y vecinas, barrios y pueblos de Madrid”.
Sin embargo, lo que realmente ha hecho que la movilización del 13 de noviembre desbordara cualquier previsión es la soberbia y la brutalidad de la Comunidad de Madrid. Si el pasado 22 de octubre ya una manifestación en defensa de la sanidad pública reunía a varios miles de personas -entre 30.000 y 50.000 manifestantes según sean las fuentes-, un mes más tarde la participación se ha multiplicado por cien. El salto lo ha provocado la imposición de la llamada ‘reforma de las urgencias extrahospitalarias’ con la apertura y creación de los Puntos de Atención Continuada (PAC) el pasado 27 de octubre.
Esta ‘reforma’ ha consistido en que el personal de las urgencias rurales -SAR- cubriese también las urgencias metropolitanas. Esto no sólo implicaba el desmantelamiento de los SAR sino que sin nuevas contrataciones de profesionales, las cuentas no salían: no se podría cubrir los nuevos 80 Puntos de Atención Continuada, con el personal de los 40 SAR.
A las pocas horas de la puesta en funcionamiento de los PAC la situación era caótica y lo sigue siendo ahora. La falta de profesionales hace inviable su apertura, y cuando se ha forzado que estén abiertos, no tienen médic@s -entre un 40% y 70% de los dispositivos-, o falta el personal de enfermería -entre un 13% y 26%.
Sin embargo en el rechazo de esta reforma no solo están los y las trabajadoras de las urgencias extrahospitalarias, cuyas condiciones laborales han sido completamente modificadas y degradadas de un día para otro, también nos oponemos frontalmente los usuarios y usuarias de la sanidad pública. Entre los demoledores efectos de la reforma propuesta por la Consejería de Sanidad, cabe destacar que va a suponer el fin de la atención médica en los centros de salud a partir de las 17:00h, hora a partir de la cual nos mandarán a los PAC a ser atendidos. El escenario que se presenta es aterrador, por ejemplo en Carabanchel, distrito de más de 260.000 habitantes, tendremos más remedio que ir al único PAC del barrio para ser atendidos por un o una médica -no sólo urgencias, cualquier otra consulta- a partir de las 17:00h, ya que a partir de esa hora en los centros de salud sólo habrá enfermeras, celadores y personal administrativo.
El resultado es que poco antes de la reforma de las urgencias, una movilización tan multitudinaria como la marcha del domingo -ha sido una de la manifestaciones más importantes de los últimos años- parecía imposible. Pero todo cambió entre el 27 de octubre y el 13N.
No estamos proclamando victorias. Las consecuencias del movimiento que tomó las calles de Madrid el 13N y el destino de las urgencias extrahospitalarias están por decidir.
Por eso un jueves más llamamos al vecindario a movilizarse y participar en las protestas, no queremos que se normalicen su desmantelamiento, que demos por buenos los recortes, que nos acostumbremos y aceptemos una situación de maltrato que para miles de madrileños y madrileñas deja nuestro derecho a la salud en papel mojado.
Luchemos por una sanidad pública, universal y de calidad, no sólo para el barrio, sino para toda la Comunidad de Madrid. Estamos hablando de una cuestión de derechos y de salud. ¡No nos mires y únete! ¡Por ti, por el barrio!