La serenidad inefable de la habanera «Tú»
El género musical conocido como habanera surgió en la capital cubana a finales del siglo XIX y luego se expandió por todo el mundo.
No nos lleva ningún falso purismo de nacionalismo al decir que fue un éxito mundial, afirmó el célebre escritor Alejo Carpentier de la habanera “Tú”, como una contundente confirmación de que fue el primer gran suceso internacional de la música cubana.
Aunque la habanera fue reconocida a nivel internacional como un género cubano, la popularidad se dio fundamentalmente a través de autores foráneos. Tales son los temas notorios de los compositores Sebastián Iradier, autor de “La Paloma” y “El Arreglito” más tarde sería adaptado por Georges Bizet, en su famosa ópera Carmen.
Destacan por igual propósito Emmanuel Chabrier con “Habanera para piano”, Claude Debussy con “La puerta del vino”; Maurice Ravel con la “Habanera para dos pianos”, en 1898 y el francés Georges Bizet con “L’amour est un oiseau rebelle”. Sin embargo, de lo que hoy se trata, es del primer hito musical cubano, que irradia al mundo desde el género habanera.
La primera vez
La obra compuesta en 1892 por Eduardo Sánchez de Fuentes fue su primera pieza a los tempranos 18 años. Desde entonces, su impronta se caracterizó por un elaborado trabajo pianístico de profundo lirismo, cadencia melódica de notable belleza y la incursión en variados géneros, hasta convertirse en uno de los más importantes compositores cubanos de principios del siglo XX.
La obra musical “Tú” fue editada en 1894, con un hermoso texto de su hermano Fernando, quien utilizó el pseudónimo de ‘Fernán Sánchez’ y que a la vuelta de la historia se conoció como el primer éxito comercial internacional de la música cubana.
La pieza musical comenzó con una notoriedad sensacional dentro Cuba, luego se publicó en Alemania, Francia, España, y fue objeto de un número incontable de ediciones sucesivas y distintas en los Estados Unidos y en América del Sur.
Ese best-seller, ese hit, como diría un editor de hoy, fue la habanera “Tú”, de Eduardo Sánchez de Fuentes. No nos lleva ningún falso purismo de nacionalismo al decir que fue un éxito mundial, como lo sería después “El manisero”, como lo serían después otras piezas que dieron la vuelta al mundo. Las ediciones de la habanera “Tú”, salidas de La Habana en un día de inspiración de Eduardo Sánchez de Fuentes, tuvieron tal carrera que duró años de años por el mundo, que yo, habiendo conocido a Sánchez de Fuentes, sé que él mismo no sabía cuántas ediciones se habían hecho de esta graciosa, muy linda y muy cubana pieza. Relató el novelista y musicólogo franco cubano, Alejo Carpentier en su obra “Sobre la música cubana”, publicado por la editorial Letras Cubanas en 1987.
El gran compositor
Eduardo Sánchez de Fuentes, nacido en La Habana el 3 de abril de 1874 en una familia de abolengo intelectual, devino gran compositor y escritor cubano. Desde la niñez demostró aptitudes para la música, encauzadas por rigurosos estudios desde los 12 años en el Conservatorio del pianista holandés, nacionalizado cubano, Hubert de Blanck.
Sánchez de Fuentes, fue igualmente discípulo de los maestros Carlos Anckermann e Ignacio Cervantes; este último está considerado la influencia más importante de la música cubana en el siglo XIX y cuya personalidad dentro la música criolla, fue la que más huellas dejó Sánchez de Fuentes.
No obstante su profunda afición por la música, para 1894 el joven se graduó en Leyes y fue a trabajar como Registrador de propiedades en el oriental territorio de Manzanillo, entre otras ciudades de Cuba. Al regresar a la capital, junto a otros notables intelectuales fundaron -en 1910- la Academia Nacional de Artes y Letras, institución de la que llegó a ser presidente (1930-1942) y a la cual aportó la autoría de varios libros sobre la historia de la música folclórica cubana.
La ópera “El caminante”, estrenada en 1921 en el habanero Teatro Nacional (actual Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”), con libreto del poeta español Francisco Villaespesa, fue un éxito en su trayectoria musical. Estuvo interpretada en sus roles protagónicos por los célebres Tito Schipa y Ofelia Nieto y el maestro Arturo Bovi en la dirección de la orquesta. Tal profundo como su amor por la música, lo fue su afán por contrarrestar los ritmos extranjeros, fundamentalmente norteamericanos; en tal sentido Sánchez de Fuentes organizó un Festival de Canciones Cubanas en ese propio teatro.
Entre sus obras más conocidas están las clásicas ‘Lieder’ -término derivado del Romanticismo Alemán para nombrar las canciones escritas con letras de poemas líricos- interpretadas con voz y piano: Yo sé de un beso, La volanta y Rosalinda; sus canciones Corazón, Tus plácidos encantos, Presentimiento y Vivir sin tus caricias, o sus habaneras Mírame así y Cuba.
Compuso zarzuelas conocidas: Por citarse en el corral o Los líos de Perdiduela, Entre primos o Cuartel General y La dulce caña. De sus óperas más notables se recuerdan Yumurí, El naúfrago y Kabelia.
El oratorio Navidad, está entre sus obras valiosas compuestas para orquesta y coro, con libreto de Néstor de la Torre. Fue estrenada en 1924 con un coro de 150 personas y la batuta del maestro Gonzalo Roig frente a la Orquesta Sinfónica de La Habana, en el patio del colegio La Salle, ubicado en la barriada de El Vedado. Definitivamente trascendió porque fue la primera obra de su género en Cuba, como un poema religioso que se cantaría en 1925, en el Cine Teatro Payret y luego en el escenario del Teatro Nacional.
Fue así que el oratorio Navidad, el Ballet Dioné, y la cantata Anacaona, también quedaron en la historia musical. El imparable compositor, estaba destinado al éxito; por lo que también incursionó en la opereta, entre las cabe mencionar: El caballero de plata y Después de un beso, cuyo libreto escribió Tomás Juliá y fue premiada con ‘medalla de oro’ por el Ayuntamiento de La Habana.
Sánchez de Fuentes sabía lo que hacía, por lo que irrumpió en la revista musical al componer “Cubita bella”, para la compañía de la vedette mexicana Lupe Rivas Cacho.
Renée Molina eres “Tú”
“Tú” fue interpretada por su autor en la residencia de la finca Las Delicias -actualmente conocida con el sobrenombre de La Finca de los Monos- palacete habanero otrora propiedad de Marta Abreu y Luis Estévez, un matrimonio de acaudalada familia, entregado a la causa independentista.
Cuentan de las magníficas tertulias literarias y “saraos” que realizaban Mata y Luis, cuyas reuniones y fiestas aristocráticas les permitían disimular sus inquietudes patrióticas y eran frecuentadas por célebres músicos de la época. Tal es el caso del propio Ignacio Cervantes, quien recomendó a Eduardo Sánchez de Fuentes para estrenar allí, su obra musical aún no titulada.
Al terminar la interpretación, una hermosa mujer en pleno éxtasis musical, se acercó a Sánchez de Fuentes para preguntarle por el título de la canción. Aunque después supo quién era la dama -Renée Molina, la esposa del señor Kholy- el músico, deslumbrado ante su belleza decidió titular, tal y como le respondió aquella tarde: “Tú”.
“Tú”, tuvo su primera grabación en disco de cilindro, a cargo de la soprano cubana Chalía Herrera, aunque no se ha podido precisar la fecha con exactitud.
Rosalina (Chalía) Herrera del Castillo (1864-1948), quien hizo su carrera fundamentalmente en Cuba, tuvo la distinción de ser la primera artista musical cubana en ser grabada. Su reconocimiento artístico la llevó a escenarios de Madrid, Barcelona, México y Caracas. En 1895, actuó en el Weber Hall de Nueva York, en recaudación de fondos para la Guerra de independencia de Cuba y no pondrían en dudas la interpretación de la famosa obra “Tú”, compuesta tres años antes por Eduardo Sánchez de Fuentes.
Hasta hoy se reconoce el éxito de la habanera “Tú”, como antecesor del suceso de “El manisero”, el famoso pregón de la autoría de Moisés Simons -también autor de “La Guantanamera”- interpretado por primera vez en 1927, por la popular cantante cubana Rita Montaner.
Lo cubano
De esta manera se rescata para el país ‘la habanera’, al fundirse la amplitud melódica de la línea vocal, con la rítmica de las famosas canciones del compositor español Sebastián Iradier (“La paloma”), y de las danzas de la época. Dice Alejo Carpentier, que lo cubano fue devorando los patrones recibidos de Europa.
La obra musical de Sánchez de Fuentes es reconocida en la historia de la música por su innegable cubanía, a pesar de que en las primeras décadas del XX, los conflictos culturales, identitarios y raciales -extremos en su momento- fueron un lugar común.
“Sánchez de Fuentes, aunque se enfrenta al afrocubanismo con la tesis del indigenismo y el criollismo, no llegó a negar de manera rotunda los influjos africanos en la cultura musical cubana, como muchos estudiosos han expresado, sino que los aceptaba, pero limitados a ciertos ritmos y diseños afrocubanos”, refiere el libro ‘Folklorismo’, publicado en 1928.
Sin embargo, fue emplazado por Fernando Ortiz en la obra Africanía de la música folklórica de Cuba, quien dedica un extenso capítulo a echar por tierra la tesis de Sánchez de Fuentes sobre la autenticidad de dicho areíto, y en una de las páginas señala: “Si el apócrifo areíto de Anacaona no es de Anacaona ni siquiera es areíto ¿qué es en definitiva? Ya dijimos que no era sino un couplet usado por los negros del vodú haitiano en sus guerras contra los blancos, como ya se había publicado hacía más de un siglo”.
Ortiz analiza entonces toda la genealogía de referencias a cantos y texto similares, demostrando el uso del lenguaje créole y de vocablos africanos en el texto del mencionado areíto, y que el texto no era más que la derivación de uno anterior, del cual se tienen referencias documentales desde 1814 y que fue además utilizado por los haitianos como himno de guerra.
El musicólogo cubano Gaspar Agüero, planteó: “Por lo que a la música de este canto se refiere, un detenido examen de la melodía demuestra que su fraseo especial, cadencias y sabor tonal, corresponden a la propia de un vulgar couplet ochocentista”.
A ello, Carpentier añadió: “Ni la escala, ni el ritmo, ni el carácter melódico de este areíto escrito en nuestro sistema de ocho compases de copla y cuatro de estribillo, tiene el menor aire aborigen. Es decir, no guarda ni relación ni contacto con otras músicas primitivas de América […]. Lo cierto es que el areíto de marras se asemeja, sorprendentemente, a ciertas canciones y rondas infantiles del siglo XVIII, del tipo J´avait un petit bomme, nommé Titi Carabi, mon amí, que cantaban los hijos de colonos franceses establecidos en Santo Domingo, antes del levantamiento general de esclavos”.
Con la música a cuestas
En 1911, Eduardo Sánchez de Fuentes fue enviado en calidad de delegado de Cuba al Congreso Internacional de Música de Roma. Ese viaje le propició estrenar su ópera Dolorosa, con libreto de Federico Uhrbach, con la dirección orquestal del maestro Guido Zuccoli, en el teatro Balbo de Turín, Italia.
Fue nombrado “Miembro correspondiente del Ateneo de Ciencias y Artes”, así como de la Sociedad Geográfica y Estadística en México. Allí se le rindió un homenaje por el Consejo Cultural y Artístico e inició lazos de amistad con personalidades de la música de esa nación, como Lerdo de Tejada, Julián Carrillo, Luis G. Urbina y Manuel M. Ponce.
El teatro Auditórium de El Vedado, inaugurado en diciembre de 1928 por la sociedad Pro Arte Musical, festejó con la Sinfónica de La Habana y la cantata Anacaona de Sánchez de Fuentes, con la participación de la soprano Natalia Aróstegui y José Echániz al piano.
Al año siguiente en el Festival Sinfónico Hispano-Americano, fue interpretada en el Gran Palacio de las Naciones de Barcelona, cantada por un coro de 150 voces, que integraron mujeres y niños, y el acompañamiento de una numerosa orquesta bajo la dirección del maestro ‘Mateo’. En esta ocasión, también fue invitado el compositor Alejandro García Caturla.
Entre sus incursiones internacionales, Sánchez de Fuentes ofreció charlas sobre la música cubana, en Sevilla, Málaga y Santander. Destacó que en Granada pudo compartir con el gran compositor Manuel de Falla.
En el marco de una conferencia de profesores de música realizada en 1932, en el Salón de las Américas de la Unión Panamericana, la afamada soprano cubana Emma Otero ofreció un concierto donde estrenó Yo sé de un beso, exquisito lied de Sánchez de Fuentes, secundada por la United Service Orchestra.
Consecutivamente, se interpretaron varias piezas del autor, en el Liceo de Milán y su canción Rosalinda se escuchó en el Festival Artístico de Música Italo-Americana. El compositor Sánchez de Fuentes, representó a Cuba en los Estados Unidos junto con Gonzalo Roig, en el Congreso Internacional de Música celebrado en 1939 y patrocinado por la American Musicological Society of New York.
Por su gran prestigio, realizó una encomiable labor de crítico para el periódico El Mundo y la revista Pro Arte Musical. Colaboró con el Diario de la Marina, El Fígaro, El País, el Boletín del Archivo Nacional, así como en Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras.
Las ediciones de la habanera “Tú” recorrieron el mundo, convirtiéndose en una de las canciones de orgullosa cubanía, junto a “La Bayamesa” (1851) de Castillo, Fornaris y Céspedes y “La Bella Cubana” (1853) de José White.
Como nos dice Alejo Carpentier, en su libro ‘La música en Cuba, publicado en 1961 en La Habana: “La habanera es una miniatura excelente, obra de rara belleza, de una serenidad inefable…”
Cuando se cantaba la canción en aquellos tiempos se ponía de relieve una actitud de cubanía. En 1897, el doctor José A. Ramírez Céspedes escribe una nueva letra para la composición de Sánchez de Fuentes. Esta versión fue entonada durante la guerra de independencia.
“Tú”
En Cuba, isla hermosa del ardiente sol,
Bajo tu cielo azul,
Adorable trigueña,
De todas las flores,
La reina eres tú.
La palma, que en los bosques se mueve gentil
Tu sueño arrulló
Y un beso en la brisa
Al morirse la tarde se despertó
Fuego sagrado
Guarda tu corazón
El claro cielo tu alegría te dio
Y en tus miradas ha confundido Dios
De tus ojos la noche en la luz
De los rayos del sol
Dulce es la caña
Pero más lo es tu voz
De la amargura
Isla del corazón
Y al contemplarte
Suspira mi laúd
Bendiciendote hermosa sin par
Porque Cuba eres tú.
Eduardo Sánchez de Fuentes, considerado el compositor del segundo himno cubano: la habanera “Tú”, y también uno de los músicos de más laboriosidad en sus 70 años de vida. falleció en La Habana el 7 de septiembre de 1944.
Conocer la habanera
No fue casual que surgiera ‘la habanera’ en el siglo XIX, porque La Habana fue una de las ciudades de más intensa actividad artística y sobrada calidad de sus músicos.
El florecimiento lírico del género tiene como base a la contradanza habanera, creada en el tercer tercio del siglo XVIII por músicos negros y mulatos cubanos con sólida formación profesional. De este tronco surgieron géneros diversos como la clave, la criolla, la guajira y el danzón. De ese mismo árbol -afirman algunos musicólogos- surgió el tango argentino y el jazz temprano.
Las canciones cubanas y en particular ‘las habaneras’, son obras musicales cortas, concebidas para hacer resaltar un texto. A propósito, el diccionario de Música ‘The New Dictionary of Music and Musicians GROVE’, en su volumen 8, define: Habanera es una canción y danza cubana que hace referencia a La Habana, capital de Cuba. Es de tiempo Lento moderato, compás binario y sus ritmos típicos son corchea con puntillo semicorchea en su primer tiempo del compás y dos corcheas en el segundo tiempo.
Por tanto, primero fueron los textos empleados, los que se hicieron ‘la manera cubana’, hecho que ocurre en un momento histórico en que Cuba era una colonia de España. A partir de las guerras de independencia contra la metrópoli, iniciadas en 1868, los textos de estas canciones resaltaron la belleza de Cuba y de lo cubano, con evidentes matices políticos.
Son indudables las similitudes entre el ritmo de ‘habanera’ y el de la canción africana, con el comportamiento de repetición continua de un patrón o esquema rítmico de principio a fin.
El estudio multidimensional en el caso de ‘las habaneras’, revela cómo el asentamiento francés, ejerció influencias sobre muchas costumbres y comportamientos estéticos, desde el siglo XVIII, con la existencia de flotas francesas ante las costas cubanas. Luego se produce la gran migración de franceses, como consecuencia de las rebeliones de esclavos en Haití y pocos años después, en 1803, Napoleón Bonaparte vendió a los Estados Unidos, el territorio de La Luisiana, incluyendo Nueva Orleans.
Para entonces, ya el minuet y la contradanza -géneros musicales franceses- eran conocidos en Cuba por un reducido sector de la naciente burguesía cubana. Su auge posterior se debe a esa gran migración, cuando la contradanza francesa se transforma con rapidez en una forma musical de caracteres y actitudes estéticas netamente cubanos. Incluso durante las primeras décadas del siglo XIX, la contradanza figura como género musical cubano y formó parte de la creación musical de compositores no cubanos radicados en Cuba.
La contradanza como género musical presenta una forma binaria, donde cada sección posee ocho compases. Al igual que el carácter del baile, presenta dos secciones bien diferenciadas, la primera generalmente de carácter tranquilo, y la segunda de un carácter más movido y fue aquí donde se ubicaron preferentemente los elementos criollos que se incorporaron a ella. Los compases empleados en estas contradanzas fueron el de dos por cuatro y el de seis por ocho.
El ritmo que más comúnmente se empleó en su acompañamiento fue el llamado posteriormente como ritmo de habanera.
Este ritmo caracterizó sobre todo la segunda sección -la más movida- de las contradanzas cubanas, aunque no pocos autores lo usaron esporádicamente también en la primera. El patrón rítmico caracterizado por la secuencia de una corchea con puntillo y una semicorchea, seguidas por dos corcheas se convirtió quizás, en el elemento de estilo más importante de las contradanzas cubanas. Fue posteriormente este elemento, el que pasó –alterando su tempo característico– a formar el más importante rasgo distintivo de las canciones habaneras, tal y como las conocemos hoy. Relató el Dr. C. Olavo Alén Rodríguez en la Sesión Científica del Encuentro Internacional “Conocer la habanera”.
La Habanera es fruto de la fusión cultural generada en Cuba, cuyo nombre dice “como se hace música en La Habana” y se establece para diferenciarlo de “como se hace música en la metrópoli”. Ello fortaleció la identidad nacional con íconos sonoros, que permiten a los cubanos reconocerse entre sí y a los no cubanos a identificarse con su música.
Es así que “Tú”, de Eduardo Sánchez de Fuentes, una de ‘las habaneras’ más importantes de finales del siglo XIX, continúa como objeto de estudio en la capital cubana, cuando se realizan en el Museo Nacional de la Música, las conferencias pedagógicas. Múltiples son las investigaciones acerca de la evolución del género, como el deleite que significa para el público, escuchar las canciones del Festival Habaneras en La Habana que tiene lugar desde 1985. Entonces, no es difícil imaginar el primer éxtasis de la bella Renée Molina que le dio el nombre a aquella habanera.