Redacción •  Actualidad •  25/04/2022

«Desde el Colectivo Anti Caza expresamos nuestro rechazo al posicionamiento de Luis Planas Puchades y su Ministerio de Agricultura hacia el sector de la caza»

  • Ante el reciente acuerdo para financiar a la Fundación Cinegética Privada Artemisan durante cuatro años.
  • El acuerdo de colaboración para financiar con 648.000 euros a esta entidad privada consiste en un signo evidente de debilidad ante la presión del sector cinegético y los poderes fácticos que lo cobijan.
«Desde el Colectivo Anti Caza expresamos nuestro rechazo al posicionamiento de Luis Planas Puchades y su Ministerio de Agricultura hacia el sector de la caza»

Comunicado Colectivo Anti Caza 

El Ministerio de Agricultura ha firmado un acuerdo con el que está comprometiendo una partida presupuestaria plurianual y confiriendo unas atribuciones a la Fundación Artemisan para actuaciones de inventario y conservación de fauna silvestre que son competencia del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y para el desarrollo también de un observatorio de ciencia ciudadana, ámbito que corresponde al Ministerio de Ciencia e Innovación.

La Ley 1/1970, de 4 de abril, de caza, anterior a la democracia en nuestro país, establecía que los consejos de caza y asociaciones de cazadores estaban vinculados al Ministerio de Agricultura. Pero la gestión de la fauna silvestre, que incluye a las especies cinegéticas, corresponde al área de Medio Ambiente del Ministerio de Transición Ecológica, según lo establecido por la vigente Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. Es decir, estamos asistiendo, posiblemente, a un desvío de competencias por parte del Ministerio de Agricultura, al subvencionar proyectos de supuesta conservación de especies silvestres y supuesta ciencia.

Del mismo modo, los observatorios de ciencia ciudadana están enmarcados en el Ministerio de Ciencia e Innovación. Es muy arriesgado conceder el valor de Ciencia a entidades que se dedican de forma sesgada a sectores específicos, como es el caso de esta fundación. De hecho, para Artemisan, una gran amenaza para la actividad cinegética es “el posicionamiento cada vez más evidente de una parte de la sociedad en contra de la caza”.

Esa fundación tiene en marcha desde hace algo más de dos años el Observatorio Cinegético, herramienta que denomina “de ciencia ciudadana”, aunque consista más bien en una plataforma digital colaborativa entre cazadores y científicos que trabajan para esta fundación, con objeto de monitorizar y mejorar la gestión y conservación exclusivamente de la fauna cinegética. De hecho, en el manual metodológico para participar en el censo, se advierte de forma explícita que “que hay muchas formas diferentes de contar especies y muchas de ellas son mejores que la que proponemos en el Observatorio, porque están dirigidas a una especie en concreto o a un tipo de hábitat, pero para nuestro objetivo, la metodología que proponemos es válida científicamente y si quieres participar tendrás que seguirla a rajatabla.”. Es decir, se elige deliberadamente un criterio de recuento de ejemplares a sabiendas de que hay otros mejores científicamente hablando, al objeto de lograr los resultados que benefician al sector. Es decir, es parte interesada con prioridades no científicas, mostrándose claramente como pseuociencia.

En la sociedad actual, la caza hace tiempo que dejó de ser un aprovechamiento primario para obtener alimento. A día de hoy es una actividad económica más de explotación de recursos forestales en el ámbito rural, con la peculiaridad de que a la par tiene un fuerte componente de ocio deportivo. Es decir, la caza se desarrolla fundamentalmente porque hay personas que disfrutan matando animales. Sobre ello se ha sustentado una actividad económica y social que está siendo utilizada por el sector para autoerigirse como garante de la contención de la despoblación rural.

Pero, nada más lejos de la realidad. La caza se ha mostrado en sí misma como una actividad insostenible que no es capaz de garantizar a través de un aprovechamiento ordenado y responsable la conservación y el buen estado de las especies que son objeto de aprovechamiento, contribuyendo a llevar a varias de ellas a situaciones de crisis de conservación y sujetas a sueltas masivas que implican que a día de hoy se cacen. El mundo rural se encuentra rehén de la actividad cinegética no solo en fincas privadas, sino en los montes públicos. El carácter riesgoso de la caza impide compartir el espacio con otros usos deportivos, lúdicos, turísticos, agrícolas y ganaderos de forma segura para las personas y los animales domésticos y de compañía.

Por otra parte, se puede afirmar que no existe la caza sostenible: la sola existencia de las más de 800 granjas cinegéticas que hay en España lo demuestra. Hace más de 50 años que la caza subsiste gracias a esto y al empeño de ciertos sectores de las administraciones públicas y poderes fácticos, que obtienen réditos políticos y económicos gracias al blindaje de este sector cinegético. 

La caza no es una actividad comúnmente apoyada por la sociedad española, a pesar de que los informes de Artemisan concluyen que la mitad de la población de nuestro país consiente o tolera la caza, a tenor de la falta de rigor esperable en esta entidad, que prioriza los resultados necesarios para sus objetivos a los resultados científicos objetivos.

La sociedad española no merece ser desinformada resaltando aquellos aspectos que se puedan aceptar como positivos, pero ignorando ominosamente aquellos otros que ponen de manifiesto que la caza es una actividad con escasa aceptación social, cuya práctica implica un impacto negativo extenso e intenso sobre el territorio, la biodiversidad y la sociedad. Se realizarán actuaciones para que se diluciden las circunstancias y legitimidad del acto, considerando lamentable que el Ministerio de Agricultura acceda a maquillar la realidad de la caza, con acuerdos, e intentando justificarla con cortinas de humo ante la sociedad española.


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