Jorge Majfud: “El presente está lleno de olvidos mercenarios”
En marzo de 2021, el escritor Jorge Majfud publicó su último libro de ensayo histórico: «La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina». Yolanda Delgado-Batista conversó con su autor.
A días de terminar este año, la mítica editorial española de Tenerife, Baile del Sol, está lanzando una nueva reedición de este libro, el cual, a pesar de sus 700 páginas, ya ha cosechado críticos y adeptos, sobre todo en un contexto de “guerra cultural” entre revisionistas como Majfud y reacciones de figuras políticas como Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes consideran necesario imponer una “educación patriótica” en las escuelas y universidades.
Yolanda Delgado-Batista: Muchas gracias, profesor Majfud por prestarnos su atención, conociendo lo ocupado que está. Me gustaría comenzar esta conversación preguntándole sobre uno de sus últimos trabajos, La frontera salvaje, que intelectuales como Ariel Dorfman, Noam Chomsky y un periodista como Víctor Hugo Morales han comentado de forma elogiosa. Un resumen y selección de este libro se publicó en inglés como Borders of The Wild Frontier: US American mythology on Latin America. Sé que es difícil pedirle que nos haga una síntesis de una obra de más de 650 páginas…
Jorge Majfud: Hay varias formas de resumir este libro, como cualquier otro. Básicamente, cubre los últimos dos siglos de agresiones, de los mitológicos Daniel Boone, de las intervenciones de Washington (del poder político) y las corporaciones estadounidenses (el poder económico y narrativo) en lo que hoy conocemos imprecisamente como América Latina, incluida una gran parte de Estados Unidos. Desde el principio, tomo los mitos fundadores de Estados Unidos, esas narrativas que nos rodean cada día, y trato de explicar, en una secuencia histórica, que la narrativa y la realidad se oponen de forma diametral…
YDB: ¿Por ejemplo?
JM: Bueno, por ejemplo, la gran fragmentación nacional (en clases, como los millonarios y los millones de endeudados, todos aupados en la misma iglesia, en razas o etnias de esclavos y de esclavistas, de guetos pobres y de congresistas ricos, en regiones, como el Norte contra el Sur) y, por otro lado, la obsesiva idea de Unión: una sola bandera, un solo Dios, una sola patria “en peligro” perpetuo. Por ejemplo, la obsesión de esclavizar y controlar de la mentalidad anglosajona ocultada tras la máscara de “la lucha por la democracia y la libertad”. La expansión esclavista del minoritario pero poderoso Sur se hizo en nombre de la libertad, de la civilización y de la “bendición de la esclavitud”. Todo eso se tradujo luego en la idea de que son los empresarios millonarios quienes crean trabajo y benefician a los peligrosos trabajadores. El amor por las armas y el odio por los sindicatos, que luego de la Guerra Civil eran muy fuertes, son una traducción o un travestismo de la anterior cultura del amo, garante de Dios, del orden y de la libertad contra el demonizado esclavo que quería destruir la prosperidad y la moral. El mito de que “somos el país de las leyes” choca sistemáticamente con la violación de todas las leyes y los tratados que dejaron de ser beneficiosos para los dueños de las armas. La idea de que “llevamos la democracia a América latina” choca con cientos de ejemplos en contra y ninguno a favor. Pero si la realidad no se adecua a nuestro deseo, pero para la realidad. De hecho, Washington ha sido el mayor promotor del comunismo en América latina.
YDB: ¿Estamos hablando del pasado?
JM: Sí. Del pasado y del presente, como todo cuando hablamos de mitos fundadores. Están más vivos que las secuoyas. Preguntale a cualquier estudiante universitario por qué se independizó Texas en 1836 y te dirá que fue para “liberar a los americanos de la tiranía mexicana”. No dicen que fue porque los mexicanos les regalaron tierras y cometieron el pecado de ilegalizar la esclavitud. Y cuando los mexicanos se dieron cuenta del error, ilegalizaron la inmigración del norte y los fanáticos blancos continuaron cruzando la frontera de forma ilegal. Y así podemos seguir con las Repúblicas bananeras, las masacres de negros como deporte allá en los trópicos del mundo, todo para salvar a la “raza superior” que debía sufrir la responsabilidad de salvar la civilización. El mítico poema de Rudyard Kipling “The White Man’s Burden” lo resumió perfectamente y los políticos estadounidense no se cansaron de citarlo. Cuando descubrieron que eran minoría de la Creación, entraron en pánico, típico, y comenzó un remake de la retórica esclavista: había que evitar el “genocidio blanco”, la desaparición de “la raza hermosa”, de la “raza superior”.
YDB: Lo hemos escuchado recientemente…
JM: Sí, nada nuevo. Toda esa tradición ha vuelto, esta vez de forma descarada, sin las máscaras de lo políticamente correcto. Creo que en el siglo XIX la paranoia se agravó cuando los blancos terminaron de colonizar el mundo y descubrieron que no eran la mayoría de la Creación y sus hermosas hijas podían caer en tentación de penes grandes y oscuros o, peor, de una revuelta estilo Haití. Esto está en las cartas de muchos líderes y políticos racistas de la época… No por casualidad se consideraba que las guerras y el imperialismo eran cosa de machos. Y lo siguen siendo. Esa obsesión sexual que hasta no hace mucho emergió cuando los precandidatos Marco Rubio y Donald Trump debatieron en cadena nacional de televisión sobre el tamaño del pene de quien, al final, sería presidente. La gente no vota por candidatos intelectualmente superiores sino por aquellos que los representan de alguna forma, ya sea por el color o por el tamaño del pene. Imaginación pornográfica que llevó a miles de linchamientos solo en Estados Unidos. La ley de linchamientos fue abolida recién el año pasado, no sin resistencias. No la obsesión por las armas, la que tiene el mismo origen y todavía está vigente y lo estará por unos siglos más, ya que es la segunda religión más importante del país.
YDB: Recientemente se han publicado libros sobre América latina con una interpretación opuesta… Se dice que la visión de La frontera salvaje busca quitarles responsabilidad a los latinoamericanos de sus propios problemas…
JM: … y que los latinoamericanos son subdesarrollados porque leían a Eduardo Galeano, ¿no? Pura propaganda inoculada, muy vieja pero muy vigente gracias a las grandes editoriales y conglomerados mediáticos. Claro que los latinoamericanos también tienen responsabilidad de por sus problemas, pero la pregunta radical es: ¿De qué paquete social e ideológico estamos hablando? Los reaccionarios son expertos en armar combos políticos, donde meten a Dios y al Libre Mercado en un mismo menú, como McDonald’s mete hamburguesas, papas fritas y Coca Cola, con diez pseudo variantes toxicas. Quieres comerte una hamburguesa y terminas adicto a las otras dos. Es decir, crees en Dios y terminas defendiendo a los Mercaderes que el mismo Jesús expulsó del templo.
YDB: América latina y su propia responsabilidad vendría a ser uno de esos combos.
JM: Claro, de la misma forma que es otro combo hablar de “Estados Unidos” cuando millones de estadounidenses se opusieron y se oponen a las agresiones y abusos imperialistas, más que millones de latinoamericanos. Por eso en La frontera salvaje uso más “Washington” (como poder político, como recurso de sus corporaciones millonarias, como centro de sus secretos ilegales) en lugar de “Estados Unidos”, que es un país-continente, lleno de contradicciones y de disidentes, gracias a los cuales la historia no es aún más trágica de lo que es.
YDB: Es decir, los latinoamericanos también son responsables de su realidad, pero no todos por igual.
JM. Sin la menor duda. Porque no es la misma responsabilidad la de los torturados, de los desaparecidos, de los millones de masacrados (200.000 solo en Guatemala por una gracia de la CIA), la mayoría indios, negros o blancos pobres, y la responsabilidad de la tradicional oligarquía de los países del sur. Las dictaduras tampoco son la consecuencia de los tan mentados guerrilleros que vinieron después de un siglo de genocidios, de masacres y barbaridades sociales. Pero a la oligarquía y a sus mayordomos les conviene repetir esta estupidez, no pocas veces mencionando una historia muy limitada. Recordemos la lógica universal que mencionaban el peruano González Prada, el ecuatoriano Juan Montalvo en el siglo XIX y el estadounidense Malcolm X el siglo pasado: los indios, los negros de la casa eran los principales defensores de la opresión de sus hermanos del campo.
YDB: La referencia a la oligarquía suena a sesentismo…
JM: Que suene, y que suene fuerte, como el E pur si muove de Galileo. Esos, los oligarcas latinoamericanos sí son los primeros responsables de las dictaduras, de las masacres, de las injusticias, de la explotación, de la muerte joven y de la miseria de millones en nuestras sociedades. Que publiquen mil libros y millones de diarios y revistas, que les den cien mil, un millón de subscribers a los nuevos mercenarios en YouTube, ahora etiquetados como “influencers”, pero la historia dura y oscura no la cambia nadie. Para olvidar esta realidad tan obvia, al menos mientras la verdad sea peligrosa, están los mercenarios de la pluma y del selfie, unos asalariados y otros convencidos honorarios. Estos mercenarios, voluntarios e involuntarios, apoyados por los millones de la CIA y de las organizaciones que canalizan “ayudas” como la USAID, la NED y tantos otras fundaciones se han dedicado décadas a victimizar a las víctimas acusándolas de auto victimizarse. Aun hoy se siguen publicando libros promovidos por grandes conglomerados editoriales, pintando a “los latinoamericanos” como irresponsables que culpan a Estados Unidos y a Europa de su subdesarrollo, que el pasado pasado está y no cuenta… No tienen sentido de la decencia.
YDB: ¿Crees que los libros están promovidos por ciertos intereses corporativos? Es decir, ¿crees que la cultura está manipulada por fuerzas externas, políticamente hablando?
JM: Por supuesto. Tenemos una imagen idealizada de la cultura que proviene de las antiguas enciclopedias. El tiempo es el mejor juez, pero a veces se toma uno o dos siglos para juzgar. ¿No es el Mercado un factor algo externo a la cultura? Digamos que el mercado es una parte de la cultura, pero no su director. ¿No son los millones de dólares, canalizados por diferentes fundaciones, cuando no de forma directa y secreta, factores determinantes en la venta y en la circulación de determinadas ideas, de determinadas sensibilidades éticas y estáticas? Hay que ser muy, pero muy ingenuo para creer que la respuesta es no.
YDB: En La frontera salvaje hay varias historias que revelan estas manipulaciones en la cultura y en la prensa.
JM: Sí, de una forma concreta y basada en documentos desclasificados. En el pasado reciente (no hay razones para pensar que ahora es diferente) la CIA, la policía ideológica de Estados Unidos en el extranjero (con eventuales incursiones en territorio nacional, para disgusto del FBI), promovía esos libros y hundida a aquellos otros que incomodaban, sin que sus autores se enterasen. Claro que ni siquiera es necesaria la ayuda de la CIA, porque con el poderoso interés de la oligarquía latinoamericana y noratlántica ya es más que suficiente. Aquí no hay secretos: unos libros son hundidos en el ostracismo y otros son elevados al Olimpo, sin importar ni su calidad literaria ni la relevancia de sus verdades. Lo mismo los premios.
YDB: Según esta tesis, las intervenciones exteriores, imperiales, fueron y son determinantes en la realidad de los países del sur, digamos América Latina, África…
JM. Sin dida. No sólo determinante en los países de Sur, sino también en los países del Norte. La realidad no está hecha de absolutos platónicos; cualquier diferencia relativa es determinante. Quienes lo niegan, para empezar, podrían devolver las miles de toneladas de oro y plata que se llevaron y aun contribuyen con la estabilidad de sus sabias economías. Si el pasado psicológico y cultural de los países no cuenta en el presente (otra hipótesis absurda), ese pasado contante y sonante sigue pesando en las arcas de los ricos. Como sus bonitas ciudades, el oro y la plata siguen trabajando, aunque duerman en las arcas de los grandes bancos. Para no entrar a analizar la tragedia de África. ¿O todo esos metales se evaporaron como el guano en la empobrecidas tierras de Europa?
YDB: Pero los anglosajones han sido siempre más pragmáticos y se han concentrado en el presente.
JM: Porque ejercen la desmemoria como tradición. Tampoco se dice por ningún lado que la práctica de la auto victimización fue consistente del lado anglosajón: cada vez que los colonos, los esclavistas o los gobiernos en Washington querían tomar más tierras y más riquezas de sus vecinos (indios, mexicanos, y todo pueblo que cayera dentro de la Frontera), inventaban falsos ataques para repetir hasta el hastío: “fuimos atacados primero”, “debimos defendernos”, “nunca olvidaremos”, aunque el olvido ha sido una estrategia central. Los mismos que violaron todas las fronteras nacionales (borders) volvían a su país y se armaban contra los inmigrantes pobres, expulsados de aquellos mismos países invadidos y destruidos repitiendo que “éste es el país de las leyes y debemos proteger nuestras fronteras”; “no hay racismo en querer proteger las leyes”. Como si las leyes no fuesen racistas. Tampoco se dice que el imperialismo es un racismo masivo y radical contra el cual no hay marchas indignadas por parte de los hipersensibles muchachitos de la Generación Cristal, protectores del lenguaje correcto. Un presidente puede matar cien negros en nombre de la libertad y de “nuestro derecho a defendernos” (en países ajenos), pero si dice la palabra “negro” pierde su trabajo, como lo han perdido varios profesores por leer en sus clases documentos racistas que incluían esta palabra. Hipocresía en esteroides. Cuando se descubre que en Medio Oriente un drene mató a cincuenta niños, nadie derrama una lágrima, porque esos niños no existen. Hablemos, pues, de racismo y de fanatismo. De hecho, hay una continuidad de las ideas y valores del Sur esclavista con la política y las acciones militares de la Unión supuestamente vencedora. Los confederados fueron los únicos que estuvieron cerca de destruir Estados Unidos, como lo hicieron con México, para continuar expandiendo la esclavitud sobre los pueblos y las razas “inferiores” y hoy sus herederos más radicales se consideran la esencia del patriotismo y la libertad, cuando en realidad fueron la raíz y la inspiración de personajes nefastos como Adolf Hitler. Algo que el mismo Hitler reconoció.
YDB: Mencionas eso en la segunda parte de La frontera salvaje…
JM: El libro está compuesto de tres partes: Por tierra, Por mar y Por aire. En eso soy muy pasado de moda: creo que existió y existe el imperialismo. Esta palabra la han convertido, estratégicamente, en un tabú. Pero sería una cobardía no usarla. Esta historia trágica no hubiese sido posible, o hubiese sido muy diferente, sin el miedo, la paranoia y el fanatismo racial y religioso (como el Destino manifiesto) que inspiró cada conquista, cada intervención, cada golpe de Estado, cada masacre en nombre de la libertad y los derechos humanos. Algo que continúa hoy, pero con los previsibles maquillajes de la narrativa social y política. No pretendo que sea un libro perfecto, porque eso no existe y menos cuando lo escribí en nueve meses con frenética intensidad. Luego de eso he estado un año sin escribir ningún libro. El de la Editorial de la Universidad de Valencia, La privatización de la verdad, publicado también este año, ya estaba casi todo escrito mucho antes. En fin, como bien decís, es difícil resumir 650 páginas en una sola respuesta, pero no imposible. El título es, casi siempre, la síntesis más radical de cualquier libro. Lo es en este caso.
YDB: Además de su profesión de docente en la Universidad de Jacksonville University, usted es escritor de ficción ¿Qué es lo que más aprecia y más detesta de este oficio?
JM: No sé si podría definir la escritura como un oficio. No vivo de escribir ni lo hago por obligación. Para mí, la literatura, tanto al leerla como al escribirla, me provee de dos sentimientos aparentemente contradictorios: refugio y liberación.