José Haro Hernández •  Opinión •  11/07/2025

Régimen del 78: corrupción y desigualdad

El pasado 18 de Junio, mientras se celebraba un Pleno parlamentario en el que, en torno a los escándalos de corrupción que en estos momentos salpican al PSOE, este partido y el PP se enzarzaban en la dinámica del ‘y tú más’, en las calles de Cádiz se libraba una batalla campal entre los huelguistas del metal y la Policía. Esta estampa dual refleja, en mi opinión, lo que viene siendo la democracia española desde que nació. Hay un nexo que vincula la corrupción con la protesta social: el poder oligárquico. Efectivamente, si algo caracteriza el sistema parlamentario español, es el contrato establecido entre las empresas del IBEX 35 y las élites del bipartidismo(PSOE y PP), en virtud del cual éstas garantizan a aquéllas unos beneficios extraordinarios permanentes a cambio de una participación de la clase política en el chorro de dinero que se maneja en las alturas de la economía. El oligopolio privado ha permitido consolidar este capitalismo de amiguetes que, periódicamente, nos ofrece estas imágenes de responsables públicos sobornados a cambio de vulnerar las leyes del libre mercado para favorecer a empresas que, merced a los procesos de concentración del capital al que asistimos, tienen cada vez mayor poder.

En el rocambolesco y cutre caso del trío Ábalos-Koldo-Cerdán asistimos a la corruptela de libro que viene sucediéndose, desde la restauración borbónica, tanto con el PP como con el PSOE. Y que incluso está certificada como tal por la CNMC(Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia). Este organismo sancionó a seis empresas constructoras, entre las que se encuentra Acciona, por alteración de la competencia en las licitaciones públicas de obras entre 1992 y 2017. Fueron multadas con 203 millones de euros, una parte infinitesimal de la facturación conjunta del  cártel durante esos 25 años. Obviamente, este castigo tan insignificante no podía tener efecto disuasorio alguno sobre la continuidad de estas prácticas irregulares.

Es decir, el sistema ha protegido al corruptor más que al corrupto, que también. Mientras tanto, las mismas grandes compañías aparecen una y otra vez en los casos de corrupción que finalmente salen a la luz. Y siempre se van de rositas. A lo sumo, se quitan de en medio a algún cargo empresarial de segundo nivel-como ha ocurrido ahora en el ‘caso Koldo’-y aquí paz y después gloria. 

El segundo elemento que define el Régimen del 78, íntimamente conectado con el anterior en la medida que ambos persiguen asentar el poder de las oligarquías(viejas y nuevas), es la exacción de recursos de la sociedad a través de la explotación de las clases trabajadoras, tanto donde trabajan como donde consumen. España es, en el contexto europeo, medalla de bronce en pobreza laboral y de oro en pobreza infantil, lo cual es un auténtico escándalo en el país de la UE que más crece y que tiene, encima,  gobierno progresista. Los salarios son bajos y los beneficios empresariales doblan la media europea. Finalmente, no hay quien pueda alquilar o comprar una vivienda: ésta se ha convertido en un activo financiero para especuladores y rentistas.

Por todo esto estallan la enseñanza asturiana o el metal gaditano. Asistimos a una crisis de régimen que se solapa con la que a nivel global sufre el capitalismo, dando como resultado un clima tenso y enrarecido donde el malestar social, sobre todo en relación a la vivienda, comparte protagonismo con la descomposición moral de un bipartidismo dinástico que tiene una afición desmedida a robar dinero público para repartírselo con los que pagan las mordidas.

El problema de estos tiempos es que, a diferencia de otras situaciones críticas, como durante la crisis financiera de 2010, no hay una alternativa de izquierdas con fuerza suficiente para ganar la batalla del relato. Desde 2019, el grueso de la izquierda, en lugar de construir hegemonía, ha decidido pactar con el PSOE la gestión del régimen, con el resultado previsible: la desigualdad ha crecido y la corrupción, cual Guadiana, ha vuelto a emerger. Y es que la democracia española tiene unos márgenes demasiado estrechos como para que se puedan implementar, dentro de ellos, reformas avanzadas de carácter democrático y social. Y si alguien lo intenta, ahí están las cloacas del Estado para quitarle las ganas.

Resulta evidente que tenemos que resetear el sistema en un sentido republicano(los Borbones son incompatibles con la modernidad, la honradez y la igualdad ante la ley), donde los sectores estratégicos de la economía sean públicos, la gente tenga derecho a una vivienda digna, pague impuestos en función de su patrimonio y los servicios públicos estén adecuadamente dotados. Y nos salgamos de esa maquinaria de guerra y de trasvase de dinero europeo a EEUU que es la OTAN.

No sé si está la izquierda a tiempo de visibilizarse en torno a un proyecto alternativo. Antes, debe abandonar toda colaboración con un partido, el PSOE, que por activa y por pasiva ha demostrado estar al servicio, como el PP, de los poderosos y del Estado profundo. Al fascismo que está a las puertas sólo se le para desde una izquierda unida, fuerte y coherente. Un gobierno afectado por la corrupción que ha abandonado a la clase trabajadora es, por el contrario, un salvoconducto para que pasen los reaccionarios. Las fuerzas políticas decentes tienen que tener la honestidad de no obligarnos a elegir entre lo malo-un gobierno como el actual- y lo peor-un gobierno del PP y Vox-. joseharohernandez@gmail.com


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