El destino de las soldados del Ejército Rojo tras su captura por las fuerzas alemanas (1941–1945)

La Segunda Guerra Mundial marcó la incorporación masiva de las mujeres soviéticas al frente de combate. En un contexto de guerra total, el Estado soviético disolvió las fronteras tradicionales entre el deber militar masculino y el femenino, convocando a las mujeres a los regimientos de tanques, aviación, artillería y francotiradores. Más de 800.000 mujeres sirvieron en el Ejército Rojo, y de ellas unas 120.000 participaron directamente en combate. Esta ruptura con el paradigma tradicional del género en la guerra se convirtió en una provocación ideológica para el mando alemán, la “barbarie bolchevique” que desafiaba los roles de género que el régimen nazi consideraba naturales y su concepto de cuál era el lugar de la mujer. Cuando estas mujeres eran capturadas, su condición de combatientes y de mujeres —en la lógica nazi— las colocaba fuera de toda protección legal o militar. Su destino fue, en la mayoría de los casos, la ejecución inmediata o el envío a campos de concentración como Ravensbrück.
Las prácticas reales dependieron mucho del lugar, la unidad capturante y la coordinación con la policía militar (Feldgendarmerie), la Gestapo y la SS:
-Ejecuciones sumarias: en varias operaciones y pasos de avance, las mujeres que eran identificadas como combatientes fueron ejecutadas en el acto o tras breves sumarios —acto que se inserta en el patrón más amplio de asesinatos de prisioneros soviéticos por parte de tropas alemanas—. Estas ejecuciones fueron justificadas por la ideología (denegar la categoría de combatiente «honorable» a personas consideradas racial o políticamente infrahumanas) y por el propósito de intimidación.
-Derivación a la SS y campos femeninos: muchas mujeres capturadas (no necesariamente ejecutadas en el acto) fueron remitidas a unidades de seguridad y a la SS, y desde allí internadas en campos de concentración femeninos como Ravensbrück. En Ravensbrück hubo un contingente numeroso de prisioneras soviéticas; las condiciones de trabajo forzado, la malnutrición, la falta de atención médica y las selecciones llevaron a altas tasas de mortalidad entre esas internas. Las mujeres que habían servido en funciones estrictamente médicas (enfermeras) disfrutaron en ocasiones de un trato algo distinto —conservación de cierta inmunidad frente a ejecuciones sumarias— aunque igualmente sufrieron internamiento y muchas murieron.
-Violencia sexual y estigmatización: si bien la violencia sexual contra mujeres civiles y prisioneras fue un crimen generalizado en el Frente Oriental, el destino de las combatientes fue mixto: algunas fueron víctimas de violaciones y vejaciones, otras fueron inmediatamente ejecutadas (lo que en ciertos casos reducía la incidencia registrada de denuncias) y otras más fueron separadas por su condición. La documentación muestra que, además de la violencia, existía una potente estigmatización ideológica de la “soldado soviética” que facilitó tratos de excepción. Los alemanes consideraban a los eslavos “infrahumanos” (Untermenschen), y por tanto sus vidas —incluida su integridad física y sexual— carecían de valor.
La escasez relativa de cifras precisas, la cuantificación exacta del número de mujeres combatientes soviéticas capturadas y ejecutadas o enviadas a campos por su condición concreta (frente a la de civiles soviéticos y prisioneros masculinos) es difícil: la documentación alemana a veces oculta motivos, y los registros soviéticos de prisioneros no sobrevivieron en su totalidad. No obstante, existen fotografías, testimonios de testigos, órdenes y memoria documental que confirman que la práctica fue suficientemente sistemática como para ser considerada política militar y criminal.
Los patrones regionales y temporales en 1941–1942 y durante fases de avance rápido hubo mayor propensión a ejecuciones sumarias por la presión del combate y la mentalidad anticomunista; más adelante, con la consolidación de la retaguardia alemana, una proporción mayor de prisioneras fue internada y derivada a campos de concentración y de trabajo. Ravensbrück funcionó como destino recurrente para mujeres de las zonas ocupadas, incluidas combatientes.
Ravensbrück se convirtió en el principal recinto donde convergieron numerosas mujeres de la Europa ocupada, incluidas soviéticas. Las prisioneras sometidas a trabajo forzado, experimentos, selecciones y ejecuciones tuvieron una tasa de mortalidad muy alta. Las mujeres excombatientes, si llegaban a esos campos, solían ser marcadas por su pasado militar y sometidas a castigos especiales o trabajos peligrosos; muchas no sobrevivieron hasta la liberación. Memoriales y archivos (USHMM, Yad Vashem, archivos locales) documentan la presencia de numerosas soviéticas en el campo y describen condiciones que explican la elevada mortalidad femenina.
-Francotiradoras soviéticas: entre el respeto táctico y el exterminio ideológico
El cuerpo de francotiradoras del Ejército Rojo fue uno de los símbolos más visibles de la participación femenina en el frente. Se estima que entre 1.800 y 2.000 mujeres recibieron formación oficial como francotiradoras. Entre las más célebres figuraron Lyudmila Pavlichenko, Rosa Shanina, Yelizaveta Mironova y Nina Petrova.
Las francotiradoras capturadas por la Wehrmacht o por la Waffen-SS no fueron tratadas como prisioneras de guerra. Documentos del Heeresgruppe Mitte (Grupo de Ejércitos Centro) de 1941–42 indican que se las consideraba “terroristas” o “partisanas” por haber operado solas o en parejas, lo cual justificaba, según la doctrina nazi de guerra en el Este, su ejecución sumaria. En los testimonios reunidos en los archivos del Museo del Holocausto de Washington (USHMM) y en el Memorial de Ravensbrück, aparecen menciones a francotiradoras fusiladas inmediatamente tras su captura, a menudo después de ser exhibidas ante la tropa.
En la propaganda alemana, las francotiradoras eran presentadas como “hienas del bolchevismo” o “mujeres bestiales”. Esta deshumanización sirvió para legitimar la violencia contra ellas. Solo en raras ocasiones fueron trasladadas a campos de prisioneros: la mayoría de las capturadas en 1941–1943 fueron ejecutadas in situ.
-Aviadoras: las “Brujas de la Noche” y el terror del enemigo
El caso de las aviadoras soviéticas ilustra otro ángulo del conflicto ideológico. Las tripulaciones femeninas del Regimiento de Bombardeo Nocturno de la Guardia, conocidas por los alemanes como las Nachthexen (“Brujas de la Noche”), fueron un fenómeno único: volaban aviones ligeros Polikarpov Po-2 en misiones nocturnas de hostigamiento.
Los registros alemanes reflejan una mezcla de temor y desprecio hacia estas mujeres. Aunque eran respetadas por su eficacia táctica, el hecho de que fueran mujeres armadas y activas en misiones ofensivas despertaba furia ideológica. Las aviadoras que cayeron en territorio enemigo —como Yevdokiya Nosal, muerta en acción, o Yekaterina Ryabova, derribada pero rescatada por sus propias tropas— rara vez sobrevivían a la captura. Documentos del Reichskommissariat Ukraine (1942–43) indican que las aviadoras derribadas y capturadas eran entregadas a la Gestapo o a la SS y ejecutadas tras interrogatorio, sin tratamiento como prisioneras de guerra.
En los pocos casos donde fueron enviadas a campos, como Ravensbrück o Sachsenhausen, las sobrevivientes testificaron sobre torturas y experimentos médicos. La aviadora Marina Raskova, fundadora de los regimientos femeninos de aviación, murió en combate en 1943, pero sus compañeras siempre supieron que la captura equivalía a una sentencia de muerte.
-Tanquistas y tripulaciones mecanizadas: símbolo de la “subversión” del orden nazi
Menos numerosas pero igualmente emblemáticas fueron las mujeres tanquistas. Desde 1942, la intensificación de la guerra llevó a la formación de algunas tripulaciones mixtas y totalmente femeninas, como el tanque “Masha” en el frente de Kursk, tripulado en parte por mujeres del Komsomol.
Para los alemanes, la imagen de una mujer al mando de un carro de combate soviético era una aberración ideológica, una prueba de la “degeneración comunista”. Los informes de unidades panzer del Grupo de Ejércitos Sur en 1942 describen la ejecución inmediata de tanquistas femeninas tras su captura. En varias fotografías tomadas por soldados alemanes —recuperadas posteriormente en los archivos soviéticos— se observan cuerpos de mujeres tanquistas ejecutadas junto a sus vehículos, con los uniformes rasgados o despojados, señal de violencia post mortem.
El mito del “tanque con mujeres” fue usado también por la propaganda alemana para alimentar el miedo racial y político: el enemigo no solo era el bolchevique, sino la mujer que había roto su “naturaleza”.
-Personal sanitario y enfermeras armadas: entre el respeto parcial y la sospecha
A diferencia de las categorías anteriores, las enfermeras y médicas capturadas gozaron de una cierta probabilidad de supervivencia, aunque no por razones humanitarias, sino por su posible utilidad. En los primeros meses de la invasión, algunas fueron empleadas como traductoras o personal auxiliar por unidades alemanas. Sin embargo, cuando se comprobaba que habían empuñado armas —lo cual era frecuente en el Ejército Rojo—, eran reclasificadas como combatientes ilegales y ejecutadas o deportadas.
Un informe del Abwehr fechado en diciembre de 1941 indicaba que “toda mujer soviética hallada con uniforme portando armas deberá ser tratada como combatiente irregular”. A pesar de ello, varias sobrevivientes testificaron haber sido internadas en Ravensbrück, donde formaron parte de los bloques de trabajo sanitario. Muchas murieron por agotamiento o enfermedades, y otras fueron utilizadas en experimentos médicos con heridas infectadas o transfusiones.
El respeto relativo hacia las enfermeras solo se aplicaba cuando estaban claramente identificadas como personal sanitario no combatiente. En el contexto del Frente Oriental, esa distinción era casi siempre imposible de mantener.
El estudio conjunto de los casos de francotiradoras, aviadoras, tanquistas y enfermeras demuestra que las mujeres combatientes del Ejército Rojo fueron víctimas de una violencia específica, derivada no solo de la brutalidad general de la guerra en el Este, sino de la confrontación entre dos visiones opuestas del papel femenino en la sociedad.
Para el nazismo, la mujer soviética armada encarnaba la inversión del orden natural: una manifestación del caos comunista y racial que debía ser eliminado. Por ello, sus ejecuciones y su envío a campos no fueron meros excesos individuales, sino parte de una guerra de aniquilación ideológica. En los pocos casos donde sobrevivieron al cautiverio, su experiencia se convirtió en testimonio del choque entre la modernidad soviética y la barbarie ideológica del enemigo.
El estudio de su destino no solo amplía la comprensión de la violencia nazi, sino que ilumina una de las dimensiones menos exploradas de la Segunda Guerra Mundial: la del cuerpo femenino convertido en campo de batalla simbólico y real.
Fuentes y lecturas;
-La guerra no tiene rostro de mujer De Svetlana Alexievich · 2015
-Pavlichenko, Liudmila. Yo luché por la patria: memorias de una francotiradora soviética. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1950.
-“Testimonios de Ravensbrück”, en Memorial de los Campos de Concentración Nazis (Madrid: Alianza Editorial, 2005).
-Suvorova, Irina. Las brujas de la noche: las aviadoras soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. Moscú: Editorial Progreso, 1987 (trad. española).
-Merridale, Catherine. Ivan’s War: La vida y la muerte en el Ejército Rojo 1939–1945. Barcelona: Crítica, 2007.
-Alexéievna, Svetlana. Las muchachas de la guerra. Moscú: Editorial Progreso, 1985 (ed. española).
Fuente: https://www.facebook.com/photo?fbid=1244960017655171&set=a.418790153605499
 
  
 