A 50 AÑOS DEL ASESINATO DEL POETA PIER PAOLO PASOLINI

Un día como hoy, también domingo, pero hace cincuenta años, Pier Paolo Pasolini, fue asesinado en una playa de Ostia, Italia.
Más allá de las circunstancias que precedieron a aquel brutal crimen, Pasolini era una figura muy molesta para demasiados sectores de aquella sociedad.
Lo era para la Iglesia, para los fascistas, para los burgueses, para la derecha, pero también, para la izquierda.
El escritor, poeta, cineasta, dramaturgo, no escatimaba esfuerzos en desmontar los relatos sociales de aquel tiempo, y en mostrar, siempre con argumentos, la podredumbre a la que conducía la sociedad de consumo, los dogmatismos, las obediencias.
Fue denostado por todos. Fue perseguido judicialmente con causas, incluso, armadas, tan falsas como la moral de ciertas élites que, aún hoy, dan lecciones cotidianas desde púlpitos y medios de comunicación.
La contundencia y ferocidad de sus palabras e ideas, parecían contrapuestas a su carácter.
Era dulce, calmo, siempre dispuesto a escuchar. Dicen, los que lo trataron, «que no mataba ni a una mosca».

Pero sabemos que a muchos sectores, lo que más les preocupa y molesta, es toparse con personas que ayuden a reflexionar, a desmenuzar relatos, a provocar.
Consideró un mal defecto la tolerancia, porque se preguntaba: ¿qué y quién tolera y dentro de qué parámetros?
Se puso en contra de la frenética libertad sexual promovida por el capitalismo, que reducía los cuerpos a meros objetos, así como la desorientación que había transformado a los jóvenes proletarios en hippies consumistas, imitando modelos de TV, rancios y pacatos.
Consideraba que provocar era un derecho, y ser provocado, un deseo.
Cuestionaba severamente el hedonismo de aquellos jóvenes y sus ansias de copiar modelos artificiales que no respondían a sus orígenes sencillos y humildes.
Decía que el fascismo del futuro sería difícil de distinguir, porque llevaría, tal vez, ropa de trabajo de obreros o estaría vinculado a la tecnología.

Si hoy estuviese vivo, seguramente no apoyaría un montón de actitudes políticamente correctas de los colectivos progresistas. Tal vez, sus visiones adelantadas a la época, coincidirían con la sensación de que todo ha derivado a ser consumido y deglutido por el gran poder capitalista.
Incluso, lo que parece de izquierda.
El poeta fue invisibilizado en su país, pero no solamente. En España, ha pasado casi desapercibido.
Murió unos días antes de que muriera el dictador Francisco Franco.
Su enorme obra ha sido creada en los tiempos oscuros de la censura, el aislamiento y el terror de Estado.
Pero nadie podrá decir que Pasolini no fuera profético, no haya sido un avanzado para su época en tanto escritor, polemista o director de cine.
Sus poemarios, sus películas, sus ensayos, sus novelas, en definitiva, todo su legado, se puede consultar hoy para regocijo de los que amamos su trayectoria.
No hace mucho que Pasolini es seguido con interés en este país. Ojalá se profundice en su obra.
Algunas citas de sus reflexiones:
«El poder de los bienes de consumo […] ha sido engendrado por las llamadas exigencias liberales y progresistas de la libertad y, al apropiarse de ellos, los ha vaciado de su significado y ha cambiado su naturaleza»
«La Iglesia es el poder despiadado del Estado»

«Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota.
En manejarse en ella. En la humanidad que de ella emerge.
En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados.
En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar el primero. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante, que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser.
Ante esta antropología del ganador de lejos prefiero al que pierde. Es un ejercicio que me parece bueno y que me reconcilia conmigo mismo. Soy un hombre que prefiere perder más que ganar con maneras injustas y crueles. Grave culpa mía, lo sé. Lo mejor es que tengo la insolencia de defender esta culpa, y considerarla casi una virtud».
“El fútbol es la última representación sagrada de nuestra época. En el fondo es un rito, también evasión. Mientras otras representaciones sagradas, inclusive la misa, están en franca decadencia, el fútbol es la única que permanece. El fútbol es el espectáculo que ha sustituido el teatro. El cine no ha podido sustituirlo, el fútbol sí”.

“La Iglesia no puede ser reaccionaria, no puede ser parte del poder y no puede aceptar las reglas formales y autoritarias de la convivencia”.
Su última entrevista, para finalizar.
Néstor Tenaglia Álvarez

