Pablo González Casanova •  Opinión •  02/06/2025

Alicante no merece una cultura financiada con sufrimiento

En el último pleno del Ayuntamiento de Alicante, se debatió una moción presentada por el Grupo Compromís para eliminar las subvenciones públicas a actividades que implican maltrato animal, y reconvertir la Plaza de Toros en un espacio multifuncional abierto a toda la ciudadanía. La propuesta fue rechazada, pero lo más llamativo no fue la votación previsible, sino el discurso del concejal socialista Miguel Castelló.

Resulta inquietante que alguien con formación en Humanidades y Filosofía no vea la contradicción entre defender una práctica de violencia ritualizada hacia animales y los valores progresistas y humanistas que su partido, el PSOE, dice representar. Castelló no solo evitó entrar en el debate ético, sino que se centró en ridiculizar la propuesta, reprochando que no se pidiera directamente la prohibición de los toros, como si pedir que no se financie con dinero público una práctica cruel fuera un acto de cobardía y no de democracia.

Quienes defendemos una cultura libre de violencia animal no pedimos censuras. Pedimos coherencia: si la tauromaquia quiere seguir existiendo, que lo haga sin fondos públicos. Que se autofinancie. Porque Alicante, como buena parte de España, ya no quiere pagar espectáculos de sangre. Según el informe de la Fundación BBVA, citado incluso por el propio concejal, un 72% de la población rechaza la tauromaquia. ¿A quién representan entonces quienes la siguen subvencionando?

Durante el pleno, las intervenciones de los representantes del lobby taurino no aportaron nada nuevo: una defensa emocional de su profesión y la repetición de los tópicos de siempre. Hablaron de valores, de economía, de tradición. Pero nunca del sufrimiento. Nunca del toro. Nunca del problema moral que implica convertir el dolor de un ser vivo en entretenimiento.

Frente a esa superficialidad, la ciudadanía ha dado una lección de compromiso ético. Muchas personas en Alicante hemos trabajado durante meses como voluntarias y fedatarias para apoyar la Iniciativa Legislativa Popular que propone derogar la Ley 18/2013, que convirtió la tauromaquia en Patrimonio Cultural. Nuestra ciudad ha sido uno de los territorios más activos en toda España. ¿Y qué respuesta obtuvimos de nuestros representantes en el pleno? Silencio, evasión, y en algunos casos, desdén.

No se trata de una guerra entre ideologías. El artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea reconoce a los animales como seres sintientes y obliga a tener en cuenta su bienestar en las políticas públicas. La tauromaquia es una excepción cultural legal, sí, pero no moral. Y las excepciones no deben blindarse con dinero público. Porque cuando lo hacemos, estamos diciendo que la tradición está por encima de la compasión. Que el arte justifica el sufrimiento. Que los privilegios pesan más que la evolución ética.

La historia del pensamiento español está llena de voces críticas con la tauromaquia. El investigador Juan Ignacio Codina documentó en su tesis doctoral “Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español” cómo la crítica a estos espectáculos ha sido constante desde hace siglos, incluso desde dentro del propio mundo cultural español.

Hoy, desde la ciudadanía, desde el voluntariado y desde una conciencia colectiva en auge, pedimos algo básico: que nuestros impuestos no se destinen a sufrimiento. Que la política esté a la altura del progreso ético que ya ha calado en gran parte de la sociedad. Que se escuche la voz de quienes creemos que una ciudad moderna y compasiva es incompatible con el maltrato como espectáculo.

Alicante merece una cultura viva, sí. Pero sin sangre.

*Asociación Dignidad Animal.


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