Los intereses de los capitalistas impiden frenar la pandemia

Una segunda ola de la pandemia del Covid-19 se extiende por el mundo; mejor dicho, por los países donde el capitalismo consigue imponer más su lógica. El que los reaccionarios llaman «virus chino» resulta que ha conseguido la nacionalidad estadounidense por goleada. EE.UU. es el país con más casos de contagio y más muertes por esta causa. Va seguido de India, Brasil y toda la cohorte de Estados capitalistas desarrollados como España y de los Estados más «liberales» y lacayos de éstos.
Frente a ellos, han sido los países socialistas -China, Cuba, R. P. de Corea, Vietnam, Laos- los que menos contagios y muertes han sufrido (seguidos de los Estados más soberanos del «eje del mal», como Venezuela, Nicaragua, Siria y, en ciertos aspectos, Rusia) [1]. Además, son los que más ayuda han prestado a otros países; los que están desarrollando las vacunas antes, mejores y más baratas; y los que se recuperan mejor económicamente.
Los voceros mediáticos de Occidente apenas mencionan este hecho y, cuando lo hacen, se niegan a cualquier autocrítica. En el mejor de los casos, replican que esto no es una carrera olímpica, porque es evidente que la comparación ahora no les conviene.
Entre los gobiernos capitalistas, hay diferencias considerables en la gestión de la crisis y en la eficacia de la misma. Tienen mucho que ver con la correlación de fuerzas entre la burguesía y la clase obrera que no es la misma en unos países que en otros. Por eso, el debate sobre las formas de gestión sí tiene gran importancia, aunque no debe quedarse ahí: hay que profundizarlo hasta esclarecer públicamente cómo se explica que los Estados socialistas gestionen mejor la pandemia que los Estados capitalistas.
En los primeros, los países con gobiernos comunistas, se salvan el máximo de vidas aun a costa de la economía a corto plazo, posibilitando así una mejora ulterior de la economía porque la fuerza productiva más importante es el trabajo y porque lo permite el hecho de que la propiedad del grueso de los medios de producción sea social. Bajo el capitalismo, en cambio, se pretende hipócritamente que el objetivo es el mismo, pero apenas se consigue porque toda la economía se basa en la valorización del capital. Existe una competición a muerte entre los capitalistas y sólo sobreviven los que obtengan el máximo beneficio. Por este motivo, la economía no puede pararse ni un momento y la verdadera estrategia inconfesable frente a la pandemia es la «inmunidad de rebaño», es decir, dejar que se extienda sin gastar recursos en salvar a los proletarios y que éstos mueran en masa hasta que se resuelva espontáneamente o se descubra una vacuna con la que los capitalistas puedan lucrarse todavía más. De ahí que, de todos los países capitalistas, el que más descaradamente aplica esta doctrina -EE.UU.- sea el que mejor se está recuperando económicamente.
Un ejemplo descarado de los que quieren emular a Estados Unidos lo tenemos en la Comunidad de Madrid, donde el gobierno de la derecha unida -PP, Ciudadanos y Vox- pretende un confinamiento selectivo de los barrios más pobres. Son los barrios olvidados de la inversión pública, tanto en sanidad como en educación, transporte o asistencia social. Como replica un cartel de protesta contra estas medidas: «Quieres que me confine cuando regrese a mi casa, después de atravesarme todo Madrid en un metro atestado, para limpiar tus calles, para cuidar a tu padre enfermo, para servirte comida, para dejarte el paquetito de Amazon en tu alfombra. ¡Basta de seguir perpetuando las desigualdades!». O como este otro: «Resumen de las restricciones: los barrios humildes no pueden ir a otras zonas a tomarse una caña, pero sí a servirlas».
Ha habido muchas epidemias a lo largo de la historia, algunas de ellas antes de que el capitalismo rigiera la sociedad. Son fenómenos naturales de los que no puede culparse a la burguesía. Pero sus efectos son tanto más rápidos y devastadores cuanto mayor es el contacto y la concentración de la población. Y éste es precisamente el resultado del desarrollo del capitalismo. La virulencia de la Covid-19 se debe al carácter social que han alcanzado las modernas fuerzas productivas y la incapacidad para vencerlo aporta una evidencia más de que éstas han entrado en conflicto con las relaciones de producción capitalistas basadas en la propiedad privada. Sólo sustituyéndolas por relaciones de producción socialistas, es posible solucionar este conflicto y salvar el máximo de vidas frente a la pandemia. Para ello, hay que nacionalizar los medios de producción en manos del Estado socialista, es decir, de la clase obrera organizada como clase dominante [2]. Esto incluye los principales medios de comunicación que, hoy día en poder de los capitalistas y al servicio de sus intereses, mienten, tergiversan y ocultan los hechos que no les convienen: como la solidaridad médica cubana o el logro de la vacuna Sputnik V que el gobierno ruso ha puesto a disposición de los demás países, mientras la Unión Europea nos somete a los remedios inseguros de las grandes farmacéuticas capitalistas.
Ni la demagogia de los burgueses cada vez más nostálgicos del fascismo, ni las buenas intenciones de los demócratas pequeñoburgueses pueden evitar que este conflicto se agudice y provoque un desarrollo de la lucha de clases. Los primeros volverán a recurrir a toda la violencia que les permitan las tecnologías modernas y los segundos tendrán ante sí la disyuntiva entre traicionar conscientemente a la mayoría del pueblo o poner sus indudables habilidades al servicio de la clase obrera.
El movimiento obrero y comunista, por su parte, debe tomar conciencia del curso de los acontecimientos, limpiarse de ideas y de prácticas ajenas al marxismo-leninismo (de derecha y de «izquierda») y unirse para la construcción de un sólido partido revolucionario que proporcione al proletariado una dirección segura a su lucha por conquistar el poder político para realizar el programa del socialismo trazado y aplicado históricamente por Marx, Engels, Lenin y Stalin.
Notas
[1] https://www.epdata.es/datos/
[2] Para una mejor comprensión de lo aquí expuesto, recomendamos la lectura del capítulo tercero y último de la obra de Federico Engels «Del socialismo utópico al socialismo científico» (https://www.marxists.org/