Miguel Muñiz Gutiérrez •  Opinión •  16/11/2020

Los residuos radiactivos. EEUU, un ejemplo de futuro

EEUU, con 94 reactores nucleares en funcionamiento (1), es la primera potencia en energía nuclear civil, muy por delante de Francia (56 reactores), de China (47) y de Rusia (38), por eso es lógico conjeturar que los problemas y conflictos que su sociedad está afrontando hoy, y los que afrontará en los próximos años, serán indicativos de las pautas que se darán en los restantes países con reactores atómicos en funcionamiento o en proyecto, como es el caso de Belarus, Bangla Desh, Turquía o los Emiratos Árabes Unidos.

El tiempo medio de funcionamiento de los reactores de EEUU es de casi 40 años, destacando los 46 reactores que superan los 41 años; ello significa que desde ya, y durante los próximos años, se enfrentarán a los problemas y conflictos derivados del enorme volumen de residuos radioactivos resultantes del desmantelamiento progresivo de los reactores que irán cerrando, y de los 39 que ya han cerrado.

Para hacernos una idea podemos comparar lo que representan los residuos de los 10 reactores atómicos que han funcionado, o aún funcionan, en España (Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrents, Garoña, José Cabrera, Trillo y Vandellós I y II), más los de la Empresa Nacional de Uranio SA (ENUSA), del reactor existente en el CIEMAT, y de los Almacenes Centralizados de residuos (como El Cabril). Todas estas instalaciones generarán en su ciclo de funcionamiento (desde que empezaron a funcionar hasta que se desmantelen tras su cierre) 236.500 metros cúbicos de residuos radiactivos.

Puede parecer una cantidad minúscula si tenemos en cuenta el total de residuos que se generan en todas las actividades económicas; como ejemplo, sólo en plásticos domésticos, y sólo en 2017, se generaron 662.056 toneladas, una reducción considerable si tenemos en cuenta que en 2010 fueron 1.465.233 toneladas. Pero la cosa no acaba aquí.

En España, los residuos radiactivos (RR) se clasifican en cuatro grupos, residuos de muy baja actividad (RBBA), residuos de baja y media actividad (RBMA), residuos especiales (RE) y residuos de alta actividad (RAA), formados sobre todo por el combustible nuclear gastado (CG). Pues bien, el 52% de esos residuos (123.500 metros cúbicos) corresponden al tipo RBBA, el 41% (96.500 metros cúbicos) a los RBMA, un 3% (6.100 m³) a los RE, y un 4% (10.400 m³) a CG y RAA. Estos últimos son los más peligrosos porque, aunque su volumen es pequeño en comparación con el total, incluye los elementos de larga vida radiactiva, los que son peligrosos durante decenas o centenares de miles de años (según el tipo), y con los que realmente aún no se sabe qué hacer.

Y aquí está la clave, comparado con cualquier tipo de residuo (excepto algunos de tipo químico), un residuo radiactivo, sea RBBA, RBMA o RAA, es mucho más peligroso y durante más tiempo para la salud de personas y ecosistemas. Conservarlo en condiciones de seguridad supone grandes gastos y, en el caso de los RAA, incalculables a fecha de hoy.

Podemos hacer una traslación a la baja al caso de los EEUU, será burda y aproximada pero útil para tener una perspectiva del conflicto. Para ello podemos multiplicar por un mínimo de 9 la cantidad de residuos radiactivos de España. El cálculo es muy a la baja, porque los EEUU tienen, además, ingentes cantidades de residuos radiactivos que provienen del ciclo de fabricación del combustible nuclear (que no existe en España). Ese cálculo a la baja indica que los EEUU deben afrontar el depósito en condiciones seguras de un mínimo de 2.128.500 de metros cúbicos de toda clase de residuos radiactivos. Un considerable problema económico y un conflicto social gigantesco.

Y es aquí donde la Comisión Reguladora Nuclear de los EEUU (NCR, por sus siglas en inglés), el equivalente del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en España, está dando pasos en una dirección peligrosa.

A mediados del mes de julio, el Nuclear Information and Resource Service (NIRS), la mayor organización crítica con la energía nuclear de los EEUU, comenzó a enviar mensajes a sus asociados y personas cercanas informando de que el aumento del cierre de centrales en el país debido a su degradación por el uso, estaba generando una creciente cantidad de residuos atómicos a “gestionar” y, por tanto, se estaban disparando los costes; esto había llevado a la industria nuclear, y a las empresas que “gestionan” los residuos, a presionar para que una parte importante de los residuos radiactivos fuesen clasificados como “Very Low Level Waste” (VLLW)  –observen el parecido con el tipo RBBA en España– lo que permitiría, si la NRC daba los permisos necesarios, depositarlos en vertederos generales. La campaña iniciada por el NIRS, que continuaba en el mes de octubre, consistía en enviar mensajes personales a los representantes políticos territoriales en el Congreso de los EEUU con el lema “tell the NRC: Don’t dump nuclear waste in my local landfill or anywhere else without a nuclear license” (dígale a la NRC: No arroje desechos nucleares en mi vertedero local o en cualquier otro lugar sin una licencia nuclear).

Dejemos a un el desarrollo de la campaña del NIRS, su éxito o fracaso, y consideremos, como conclusión, tres implicaciones de esa iniciativa desplegada por la industria atómica de los EEUU, que tiene sólidos vínculos con el conjunto de la industria nuclear mundial.

1.- Dispersar la contaminación radiactiva ante la evidencia de que no se sabe qué hacer con los residuos que la provocan es una tendencia compartida por los poderes vinculados a la energía atómica. Recientemente el gobierno japonés ha informado que, centro de dos años, verterá al Oceano Pacífico toda el agua contaminada por radiación, tanto la almacenada como la que va generando cada día, de la destrozada central de Fukushima. La iniciativa de la NRC de EEUU sigue la misma pauta: deshacerse de una amenaza a la salud de personas y ecosistemas dispersándola, es decir, ahorrar enormes cantidades de dinero a la industria atómica, trasladando las consecuencias a la sociedad y el medio ambiente.

2.- Paralelamente de despliega el falso discurso de que las “bajas dosis de radiación” son inocuas para la vida. La realidad es que las consecuencias de la entrada de una partícula radiactiva en un organismo vivo siguen un proceso estocástico; si se busca esa palabra en diccionarios, o en internet, se leerá: “Un proceso estocástico es aquel cuyo comportamiento no es determinista, en la medida en que el subsiguiente estado del sistema se determina tanto por las acciones predecibles del proceso como por elementos aleatorios”.

En términos sencillos: una partícula radiactiva que entra en un organismo vivo permanece en el interior un cierto tiempo, ese tiempo varía según el elemento que la genera (no es lo mismo el Tritio que el Plutonio, por poner dos casos extremos), en ese tiempo puede afectar, o no, a una o varias células; si las afecta, la célula o células afectadas pueden morir (con lo que no pasa nada) o pueden desarrollar mutaciones; esas mutaciones pueden permanecer estables por un tiempo (días, meses, años) antes de provocar, o no, cambios en otras células…, bueno ya se sabe lo que esto último significa.

La analogía más brutal, pero efectiva, sería el juego conocido como “la ruleta rusa” (variando el punto de apoyo del cañon del arma a otro lugar que no sea la cabeza), dispersar contaminación radiactiva por un territorio, o por el planeta, significa aumentar la cantidad de veces que se juega, o poner más balas en el tambor del revólver.

3.- Que la categoría de residuos radiactivos llamada VLLW (RBBA en España) llegue a ser considerada como un residuo “normal”, abrirá la puerta a todo tipo de trampas; ya durante el desmantelamiento de la central nuclear Vandellós 1 (cerrada a causa del accidente de 1989) circularon informaciones de que se lavaban con agua volumenes de materiales para reducir su nivel de radiación y cambiar su clasificación de RBMA a RBBA (el agua que se usaba, y que se vertía,  quedaba contaminada por radiación, pero en eso ni se pensaba), también han circulado informaciones sobre la extracción de los órganos donde se concentra la contaminación radiactiva del pescado capturado en cerca de la central de Fukushima, para comercializar sólo las partes “más limpias”. Durante un tiempo, restaurantes de cierto nivel de la costa oeste de los EEUU disponían en sus cocinas de medidores de radiación que introducían en los pescados comprados para comprobar su nivel (o no) de radiación antes de cocinarlos (o no).

Sea como sea, lo que pueda suceder en los EEUU marcará la pauta de lo que sucederá, más pronto o más tarde, en todos los países con centrales nucleares. Ni en los EEUU, ni en España, se dispone de mecanismos de intervención social para evitar las peores consecuencias. Lo que es una razón más para informar de lo que puede pasar.

 

NOTAS

(1) Los datos generales del estado de la energía nuclear en el mundo, o en países concretos provienen de la página web del World Nuclear Industry Status Report (WNISR)

https://www.worldnuclearreport.org/   o de su informe 2020

https://www.worldnuclearreport.org/-World-Nuclear-Industry-Status-Report-2020-.html ,

los datos referidos a las actividades en los EEUU de los correos recibidos del Nuclear Information and Resource Service (NIRS) o del apartado de los EEUU del WNISR

https://www.worldnuclearreport.org/+-United-States-+.html

Los datos sobre el volumen de residuos nucleares en España corresponden al Primer Borrador del 7º Plan General de Residuos Radiactivos (16 de marzode 2020)

https://energia.gob.es/es-es/Novedades/Documents/borrador_7_PGRR.pdf

Para los residuos plásticos los datos están tomados de

https://es.statista.com/estadisticas/1020675/cantidad-de-residuos-de-plastico-tratados-en-espana/

Sobre estocástica https://es.wikipedia.org/wiki/Estoc%C3%A1stico

Nuclear Information and Resource Service


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