Hoy hace diez años de la declaración del flamenco como patrimonio inmaterial de la Humanidad. Y dentro de ese inmenso patrimonio tiene un lugar destacado Paco de Lucía. Viaja por las redes y los medios una iniciativa para que uno de sus grandes temas “Entre dos aguas” suene cada día a las doce horas en las campanas de la Iglesia de la Palma, en Algeciras, su ciudad natal.
Vaya por delante el reconocimiento de la buena fe de quienes promueven esta iniciativa que entienden dignifica a la figura de Paco de Lucía y de paso a su ciudad. ¿Quién no va a aplaudir iniciativas que promuevan ese buen fin? Cualquiera que sienta un mínimo aprecio a su pueblo, a sus gentes y a quienes de entre ellas ha sabido vivir una vida creando belleza y difundiendo el buen nombre de su ciudad, se sentirá orgulloso de formar parte de este proyecto histórico que es Algeciras.
Hasta aquí queda clara la posición de partida para ubicar la iniciativa de recogida de firmas pidiendo “la autorización al Obispado de Cádiz, para que las campanas suenen, a unas horas específicas”, tocando la melodía del mundialmente famoso “Entre dos aguas” del genial Paco de Lucía. Y hay que preguntarse el por qué se pretende ligar la genial música de Paco de Lucía, con la actividad eclesial. Y ello, no por malsana intención, sino por costumbre de mezclar los símbolos y los mensajes que trasmiten sin una reflexión previa del alcance de las iniciativas.
El tema musical, “Entre dos aguas”, que pertenece a la humanidad en su conjunto, podría sonar en un espacio laico (común) muy diferente del campanario de una iglesia católica. Porque las campanas del campanario trasmiten, hasta donde llegan sus ondas sonoras las horas avisos a feligreses de tal o cual acto litúrgico. Y por más que se pretendiera sería imposible desligar el medio del mensaje. Esta es una reflexión amable aunque crítica hacia la intención de quienes promueven esta iniciativa.
Igualmente es interesante meditar desde otra perspectiva el por qué tienen, creyentes católicos o no. que escuchar estos avisos desde el campanario de una iglesia y si este avisar indiscriminado no afecta al ámbito de la libertad de creencias y religiones. Cuando no existían los relojes, cuando las personas no tenían posibilidad de sincronizar las horas, era necesario advertirlas para que pudieran reunirse. La Iglesia desde el siglo VI ha venido utilizando las campanas para llamar al rezo o la celebración de misas en sus templos, incluso para advertir de peligros, anunciar funerales o festejos. Otra religión, desde el siglo VII, también han utilizado llamamientos con la voz humana para invitar a la oración.
En tiempos donde cada cual sabe en qué hora vive ¿tiene algún sentido estos llamamientos públicos indiscriminados a actos religiosos en sociedades laicas? Quien es creyente sabe en qué momentos del día su credo, su dogma, le insta a orar y, libremente, sin que tenga que publicitarse, hará lo que bien estime. Imaginemos que cualquier asociación religiosa se suma a este, tan cotidiano por tradicional, método de llamada al rezo o la oración. Posiblemente se llenarían pueblos y ciudades de ruidos, llegando a mezclarse en determinados momentos y generando un caos sonoro por otro lado nada deseable en tiempos de defensa de las contaminaciones acústicas.
Opinión /