Y, saldremos más fuertes
No ha pasado un mes, y del optimismo de la luz al final del túnel, y la solidaridad mundial, nos hemos dado de bruces con un 2021 donde los grandes capitales están demostrando que para ellos nada ha cambiado.
Parece que eso de que el mundo está gobernado por unos cuantos, tiene algo de cierto, por lo menos así lo sospechan la Organización Mundial de la Salud y, los portavoces de la Unión Europea, cuando insisten en conocer hacia dónde se están yendo las vacunas pagadas con antelación, no de una farmacéutica, sino de tres: Astra Zeneca, Moderna y Pfizer.
No deberíamos sorprendernos de lo que esta pandemia está destapando, salvo que es estrambóticamente insultante habernos enterado por el director de la OMS, Tedros Gebreyesus, que después de haberse administrado 39 millones de dosis de vacunas a 49 países, en Guinea solo se habían entregado 25, recalcando el director que no eran 25 mil, ni 25 millones dosis, sino 25.
Aun conociendo tamaña injusticia, pocas voces habíamos sido testigos de que dentro del mundo de los países ricos, los mismos ricos se alarmaran tanto de sus propias reglas de juego; estaban confiados, como los españoles, en los acuerdos alcanzados con el mecanismo COVAX, una especie de oficina que había logrado que 190 países asintieran en que fuera ella quien distribuyese las vacunas para asegurar la equidad; todo bajo el apoyo de la OMS, el Banco Mundial, y la Fundación Bill y Melinda Gates, entre otras organizaciones, empresas y gobiernos.
Sin embargo, esa alarma nada ha tenido que ver con hacia dónde no están yendo esas vacunas, sino a quiénes no les están llegando.
De un plumazo han difuminado esa luz al final del túnel y, no logramos entender cómo las farmacéuticas se han saltado a la torera ese acuerdo mundial, al mismo Bill Gates, y al BM.
Además, de que todo esto nos esté convirtiendo en conspiranoicos, nos hace sentir como marionetas, a pesar de que siempre así nos habían dicho que éramos.
Ahora resulta que los Estados Unidos de Trump, y la Rusia de Putin, los dos grandes escépticos del mecanismo COVAX, se han alzado con la razón, no por samaritanos, sino más bien por desconfiados en eso de los contratos entre multitudes.
De ello, lo que se sabe es que Biden se ha comprometido – de inicio – a vacunar a 100 millones de personas en 90 días, y que ya tiene incluso un presupuesto de 400 mil millones de dólares para erradicar el COVID-19.
Conociendo este escenario, pero mirando hacia otro lado, a nivel local, las voces de algunos políticos españoles intentan hacerse oír; la supresiva presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, le exige a Pedro Sánchez que presione más para conseguir más vacunas, que demuestre que se mueve y, por otro lado, la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, acusó directamente al presidente español por la escasez de vacunas.
Se antoja incomprensible este alarde de incompetencia política dentro de un contexto que bordea el caos mundial. Nada suman los de allá arriba y, los intoxicadores de aquí abajo en un 2021 que habíamos comprado como el año de la esperanza y los planes a medio plazo.
Aceptando que estamos perdidos dentro de este aparente maremágnum de intereses, entendemos ahora que ni Fernando Simón se encuentre a él mismo; pero quién no se quema con tamaña responsabilidad, quién lo hubiera hecho mejor en España que Simón.
Es muy posible que Anthony Fauci le esté dando las gracias al loco que se ha marchado de la casa blanca por haber liderado esta batalla.
Esas preguntas que siempre buscan al mejor entre sus filas, también le cabrían, sin duda, a Boris Johnson, o a quien usted pierda el tiempo en escoger.