Jugada múltiple en el tablero político
La precipitación de las elecciones anticipadas en Madrid ha dado un vuelco con la candidatura del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que ha conseguido recolocar a cada partido ante su electorado más natural, después de la previsible disgregación de la mayor parte del voto de Ciudadanos. Justo el día antes del anuncio de Iglesias, comentaba con unos amigos en una tertulia telemática, la necesidad que había en la izquierda madrileña de articular una “operación Carmena”, una plataforma o coalición entre PSOE y Más Madrid, con la candidatura de alguna personalidad relevante, con proyección pública y prestigio, independiente a ambos partidos pues, lamentablemente, la oposición política a Ayuso aquí en Madrid había brillado por su irrelevancia, en el caso del PSOE, y por su escasa difusión, en el caso de Más Madrid, a pesar de que su candidata, Mónica García, se había dejado la piel en una lucha constante y diaria contra los desmanes sanitarios y sociales del PP madrileño. Cuando se anunció la candidatura de Gabilondo muchos pensamos que el PSOE daba otra vez por perdida la batalla electoral madrileña (Ayuso ya no es la Ayuso de 2019), y que Mónica García no igualaría el resultado anterior de Más Madrid, pues algunos de sus votantes manifestarían ahora su decepción porque Íñigo Errejón dejara la Asamblea por el Congreso sin cubrir las expectativas creadas en torno a la opción de Más País. La izquierda madrileña, con Gabilondo y García, no podría superar a la derecha de Ayuso y Monasterio. Se hacía más necesario que nunca, expresé en esa tertulia, un revulsivo en la izquierda para confrontar con la derecha-extrema-derecha que representaban PP y Vox en Madrid.
Y al día siguiente, Pablo Iglesias anunció su candidatura por Podemos. Como es habitual en él, dio una patada al tablero político y desorientó a todos, a derechas y a izquierdas. Luego se ha revelado que no fue la primera opción, pero una vez descartadas o rechazadas otras, no dudó en asumir el reto de confrontar en pie de igualdad con esa derecha-extrema-derecha de Ayuso y Monasterio. Pablo Iglesias sabía no sólo que Podemos se la jugaba en estos comicios sino que, además, la izquierda moderada representada por Ángel Gabilondo y Mónica García no iba a ser capaz de mantener el número de diputados actuales de PSOE y Más Madrid en la Asamblea autonómica, pues la polarización en la que PP y Vox iban a situar estos comicios desmovilizaría, sin duda, a parte de la izquierda, más aún en una jornada electoral en día laborable, en la que los trabajadores de pymes lo van a tener más complicado para ejercer el derecho al voto dentro de su jornada laboral. El líder de Podemos, que es más activista que político, sabía que sólo él podía dinamizar el voto de la izquierda en Madrid, y apostó por ello, renunciando a las mieles de su posición en el Gobierno central. Este gesto, que se fue procesando en los días siguientes, ha ido recibiendo la consideración y el apoyo de esos sectores de izquierda que se sentían mal representados por una oposición que no ha sabido o no ha podido “dar caña” a la nefasta gestión sanitaria-social de Ayuso. Durante meses, muchísimas personas y colectivos se sentían despreciados por su Gobierno autonómico y, al mismo tiempo, desamparados por su oposición parlamentaria. Estos sectores son los que han dado un respingo de alegría al tener ahora la opción de votar a un candidato de izquierda alternativa que viene a dar caña a esa derecha-extrema-derecha que se cree con impunidad para todo. Impunidad para gestionar lo público en favor de lo privado, engordando las cuentas corrientes de los amigos del poder; impunidad para exponer a los madrileños a riesgos temerarios, sobrecargando a los hospitales públicos y desahogando a los comercios privados, sus votantes naturales; e impunidad para denostar una ideología política, el comunismo democrático, que ha aportado más a la recuperación de la democracia en este país que el partido del que proviene el PP, Alianza Popular, fundado por ex ministros franquistas y de los que 8 de sus 16 diputados constituyentes se abstuvieron o votaron en contra de la norma suprema que ahora nos rige a todos.
El Partido Comunista de España renunció a la bandera republicana, aceptó la monarquía parlamentaria y sus 20 diputados constituyentes votaron a favor de la norma suprema que se promulgó el 6-12-1978. Es decir, que el PCE fue un partido inequívocamente democrático y constitucional, no como AP, que se partió por la mitad en su apoyo a la Constitución española y al nuevo orden político democrático. Es la derecha-extrema-derecha la que sitúa el debate ideológico en el falso reduccionismo “socialismo o libertad”, que cambia inmediatamente, cuando se presenta Iglesias, a “comunismo o libertad”, identificando a Podemos con dicha ideología y haciendo, por tanto, a dicho partido su auténtico rival político. Con ese falso reduccionismo Ayuso, Casado y Egea no sólo demuestran su ignorancia o perversidad con respecto al compromiso con las libertades que siempre han tenido el socialismo y el comunismo democráticos en el mundo entero, sino que también demuestran ignorancia o desprecio a la realidad de ese comunismo democrático de los años 70 del pasado siglo que en nuestro continente fue llamado “eurocomunismo”, y que en España lideró Santiago Carrillo. Merece la pena extractar parte del comunicado del Comité Central del PCE con ocasión de la celebración del referéndum para la aprobación de la Constitución de 1978: “constituye en su conjunto un texto plenamente aceptable por la clase obrera y demás sectores populares, por cuanto reconoce una amplia gama de derechos fundamentales, proclama sin equívocos la soberanía del pueblo, establece un sistema parlamentario, abre las puertas a las transformaciones sociales y económicas de signo progresista y crea las bases para la organización de un amplio sistema de autonomías. (…) la aprobación de la Constitución significará la liquidación de la legalidad franquista y el comienzo efectivo de una nueva legalidad democrática, que luego habrá que extender a todos los aspectos de la vida social de España mediante un programa de acción legislativa, en el que se refleje el principio fundamental de la nueva Constitución: la soberanía del pueblo». Alguien debería hacer llegar a la desinformada Ayuso este comunicado del PCE para que deje de confundir a muchos electores, mintiendo con respecto al pedigrí democrático de los comunistas. O quizá traducirle la definición que aparece en su página web: “El PCE es la unión voluntaria de hombres y mujeres que se proponen participar democráticamente en la transformación revolucionaria de la sociedad.” ¿Acaso no es también Internet una transformación revolucionaria de la sociedad? Es Ayuso, y no Iglesias, quien reescribe el eslogan de Podemos para elegir en las urnas entre “demócratas o ultras”.
No importa que, al final, Más Madrid rechace una lista conjunta con Podemos pues, efectivamente, el régimen electoral de la Comunidad es muy proporcional, al ser una única circunscripción, y por tanto el porcentaje obtenido en votos se reproduce casi exactamente en escaños. No sé hasta qué punto esa oferta de Iglesias era sincera o se obligaba con ella al electorado de izquierda a marcar la diferencia entre Más Madrid y Podemos, reproduciendo la ruptura que los llevó a competir separados en 2019, tanto en las autonómicas como en las generales. Conformar ahora una lista única en Madrid, con el reparto actual de escaños entre las dos formaciones, habría supuesto, quizás, armar una candidatura cremallera con 3 candidatos de Más Madrid por 1 de Podemos. Sabiendo que el PSOE iba a competir por el electorado progresista de Ciudadanos, optando por situarse en el centro político, quizá la oferta de alianza a Más Madrid sólo buscaba situar a ese partido en una izquierda moderada o socialdemócrata y a Podemos en una izquierda radical o socialista. Desvelada ahora por Iglesias la estrategia electoral del PSOE, declarando sin pudor que compite por el voto del Ciudadanos más centrista, la incógnita y emoción de estas elecciones va a girar en torno al resultado que obtengan Más Madrid y Podemos, sabiendo estos últimos que van a recuperar algo de ese voto perdido hace dos años, pues saben que, a pesar de la moderación, hay un porcentaje de votantes de Más Madrid que reclama más contundencia para confrontar con la derecha-extrema-derecha de PP y Vox. Ésta será, sin duda, la emoción inesperada que tendrán estas elecciones, pues Iglesias evitará el paseo triunfal que la deslenguada Ayuso pensaba darse en la campaña electoral, profiriendo todo tipo de mentiras y ofensas contra el comunismo y el socialismo, sin que las respuestas de sus adversarios le rozaran. Ahora tendrá que vérselas con un adversario sin pelos en la lengua. La otra emoción será ver cómo Iglesias moviliza el voto de izquierda más radical que, muchas veces, es también el más abstencionista, y que ni Gabilondo ni García ni otra/o candidata/o de Podemos podría movilizar igual, con las encuestas en contra anunciando menos de un 5% de los votos para la formación morada, lo que ya desmoviliza a su electorado (intención, por cierto, con la que se encargan y publican algunas encuestas). Yo auguro que, al final, los grupos parlamentarios de Más Madrid y Podemos estarán bastante equilibrados.
Pero la jugada de Iglesias anuncia otro objetivo a medio plazo, quizá mucho más interesante que la batalla por Madrid: la sucesión en Podemos de la mano de una mujer y nada más y nada menos que de la flamante ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Ya anuncié el 9 de marzo de 2018, en mi artículo Mujeres al poder, que … “De momento, aquí en España los partidos políticos y sindicatos que han respaldado, entusiastas, este 8M deberían ir tomando nota y aplicarse el cuento rápidamente para ver hasta qué punto están dispuestos a dejar en manos de mujeres las responsabilidades más altas, incluidas la dirigencia de sus organizaciones. Seguro que el primero que promocione a una mujer para la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales recuperará o incrementará sus apoyos electorales.” Entonces ya pensé en Podemos y en Irene Montero y he de reconocer que, al anunciar Iglesias su intención de proponer a Yolanda Díaz como candidata de Podemos a la Presidencia del Gobierno, recuperé de golpe la ilusión por votar, por fin, a una mujer de izquierdas para ese puesto. Aunque yo le recomiendo a Iglesias que, si es sincera su pretensión de abandonar la máxima dirección del partido, reflexione y proponga a Montero como secretaria general de la formación, desdoblando las responsabilidades orgánicas y ejecutivas, como hace el PNV, para mí el partido mejor estructurado de todos. Pablo Iglesias sabía que, dependiendo del resultado electoral de Madrid, las elecciones generales podrían adelantarse a 2022 y su salida del Gobierno deja ya anunciada una candidatura sólida, inteligente, conciliadora y femenina que, sin duda, arrastrará mucho voto adormecido de la izquierda, la juventud y el feminismo. Pero, además, la decisión del líder de Podemos relaja las tensiones en el Gobierno de Sánchez y permite que las batallas más ideológicas en el Consejo de Ministras y ministros no trasciendan a los medios, ofreciendo al PSOE una continuidad más estable en sus tareas ejecutiva y legislativa, aunque echaremos de menos la contundencia dialéctica de Iglesias contra Egea y Abascal. Además, añado yo con simpatía, su decisión hace también un guiño al feminismo después del 8M, pues cede el rango protocolario en su casa a su cónyuge, Irene Montero, que continúa como ministra de Igualdad y diputada del Congreso. Jugada múltiple en el tablero político y, quizá, maestra.