Ciao, Pablo. Ciao, ciao, ciao.
Tú tranquilo, jefe, porque para mi y muchos ya serás «El Jefe» para siempre. Y despéjala y olvídala si alguna duda sobre tu estela ya imborrable le pese a quien le pese, que le pesa y no poco.
Porque conociste y obviaste con demasiada dignidad a esa España que entierra tan bien y le canta «Trágala» a quien ni un lustro atrás deseaba. La de a aquel cuyo fervor monárquico asombró a Alfonso XII y así le maravilló hasta que el pobre fervoroso súbdito le confesó ufano al monarca que con el mismo fervor celebró haber echado «a la puta de la madre de Vuestra Majestad». Sí, a aquella reina que combinó tan bien llamarse «Su Católica Majestad» con reír la gracia de que sus catorce hijos tenían catorce padres y ninguno era su esposo. «Paquita». La de «María Cristina cierra el coño y de Sagasta a Cánovas y de Cánovas a Sagasta». Y de Génova a Génova parando a hacer un pis es Ferraz.
Porque la has vivido y era real. La de «El Lute» a la vez en la cárcel y en una canción de Boney M. La que en el despertar dorado y eufórico pensaste «no es así» y sí lo fue. Ahora olvida todas las frases que en aquella euforia dijiste sin pensar y en las que las ratas y sus ejércitos de ignorantes encontraron tu Evangelio.
Ya ves, Pablo, que no eras tú la rata, no. Y ve tranquilo porque la rata eran ellos, los de siempre. Los que nos envenenaron con tan tenues como permanentes silbidos tantas mentes que de repente no las hubo más.
Ve, pues, Pablo con la cabeza alta y el silencio eterno. Eterno como tú huella en la Historia de este berlanguiano e imposiblemente vulgar Imperio Austrohúngaro, porque en la Historia grande ya estás, la de ti hablará más bien que mal. Y de ellos…que más da. ¿A quién le importa? A nadie.
Gracias por despertar a tantos. Gracias por lo que hiciste y por lo que no. Y cuídate. Te tocó pensar en ti. En Irene. En los niños. Y en Luisa. La enorme Luisa. Cuídalos porque ellos te merecen más que Madrid. La vulgar Madrid que se vanagloria de no interesar de la política y de gobernarse por locos. O como ellos dicen, por «hechizados», luisas de Orleans eructando y mostrando el culo a los ministros y por «juanalalocas».
Seguro que sabes «aquel que diu» que Napoleón no entendía que una caterva de aldeanos y curas hubiera vencido a sus ilustradas tropas, ¿verdad, Pablo? Pues eso. Que «¿pa qué?».
Ciao bello, ciao, ciao, ciao.
Besos. Muchos besos.
Nos veremos en las calles. Seguro.