Hedelberto López Blanch •  Opinión •  11/06/2021

Genocidio y campos de concentración alemanes en Namibia

Después de más de 100 años, Alemania acaba de declarar oficialmente que cometió genocidio contra los pueblos namibios durante la ocupación colonial de ese país (1870-1920).

Namibios y alemanes han estado en negociaciones desde 2015 para tratar de llegar a un acuerdo mediante el cual la antigua metrópolis europea reconociera y compensara a los pueblos herero y nama que fueron prácticamente exterminados durante la colonización.

El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Mass aseguró que ambas naciones estaban buscando un “camino común sobre uno de los capítulos más oscuro de nuestra historia común que incluía el reconocimiento oficial por parte de Berlín de que las masacres ocurridas fueron un genocidio”.

Mass informó que pedirán perdón a Namibia y a los descendientes de las víctimas por el inmenso sufrimiento infligido y apoyarán el desarrollo de la nación africana a través de un programa que constará de 1 300 millones de dólares que se invertirían en infraestructura, atención médica y programas de capacitación que beneficien a las comunidades afectadas.

La suma será abonada a lo largo de 30 años lo que sería igual a unos 43 millones anuales, cifra irrisoria para compensar uno de los más atroces genocidios registrados en la historia de la humanidad.

La actual República de Namibia, antes nombrada South West Africa (SWA, África del Sudoeste) fue también dividida arbitrariamente a finales del siglo XIX cuando las principales naciones colonialistas de Europa se reunieron durante la Conferencia de Berlín (1884-1885) para repartirse África en forma de colonias.

Sentados en una mesa, en una puja para tratar de obtener las mejores posiciones en África, 14 países, entre estos las entonces potencias colonialistas de Reino Unido e Irlanda, Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Portugal, trazaron líneas divisorias sobre un mapa sin conocer tan siquiera esos territorios, quiénes los habitaban ni los problemas que conllevarían esas particiones. Varias etnias quedaron divididas a un lado y al otro de las fronteras.

Los llamados misioneros, comerciantes y la Compañía Colonial Alemana iniciaron un trabajo de penetración entre las diferentes comunidades namibias y ante la resistencia de algunas tribus, el canciller Otto Von Bismarck nombró en 1884 a un civil para administrar la nueva colonia, controlar a la población y saquear sus riquezas mineras.

Ese hombre fue Heinrich Goering (padre del más tarde tristemente famoso nazi Hermann Goering), quien impuso desplazamiento de poblaciones confinadas en reservas raciales y reducidas a la esclavitud, ejecuciones sumarias en caso de resistencia y confiscación sistemática de las tierras y el ganado.

Durante estos años hasta principios del siglo XX los germanos tuvieron que combatir contra los africanos.

Los nama, dirigidos por su brillante jefe y estratega militar Henrick Witbooi y la del jefe herero, Samuel Maharero se opusieron a la ignominia, barbarie y segregación implantada por Alemania. Estas dos etnias combatían entre sí pero al final comprendieron que el enemigo era el invasor germano y unieron fuerzas.

Los hereros sabían que a la larga no podrían con las tropas alemanas, mucho mejor pertrechadas y armadas pero Maharero escribía el 11 de enero de 1904 a Witbooi: “De poco vale nuestra obediente tolerancia con los alemanes, pues no pasa día sin que ellos maten a tiros a cualquiera no habiendo razón para hacerlo…Es preferible morir peleando que morir por los maltratos, la prisión u otra calamidad. Dígale a los jefes que se pongan en combate”.

Desde el 12 de enero de 1904 cuando se alzan los hereros, la iniciativa fue de ellos y en los primeros días dieron muerte a más de 100 colonos y soldados alemanes, además de tomar todo Hereroland, menos los fuertes que fueron sitiados. Los germanos solo se dedicaban a socorrer a las fuerzas que estaban acorraladas en Windhoek, Okahandja y Omaruru. Ellos esperaban los refuerzos que debían llegar desde Berlín para iniciar la contraofensiva.

Fuertes críticas comenzaron a ser lanzadas por comerciantes, misioneros y funcionarios del imperio contra el entonces gobernador Leutwein por lo que el nuevo  emperador Guillermo II envió hacia África del Sudoeste al teniente general Lothar von Trotha quien se caracterizó por su racismo y odio ancestral contra los africanos.

Trotha llegó al África el 11 de junio de 1904 cuando después de cinco meses de guerra, los alemanes no habían obtenido victoria alguna.

Los colonialistas no hacían prisioneros y mataban a cualquier herero, fuera hombre, mujer o niño.

Antes de la llegada de los nuevos refuerzos, Trotha ya había estudiado la forma de dar un golpe mortal a los hereros en el macizo de Waterberg donde se encontraba el cuartel general de los insurrectos. La táctica utilizada fue atacar el lugar con 30 piezas de artillería y 12 ametralladoras, bloquearles las posibles salidas pero dejarles una más débil en la región sudeste para que se internaran en el desierto de Omaheke y fueran exterminados por la agreste, inhóspita y desolada geografía.

Trotha había emitido una proclama antes del ataque, denominada “Orden de Exterminio” que en su parte final decía textualmente: … “Los hereros deberán abandonar el país. De lo contrario los obligaremos por la fuerza de las armas. Se fusilará a todo herero que se sorprenda armado o desarmado, con o sin rebaños, dentro de las fronteras alemanas. Ya no se aceptarán mujeres o niños. Los haré regresar a su tribu, y si se resisten daré orden de dispararles. Tal es mi mensaje al pueblo herero”. Las mujeres y niños que cayeron en sus manos fueron también masacrados o lanzados por la fuerza hacia el desierto.

Como Trotha había previsto, el ataque a Waterberg comenzó el 11 de agosto de 1904 y para el 20 de ese mismo mes los hereros comenzaron a retirarse por el único lugar débil que vieron, el sureste del Waterberg, tras lo cual las fuerzas alemanas comenzaron a empujarlos hacia el desierto, los persiguieron hasta el último oasis y después el militar germano ordenó acordonar el Omaheke a lo largo de 250 kilómetros al oeste y sureste, operación que mantuvo hasta mediados de 1905. La gran mayoría halló allí una muerte lenta, por hambre, insolación y sed.

Además, cuando los hereros se retiraron hacia el Omaheke, con intención de cruzar a Bechuanaland, los soldados alemanes envenenaron los pozos de agua lo cual ayudó a provocar el fatídico asesinato masivo.

La trampa había dado resultado, el exterminio de los hereros, previsto por Trotha casi estaba consumado. Los que no murieron fueron usados como mano de obra semi esclava.

Para 1907 solo sobrevivían menos de 20 000 de los 80 000 hereros que había y también perecieron más de la mitad de los nama y de los damara. En conjunto, la máquina bélica alemana exterminó a más del 60 % de la población de la región central y meridional de Namibia denominada La Zona de Policía. Hacia 1915 de los 80 000 hereros solo quedaban unos 15 000 y en total, para ese año habían sido eliminados 80 000 africanos.

Los que se internaban en zonas apartadas para escapar del asedio colonial, eran cazados como animales y asesinados.

Bajo decreto imperial se prohibió a la población nativa poseer tierra y criar ganado. De todas formas, continuaron los levantamientos espontáneos y esporádicos de pequeños grupos que eran perseguidos con saña y cuando en ocasiones cruzaban la frontera para evadir al enemigo, eran entregados a los alemanes por las autoridades coloniales inglesas de El Cabo o Bechuanaland que actuaban en contubernio contra los africanos.

El imperialismo alemán, al igual que el colonialismo portugués, el belga, el francés y el inglés de esos tiempos, se caracterizó por su salvajismo e inhumanidad.

Genocidio y campos de concentración alemanes en Namibia  (segunda parte)

¿Sabía usted que los campos de concentración nazis en los cuales se cometieron genocidios y experimentos contra seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron sus primeras prácticas en Namibia cuando Alemania comenzó la colonización de ese país a partir de 1870?

Aunque no se le ha dado publicidad en los medios de comunicación occidentales dominados por el gran capital, Namibia fue convertida por los alemanes en un laboratorio de exterminio masivo contra las diferentes etnias y en específico contra los hereros y namas, cuyos jefes y pueblos se enfrentaron a la cruel colonización germana.

Cuando se profundiza en la historia de Namibia, no deja de sorprender el grado de sufrimiento, represión e ignominia que padecieron durante décadas sus verdaderos dueños.

La actual República de Namibia, antes nombrada South West Africa (SWA, África del Sudoeste) fue dividida arbitrariamente a finales del siglo XIX cuando las principales naciones colonialistas de Europa se reunieron durante la Conferencia de Berlín (1884-1885) para repartirse África en forma de colonias.

En la primera parte de este artículo se describe cómo fue desde el principio la tenaz lucha de los hereros y namas contra los colonialistas alemanes y el genocidio cometido por los germanos, hasta casi la eliminación de varias etnias, entre los años de 1904-1907.

A partir de entonces y con la paulatina “pacificación” del territorio, pese a alzamientos y luchas esporádicas, los colonialistas implantaron un régimen violentamente represivo que dio paso a la instauración de los primeros campos de concentración alemanes que proliferaron más tarde durante la Segunda Guerra Mundial.

Los que no murieron durante las masivas matanzas, sufrieron el mismo destino en los campos de concentración y en las haciendas de los alemanes, pues el gobierno colonial impuso un despiadado sistema de trabajos forzados a los supervivientes.

Desposeídos de sus tierras y ganados, los nativos fueron obligados, mediante una serie de leyes, a trabajar para los colonizadores en condiciones vergonzosas de degradación y violencia, en la denominada Zona de Policía.

Esa área abarcaba la parte de Namibia que la administración colonial colocó bajo su control directo para distinguirla de la región fronteriza del norte llamada “línea roja” que los germanos nunca trataron de administrar porque era más inhóspita y controlada por etnias como los ochivambo.

La etapa de 1907 a 1919 fue de total desastre para toda la población nativa que sin fuerzas ni medios para continuar la lucha, padeció la más salvaje explotación como mano de obra esclava, además de que varios miles de hombres, mujeres y niños sufrieron prisiones en los campos de concentración donde la gran mayoría pereció.

En esa extensa y entonces poco poblada nación, antes de la Segunda Guerra Mundial, se fraguó también el germen que tiempo después se conoció como nazismo.

En esos campos de concentración los nativos morían de hambre, por agotamiento, sed, golpizas o balas y muchas mujeres eran violadas sistemáticamente.

Cientos de cráneos de las víctimas se enviaron a Alemania para estudios sobre diferencias raciales que buscaban probar la superioridad de los blancos. Veinte de esos cráneos fueron devueltos por un hospital de Berlín a Namibia en 2011.

El Doctor Otto Bongard quien acompañó al Secretario de Asuntos Coloniales Bernhard Dernburg en una gira por la SWA en 1908, escribió: “El núcleo laboral del sudoeste africano lo conformaban los hereros y namas sometidos al trabajo forzado, mayormente en las haciendas. Por ser un pueblo de pastores, los hereros resultaban ideales para las haciendas. Por desgracia, la guerra ha barrido con casi todos. Un alto porcentaje de supervivientes se hallan en un estado de salud deplorable debido a las penurias soportadas en la guerra, o la pesadilla que les tocó vivir en el sandveld (desierto), donde murieron por miles, de hambre y de sed; o a las enfermedades venéreas contraídas en los campamentos de prisioneros de guerra, donde las infecciones se propagaban con rapidez alarmante”.

El jefe herero, Tarugo Tjienda, quien también fue enviado a uno de esos campos de concentración relató: “Nuestra gente, que aparecía entre los arbustos (tras lograr salir del desierto) fue inmediatamente obligada al trabajo. Los hombres apenas tenían piel sobre los huesos. Estaban tan delgados que se podía ver a través de sus huesos”.

Desde su llegada a estos campos de trabajo forzados, cercados por altas alambradas de espino, los herero eran tatuados con dos letras GH, Gefangener Herero, lo que significaba, herero capturado.

El británico Hendrik Fraser cuenta: “Cuando llegué a Swakopmund, vi muchos prisioneros de guerra herero. Las mujeres tenían que trabajar como los hombres, empujar carretillas llenas durante distancia de diez kilómetros. Morían literalmente de hambre. Las que no trabajaban eran salvajemente azotadas. Yo mismo vi mujeres golpeadas con picos. Los soldados alemanes abusaban de ellas para satisfacer sus necesidades sexuales”.

Namibia, en fin, fue el experimento alemán para la proliferación, años más tarde, de los campos de concentración nazis.

¿Pagarán todas las metrópolis a sus excolonias que durante siglos desangraron al continente africano? Alemania, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Italia, España, Portugal, Estados Unidos, tienen una enorme deuda no solo con esos pueblos sino con toda la Humanidad que espera ansiosa que más temprano que tarde se haga justicia.


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