¡Feliz y próspero 2050!
Suelen argumentar los gobernantes cuando abandonan el poder, aunque enseguida encuentran otro buen empleo, que los cuatro años de la legislatura que acaba han sido insuficientes para implantar las grandes propuestas que formaban su programa. El caso es que cuando repiten mandato (desde Felipe González todos los que se han alojado por Moncloa lo han hecho) tampoco es que hayan cumplido sus compromisos con el electorado.
La promesa más incumplida, la estrella de todas las campañas electorales, ha sido la inminente creación de varios cientos de miles de nuevos puestos de trabajo. Sin embargo ya llevamos una docena de elecciones generales desde el primer triunfo socialista y el paro sigue siendo un mal endémico, oscilando entre el 15 y el 20% de la población activa (sobre el 40% si hablamos de menores de 25 años) y ostentando nuestro país uno de los primeros puestos de la UE en este indeseable dato.
Pero el actual y muy progresista gobierno, viendo que ni cuatro ni ocho años son suficientes para las muchas y profundas transformaciones que tienen en mente, ha decidido coger el tiempo por los cuernos y fijar un plazo mucho más largo para que los proyectos no se queden tan inacabados como los de sus predecesores.
“España 2050” es el pomposo nombre con el que han lanzado esta genial idea que ocupa más de 600 páginas y que han elaborado cien expertos de todas las áreas. Un plan a treinta años con más ambigüedad que propuestas firmes, en el que si algo queda claro es que nos van a subir los impuestos, aunque las reformas laborales y de las pensiones apenas si serán retocadas.
Es cierto que se habla en este informe de temas tan actuales como el cambio climático, la vivienda, el empleo, el envejecimiento de la población, la España vaciada, el transporte, el paro juvenil y prácticamente todos los problemas que arrastramos desde hace tiempo y a los que no se ha sabido o querido poner remedio. Y nos tememos que, si no se cambian las reglas del juego, tampoco se querrán solucionar para 2050.
Porque más allá de lo técnicamente impecable que pueda quedar un estudio como el de marras, lo cierto es que no se ven ganas de repartir el trabajo y la riqueza, porque de eso se trataría si van en serio, o de frenar un proceso económico e industrial que se está cargando el planeta, al mismo tiempo que aumenta el abismo que separa a ricos y pobres.
La jornada laboral de 35 horas semanales, por ejemplo, no es una cosa para debatirla con vistas a varias décadas, sino que ya debería estar implantada, al igual que el adelanto de la edad de jubilación… si es que de verdad se quiere acabar con el paro e incorporar a la juventud al mundo del trabajo.
Antonio Pérez Collado, sindicalista de CGT País Valenciano y Murcia.
La construcción de vivienda social y la puesta en el mercado, a unos precios razonables, de los miles de pisos vacíos o en manos de los fondos buitres sería la mejor política para solucionar el problema de la vivienda y acabar con la vergüenza de los desahucios. En cuanto a la situación de abandono que sufren los pueblos del interior, se trataría de restituirles sus paradas de tren y autobús -eliminadas tras la apuesta por el AVE y el vehículo privado-, sus oficinas bancarias, sus ambulatorios y escuelas, etc. en lugar de invadir su forma de vida con macrogranjas, turismo y segundas residencias o industria contaminante.
Lo bueno de este plan, porque alguna cosa buena ha de tener, es que de aquí a treinta años nadie se acordará de él ni de quienes lo han redactado. ¿O acaso no nos habían prometido creación de empleo digno y mil maravillas más para el año 2000, el 2020 o incluso para el no tan lejano 2030? ¿Alguien les ha pedido explicaciones? Pues intentemos imaginar lo que sucederá con un plazo mucho más dilatado.