Daniel Gismero •  VVAA •  Opinión •  24/06/2021

El proyecto de izquierdas que Madrid necesita

El siguiente artículo cuenta con la participación de Daniel Gismero, Almudena Gil, Luis Díaz, Yolanda Rodríguez, Miguel Rosa, Jerónimo Hernández y Eva Pinardo, sindicalistas de CCOO, y Antonio Ares, sindicalista de CGT, en apoyo a la canidatura La Izquierda Para Madrid que concurre a la Asamblea Regional de Izquierda Unida Madrid que se celebra hasta el próximo 11 de julio.

El proyecto de izquierdas que Madrid necesita

Tras una década desde el advenimiento del 15M, pareciera que todas aquellas demandas de renovación y reconfiguración de la política hubieran quedado atrás, y que la izquierda estuviera perdiendo la batalla cultural en cuanto a la asunción de los valores de derechas. Se está instaurando la ciencia del individualismo, del sálvese quien pueda, del mejor yo que tú en vez de construir un nosotras; incluso, en ocasiones, pareciera como que los valores del liberalismo permeen entre las propias organizaciones políticas que representan a la izquierda transformadora.

Nosotras y nosotros, sindicalistas y activistas apoyamos la candidatura de La Izquierda para Madrid en la  Asamblea Regional de IU Madrid porque creemos firmemente en que se puede armar el proyecto de izquierdas que nuestra región requiere. Para ello, es más que urgente recuperar buena parte de los valores que el 15M demandó a las organizaciones hace diez años y conjugarlos con las experiencias y prácticas que atesora nuestra organización.

El movimiento obrero y el movimiento feminista, su diversidad y pluralidad, deben ser el eje vertebrador de las políticas y propuestas de nuestro espacio político.

Llevamos veinte largos años de movilizaciones en defensa de nuestros servicios públicos (imprescindibles para que nuestras ciudades y pueblos mantengan una calidad de vida óptima), luchando contra las deslocalizaciones y la desaparición de nuestro tejido industrial, y tratando de que el sector de los servicios no sea un foco de precariedad.

Madrid es la comunidad donde más crece la desigualdad, el centro neurálgico de las colas del hambre, el baluarte de la externalización y la precarización de los servicios públicos, pero también es la región de la solidaridad, de la lucha sindical y de la contestación feminista. Un lugar de encuentro para las personas que se asocian para defender objetivos compartidos y reivindicar la diversidad y la multiculturalidad.

Cabría preguntarse entonces: ¿Por qué en Madrid no hemos sabido recoger todo este ciclo social de movilización y lucha? ¿Por qué no hemos sabido transformarlo en conquistas políticas? A nuestro entender varios han sido los errores desde la irrupción del 15M hasta ahora.

La izquierda necesita de grandes proyectos colectivos. Donde la militancia juegue un papel fundamental a la hora de crear la praxis política y en el que las representantes no sean elegidas exclusivamente por los sujetos que conformamos el proyecto (que también) sino por un número creciente de activistas y personas que se impliquen. Y se trata, además, de que esas representantes estén vinculadas y rindan cuentas en todo momento al colectivo que les ha apoyado; esto es lo que hemos venido denominando “mandar obedeciendo”.

Ser lo que hacemos para cambiar lo que somos. Es tan urgente como necesario que exista una relación simbiótica entre nuestra forma de actuar y nuestra forma de pensar. Explicar bien lo que hacemos, razonar por qué no se han podido alcanzar determinados objetivos y generar una masa social que empuje las necesidades de cambio que demanda la mayoría social… y sobre todo no mentir jamás. La verdad es el elemento más revolucionario del que nos podemos dotar.

Hablar de lo que afecta a las trabajadoras y trabajadores. Que no es otra cosa que saberles dar soluciones y respuestas a la situación que viven como clase. Mantener un discurso y una práctica que redunde en la mejora de las condiciones de las trabajadoras y trabajadores precarios, de las autónomas y pequeños y pequeñas comerciantes, sin olvidar ni mucho menos a las personas que se ven excluidas del mundo laboral o que, incluso formando parte, no ven reconocida su labor por el actual sistema. Dicho de otro modo, ser útiles para nuestra base social sin importar por qué opción electoral se haya decantado en las últimas elecciones.

Construir los proyectos desde la generosidad y sin imposiciones. Los sindicatos son espacios donde conviven muy distintas formas de pensar, donde millones de personas trabajadoras encuentran una trinchera que les protege y les ayuda en la defensa de sus intereses como clase. Sabemos muy bien las dificultades que conlleva poner de acuerdo a cientos de personas en torno a objetivos comunes (e incluso a las distintas organizaciones sindicales que comparten espacios de intervención) pero sabemos que es el único camino para avanzar en la conquista de derechos.

Cuando nos ponemos de acuerdo somos una maquinaria imparable, capaz no sólo de parar la producción durante días o meses, sino también de impulsar cambios políticos que perpetúen las conquistas económicas.

Sabemos alcanzar acuerdos, tejer alianzas, marcar objetivos y poner por encima lo común frente a las diferencias. Pero también somos plenamente conscientes que esto sólo se hace desde el reconocimiento, el respeto a la divergencia y el consenso, utilizando el diálogo al mismo tiempo que se mantienen la firmeza y la convicción ideológica en lo que defendemos.

La militancia de Izquierda Unida venimos caminando desde muy lejos. Somos la continuidad del hilo rojo de la historia. Un hilo que siempre sirvió para hilvanar proyectos colectivos y no en torno a personalismos y siglas.

Para afrontar los cambios hay que hacer un ejercicio de dialéctica y una lectura real de los profundos cambios económicos, sociales y políticos que afronta nuestra sociedad. Sólo de esa forma podremos impulsar, desde lo colectivo, un proyecto que sea representativo de las demandas de la mayoría social.

En la era de los relatos, se intenta imponer un discurso radicalmente falso: que IU tiene dos almas, una confluyente y otra no. La militancia de IU Madrid viene de vivir procesos muy duros, precisamente por la firme convicción en la unidad y el encuentro con el conjunto de las organizaciones que reclaman un cambio de modelo político y social. El verdadero debate está en si la construcción de este proyecto lo queremos elaborar colectivamente, contando con las personas que lo conforman, o al estilo de la vieja política, en mesas camillas y despachos.

Es necesario volver la vista atrás y, con la experiencia acumulada por los aciertos y errores cometidos, recuperar el impulso y las ideas de regeneración que alumbraron las Huelgas Generales, las Mareas, las Marchas de la Dignidad o el 15M. Sólo así podremos construir un espacio político y social que aglutine al conjunto de la izquierda transformadora en torno a un programa de ruptura y a modos de organización radicalmente democráticos, donde participemos como iguales y donde cada militante pueda encontrarse, reconocerse y tocarse.

La izquierda necesita estar muy pegada al terreno, ser parte activa de las organizaciones que intervienen en los problemas de la mayoría social y estar en las grandes movilizaciones espontáneas (¡también!), pero sin olvidar que el cambio profundo llegará a través de la organización y el trabajo real y constante, y no a golpe de red social.

La Asamblea Regional de IU es un hito trascendental en esa senda. Tras los acalorados debates veraniegos, seguirá ahí fuera una sociedad que necesita más que nunca de nuestra organización, conocimiento y pasión a la hora de llevar a término los acuerdos y resultados del debate. Será preciso actuar con lealtad, asumir las decisiones colectivas y poner toda nuestra capacidad y alegría en lo que hacemos.


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