Antonio Santacruz Belmonte •  Opinión •  19/08/2021

La izquierda en su encrucijada (en la de siempre)

I

HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA

   Después de los últimos acontecimientos, parece que la Historia nos invita a realizar una profunda reflexión sobre la reciente trayectoria de las fuerzas políticas llamadas de izquierda alternativa y que, pienso estaría bien llamar simplemente de izquierda, ya que no comparto, en absoluto, la idea de llamar izquierda a quien no plantea una alternativa real al sistema que sufrimos.

   Escribo esto tiempo después de la celebración de las elecciones a la Comunidad de Madrid, en las que un personaje de la talla política, personal y humana, de Isabel Diaz Ayuso, representando a un partido político de la talla política, personal y humana, del Partido Popular, ha logrado una victoria arrolladora. Esto es bastante indicativo de un fracaso de la izquierda a la que se refiere este artículo, que después de un ciclo político en el que ha contado con buenas oportunidades y buenas experiencias, no ha logrado empapar lo más mínimo a la sociedad de los valores que apuesta por defender. Naturalmente no han sido ellos los máximos responsables de este fracaso, para eso están los aparatos ideológicos del sistema, los creadores de opinión, también es responsable la desidia y la galbana intelectual de tantas personas, pero todo eso ya lo sabíamos y lo imperdonable son nuestros errores, de los que hay que aprender, para impedir tener una sociedad de la talla política, personal y humana a juego con sus actuales dirigentes e ideólogos.

   Como directa consecuencia de este suceso y de los pobres resultados de Unidas Podemos se produce la dimisión de Pablo Iglesias que, indudablemente, cierra un capítulo en el tema que nos ocupa y abre las posibilidades de otros. Por las características personales de Iglesias, muchas cosas no serán como con él y podrán ser otras cosas que su figura impedía. Creo que es el momento de mirar con calma hacia atrás y ver el camino recorrido, reflexionar sobre ello y comenzar a pensar por donde continuar. Tenemos poco tiempo y una costumbre bastante arraigada de desperdiciar oportunidades (con las pocas que tenemos). He oído decir a Monedero que los errores son imprescindibles porque de ellos se aprende (lo dice ahora, lejos de tantas declaraciones arrogantes en las que ridiculizaba los errores de otros). Al menos, por primera vez, parece que le oigo reconocer algo parecido a un fracaso. Y estoy de acuerdo con él, de los errores se aprende, sí, pero hay que aprender de verdad para no cometer siempre los mismos.

   Estos dos acontecimientos se producen poco antes del décimo aniversario del 15-M, y esto provoca la sensación del cierre de un ciclo, que nacería del 15-M y moriría con estos dos recientes hechos. Pero en esta encrucijada debemos ser rigurosos. Hay que decir pronto que hay muchas cosas que la mente humana fabrica para entender mejor la realidad pero que no son la realidad, (como ejemplo, una partitura no es música sino una representación de la misma y que no todos interpretarán igual). La mente humana puede hablar de ciclos, pero en la realidad histórica no hay ciclos. Sobre esto volveré más adelante, y se verá que tiene mucha importancia. La historia se mueve con otras energías y no se parece en nada a la idea de ciclo que tenemos en nuestras cabezas.

   Estando ya esto claro tomaré la idea convencional de ciclo para revisar este periodo histórico del que creo que se pueden sacar muchas e imprescindibles lecciones.

La historia no se inicia, sino que la empiezo a contar, desde el estallido del 15-M, que creo producido por una acumulación de problemas derivados de la forma de gestionar la llamada crisis económica de 2008, pérdida del proyecto de futuro de la juventud, hartazgo de los políticos tradicionales, empeoramiento del status de las clases medias, por citar algunos. Hay manifestaciones, como tantas veces, pero en una unos pocos deciden quedarse y acampar en la Puerta del Sol, pasan allí la noche y al día siguiente se les unen más. Las autoridades se ven sorprendidas y no se atreven a reprimir la concentración, se empiezan a formar otras en muchas ciudades de España…En poco tiempo la idea de que hay una posibilidad de salir de una situación que no nos gusta se extiende, que esta posibilidad pasa por la responsabilización de las personas comunes en la actividad política, cuestionando su monopolio por una clase profesional que no defiende el bien común sino sus privilegios corporativistas y los de las oligarquías. Las consignas más repetidas son: “PSOE, PP, la misma mierda es”, “no nos representan”, etc. Se cuestiona el sistema bipartidista, aunque otros partidos tampoco escapan indemnes. El movimiento es asambleario (a veces hasta la exageración), se debate todo, se habla de todo, se toman decisiones después de larguísimos debates. Se alaba la “inteligencia colectiva”, las decisiones consensuadas y participadas por todos. La mayoría no se impone a la minoría, se busca el convencimiento y el consenso, desde los “ilustrados” hasta los “ignorantes” son escuchados con la misma atención. Todo el mundo puede aportar.

   Escuché a Anguita, alguna vez, hablando del 15-M, decir, que una alternativa viable a un sistema, no sólo tiene que consensuar y tomar decisiones, es imprescindible un poder ejecutivo que ponga en práctica lo acordado. Sin ese poder, sin esa estructura, el movimiento asambleario se demostró ampliamente estéril, además de interminable. 

¿Por qué estalló el 15-M? Creo que fue una respuesta al empeoramiento de las condiciones materiales de vida de amplios sectores de la sociedad, como consecuencia de la llamada crisis y los recortes sociales con los que se gestionó. ¿Pero, por qué estalló en ese momento? ¿Por qué no pasa siempre que se dan unas condiciones objetivas? Porque juegan otra multiplicidad de factores, algunos de ellos de difícil o imposible control y hasta conocimiento. Algunos azarosos. La práctica social se ve condicionada por millonadas de factores, desde el momento en que depende de la práctica de cada uno de sus componentes, cada uno en su medida. Pero, por supuesto que hay algunos que operan de una forma mucho más definitiva. Yo creo que en la sociedad capitalista siempre está la Revolución larvada. Desde una concepción dialéctica el capitalismo alimenta sus propias contradicciones y con ellas su propia antítesis. Inevitablemente genera injusticia, pobreza, destrucción del medio ambiente… y con ello aumenta el descontento, que, a veces, cristaliza en el deseo del cambio y, aún en algún caso, ese deseo cree encontrar un camino posible para su consecución. Algo parecido ocurrió el 15-M. Cuando existe el deseo de un cambio las personas buscan herramientas para su consecución. El 15 M buscó sus herramientas. Se podría usar el símil de la yedra que busca el muro para crecer. Lanzó cientos de ramas buscando ese muro, se fundaron centenares de asambleas temáticas y de barrios. Poco a poco fueron muriendo, pero algunas sobrevivieron, y una parte dieron origen a lo que se llamaron “convergencias”. Una de ellas, la de Madrid, se llamó Municipalia. Muchas asambleas de barrio, nacidas con el 15-M, se propusieron conformar una alternativa política para presentarse a las elecciones al Ayuntamiento de Madrid. Estas convergencias, surgidas en muchos lugares de España, creo que son las auténticas herederas directas de muchos de los valores del 15-M; “la nueva política”, “el pensamiento colectivo”, “la política hecha por activistas y gente de la calle, no por políticos profesionales y partidos al uso”, “la socialización de la política”, “la toma de conciencia de las personas de la necesidad de hacer política ellos mismos porque la lucha por tus intereses te compete a ti y no se puede depositar esa responsabilidad en otros y olvidarse”. Estas ideas profundamente revolucionarias, fueron las que dieron origen a las convergencias. Algo tan simple y concreto como “si lo que hay no te gusta, cámbialo”, “organízate con otros para cambiarlo”. Todo resumido en la consigna que más me gustó de aquellos días “nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros”.

Dicen que del 15-M surgió también Podemos, y muchos de estos dicen que Podemos fue su único heredero, pero lo cierto es que este partido, o pseudopartido, tardó aún tres años en aparecer. Su eclosión fue presentada por el llamado “núcleo fundador” como inspirada en aquellos valores y organizada en dos estamentos, el nombrado núcleo dirigente y los “círculos”, que era el nombre elegido para denominar a las asambleas de base. Pero lo cierto es que estos círculos nunca tuvieron el más mínimo protagonismo y todas las decisiones se fueron tomando por un grupo dirigente cada vez más mermado y reducido. Muchos de sus dirigentes pertenecían a la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Eran brillantes, preparados, inteligentes, seductores…De entre ellos destacaba Pablo Iglesias. Su desembarco en la política nacional fue auténticamente espectacular. En un principio era invitado a muchos programas de televisión, comenzando por los de las cadenas más fachas, y su discurso, incisivo, sólido y radical superaba todos los ataques que se le hacían, brillantemente. En aquellos días las simpatías hacia Podemos y Pablo Iglesias subían como la espuma. Escuché a más de un votante de derechas, de los de toda la vida, decir que a él lo que le gustaba es lo que decía aquel joven de la coleta, (aún lo “del coletas” no se utilizaba como un término peyorativo). Incluso los periodistas parecían encantados escuchándole, a algunos sólo les faltaba decir: “ya era hora que alguien rompiera el discurso monolítico del bipartidismo”. Estaban encantados porque aquello era nuevo. Sus resultados electorales subieron rápidamente. Crecieron absorbiendo votos de I.U., del PSOE… pero también votos que hoy van a la derecha, incluso a la extrema derecha. Tenían el embrujo que esta sociedad siente por “lo nuevo”, una sociedad seducida por estrenarlo todo. La visión de la historia como una línea que va de lo peor a lo mejor, la mística del “progreso”. Estos jóvenes hablaban como si la lucha revolucionaria la hubieran inventado ellos. Como decía un amigo: “venden la piel del oso antes de cazarlo”. Recuerdo una frase de Iglesias que hoy puede llenarse de un contenido que no se le adivinaba cuando la pronunció: “A mí no me gusta perder ni a las canicas”. ¿Ignoraba, entonces que había elegido una apuesta política condenada a perder miles de veces a cambio de ganar sólo en una ocasión, la definitiva?, ¿O era otra cosa? ¿O era un síntoma de una de esas cosas que a una mente tan brillante como la suya se le acaban escapando por ciertos rasgos caracterológicos? Pero era cierto que su entusiasmo y seguridad eran contagiosos, aunque los que vivimos el final del franquismo y la transición ya habíamos visto como, con un movimiento mucho más poderoso y organizado, se consiguió mucho menos que lo que queríamos. La experiencia llama a la prudencia. La historia de la lucha por una sociedad mejor, nos enseña que es algo muy costoso, difícil y lento. Sabemos que la historia engendra acontecimientos nuevos, pero nunca tan novedosos que carezcan de precedentes históricos. Lenin dijo que el izquierdismo era la enfermedad infantil del comunismo, cambien aquí izquierdismo por triunfalismo. Este triunfalismo los llevó a ridiculizar, incluso, a las fuerzas políticas que, históricamente, habían estado practicando la lucha por semejantes objetivos, en especial a I.U. Aquí viene lo del “pitufo gruñón”,” la mochila” y la crítica consistente en que después de tanto tiempo de lucha no habían sido capaces de “asaltar los cielos”. Claros síntomas de la enfermedad antes descrita, ¿no les parece?

En un principio quisieron fagocitar a I.U. pero el hueso fue más duro de roer de lo que pensaban, (todos los huesos fueron más duros de lo que pensaban). Finalmente, cambiaron de táctica y pactaron con ella para aumentar su peso electoral y para conformar un potente movimiento social. El caso es que dicen, (Monedero dixit) que las urgencias electorales los llevaron a primar la construcción de una máquina centralizada y vertical, y a dejar para mejor ocasión la construcción del movimiento social. Aquí surge una de las lecciones que, yo creo, hay que sacar del fracaso (calificativo empleado por Monedero) de Unidas Podemos. La contienda electoral equivale, siempre, a jugar en campo contrario, nuestro lugar está en la calle. Las elecciones están hechas a medida del sistema, están llenas de trampas y el terreno de juego está marcado. Naturalmente que hay que participar en las elecciones, porque el poder institucional es importante, pero lo esencial es la construcción del “contrapoder”. La gran batalla está en la calle y es, en gran medida, ideológica. La enorme influencia de los aparatos ideológicos y en especial, de los, ladinamente, llamados medios de comunicación, solo se pueden contrarrestar en la calle, estando donde se produce la injusticia, demostrando a las personas que hay otras opciones, difíciles, peligrosas, pero otras, que apuestan por el más débil y por lo común. Cada vez más, para las personas de la calle, el mundo de los políticos profesionales no es el suyo (siguen sin representarnos) y es que es verdad que no es el suyo. Si jugamos, preferentemente, en el terreno institucional, no podremos conectar las necesidades sociales con los que deben luchar por su cobertura en los parlamentos. Decir que no se pudo trabajar lo asambleario, lo común, el movimiento social, el contrapoder, porque había que preparar elecciones es, en el mejor de los casos, una grandísima equivocación; en el peor, una traición a lo que significó el 15-M, de los que se dicen, y los dicen, sus herederos. En la calle (nuestro espacio natural) se dice “todos son iguales”, “todos viven de lo mismo, y muy bien”. Este “análisis” de “brocha gorda” no deja de tener su parte real, y lo institucional tira de los políticos de izquierdas, para que esto acabe siendo cierto. Sólo se puede contrarrestar con otra fuerza mayor que tire de esos políticos hacia la calle. Son dos realidades, dos mundos, que viven muchas veces de espaldas entre sí, nuestro reto es demostrar a la gente que esos políticos son los que representan a un mundo en el otro. Para mí la panacea es lo asambleario, el control de los representantes por los representados.

Continuando con la historia, a la postre, las dos grandes ramas herederas del 15-M, la original y la retardada, se fueron encontrando en las llamadas “confluencias”. Centrándonos en Madrid, ya cercanas las elecciones municipales del 2015, aquella Municipalia se rebautizó Ganemos. Hay que decir que en estas convergencias coincidieron activistas de toda la vida, militantes de base de partidos, ecologistas, feministas, anarquistas… con otros que salieron, propiamente, del 15-M. Pero, sin lugar a dudas, fue un movimiento de base, no había ningún aparato de partido. I.U. de Madrid, dirigida por aquel entonces por un aparato en buena parte corrupto y acomodaticio, sufrió un terremoto precipitado por la participación de muchos de sus militantes en Ganemos. Acabó entrando en la convergencia con Mauricio Valiente, Tania Sánchez, Sánchez Mato…Podemos estuvo dudando hasta el último momento. Muchos lo deseamos en aquellos días, porque con ellos se podía aspirar a ganar las elecciones. Finalmente lo hizo, pero no sin forzar la modificación de alguno de los principios más democráticos de Ganemos. Podemos fue quien propuso a Manuela Carmena y también a muchos nos gustó la idea porque era una figura de prestigio, con una imagen amable y cercana que ganaba muchas voluntades. No nos dimos demasiada cuenta entonces que con esta elección y el modo en que se hizo, se lesionaban principios fundamentales del movimiento; a pesar de las primarias, la elección de esta persona no siguió los cauces democráticos establecidos. Fue “propuesta” a dedo por el aparato de Podemos, que era, cada vez más, el propio Pablo Iglesias. Esta forma de elección se convirtió en una auténtica marca de la casa en Podemos. Fue alguien que vino de fuera, que no participó en el trabajo cotidiano, en la creación de la alternativa. Subrepticiamente, esto lesionó principios que deberían haberse tenido más en cuenta. Pesó en exceso la imagen, el espectáculo y menos la relación de representantes y representados, la importancia de los medios colegiados de control.

No se ganaron las elecciones, pero sí la Alcaldía, y poco a poco, se fueron detectando diferencias insalvables en la coalición. Esta corporación hizo cosas interesantes, pero la mayoría de sus integrantes, (alcaldesa a la cabeza) recularon cuando tuvieron que enfrentar a los grandes poderes de verdad. Para enfrentarse con opciones a estos poderes no basta con controlar la Alcaldía de Madrid, hay que tener un poderoso colectivo movilizado, y de esto se carecía. Una vez más se primó lo institucional sobre lo asambleario y sin este elemento se fueron imponiendo los que apostaban por un cambio “light” y de imagen, y por no tocar ninguno de los privilegios que sostienen las grandes desigualdades. Sería correcto decir que Ganemos fue un proceso de creación de una herramienta política profundamente democrática y participativa. Proceso que no continuó cuando se transformó en Ahora Madrid y gestionó el poder municipal. Subrayo: lo revolucionario acabó justo en el momento de tomar el poder municipal, quizá un poco antes.

Cuando llegaron las siguientes elecciones Carmena decidió presentarse con una lista propia, cómoda para ella, (y para los grandes poderes) rompió con el espíritu de Ganemos, y por extensión del 15-M, y fracturó Ahora Madrid, que no pudo renovar la Alcaldía sin el apoyo de los más fieles a sus principios. Recordar que entre estos salieron IU. Y algunos otros encuadrados en distintos movimientos sociales.

Lo sucedido en Madrid se repitió de forma similar en muchos rincones de España. Se malogró, a mi entender, una de las pocas oportunidades de que la izquierda ejerciera como tal y cambiara algo de lo que es urgentísimo cambiar. Las razones de fondo estuvieron siempre, en mayor o menor medida, relacionadas con la supremacía del protagonismo del “llamémosle aparato”, con sus personalismos, sus luchas cainitas, sus grupos de wasap, (este es otro aspecto que hay que estudiar en profundidad, ¿qué nos hace a los seres humanos, tan proclives a reconocernos organizados en clanes para enfrentarnos a otros clanes hermanos?, ¿de dónde surge esta tendencia gregaria, este sentimiento de pertenencia a la tribu que tanto imposibilita la creación de una fuerza revolucionaria competente?). Decía, la supremacía del aparato sobre lo asambleario e integrador fue un factor de primer orden en el fracaso de las convergencias.

Aquí se ve con nitidez, la contradicción insuperable de los dos troncos cuyo origen situamos en el 15-M. Uno tiene, forzosamente, que imponerse al otro; es una cuestión de supervivencia para los dos modelos. En la secuencia histórica a la que nos referimos se va imponiendo progresivamente el de Podemos, el de su estructura, cada vez más vertical, que va perdiendo, poco a poco, más y más dirigentes, más y más sensibilidades, más y más voluntades. Pablo Iglesias va siendo, cada vez más, sinónimo de Podemos. En esta organización se impone una fuerza centrífuga que va expulsando más y más personas, que, a su vez, convive con otra fuerza centrípeta que va absorbiendo a toda la izquierda. Progresivamente, en apariencia al menos, toda la izquierda es Podemos y todo Podemos es Pablo Iglesias, cual agujero negro su figura va chupando a todo el espectro de la izquierda alternativa. Se va Carolina Bescansa, Iñigo Errejón, Ramón Espinar, Anticapis… En el proceso IU, después de tratar de ser laminada, pasa a ser absorbida, al menos ese es el intento. Los medios de manipulación no desperdician la oportunidad, todas las ideas y valores de una ideología alternativa, concentradas en la misma persona. Es mucho más fácil condenar, desgastar, demonizar, a una persona que a toda una corriente de pensamiento con grandes diversidades y, además, combatir esa corriente de pensamiento inevitablemente incluye el exponer y visibilizar el pensamiento y sistema imperante. Atacando a Pablo Iglesias no se contrastan modelos sociales, sino que se integra a esa persona dentro de los valores de la sociedad dominante y se la juzga con sus parámetros. Un ejemplo, es mucho más sencillo atacar a nivel personal a Isa Serra que defender o justificar los desahucios. Una de las principales razones de la derrota sufrida por la izquierda en este ciclo, ha sido la de que siempre hemos jugado en campo contrario, de plantear las grandes batallas en el sitio y momento en que más fuerte es el enemigo.

Participo de la idea de que Pablo Iglesias puso patas arriba, para bien, a la exigua y desnortada izquierda alternativa española preexistente. Que, con su garra, su imagen y su discurso logró revitalizarla hasta llegar a amenazar al PSOE con superarlo como referente de la izquierda. Es cierto que es una persona muy valiosa e imbatible en las distancias cortas. Reconozco que ha demostrado un valor, cuasi temerario, de afrontar los antiéticos, despiadados y criminales ataques de la caverna mediática, y de la disfrazada de progresía. Es cierto, por último, que ha logrado poner en el primer plano de la actualidad cuestionamientos muy profundos de la sociedad capitalista, que ha logrado que se hablara de cosas de las que se prefiere no hablar. Pero ha proporcionado, o al menos facilitado, al enemigo la definitiva arma de poder atacar a las ideas concentrando los ataques en una sola persona. Pablo Iglesias cometió el imperdonable error, a mi juicio, de utilizar una ideología revolucionaria para sus objetivos o pulsiones personales, en lugar de poner sus cualidades personales, que son muchas, al servicio de dicha ideología. No puedo evitar comparar su todavía corta trayectoria política y personal con la de uno de sus grandes referentes y amigo, Julio Anguita. Este sí que puso sus cualidades al servicio de ideas y valores. Por cierto, los que de verdad sienten la inquietud del cambio político revolucionario nunca dejan la política activa; naturalmente, pueden abandonar sus cargos, pero nunca renuncian a la militancia, al compromiso. Desde cualquier tarea u ocupación. Veremos lo que el futuro nos dice de Pablo Iglesias. (Poco después de escribir esto conozco la noticia de que Pablo Iglesias va a trabajar en una Universidad, estudiando la influencia de las redes sociales en la movilización social. Por ello va a cobrar unos 700 euros al mes y, como consecuencia, va a dejar de cobrar 5.000 euros mensuales por haber sido vicepresidente de gobierno. Subrayo esto porque, además de que pocas personas -no ya políticos- harían eso, para mí es una prueba clara de que sigue en la lucha y que su compromiso es sólido. Retiro mi duda y punto para el compañero Pablo).

A estas alturas ya me atrevo a decir que de los dos troncos, supuestamente comunes, de las raíces del 15-M, uno, el de Podemos, en realidad, utilizó el espíritu, las consignas, las simpatías que despertaba, el prestigio que adquirió, las necesidades sociales que le dieron origen… para crear una fuerza política que culminó en el hiperliderazgo de una persona y que, a la postre, desperdició una energía revolucionaria que se creyó representada por ella y dejó, por tanto, de buscar otros caminos. Que, en los hechos, traicionó a un movimiento que apostaba por cambios mucho más profundos. La izquierda desperdició una bonita oportunidad histórica y, aunque desde luego no en exclusiva, la responsabilidad máxima de ello recae en Podemos y en Pablo Iglesias. Podemos fue el máximo responsable de la disolución de las convergencias y del olvido de los valores del 15-M.

La continua erosión que los poderes facticos y los aparatos ideológicos del Estado ejercieron sobre la figura de Iglesias, logró desgastar, no sólo a su imagen pública, sino que con ella también se desgastó la de Podemos, la de Unidas Podemos, la de las convergencias, y la de toda una alternativa. Nótese cómo, cuando se celebró el décimo aniversario del 15-M, los medios de manipulación no condenan aquella experiencia, se podría decir que dan una imagen positiva de aquellos días, pero siguen dando mala imagen de los que ellos dicen que son sus herederos. De Podemos y de Pablo Iglesias. Una prueba más de que los valores y las prácticas son más difícilmente atacables que las personas. No explican, ni hablan, de por qué los herederos de una iniciativa loable son ahora condenados. Algo no encaja, y lo que no encaja es que se ataca a la idea subsidiariamente, sin nombrarla, a través del ataque a las personas.

Pablo Iglesias dimitió de todos sus cargos y no se sabe qué será de su futuro ni del de Podemos, ni del de Unidas Podemos, ni del de la izquierda alternativa. Es hora de repasar la historia, de analizarla, de crear y de tratar de superar errores.

II

¿Y AHORA QUÉ?

Hay que analizar el ciclo histórico, pero lo primero que hay que decir es que “el ciclo” es algo convencional que establecemos para intentar comprender mejor la historia. Nunca se sabe qué nos va a deparar, nunca se sabe cuándo va a comenzar un ciclo o cuando va a terminar, (el mismo estallido del 15-M es buena prueba de ello, ¿Quién lo hubiera predicho?). La sociedad y la Historia siguen sus propios caminos. En realidad, el motor de la Historia, cómo analizó, tan brillantemente, Marx es algo más constante. Decía que el motor de la Historia era la lucha de clases, y efectivamente es la injusticia, la explotación del ser humano y de la naturaleza, las desigualdades…las que constantemente están sembrando las semillas y abonando la antítesis del propio sistema. Digamos que la Revolución puede estallar siempre y en cualquier momento. Lo esencial de las condiciones objetivas para su surgimiento se dan siempre. Siguiendo con el símil hortelano, el elemento que falta es que la planta crezca, hay que regarla y tomando el ejemplo de una tomatera, necesita una estructura que la ayude a crecer, que le dé una dirección posible y coherente, una estructura en la que apoyarse, unos “tutores” que “profeticen” un camino, aunque luego sea la propia tomatera la que haga realidad esa profecía. Lo que Anguita llamaba “el discurso profético” creo que tiene que ver mucho con esto. Esta debe ser la tarea de la vanguardia revolucionaria, y no me refiero solamente, ni siquiera preferentemente, a partidos políticos, sino a activistas, encuadrados o no, en organizaciones sociales. Su papel es regar y colocar tutores para que la tomatera elija su propio camino entre todos los posibles, pero que brinde una estructura donde agarrarse y crecer.

La necesidad y el peligro de la estructura, esto es lo que da el título a este artículo; “la izquierda en su encrucijada”, “en la de siempre”. Porque siempre, en toda experiencia revolucionaria el problema de la estructura y cómo se organiza ha terminado siendo central. En el “ciclo” que comienza en el 15-M y que termina con la dimisión de Pablo Iglesias se ve muy claramente; surgen dos modelos de estructuras, dos modelos de “tutores”, dos modelos de organizaciones, distintos, contrapuestos, contrarios y finalmente, excluyentes, incompatibles. Ambos profetizando “aparentemente” la misma utopía. Un modelo caudillista y un modelo comunitario. La historia de la izquierda está llena de ejemplos de la difícil, o imposible, convivencia de estos dos modelos. Las convergencias tomaron el camino comunitario. Podemos acabó pronto en un modelo caudillista. Recordando, otra vez, las palabras de Monedero, cuando el objetivo que se prioriza es la toma del Poder (sea violentamente o a través de elecciones) se suele reforzar el aparato vertical (también en épocas de fuerte represión como en el franquismo) y se descuida, o hasta se reprime, la construcción social y comunitaria de la alternativa, porque estorba, o da esa sensación, para el propósito principal. Pero la toma del Poder no es, solamente, el control del Gobierno, ni siquiera del Estado, (aunque no se pueda quitar la importancia que tiene) hay que conquistar, también, el poder ideológico, hay que demostrar que pueden existir formas más democráticas, participativas, inclusivas. En definitiva, mejores, para la inmensa mayoría de las personas, de administrar el Poder. Hay que demostrar que se puede ser más feliz en una sociedad más justa. El horizonte utópico no es sólo gobernar, no es sólo conquistar el Poder, no es, ni siquiera, solamente acabar con el sistema capitalista… es acabar, de una vez por todas, con la dominación y la represión de unos seres humanos por otros. Algo mucho más antiguo y pertinaz que el capitalismo.

Creo que de esta reciente experiencia se debería sacar esta primera conclusión; el camino que conviene seguir es el de las convergencias, porque, además, el otro modelo refuerza la tendencia tan enraizada en el género humano, al protagonismo, a las luchas cainitas, a la utilización del movimiento común para el beneficio personal. Porque nadie puede representar las necesidades, las ideas y los anhelos de todos, porque hay que exigirles y posibilitar a todos que luchen por aquellos, codo con codo, con los demás. Porque la participación genera seres humanos comprometidos y responsables y no críos que esperan la redención a través de un Mesías. “Ni en dioses, reyes, ni tribunos, está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos, el esfuerzo redentor” … lo sabemos desde siempre.

Como segunda reflexión; cuestionaría la visión fija, estanca, que dan muchos analistas electorales y que determinan los discursos políticos de los grandes partidos y condicionan también a los que se dicen alternativos. ¿Es verdad que las intenciones de voto son tan estáticas como dicen? Contestaría afirmativamente pero siempre que la sociedad se halle en equilibrio homeostático. Efectivamente, las personas solemos votar, con regularidad, las mismas, o cercanas, opciones políticas. Pero la sociedad está viva, los que creemos en la dialéctica debemos tener claro que en las personas conviven elementos ideológicos distintos, y hasta contrarios. Se me ocurren dos ejemplos para ilustrar esto: como ya dije, cuando Pablo Iglesias empezó a aparecer en los medios, antes de que los grandes poderes decretaran el acoso y derribo sobre su persona, muchos votantes de derechas estaban encantadas con, al menos, buena parte de su discurso; ¿por qué? Porque esas personas saben que viven en una sociedad mal hecha, que habría que cambiar muchas cosas, pero, por su itinerario vital (familia de origen, educación, experiencias personales, valores…) sienten profunda desconfianza y hasta miedo por conceptos que, en el fondo, no comprenden, como izquierda o comunismo. Otra frase del maestro, de Julio Anguita, resume, maravillosamente, esto que digo: “la gente sabe, pero no sabe que sabe”. Me encanta. Esa es nuestra labor, hacer conscientes a las personas de lo que ya saben en el fondo, pero que no logran relacionar para entender su mecánica interna. Crear conciencia de clase, en definitiva.

Pero las personas, son mucho más permeables cuando perciben que, en la práctica, alguien quiere cambiar ciertas cosas. Cuando los hechos se ven más que las etiquetas. Esas personas no encuentran un “tutor” o se guían por un tutor equivocado, uno que no va a resolverles ningún problema, sino todo lo contrario. ¿Es igual todo el voto a la derecha? Está el voto a favor del sistema, más o menos como funciona, el voto del que elige la derecha porque siente que el estado de cosas imperante le favorece, o se siente protegido frente a un cambio al que teme. Ese es el voto de derechas, podríamos decir “prosistema”. Y luego hay otro, el voto de derechas “antisistema” del que se siente maltratado por la realidad política y vota contra lo que hay, contra el establishment, pero que no acierta a entender qué es lo que del sistema le perjudica. Y esto enlaza con el segundo ejemplo; el ascenso de Vox. ¿Por qué, en poco tiempo, buena parte del voto al P.P. se pasa a Vox? El intento de independencia de Catalunya, la agudización de la crisis económica, ingentes cantidades de dinero puestas a su servicio, la inmigración… todo eso es cierto. Pero el voto a Vox es también un voto de protesta, es un voto, (en algunos aspectos) antisistema. Muchos de los que votan a Vox lo hacen porque están hartos de esta sociedad, porque se sienten tratados injustamente. Pero no encuentran un tutor de izquierdas, encuentran uno de derechas que responsabiliza de todos los males de esta sociedad a los más débiles (con los que además es mucho más fácil meterse). Es el voto del miedo a perder su precaria situación social a manos del que es más desgraciado que él. La adoración mística al triunfador, que explota porque es más listo, la pelea por las migajas que caen de la opulenta mesa de los archimillonarios contra el que no tiene ni eso. El voto del que cree que el poderoso es incuestionable y que más vale llevarse bien con él. El que critica al político, pero no se atreve con el que lo manipula, al que a fin de cuentas admira. Es un voto de protesta ciego y usurpado a una propuesta alternativa real. Todos conocemos a muchas personas que antes votaron Podemos y ahora votan Vox, en Francia la ultraderecha de Le Pen comenzó a subir cuando barrios que tradicionalmente votaban al PCF comenzaron a votarle. Ese voto expresa malestar, está abonado por las contradicciones dialécticas consustanciales al capitalismo de las que antes hablaba. Solo hay que plantar la semilla apropiada, regarla y proporcionarle un muro por donde pueda crecer. Es muestra del fracaso de las organizaciones de izquierdas, hasta ahora incapaces de colocar los tutores por donde crezca y se desarrolle nuestra tomatera, (mi crítica pretende ser constructiva porque sé muy bien la dificultad de esta tarea, pero no puede dejar de considerarse un fracaso esta incapacidad).

Todo esto viene a que he oído en ámbitos de la izquierda alternativa la frase; “no hay espacio a la izquierda de Unidas Podemos” para justificar la necesidad ineludible de mantenerse dentro de dicho espacio. Yo creo que sí, que hay espacio a la izquierda de Unidas Podemos, que mucha gente de izquierdas no se siente representada por este espacio, y que mucha gente que no se siente de izquierdas podría ser ganado por un movimiento comunitario de base. ¿Cuántos analistas habrían dicho que no había espacio sociológico, que no existían las condiciones objetivas para que se produjera el 15-M? Pero hay que arriesgarse, hay que ser valiente. Lo cierto es que el espacio electoral de Unidas Podemos disminuye a cada convocatoria electoral, ¿A dónde van estos votos? ¿a Vox, al P.P. Ciudadanos, Más País, PSOE? ¿o se van a la abstención? ¿o son un voto desencantado? …Yo creo que creyeron encontrar su tutor, y luego…

El defender a capa y espada el permanecer contra viento y marea dentro del espacio de Unidas Podemos, (como se substancia en la actualidad) además de ser una postura cobarde, antidialéctica, y muy posiblemente suicida, huele a defensa (consciente o inconsciente, con mejor o peor voluntad) de privilegios de status, de una importancia y apego excesivo a los cargos, de vértigo a perder representación, de defensa de un modelo concreto, y ya citado, de estructura. Por supuesto que podemos perder mucha representación institucional y con ello dinero, pero parece que con mantenernos como estamos tampoco tenemos garantizada la supervivencia institucional. Al fin y al cabo, la representación institucional y los resultados electorales (como ya he defendido en algún otro ámbito) son resultado del peso social que tiene una opción política. La batalla principal es la ideológica. En lenguaje gramsciano, hay que conquistar la hegemonía social, hay que constituir un contrapoder poderoso e ilusionante, hay que trabajarse las convergencias rompiendo el corsé que muchas veces supone para este objetivo el espacio de Unidas Podemos. Los resultados electorales son consecuencia directa y necesaria de esta hegemonía social e ideológica. Pero es que, además, en este tema asoma la colita otra de las grandes lecciones que pienso no hay que dejar pasar de este periodo histórico (y de todos), la peligrosísima confusión entre el objetivo que se persigue y la “herramienta” (de nuevo el problema de la estructura) elegida para lograrla. JAMÁS hay que confundir los objetivos elegidos y consensuados por las personas, por las bases, con los intereses que siempre, e inevitablemente, se desarrollan en toda organización humana y que no tienen por qué ser los mismos, ni siquiera compatibles entre sí. El problema de la tarea y la estructura para hacerla. Las bases y los dirigentes, la militancia o los votantes y el partido. Como en aquel famosísimo chiste me preguntó: “pero, ¿a qué estamos, a Rolex o a setas?” Seamos valientes (solo los valientes han logrado hacer revoluciones) y si fracasamos, que sea defendiendo nuestros planteamientos políticos, no atados a otros que muchas veces no son los nuestros. Si estamos seguros de lo que defendemos, ¿por qué pensar que no nos van a entender?, ¿desvela esto, en el fondo, una inseguridad nuestra?

III

COROLARIO

Este escrito es mi humilde intento de aportar algo al momento que la izquierda vive, atravesado, en el fondo, por las mismas contradicciones históricas de siempre.

Construcción de una alternativa global, con un calado ideológico profundo, en el que, de verdad, lo que se entiende por la conquista del Poder sea sólo un paso imprescindible, pero no un objetivo “per se”, para caminar hacia un mundo más justo. Empapar en la sociedad la idea de que esta debe tener un proyecto común, participado por todas y todos, y que ese proyecto debe ser la consecución del bien común, que nadie puede ser feliz en una sociedad infeliz. Que mi felicidad depende de la de los demás. Decir, como en algunas comunidades se dice aún: “Soy porque somos”. Que todos somos constructores, beneficiarios y responsables de lo que, entre todos, construyamos, (el contrapoder).

Tener muy claro cuál es el objetivo y cuál la herramienta, y diseñar, en cada momento histórico, la herramienta más adecuada. Y convertir en axioma que esta está al servicio del fin, del proyecto común. Que nunca los intereses de la misma se sobrepongan a la finalidad para la que fue creada. Que cada uno contribuya con sus capacidades y que ninguna capacidad sea valorada más que otras, salvo, quizá, la de crear consenso y unir voluntades. Que cada cual desarrolle la labor que mejor sabe hacer pero que se tenga la absoluta conciencia de que todas ellas son por delegación del común. Que los cargos no sean “profesionales” sino sometidos, siempre y en todo momento, al control de las bases. Recordar las enseñanzas de Marx cuando decía que todo tiene una base material, que los intereses condicionan las ideas, y que, por lo tanto, no tiene sentido que alguien que tiene sus propios intereses y, como consecuencia, sus propias ideas, se arrogue, y se le reconozca, la facultad de defender las de todos, sino que todos debemos defender la resultante de los intereses e ideas de toda la sociedad.

Tenemos delante un reto gigantesco y transcendente, que también vuelve a ser el de siempre, con la diferencia de que cada vez queda menos margen de tiempo para lograrlo. Demostrar que se evoluciona más y mejor colaborando que compitiendo. Que la aparición de la inteligencia humana en la historia de la Evolución fue, realmente, un progreso cargado de futuro y no un fiasco condenado a la extinción. Las contradicciones se agudizan, las respuestas a estas cuestiones se acercan, y en nuestro “hilo rojo” está la convicción de que debemos luchar para que cuando los hechos resuelvan los interrogantes, todavía quede alguien capaz de interpretarlos y de aprender de ellos.

ANTONIO SANTACRUZ BELMONTE

TRABAJADOR SOCIAL Y AFICIONADO TEJEDOR DE HILOS ROJOS.


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