La OMC opta por la codicia y las ganancias
La producción de vacunas para inmunizar a la población mundial no interesa a las grandes farmacéuticas, a quienes le importan mucho más los beneficios económicos que las vidas humanas.
La directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, señaló ante la 12ª Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada en Ginebra, que el mundo se enfrentará a un futuro sombrío si no se liberan las patentes. Durante una conferencia de prensa, Byanyima enunció: “En una pandemia, compartir tecnología es un tema de vida o muerte, y estamos eligiendo la muerte”. Durante la 12ª reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tuvo lugar del 12 al 17 de junio, los países ricos hicieron exactamente eso. Bloquearon casi todas las posibilidades de proporcionar vacunas, medicamentos antivirales y diagnósticos baratos al mundo. Dos años después de que la OMC “pospusiera” –o bloqueara– la propuesta de India y Sudáfrica de liberación de patentes para las vacunas y medicamentos COVID-19, el club de los países ricos (la Unión Europea, los Estados Unidos y el Reino Unido) se aseguró de que no fuese aprobada ninguna medida de exención de patentes que valiera la pena. Los beneficios de las grandes farmacéuticas se impusieron, una vez más, a la vida y la salud de las personas. Lo mismo que ocurrió durante la epidemia de Sida.
Las llamadas “concesiones” aceptadas en la 12ª Conferencia Ministerial (MC12) simplifican algunos de los engorrosos procedimientos acordados en la Declaración de Doha para la concesión de licencias obligatorias para medicamentos. Sin embargo, hace mucho más difícil que países como India y China –que tienen una capacidad de fabricación considerable– puedan suministrar vacunas con esas licencias obligatorias. Entonces, efectivamente, los países que quieren vacunas pueden emitir licencias obligatorias más fácilmente, pero ¿a quién, si no es a los países con capacidad de fabricación?
En la fabricación de vacunas, lo importante no es la fórmula de la vacuna. A diferencia de muchos medicamentos, que son fármacos de moléculas pequeñas (por lo tanto, fáciles de patentar) las vacunas son moléculas grandes y pertenecen al grupo de medicamentos que se denominan biológicos. La clave de la fabricación de medicamentos biológicos no es la fórmula del compuesto, sino fabricarlo a escala industrial y asegurar que el proceso de producción de réplicas de las complejas moléculas grandes sea preciso. Estos conocimientos técnicos no están protegidos por patentes, sino por secretos comerciales. Es posible duplicar estos secretos comerciales o asegurarlos encargando el trabajo a alguien que conozca el proceso. Pero esto expone, a las empresas que intentan hacerlo, a costosas acciones legales, incluso por parte de la OMC. Y también existe la amenaza de sanciones unilaterales por parte de los Estados Unidos, la UE y el Reino Unido.
El resultado es que Pfizer y otras grandes empresas farmacéuticas seguirán obteniendo enormes beneficios a costa de la vida de las personas, incluso si esto conduce a la aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 y provoca la continuación de la pandemia. Menos del 20% de los habitantes de África, que tiene una población de unos 700 millones de personas, han sido completamente vacunados, mientras que millones de dosis de vacunas no se utilizan y se desperdician en los Estados Unidos. Tenemos la capacidad de producción de vacunas para inmunizar a toda la población mundial, salvando así innumerables vidas y reduciendo la posibilidad de que surjan nuevas y peligrosas variantes. Pero esto no les interesa a las grandes farmacéuticas, para quienes los beneficios importan mucho más que las vidas humanas.
Solo para ponerlo en perspectiva, los beneficios de Pfizer prácticamente se duplicaron en 2021 con respecto a 2020, y la vacuna de Pfizer-BioNTech contribuyó a una parte significativa de esos beneficios. Si Pfizer fuera un país, sus ganancias (de 81.000 millones de dólares el año pasado) la habrían colocado por delante del PIB de países como Etiopía, Ghana y Kenia, según un análisis de los datos del Banco Mundial realizado por la organización Global Justice Now. Aparte de las vacunas, el monopolio sobre los diagnósticos y los medicamentos antivirales también encarece los costes para las personas que luchan constantemente contra el virus, al tiempo que genera beneficios inesperados para las grandes farmacéuticas.
La única exención en el MC12 se refería a las licencias obligatorias para las vacunas. No incluyó las patentes sobre diagnósticos y medicamentos antivirales. Tampoco abordó el otro punto que se había planteado, que fue que la OMC incluye en su exención otros derechos de propiedad intelectual como los secretos comerciales, que son esenciales para la producción masiva de vacunas.
La MC12 se desentendió seis meses después de tomar una decisión sobre la supresión de las patentes para los diagnósticos y los medicamentos antivirales, con muy pocas posibilidades de que los países ricos cambien repentinamente de opinión sobre estas cuestiones, considerando que su postura sobre estos asuntos no se ha alterado a lo largo de esta pandemia, que ya ha matado a millones de personas.
¿Por qué es importante inmunizar a la población mundial? Sencillamente, cuantas más personas se infecten con el SARS-CoV-2 (el virus que causa el COVID-19), más posibilidades habrá de que surjan nuevas variantes. Se maneja la creencia errónea entre algunas personas de que cuanto más muta el virus, más probable es que se vuelva benigno. Esta solía ser una opinión común entre una parte de la comunidad médica. Sin embargo, hoy en día los biólogos evolutivos sostienen que no hay pruebas de que los virus muten para volverse más benignos. Y aunque se sostenga que es cierto a largo plazo, como dijo el economista John Maynard Keynes: “A largo plazo, todos estamos muertos”.
Cuanto más tiempo vivamos con una pandemia que sigue infectando a entre medio millón y un millón de personas cada día, más nos arriesgamos a la posibilidad de que surja una nueva variante que pueda ser tan transmisible como el omicron y que además pueda provocar un mayor número de víctimas mortales que las que hemos visto hasta ahora. La transmisibilidad del virus es máxima cuando el paciente infectado sólo presenta síntomas leves, tiene movilidad física y social y, por tanto, puede contagiar a otros. Esta es la ventana en la que el virus se propaga. El hecho de que el paciente se recupere o muera posteriormente tiene poco impacto en la replicación de la enfermedad en otras personas que el paciente podría haber infectado. Puede tener un impacto en nuestro comportamiento social, pero eso tiene poco que ver con que el virus se vuelva más benigno con el tiempo.
Con el tiempo, las personas tienden a generar más inmunidad al virus, pero eso es lo que luego impulsa la futura trayectoria evolutiva del virus. Si delta mostró una mayor transmisibilidad, entonces omicron tiene un escape inmunológico mucho mayor. Esto significa que omicron puede eludir nuestra inmunidad derivada de infecciones o vacunas anteriores. Por supuesto, si la evolución del virus lleva a que el paciente esté tan enfermo como para que desde el principio la persona no pueda moverse en absoluto, eso detendrá o reducirá la transmisión del virus. Pero no es así como se comporta el virus del SARS-CoV-2.
¿Cómo es probable que el SARS-CoV-2 evolucione en los próximos años? Como nos dicen los inmunólogos, la trayectoria evolutiva del virus depende de la compleja interacción de una serie de factores que conforman la respuesta de nuestro sistema inmunitario a la evolución del virus.
Esperar que el virus se vuelva más benigno o que se dé una mítica inmunidad de rebaño no pueden ser respuestas a la actual pandemia. Las vacunas son cruciales para cualquier respuesta de salud pública a la pandemia, ya que los países de todo el mundo luchan por reducir el número de nuevas infecciones y, por tanto, el origen de nuevas transmisiones. Y sí, en un futuro previsible, tendremos que vivir repitiendo las dosis de refuerzo de las vacunas mientras las perfeccionamos con nuevas variantes.
Aunque las patentes de los medicamentos antivirales como cura para el COVID-19 son importantes, y sin duda ayudarán a reducir las muertes y complicaciones del COVID a largo plazo, otra vez, las patentes se interponen en su uso. Los medicamentos antivirales sólo son eficaces en una pequeña ventana de los primeros días de la enfermedad, lo que significa que tienen que estar disponibles a bajo precio para que la gente pueda comprarlos en una farmacia. El elevado coste y el control de las patentes de estos fármacos no proporcionan un mercado suficientemente amplio. Un mercado pequeño y unos precios elevados conducen a una situación Catch-22: los precios son altos porque el mercado es pequeño; el mercado es pequeño porque los precios son altos.
Una vez más, la concesión de licencias abiertas para los medicamentos antivirales podría hacer posible la creación de un gran mercado para ellos. Pero esto es, justamente, lo que no permite la OMC. La vía de las licencias obligatorias en el marco de la OMC es engorrosa, y su relajación en el MC12 significa que países como la India, que fueron cruciales en la lucha contra la epidemia de sida, deben optar por no ser proveedores. Así pues, no pueden convertirse en proveedores de antivirales para el COVID-19, como lo habían sido para los antivirales contra el sida.
¿Por qué los países que tienen la capacidad de fabricar vacunas avanzadas –India, China, Rusia y Sudáfrica– no se unen para ofrecer tecnología y suministros al resto del mundo? ¿Por qué los países no colaboran con Cuba, una potencia biológica, para producir vacunas localmente? Cuba ha desarrollado cinco vacunas de este tipo, dos de las cuales ya se están produciendo a gran escala.
La respuesta está en el “orden internacional basado en reglas” que propaga el club de los ricos. Las reglas incluyen sanciones a muchos países, entre ellos Rusia, Cuba y China. Para los que aún no están sancionados, existe la amenaza de futuras sanciones por parte de los Estados Unidos, la UE y el Reino Unido –el equipo de tres que se unió en la OMC para derrotar la iniciativa de India y Sudáfrica para la exención de patentes–. Los Estados Unidos también tienen su propia ley, la Ley de Comercio de EE. UU., Sección 301, para “proteger” su propiedad intelectual, en virtud de la cual amenaza a los países con sanciones. India y China ocupan un lugar destacado cada año en la lista de países cuyas leyes y acciones no se ajustan a las leyes internas de los Estados Unidos. Si los Estados Unidos y sus aliados no ganan en la OMC, entonces recurren a su “orden basado en reglas” con el que logran hacer las reglas.
Bienvenidos a nuestro valiente nuevo mundo, donde, parafraseando a Winnie Byanyima, la muerte triunfa sobre la vida.
Fuente: https://www.alai.info/la-omc-opta-por-la-codicia-y-las-ganancias-en-vez-de-proporcionar-vacunas-a-toda-la-poblacion-mundial/