Coordinación de Núcleos Comunistas (CNC) •  Opinión •  01/12/2022

El imprescindible análisis de totalidad de la ofensiva capitalista contra la clase obrera

Crisis capitalista, pandemia, militarización y guerra.

Elaborado y editado por Coordinación de Núcleos Comunistas.

El imprescindible análisis de totalidad de la ofensiva capitalista contra la clase obrera

I. Los planes de la oligarquía capitalista para “salir” de la crisis y conservar el poder: destrucción de capital y conjurar la revolución. La experiencia de control social del Covid

En los dos informes políticos de la Coordinación de Núcleos Comunistas, se analizan los grandes acontecimientos recientes – la gestión del Covid y la guerra de la OTAN contra Rusia – de forma integral, es decir, inscritos en la crisis general del modo de producción capitalista y en especial del núcleo central del imperialismo, EE.UU y la UE.
Esta crisis, la mayor de la historia del capitalismo, tiene lugar cuando se ha llevado a cabo una inédita centralización del capital en todas su formas, acelerada por los avances científico-técnicos de la 4ª revolución industrial (informática, robótica, inteligencia artificial, neurociencia).

La oligarquía, que a través de los gran- des fondos de inversión controla los centros clave del capital financiero, industrial y comercial, tiene hoy los instrumentos en su mano para implementar, a través de los gobiernos a su servicio, las decisiones políticas necesarias para acometer las transformaciones con las que el capitalismo ha enfrentado todas sus grandes crisis: destrucción a gran escala del capital menos competitivo, aceleración de la concentración de las grandes empresas en cada vez menos manos y “saneamiento” del mercado para empezar de nuevo, cambiando las reglas del juego.

Para entender mejor este proceso es útil recordar la llamada “reconversión industrial” dirigida por el PSOE en los años 80 en el Estado español, con el señuelo de la entrada en la Comunidad Europea. Con ese cínico nombre se acometió la destrucción masiva de la industria pesada, la minería, la agricultura y la ganadería, acompañada de la privatización de grandes empresas públicas. Entonces, ese proceso, que destruyó a gran escala nuestro tejido productivo y que se acompañó de la precarización generalizada de las relaciones laborales, contó con la complicidad sobornada de las direcciones de CC.OO y UGT que dividieron y debilitaron la resistencia obrera.

Algo parecido, solo que a una escala mucho mayor y, como decimos, con los recursos técnicos de la llamada cuarta revolución industrial, es lo que el Foro Económico Mundial, estado mayor del capitalismo “occidental”, llama “el Gran Reinicio”, una paráfrasis de lo que entonces se llamó “re- conversión”.

Se trata ahora de la liquidación masiva de empresas y de puestos de trabajo; trabajo humano sustituido por la digitalización, la robótica, etc. Esto supone, está suponiendo, el hundimiento en el paro, sin expectativa alguna de conseguir un empleo, de millones y millones de trabajadoras y trabajadores, y la privación de futuro a la juventud.

Es evidente que esta situación, que se plantea como irreversible, va a producir re- vueltas sociales generalizadas que pueden desembocar en procesos revolucionarios. Quienes están diseñando “el Gran Reset” lo saben perfectamente.

La preocupación mayor de las clases dominantes, a lo largo de la historia del capitalismo y ahora con más razón, es impedir que el cumplimiento de su objetivo prioritario de maximizar beneficios incrementando la explotación, pueda conducir a que la insurrección de quienes no tienen más que su fuerza de trabajo para sobrevivir, les arrebate el poder.

Es en este marco en el que se inscribe la experiencia masiva de control social que supuso, a escala mundial, la gestión de la pandemia Covid. La fabricación del microorganismo “con ganancia de función”, es decir, con un aumento artificial de su capacidad patogénica en un laboratorio de armas biológicas de EE.UU, y su puesta en circulación a escala planetaria, permitieron implantar medidas de militarización en gran parte de los países, sobre todo, en EE.UU y la UE.

La centralización del poder económico en los grandes fondos de inversión, implica el control de las grandes multinacionales farmacéuticas y, a través de ellas, de la OMS, de las agencias del medicamento, sobre todo la FDA (EE.UU) y la EMA (UE) y de los grandes medios de comunicación y redes sociales. Todo ello hizo posible que de forma centralizada, coordinada y con disciplina militar se impusiera la censura, se generara el pánico y se dieran órdenes que los gobiernos sobornados aplicaron.

La psicosis de terror ante el Covid y las brutales medidas represivas impuestas, que incluyeron la ocupación por el ejército y cuerpos represivos de pueblos y ciudades, hicieron posible que se aceptaran sin apenas resistencia medidas que hasta ahora sólo se tomaban en tiempos de guerra, tales como el confinamiento y la paralización de la economía o la suspensión de derechos y libertades fundamentales.

Estos hechos han conducido a la destrucción de miles de pequeñas y media- nas empresas y han permitido a las clases dominantes comprobar hasta qué punto pueden reducir a las sociedades a una masa informe de seres sumisos, incluso ca- paces de ejercer la denuncia y la represión contra quienes no aceptaran el avasalla- miento. Como en los mejores tiempos del fascismo. La oligarquía reunida en el Foro Económico Mundial de Davos de 2021 no cabía en sí de gozo al comprobar la eficacia del disciplinamiento social y, al mismo tiempo, el rápido avance de la digitalización, del trabajo telemático, la implantación del pase Covid, el uso masivo de la tarjeta bancaria – precedentes de mecanismos de control de poblaciones – o la generalización de las compras por internet. Pero, sobre todo, el confinamiento aceleró exponencialmente el uso de redes sociales, la visualización de series y, especialmente en los más jóvenes, de los juegos “on line”, cuyas plataformas y contenidos, producidos por las grandes empresas tecnológicas, permiten la evasión masiva de una realidad cada vez más hostil y conducen al aislamiento destruyendo las relaciones sociales.

El aumento espectacular de los suicidios, principalmente en la juventud, incluso en niños cada vez más pequeños, o el incre- mento del consumo de ansiolíticos y anti- depresivos, son, probablemente, las con- secuencias más dramáticas sobre la mente humana de la implantación de formas de vida que convierten a las personas en una especie de zombis solitarios y son instru- mentos fundamentales para implantar su proyecto de dominación sin resistencia.

Todos estos mecanismos se ceban sobre todo en la juventud, en los hijos e hijas de la clase obrera a quienes esta “reconfiguración” del capitalismo no ofrece futuro alguno y que deberían ser los principales protagonistas de la resistencia. Su autoexclusión de la vida social y su aniquilación como seres pensantes, incapaces de tomar decisiones, que están siendo alimentadas por la introducción masiva de drogas en los barrios obreros, es condición clave para la implantación de este proyecto criminal de destrucción social.

Esa es la materialización del macabro lema de la agenda 2030, “no tendrás nada y serás feliz”.

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