Saito: la grieta metabólica y el comunismo del decrecimiento
Kohei Saito es profesor asociado de la Universidad de Tokio y un erudito académico marxista. No parece un candidato a best-seller en el mundo de los libros de ensayo, se podría pensar. Pero se equivocaría en este caso. El nuevo libro de Saito (actualmente en japonés), que analiza la relación entre el capitalismo y el planeta, ha sido un gran éxito en Japón, con más de medio millón de ventas hasta el momento. (Sin Permiso ha publicado una primera recesión y crítica del libro de Saito, ver aqui)
En la versión en inglés que saldrá en breve, el libro se titula Marx en el Antropoceno: Hacia la idea del comunismo de decrecimiento.
El mensaje del libro es crudo y claro. El impulso rapaz de ganancias del capitalismo está destruyendo el planeta y solo el «decrecimiento» puede reparar el daño, ralentizando la producción social y compartiendo riqueza. Los humanos necesitan encontrar una «nueva forma de vivir», y eso significa reemplazar al capitalismo.
Saito es profundamente escéptico con algunas estrategias ampliamente aceptadas para abordar la emergencia climática. «En mi libro, empiezo una frase describiendo los objetivos de desarrollo sostenibles [ODS] como el nuevo opio de las masas», dice en referencia a la visión de Marx sobre la religión. «Comprar bolsas y botellas ecológicas sin cambiar nada del sistema económico… Los ODS enmascaran el problema sistémico y reducen todo a la responsabilidad del individuo, al tiempo que oscurecen la responsabilidad de las empresas y los políticos».
Continúa: «Nos enfrentamos a una situación muy difícil: la pandemia, la pobreza, el cambio climático, la guerra en Ucrania, la inflación… es imposible imaginar un futuro en el que podamos hacer crecer la economía y, al mismo tiempo, vivir de una manera sostenible sin cambiar fundamentalmente nada de nuestra forma de vida. «Si las políticas económicas han fallado durante 30 años, ¿por qué no inventamos una nueva forma de vida? El deseo de hacerlo está ahí de repente».
Saito considera que es necesario poner fin a la producción en masa y al consumo masivo de productos desechables como la moda rápida. En su texto anterior más académico en inglés, llamado El Capital en el Antropoceno, Saito también aboga por la descarbonización a través de horas de trabajo más cortas y dando prioridad al trabajo esencial «intensivo en mano de obra», como la prestación de cuidados. En efecto, Saito promueve lo que podría llamarse «comunismo decreciente».
El mensaje intransigente de Saito aparentemente ha capturado la imaginación de la juventud de Japón. «Saito está contando una historia que es fácil de entender», dice Jun Shiota, un investigador de 31 años que compró El Capital en el Antropoceno poco después de su publicación. «No dice que haya cosas buenas y malas en el capitalismo, o que sea posible reformarlo… lo que dice es que tenemos que deshacernos de todo el sistema».
En su trabajo académico, Saito sigue a John Bellamy Foster y Paul Burkett, demostrando que es incorrecto afirmar, como hacen algunos Verdes, que Marx y Engels ignoraron el impacto del capitalismo en el planeta y el medio ambiente. En particular, Saito ganó el premio Isaac Deutscher en 2018 por su análisis erudito de los cuadernos de Marx sobre agricultura y el agotamiento del suelo que revelan el profundo interés de Marx por la ecología.
En este trabajo anterior, Saito señala que su enfoque «es una clara continuación de la teoría de la «grieta metabólica» defendida por Foster y Burkett». Saito argumenta que hoy en día es bastante evidente que la producción y el consumo masivos bajo el capitalismo tienen una enorme influencia en el paisaje global y causan crisis ecológicas. Por lo tanto, la teoría marxista debe responder a la situación con una reivindicación práctica clara que prevea una sociedad sostenible más allá del capitalismo. El capitalismo y las condiciones materiales para una producción sostenible son incompatibles. Esta es la visión básica del «ecosocialismo». El antagonismo entre el rojo y el verde debe disolverse.
En su libro anterior sobre las notas de Marx sobre la agricultura bajo el capitalismo, Saito considera que Marx intentó analizar cómo la lógica del capital diverge del ciclo natural eterno y, en última instancia, causa varias disonáneas en la interacción metabólica entre los seres humanos y la naturaleza. Marx analizó este punto con referencia a la crítica de Justus von Liebig a la agricultura moderna de «extracción», Raubbau, que toma tanta nutrición como sea posible del suelo sin devolver nada. Esta «agricultura extractiva» está impulsada por la maximización de los beneficios, que es simplemente incompatible con las condiciones materiales del suelo para una producción sostenible. Por lo tanto, surge una grave brecha entre la lógica de la valorización del capital y la del metabolismo de la naturaleza, es decir, «grietas metabólicas» en la interacción humana con el medio ambiente.
En el pasaje clave sobre el concepto de grieta metabólica, Marx escribió que el modo de producción capitalista «produce condiciones que provocan una grieta irreparable en el proceso interdependiente entre el metabolismo social y el metabolismo natural prescrito por las leyes naturales del suelo. El resultado es un despilfarro de la vitalidad del suelo, y el comercio lleva esta devastación mucho más allá de los límites de un solo país (Liebig). Con la expansión de la acumulación capitalista, la brecha metabólica se convierte en un problema global. Así que para Saito, el ecosocialismo argumenta que la crisis ecológica y la brecha metabólica son la contradicción central del capitalismo.
Según Saito, en La ideología alemana, escrita en 1845, hubo un punto de inflexión en la evolución de Marx hacia una «dimensión ecológica» en su crítica al capitalismo. Saito considera que ocurre cuando comienza a usar el término «metabolismo» y refina su comprensión del concepto como la tendencia metabólica general del capital. Saito argumenta que Marx se da cuenta progresivamente de que la continua expansión del capital explota no solo el trabajo, sino también la naturaleza en la búsqueda de ganancias, lo que lleva a la destrucción del suelo, la deforestación y otras formas similares de degradación de los recursos naturales. El capital quiere cada vez más valor y, en particular, valor excedente. Ese es el propósito de la producción y la armonía metabólica que existía entre los seres humanos y la naturaleza antes de que el capitalismo se rompe. Ahora hay una brecha metabólica causada por el capitalismo.
Hay un debate sobre si el uso del término «grieta metabólica» es útil porque sugiere, al menos para mí, que en algún momento en el pasado antes del capitalismo había cierto equilibrio metabólico o armonía entre los humanos, por un lado, y la «naturaleza», por el otro. Cualquier énfasis en las grietas o rupturas tiene el riesgo de asumir que la naturaleza está en armonía o en equilibrio hasta que el capitalismo la perturba. Pero la naturaleza nunca está en equilibrio, ni siquiera sin humanos. Siempre está cambiando, evolucionando, con «equilibrios puntuales» para usar el término del paleaontólogo marxista Stephen Jay Gould, como la explosión cámbrica, con muchas especies evolucionando a medida que otras se extinguen. El mundo de los dinosaurios y su eventual extinción no tuvo nada que ver con los humanos (a pesar de lo que las películas pueden contar). Y los humanos nunca han estado en condiciones de dictar condiciones en el planeta o a otras especies sin repercusiones. La «Naturaleza» establece el medio ambiente para los humanos y los humanos actúen sobre la naturaleza. Para citar a Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como les plazca; no la hacen en circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en circunstancias directamente encontradas y heredadas del pasado».
Es cierto que Marx se refiere al robo del suelo por parte de la producción capitalista. En El Capital, Volumen I, Capítulo 15 sobre la maquinaria, Marx dice: «Además, todo progreso en la agricultura capitalista es un progreso en el arte, no solo de robar al trabajador, sino de robar el suelo; todo progreso en la fertilidad cada vez más del suelo durante un tiempo dado es un progreso hacia la ruina de las fuentes más duraderas de esa fertilidad. Cuanto más recurre un país a la industria a gran escala como telón de fondo de su desarrollo… más rápido es este proceso de destrucción. Por lo tanto, la producción capitalista solo desarrolla las técnicas y el grado de combinación del proceso social de producción al socavar simultáneamente las fuentes originales de toda la riqueza: el suelo y el trabajador. «(Marx, 1995 [1887])
Saito argumenta que «la crítica de Marx a la economía política, si se hubiera completado, habría puesto mucho más énfasis en la perturbación de la «interacación metabólica» entre la humanidad y la naturaleza como la contradicción fundamental del capitalismo». Esa puede ser la opinión de Saito, pero ¿fue la de Marx? ¿Es la «grieta metabólica» la «contradicción fundamental del capitalismo»? En mi opinión, Saito no ofrece una justificación para esta afirmación.
Para Marx, el capitalismo es un sistema de «explotación brutal» de la mano de obra en la producción con fines de lucro, no de robo o despojo. Para Marx, la agricultura bajo el capitalismo es un sector que explota el trabajo de la misma manera que la industria. Marx rechazó la teoría Ricardiana de que la rentabilidad del capital tendía a caer debido a la disminución de los rendimientos en la agricultura. La ley de Marx de la tendencia decreciente de la tasa de beneficio dependía de una creciente composición «orgánica» del capital (la palabra «orgánico» tal vez tomada de Liebig, como sugiere Saito), dado que el valor material de la maquinaria y los materiales naturales aumenta en coste en relación con la explotación de la mano de obra. Pero contrariamente a la conclusión de Saito, Marx rechazó la teoría del agotamiento del suelo de Liebig como el límite del capitalismo y rechazó el maltusianismo implícito de que la población superaría la disponibilidad de alimentos y de las necesidades de la vida humana.
El libro de Saito tiene el subtítulo: «Hacia la idea del comunismo en decrecimiento». El decrecimiento se ha vuelto cada vez más popular entre muchos ambientalistas e izquierdistas. Jason Hickel, un destacado defensor del decrecimiento, lo define así: «El objetivo del decrecimiento es reducir el rendimiento material y energético de la economía global, centrándose en las naciones de altos ingresos con altos niveles de consumo per cápita».
Hay un gran debate aquí, como se expresa en la crítica del ex economista jefe del Banco Mundial y experto en desigualdad global, Branco Milanovic. Milanovic argumenta que cualquier propuesta de redistribuir los ingresos y la riqueza al sur global deteniendo o incluso reduciendo la acumulación y el crecimiento del PIB en los países ricos es económicamente irracional y políticamente inviable. Los defensores del decrecimiento como Hickel afirman que Milanovic está tergiversando el argumento del decrecimiento porque tiene una «fe ciega» en el crecimiento económico. Dejo a los lectores que consideren los argumentos.
Baste decir ahora que, bajo el capitalismo, la acumulación ocurre por el bien de la acumulación, para invertir más y, por lo tanto, para obtener más ganancias sin un plan y puramente en interés del beneficio privado. Cuando los trabajadores estén en control del excedente social, ¿no desarrollaremos y haremos crecer las fuerzas productivas para hacer la vida mejor y más fácil para nosotros mismos y más sostenible para la tierra y sus habitantes? ¿No ampliaríamos especialmente las fuerzas productivas «verdes» para construir, por ejemplo, más (y mejores) escuelas, transporte público, etc.? ¿No deberían los socialistas esforzarse por superar el subdesarrollo creado por el imperialismo ayudando en el desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo anteriormente colonizado?
«Aun así, a pesar de toda su avidez, la producción capitalista es un gran desperdicio de material humano, al igual que su forma de distribuir sus productos a través del comercio, y su forma de competencia, la convierten en un desperdicio de recursos materiales, por lo que pierde para la sociedad lo que gana para el capitalista individual». (Marx). Los patrones de consumo derrochadores y ambientalmente insostenibles de la clase obrera no se producen por elección «personal», sino que son inducidos por el sistema.
Pero los defensores del decrecimiento parecen argumentar que hay «límites planetarios» absolutos y una «capacidad de transporte» fija que los humanos no pueden superar si queremos evitar el colapso ecológico. Aquí no hay distinción entre los límites producidos socialmente y los límites naturales. Pero la degradación de la naturaleza, el exterminio de especies y la amenaza de destruir la atmósfera del planeta son el resultado de las contradicciones que se encuentran en el propio modo de producción capitalista, no en alguna amenaza existencial de fuera del sistema. El aumento de las tasas de contaminación y degradación ambiental se produce porque los capitalistas buscan ganancias a expensas del medio ambiente, no por las propias tecnologías. Los socialistas deben distinguir entre los instrumentos de producción y su uso bajo el capitalismo.
En un escenario de decrecimiento socialista, el objetivo sería reducir la producción ecológicamente destructiva y socialmente menos necesaria (lo que algunos podrían llamar parte del valor de cambio de la economía), al tiempo que protege y, de hecho, incluso mejora las partes de la economía que se organizan en torno al bienestar humano y la regeneración ecológica (la parte del valor de uso de la economía).
Saito tiene razón en que poner fin a la contradicción dialéctica entre los seres humanos y la naturaleza y lograr algún nivel de armonía y equilibrio ecológico solo sería posible con la abolición del modo de producción capitalista. Como dijo Engels (1896), «Para llevar a cabo este control se requiere algo más que mero conocimiento». La ciencia no es suficiente. «Requiere una revolución completa en nuestro modo de producción hasta ahora existente, y con él de todo nuestro orden social contemporáneo» (ibid.)
habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.Traducción:G. Buster