Las luchas por la tierra en el Norte del Cauca
Las confrontaciones por la tierra en el Norte del Cauca tienen varias causas que deben ser entendidas para abordar este conflicto lleno de matices y contradicciones.
Un conflicto particular
Con ocasión de las manifestaciones en el lugar donde se reconstruirá la vía Panamericana tras el derrumbe en Rosas-Cauca, la opinión se pregunta si se había llegado a algún acuerdo en los diálogos que se habían iniciado al comenzar este gobierno. En efecto: a finales del año pasado se produjo una serie de encuentros con los diversos protagonistas del conflicto en el Norte del Cauca.
Esta vez las confrontaciones violentas se dieron entre indígenas Nasas, que adelantan la “Liberación de la Madre Tierra”, y las comunidades negras —“afros”—, principalmente trabajadores de los ingenios azucareros que “defienden su derecho al trabajo” y se oponen a que los indígenas se apropien de tierras planas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar.
Conviene mencionar que quienes participan en el conflicto por la tierra en el Norte del Cauca son:
1. Las personas o grupos relacionados con la explotación de la caña de azúcar: dueños de ingenios azucareros, terratenientes, empresarios o trabajadores de planta.
2. Los relacionados con la lucha por la propiedad de la tierra: pueblos Nasas, comunidades campesinas sin tierras o con predios pequeños, y comunidades negras sin tierras o con predios pequeños.
3. Las instituciones, las organizaciones sociales, las gobernaciones, el ejército, los grupos armados ilegales y el Estado.
Para entender esta situación, se necesita un breve recuento histórico de las luchas por la tierra y el territorio en esta región de Colombia.
Este conflicto no es igual al que enfrentó a los grandes terratenientes y a los pueblos indígenas en décadas pasadas; es un proceso que compromete a la diversidad de nuestra sociedad que está en plena transformación.
Un poco de historia
Antes de la invasión española, el actual territorio del Cauca estaba poblado por numerosos pueblos indígenas. El pueblo Misak —“guambiano”— era el mayoritario y convivía con Totoróes, Polindaras, Coconucos, Chisquíos, Bojoleos, Calibíos, Patías —sindaguas— y muchos otros.
Los “vallecitos altos” de la cordillera central —Valle de las Papas, Paletará, Coconuco, Malvazá, Ambaló, Guambía, etc.— eran los más poblados porque el clima y las tierras frías hacían más fácil la vida; pero las tierras de los diversos pisos térmicos eran trabajados por los pueblos nativos en beneficio colectivo.
Los Nasa habitaban –principalmente– el Valle del río Páez en Huila. En su lucha de resistencia a la conquista fueron obligados a refugiarse en los alrededores del Volcán del Huila y, poco a poco, se mestizaron con los pueblos que habitaban esos territorios. Después se desplazaron hacia los actuales municipios del Norte del Cauca y, después de la Guerra de los Mil Días entre 1899 y 1902, de la Ley 200 de 1936 y de la avalancha del río Páez en 1994, algunos grupos se ubicaron en la cordillera occidental y en otros departamentos.
A finales del siglo XVII, el pueblo Nasa, liderado por Juan Tama, cacique de Togoima y por Quilo y Sicos, cacique de Toribío, Tacueyó y San Francisco, consiguieron en un viaje inédito y sorpresivo a Quito el denominado “Título de los 5 pueblos” mediante el cual el Rey de España les reconoció un amplio territorio que comprende las áreas de montaña del actual Norte del Cauca. Gracias a ese título, y a su sacrificada lucha, los Nasa pudieron recuperar esas tierras a lo largo de las últimas cinco décadas.
En ese título no se incluían las tierras planas del valle del río Cauca, ya que no eran habitables en ese entonces. Durante los períodos de lluvia se inundaban totalmente y, por ello, los caminos entre Santander de Quilichao y Cartago se construyeron al pie de la montaña. Después de la construcción de la represa de La Salvajina en 1982 se lograron regularizar y controlar las inundaciones del río Cauca y se integraron grandes áreas nuevas a la producción agrícola.
Esas tierras planas que hoy están en disputa están ubicadas a lo largo de los ríos Palo, Guengué, Desbaratado, La Paila y Cauca. Fueron “domesticadas” por los negros cimarrones, en un primer período, y después ese trabajo lo hicieron los negros libertos que poblaron esos valles cuando la esclavitud fue abolida. Allí construyeron una poderosa economía basada en la “finca tradicional” y en las “familias extensas”.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX los grandes terratenientes adelantaron un proceso de despojo de las tierras que estaban en manos de las comunidades negras. Utilizaron la violencia y diversas formas de engaño, aprovechándose de la ingenuidad de los campesinos negros.
En la actualidad, el 95 % de las mejores tierras están en manos de grandes latifundistas, mientras que las familias herederas de los antiguos propietarios se encuentran hacinadas y empobrecidas en las ciudades. Esto está registrado en los textos del investigador Michael Taussig y en numerosos relatos de escritores negros que han ido reconstruyendo su historia.
Por otro lado, en 1947 llego al municipio de Corinto un grupo de familias campesinas paisas y liberales para evitar ser masacradas en territorios dominados por los conservadores o “chulavitas”. Otro núcleo se instaló en el corregimiento de Huisitó, El Tambo. Dichas comunidades se convirtieron luego en “centros de rebeldía campesina” e influyeron sobre los movimientos sociales que surgieron en la región.
Finalmente, en 2004 empieza la lucha de las comunidades indígenas nasas por ampliar su territorio hacia las tierras planas del Valle geográfico del río Cauca bajo la campaña de la “Liberación de la Madre Tierra”.
Como se puede observar en sus comunicados, no es apenas una lucha por ampliar el territorio Nasa, sino que tiene un carácter anti-capitalista, contra una economía depredadora de la naturaleza y de la sociedad. Son luchas con una connotación diferente de las que tradicionalmente impulsa el CRIC.
La situación actual del conflicto
A raíz de la elección de Gustavo Petro y de los anuncios de reforma agraria y entrega de tierras, se hicieron más visibles las recuperaciones de tierras planas por parte de comunidades Nasas a lo largo de los últimos años.
También se fortaleció la resistencia de sectores de comunidades negras. Algunas de ellas fueron alentadas y apoyadas por los dueños de los ingenios azucareros y productores de caña.
La confrontación se agudizó, hubo enfrentamientos violentos, bloqueos de carreteras, heridos, y el gobierno tuvo que intervenir con la fuerza pública e instó al diálogo. El mismo presidente Petro hizo presencia en la región. Se reunió por separado con indígenas, campesinos y afros. Además, envió a ministros y funcionarios a una serie de encuentros para tratar de llegar a acuerdos. Todo ello en el marco de los “diálogos regionales vinculantes”.
Pero, según la información obtenida para realizar este escrito, no se ha llegado a ningún acuerdo todavía.
El problema es muy complicado. Por un lado, los grandes empresarios se apoyan en la “defensa de la propiedad privada” y tratan de poner en aprietos al gobierno. Por otra parte, los dirigentes de la “Liberación de la Madre Tierra” desconocen a algunos representantes del movimiento indígena que hacen parte del gobierno.
Hay presiones también dentro de los resguardos indígenas en donde existen intereses de ampliar el territorio para beneficiar a comuneros que no tienen tierra. Los grupos armados ilegales actúan para “pescar en río revuelto” y las autoridades locales y regionales se muestran muy débiles frente a esa situación.
Además, es evidente la enorme desigualdad en el acceso a la tierra. Mientras los campesinos, indígenas y negros están arrumados en predios estrechos o en tierras de montaña donde no existe seguridad ni medios de comunicación, los dueños de los ingenios azucareros explotan a miles de obreros en la producción de alcohol carburante y de azúcar. Ese enorme enclave capitalista es un insulto para quienes viven en la pobreza y la exclusión.
En ese sentido, entre las mismas comunidades negras y campesinas surgen diversas posiciones frente al problema:
· Quienes se han mantenido como campesinos saben del sufrimiento y de la eterna “lucha contra la caña”, que es el rostro que adquiere el monopolio de los ingenios azucareros. Por ello admiran a los indígenas y además hacen alianza con ellos.
· Los jornaleros negros, en su mayoría corteros de caña u obreros en las fincas cañeras, que han perdido cualquier sentimiento campesino, rechazan las “invasiones indígenas” y se han organizado con el apoyo de sus “patrones” para “defender su fuente de trabajo”.
· Algunos otros sectores negros organizados en Consejos Comunitarios rechazan la expansión indígena por considerar que esas tierras son “territorio negro”, pero no logran organizarse para hablar en igualdad de condiciones con los indígenas y vacilan entre aliarse con los dueños de los ingenios o con el pueblo Nasa que quiere “Liberar la Madre Tierra”.
· Los campesinos mestizos que impulsan las “reservas campesinas” son más cercanos a la posición de los indígenas.
Entre el grueso de la población citadina, tanto del Cauca como del Valle, la preocupación se centra en el tema de la producción. Existe el mito de que los Nasas se apropian de la tierra, pero no la ponen a producir y, por eso hay mucha resistencia ante la expansión del territorio indígena hacia tierras fértiles.
Para resolver ese problema, el actual gobierno plantea –además de las medidas relacionadas con reforma agraria– la política de los procesos de industrialización y procesamiento de materias primas y el cambio de matriz energética.
La verdad es que se necesitará de mucho diálogo, paciencia y superar ciertos esencialismos y fundamentalismos para poder llegar a acuerdos. Es urgente la unidad entre los sectores populares para avanzar por caminos donde el interés de todos esté por encima de intereses sectoriales y estrechos. Si se logra avanzar, este caso será un gran ejemplo de “paz total”. No es fácil pero tampoco es imposible.
*Ex diputado del Cauca, analista político y activista social.