La sequía y la Virgen del Rocío
Hace varios días leía una noticia que me impactó. La Junta de Andalucía solicita al Gobierno de España que desembalse agua para que el río Quema lleve algo de cauce cuando pasen las hermandades del Rocío. De entrada, pensé que sería una broma o un bulo. ¿Cómo podía plantearse esto en serio en plena sequía, con restricciones para regadíos e incluso para uso humano en muchos lugares de Andalucía, donde pende la amenaza de endurecimiento si no llega la lluvia?
Pero vi que no era broma, la noticia aparecía en toda la prensa, explicando que la demanda procedía del mismísimo “Plan Romero”, que depende nada menos que de la Consejería de Presidencia. La cabeza me iba a estallar intentando entender qué razones podría haber para plantear semejante barbaridad. ¿Qué bien superior puede justificarlo?, ¿cómo se planteaba esto en el entorno del parque de Doñana en unos momentos en que el gobierno andaluz y el del Estado habían sido interpelados e incluso amenazados con sanciones por la UE a raíz de la legislación aprobada por el parlamento andaluz que pretende permitir el uso de pozos ilegales?
Parece ser que el único objetivo de esta solicitud tiene que ver exclusivamente con el mantenimiento de la costumbre tan importante para los nuevos rocieros de “bautizarse en el río Quema” camino de la Aldea del Rocío. No hay más, se trata de derrochar un bien escaso y vital como el agua, para complacer un capricho festivo, que tiene como origen un supuesto fervor religioso. No parece que tenga mucho que ver con ningún principio o precepto religioso marchar sobre una carroza, un todoterreno o un caballo hacia un destino, una aldea donde hay una ermita que alberga una imagen de una Virgen, mientras se bebe alcohol, se canta y se baila, etc.
Aunque se tratara de una procesión silenciosa, con filas de penitentes orantes y tristes, el problema sería el mismo y esa solicitud un despropósito irracional. Mi asombro aumenta, si es posible, cuando leo las soluciones que se barajan según los distintos comentaristas: se podría adelantar el desembalse previsto para riego, haciéndolo coincidir con las fechas del Rocío. Una alteración de la justificada planificación que se ha negado a agricultores de la zona, que lo imploraban desesperados para no perder sus cosechas.
Por si fuera poco dislate, en las mismas piezas de prensa se advierte del peligro de incendio y el riesgo para las personas y animales que supone la realización de dicha romería en las actuales circunstancias de sequía. Pensemos en cientos de miles de personas, con caballos y carrozas desplazándose por terrenos asolados por la sequía, con la hojarasca y maleza secos, durante decenas o incluso centenas de kilómetros, encendiendo fuegos y cigarrillos, bajo un sol abrasador. En una situación como ésta, se me ocurre que un gobierno responsable no debería permitir que se celebrara ese evento, por prudencia para evitar una catástrofe. Pero esa opción ni está ni se la espera. Como no se ha intentado nunca desde la existencia de esta romería desde los años sesenta, considerada Fiesta Turística de Interés Nacional, multiplicándose el número de cofradías y de personas participantes, tomar medidas importantes para evitar el inmenso deterioro medioambiental de un espacio de protección Integral como el Parque de Doñana.
A pesar de las advertencias y el reconocimiento del grave peligro para la integridad del parque por parte de autoridades científicas y administrativas, año tras año, se permite la agresión al medio natural y el incumplimiento de las normas de protección de dicho espacio. Durante varias semanas cada año, uno de los espacios naturales más protegidos y únicos de Europa se ve invadido y agredido por docenas de miles de personas, carruajes, caballos o coches. Eso sí, el resto del año las medidas son inflexibles para todo el mundo.
Parece evidente que para tan importante “fiesta popular religiosa” no existen las mínimas normas de prevención de riesgos, ni de protección de la naturaleza, ni las restricciones. Ni existe la inmensa preocupación, tan generalizada en estos tiempos, del cambio climático. Sólo existe “el fervor y la fe ciega”. Aunque plantear a las autoridades todas estas irregularidades en vez de pedírselo a la Virgen, no parece muestra de mucha fe. Tampoco parece que confíen mucho en las centenas de Vírgenes, cristos y santos que, como en la Edad Media, están sacándose en estos días con rogativas para provocar la lluvia. Con todo el respeto a las personas, todo esto nos muestra una sequía mental que, si se usa para incrementar la sequía natural que padecemos, nos acerca un poco más al ecocidio.
7 de mayo de 2023
José A. Naz Valverde. Presidente de Andalucía Laica.