Foley y Shaikh: Nobles de la economía sin Nobel
En este comentario, Michael Roberts se basa en las autobiografías de Duncan Foley y Anwar Shaikh para reflexionar sobre las importantes y trascendentales contribuciones de cada uno de ellos.
Si alguna vez hubo dos merecidos candidatos al llamado premio Nobel de Economía, ésos fueron Duncan Foley y Anwar Shaikh. Pero en lugar de ello, el premio del Riksbank se concede a economistas de la corriente dominante, a menudo con la pretensión más oscura de esclarecer cualquiera de las cuestiones económicas y sociales candentes de nuestro tiempo.
En cambio, a lo largo de sus dilatadas carreras, Foley y Shaikh han aplicado sus amplios conocimientos teóricos a las cuestiones macro y microeconómicas que importan: Foley sobre el papel del dinero, el crecimiento, los ciclos y la desigualdad; Shaikh sobre las crisis, el comercio internacional, los beneficios e incluso la bolsa.
Tanto Foley como Shaikh han basado gran parte de sus contribuciones en el análisis del valor del capitalismo de Marx. Sin embargo, ambos prefieren no ser considerados economistas marxistas. ¿Por qué? ¿Dónde siguen Foley y Shaikh a Marx y desarrollan su análisis y dónde divergen? Permítanme basarme en sus propias autobiografías breves que se encuentran en el excelente A Biographical Dictionary of Dissenting Economists, editado por Philip Arestis y Malcolm Sawyer (2001)[1].
Foley ha dicho que «mi proyecto intelectual era entonces (y sigue siendo) encontrar fundamentos firmes para las teorías económicas del dinero y la estabilidad macroeconómica». En colaboración con Miguel Sidrauski, en su libro Monetary and Fiscal Policy in a Growing Economy (1971), demostró que la estructura neokeynesiana IS-LM es incompatible con cualquier concepción de una demanda independiente de inversión. «Pudimos introducir el dinero y los activos financieros sólo de manera ad hoc y nuestro riguroso tratamiento del equilibrio stock-flujo parecía descartar un papel autónomo de las empresas y de las decisiones de inversión de las empresas en este tipo de modelo». En otras palabras, el modelo de equilibrio neoclásico/nuevo keynesiano no podía explicar los motores de la inversión en el capitalismo. Ni rastro del ánimo de lucro!
Foley desempeñó un papel único al intentar unificar la economía de equilibrio walrasiana con la economía política clásica de Malthus y Ricardo, y Marx. Prácticamente llevó la teoría del equilibrio general al MIT. Foley confiaba en que, entretejiendo el dinero en el equilibrio general, podría demostrar cómo funcionan realmente las economías.
Inspirándose en Marx, Foley reconoce que las economías se rigen por los beneficios. Una mayor participación en los beneficios impulsa el crecimiento, algo que no aprecian los economistas postkeynesianos y heterodoxos, que consideran que las economías capitalistas están «dirigidas por los salarios», es decir, dependen del consumo de las masas («demanda efectiva») y no de los beneficios del capital.
Al trasladarse a Stanford, participó por primera vez en un renacimiento de la teoría económica marxiana y sraffiana. En palabras de Foley «Emprendí un estudio de Marx para ver si ofrecía un enfoque alternativo coherente de la economía y si este enfoque podía abordar los problemas del dinero y la estabilidad macroeconómica que me habían obsesionado». La culminación de este estudio fueron las obras fundamentales de Foley, Money, Accumulation and Crisis (1986a) y Understanding Capital: Marx’s Economic Theory (1986b). De hecho, en 1976, Foley escribió una de las explicaciones más sucintas y claras de la teoría monetaria de Marx en su prefacio a la obra maestra de Suzanne de Brunhoff, Marx on Money.
Foley afirma que «llegué a la conclusión de que Marx ofrecía una teoría económica coherente y consistente. La concepción marxiana del circuito del capital es una alternativa al equilibrio walrasiano como concepción del sistema económico en su conjunto y aborda algunas debilidades importantes del paradigma walrasiano. El circuito del capital es en el fondo una concepción dinámica, y no estática, de la interacción económica. Marx también explica correctamente la aparición del dinero simultáneamente con el desarrollo del intercambio y del sistema de mercancías, en lugar de insertar el dinero y las finanzas en una economía de trueque, como hacen muchos teóricos monetarios» (1976). En mi opinión, fue esta toma de conciencia de Foley la que condujo al éxito de sus libros sobre las crisis capitalistas.
Sin embargo, Foley considera que «en Marx no había una solución completa a mis problemas de dinero y estabilidad macroeconómica. Marx aborda sólo tentativa e incompletamente el problema de la articulación de los aspectos microeconómicos y macroeconómicos de la economía. La teoría monetaria de un dinero estándar mercancía que desarrolló sobre la base del trabajo de Tooke necesita una revisión fundamental para abordar las instituciones y los problemas financieros modernos». Para mí, más que una revisión de la teoría monetaria de Marx, yo vería la tarea de desarrollar esa teoría en el mundo de las economías fiduciarias. De hecho, otros trabajos de autores marxistas han demostrado que el enfoque de Marx es superior a cualquier otro, incluida la tan cacareada Teoría Monetaria Moderna (Roberts 2019).
Foley no se considera marxista. Lo deja claro en su propia ambigüedad sobre la cuestión. Cuando se incorporó al departamento de Economía de Stanford, «me vi presionado a definirme como marxista o como economista neoclásico. Me temo que no pude satisfacer a ninguno de los dos. Hay muchas ideas fundamentales en Marx con las que estoy de acuerdo: el enfoque general del materialismo histórico para el estudio de las sociedades humanas; la insistencia en la importancia de las divisiones de clase y la explotación en el análisis de la dinámica social; los vínculos entre el dinero y el tiempo de trabajo social enunciados por la teoría del valor de Marx; el circuito del capital; la centralidad del cambio tecnológico para el desarrollo económico capitalista; la crítica de la forma mercancía como principio de organización social; y el análisis de la teoría social en términos de contexto ideológico, por ejemplo. Pero otras partes del discurso de Marx me parecen fuera de lugar: su explicación de la evolución de los niveles de vida de los trabajadores en el desarrollo capitalista es autocontradictoria; su relato del cambio revolucionario basado en el conflicto de clases es incoherente; y sus presunciones sobre las instituciones de las economías socialistas parecen ingenuas hasta el punto de la irresponsabilidad».
Foley parece rechazar la idea marxiana de que el conflicto de clases es el motor de la historia humana; y considera que cualquier imagen del socialismo sin clases es «irresponsable e ingenua». De hecho, en una reciente emisión de SOAS-NSSR en YouTube (Foley 2022), afirmó que «Marx quería una planificación central de arriba abajo. Y Marx se equivocó en eso porque la explotación continuaría con la nueva clase política». Continuó diciendo que, dado que alcanzar el socialismo «era más difícil que detener el calentamiento global», los economistas de izquierdas necesitan desarrollar políticas para «mejorar las cosas dentro del sistema», al igual que los trabajadores se las arreglaron con las Factory Acts en la Inglaterra victoriana de Marx para regular las horas y las condiciones de trabajo. Como entonces, fue encontrar divisiones dentro de la clase capitalista lo que permitió la reforma. Ahora, con el cambio climático, abogaba por establecer alianzas con sectores del capital para mejorar la suerte de los trabajadores.
Foley ha intentado desarrollar modelos económicos en la tradición de Kaldor, Hicks y Goodwin «al considerar la macroeconomía como localmente inestable debido a los efectos aceleradores de la inversión. Esta inestabilidad local está limitada por efectos financieros y de liquidez, dando lugar a un comportamiento de ciclo límite». En lugar de desarrollar las ideas económicas marxianas sobre la rentabilidad, Foley ha estudiado las propiedades estadísticas de la economía como sistemas complejos (Foley 1994) y se ha dedicado a reconsiderar el papel de la racionalidad en las explicaciones económicas. Esto se inscribe más en la tradición postkeynesiana que en la marxista.
De hecho, Foley rechaza la opinión de que la teoría keynesiana es conservadora y forma parte de la corriente dominante que apoya el sistema capitalista. La teoría keynesiana dominante sigue considerando que las economías se mueven inherentemente hacia un equilibrio óptimo, como hizo Wicksell. Sigue afirmando que la demanda provoca fluctuaciones a corto plazo, pero que sólo los factores de oferta, como el capital social y la tecnología, pueden afectar al crecimiento a largo plazo. Pero Foley ve a Keynes de otra manera. Keynes ve «oscuras fuerzas del tiempo y la ignorancia» que envuelven el futuro. Los especuladores persiguen lo que creen que piensan otros especuladores, a veces provocando desastres. Las empresas pueden no vender sus productos y los trabajadores pueden no encontrar trabajo[2]. Foley considera que «Keynes veía el estado general del capitalismo como algo que permitía un desempleo casi arbitrario: de ahí su Teoría General. El pleno empleo era una afortunada excepción. … llamar al pleno empleo el estado general y permitir una excepción desafortunada pone a Keynes patas arriba» (Schlefer 2015).
Esta apreciación positiva de Keynes parece diferente de los comentarios de Foley sobre Keynes en su prefacio al libro de Brunhoff antes citado. Allí dice que «está la cuestión del grado en que la política monetaria del Estado puede crear o moderar crisis en la acumulación de capital». El análisis de Keynes sobre esta cuestión, que concluye que, dentro de amplios límites, la política monetaria puede alterar la tasa de inversión y determinar la demanda agregada, está en franca contradicción con la presunción a la que llegamos sobre la base de la discusión de Marx». Y va más allá: «Los que están comprometidos en estas luchas del lado de la clase obrera sólo pueden verse debilitados si se basan en un análisis monetario adoptado de Keynes o de otros economistas burgueses en la medida en que este análisis es incorrecto. Es esencial una teoría correcta del dinero firmemente basada en los principios de la concepción materialista de la historia» (Foley 1976).
Tratar de mezclar la economía keynesiana y su sesgo del lado de la demanda con la economía marxiana y su sesgo del lado de la oferta no es tarea fácil, especialmente cuando los keynesianos consideran una economía basada en los salarios y no en los beneficios. Es aún más difícil fusionar la economía de equilibrio general con el modelo dinámico de crisis que propone la economía marxiana. Pero Duncan Foley hace un gran esfuerzo para lograrlo.
La contribución de Anwar Shaikh a la economía de la realidad -es decir, a la economía política del capitalismo- es inconmensurable, pero, como economista empírico, intentaré medirla. A Shaikh no le convencía la economía dominante que se enseñaba en las universidades. Empezó con los de la tradición heterodoxa, como Kalecki, Sraffa, Robinson y Pasinetti, y luego gravitó hacia la escuela clásica. Shaikh se denomina a sí mismo economista clásico, no marxista, ya que parece considerar que Marx tiene la misma teoría y los mismos conceptos económicos básicos que Smith, Ricardo y Malthus. Esto es extraño porque Marx no estaba de acuerdo -al contrario, El Capital lleva el subtítulo «Crítica de la economía política»- refiriéndose específicamente a los economistas clásicos de principios del siglo XIX, antes de que la economía se «vulgarizara» (Marx) y los economistas se deterioraran hasta convertirse en luchadores ideológicos por la preservación del capitalismo. También es extraño porque la obra de Shaikh está impregnada del análisis marxiano del capitalismo y aporta importantes contribuciones a nuestra comprensión desde una perspectiva marxista con, como él dice, su «mordaz análisis de los orígenes intrínsecamente conflictivos, la estructura y la reproducción del sistema».
De hecho, Shaikh ha abarcado casi todos los ámbitos de la macroeconomía (y la microeconomía) y ha aportado nuevos conocimientos teóricos respaldados por pruebas empíricas, una combinación que lamentablemente falta en la economía dominante (e incluso entre los círculos heterodoxos y marxistas).
Shaikh considera, con razón, que uno de sus mayores aportes es la «regulación turbulenta» de la competencia capitalista. Con esto quiere decir que «las actividades individuales no planificadas que caracterizan la producción capitalista sólo se hacen socialmente coherentes a través de procesos reales de oscilaciones, discrepancias y errores en torno a centros de gravedad en constante movimiento, como los precios de producción o el crecimiento equilibrado.»
Al igual que Duncan Foley, rechaza el análisis del equilibrio, la llamada estática comparativa y el análisis de las unidades individuales a partir de un supuesto estado de equilibrio. Habiendo adoptado una teoría del valor del trabajo, primero de Ricardo, es decir, que los precios relativos están determinados en gran medida por el tiempo de trabajo, desarrolló una prueba única de la transformación de Marx de los valores del trabajo en precios de producción determinados por la igualación de las tasas de ganancia a través de la competencia de capitales. Aunque ahora existen pruebas más rigurosas del procedimiento de transformación de Marx y refutaciones del teorema crítico de Okishio, el «procedimiento iterativo» de Shaikh guarda una gran similitud con el de Marx. Y las pruebas empíricas de su validez (a saber, que los precios de mercado están determinados en última instancia por los precios de producción y los valores del trabajo) han sido demostradas por él y otros estudiosos desde entonces. Su planteamiento, siguiendo a Ricardo y Marx, es también una demolición devastadora del modelo marginalista de «factores de producción» para la determinación de los precios, lo que Shaikh llama la «Función de Producción Humbug» (1986).
Y lo que es más importante, Shaikh basa todo su trabajo en el papel de los beneficios en un sistema de producción con ánimo de lucro, algo que la corriente dominante ignora por completo. Shaikh subraya que cualquier análisis adecuado del capitalismo debe partir del punto evidente de que la fuerza motriz del modo de producción capitalista es el beneficio; no la producción, no la renta, no la tecnología, sino el beneficio. Sí, el capitalismo ha expandido las fuerzas productivas a niveles sin precedentes, pero la otra cara de la moneda capitalista es el aumento de la desigualdad y la destrucción recurrente de capital (tanto en medios de producción: quiebras y cierres) como de mano de obra (desempleo y pérdida de salarios). El desempleo es permanente y no puede eliminarse en un sistema capitalista. La economía capitalista funciona a través de lo que Shaikh denomina «competencia real» en un proceso turbulento y conflictivo. «Es una guerra, no un ballet», una lucha conflictiva entre capital y trabajo, y entre capitales.
En su opinión, hay dos fuentes muy distintas de beneficios agregados. El beneficio puede surgir de la transferencia neta de riqueza o valor al circuito del capital, y puede surgir de la producción de un excedente dentro del circuito del capital. En este punto, considero que se aparta de Marx, que se mantiene firme en que el beneficio (plusvalía) sólo surge de la explotación del trabajo, más concretamente, del trabajo productivo. El beneficio de la transferencia de riqueza de otra parte de la economía no crea nuevo valor o plusvalía, sino que es lo que dice, el resultado de una transferencia dentro del total existente de plusvalía. Como dijo Marx «Esta ganancia sobre la enajenación surge, pues, de que el precio de la mercancía es superior a su valor real, o de que la mercancía se vende por encima de su valor. La ganancia por un lado implica siempre una pérdida por el otro. No se crea ninguna adición a las existencias generales» (Marx, 1969).
En mi opinión, el intento de Shaikh de reconciliar a los economistas clásicos con Marx tropieza con este obstáculo. La escuela clásica reconoce el papel del beneficio en una economía capitalista, pero ni Ricardo ni Smith consideraron que se debiera al papel explotador del capital sobre el trabajo o al resultado no intencionado del afán capitalista por obtener más beneficios. Su «funesta» explicación de la caída de la tasa de beneficio era el aumento de los costes salariales (Ricardo) o la intensa competencia (Smith). Los neoricardianos del siglo XX, como Piero Sraffa, y los poskeynesianos, como Joan Robinson y Michal Kalecki, que rechazaron la teoría del valor de Marx y su ley de la rentabilidad, adoptaron la respuesta ricardiana de que el aumento de los costes salariales reducía los beneficios. Sus posiciones no pueden reconciliarse con Marx y, lo que es más importante, no son correctas, en mi opinión.
Shaikh toma su visión de las dos fuentes de beneficio de James Steuart, el economista clásico, que hablaba de dos fuentes de beneficio: el beneficio positivo de la producción y el beneficio relativo de las transferencias de valor de un capital a otro. Marx fue claro, creo, sobre la validez de estas fuentes duales de ganancia y la posición de Steuart. «Antes de los fisiócratas, la plusvalía -es decir, el beneficio en forma de ganancia- se explicaba puramente a partir del intercambio, de la venta de la mercancía por encima de su valor. Sir James Steuart, en general, no fue más allá de esta visión restringida» (Marx 1969).
Esto no significa negar que un elemento clave de la transformación de Marx de los valores del trabajo en precios de producción y luego en precios de mercado en «competencia turbulenta» se basa en el concepto de intercambio desigual. El propio Shaikh lo explica bien. Marx muestra que «el beneficio industrial se basa en la extracción del trabajo excedente, no en la transferencia de riqueza a través del intercambio desigual». Pero luego, cuando pasa a considerar los precios que ya no son proporcionales a los valores del trabajo (por ejemplo, los precios de producción), el intercambio desigual vuelve a formar parte de la cuestión y el beneficio agregado refleja ahora tanto el beneficio por alienación como el beneficio por plusvalía».
El concepto de intercambio desigual no sólo es relevante para la competencia entre capitales dentro de una economía nacional, sino para la explicación básica de la transferencia de valor de los capitales más débiles del Sur Global a los capitales técnicamente superiores del Norte Global. De hecho, la contribución de Shaikh a una teoría del comercio internacional así lo reconoce. Contrariamente a la ley de la «ventaja comparativa» de Ricardo, el intercambio desigual de Marx demuestra que la competencia comercial internacional no conduce a un equilibrio comercial entre las naciones. Al contrario, conduce a que los productores más desarrollados (es decir, tecnológicamente avanzados) obtengan una «ventaja absoluta» sobre sus competidores menos desarrollados.
Shaikh ha sido una fuente destacada para explicar la ley de Marx de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, tanto como resultado del progreso tecnológico en el capitalismo como causa subyacente de las crisis regulares y recurrentes de la producción capitalista. Como dijo Marx (1973), es «la ley más importante de la economía política» porque muestra la contradicción última de la producción capitalista: entre los beneficios y las necesidades sociales. A Shaikh le gusta expresarlo así: «en el lenguaje de la microeconomía, a saber, la producción capitalista muestra una tendencia inherente hacia costes variables medios y costes totales medios más bajos, a expensas de costes fijos medios más altos. Demuestro que el aumento secular resultante en la relación capital-producto es suficiente para producir una tasa secularmente decreciente de beneficios, incluso si la participación en los beneficios aumenta. Esta es la ley de Marx».
A partir de aquí, Shaikh nos lleva más lejos. Sostiene que «una tasa tan secularmente decreciente producirá necesariamente una ‘onda larga’ en el beneficio real total, que se acelera, luego se desacelera, se estanca e incluso cae. «Siento gran simpatía por la teoría de la onda larga de la acumulación capitalista, algo que identificó por primera vez el economista ruso Kondratiev y que Shaikh citó por primera vez en un artículo de 1992. La teoría de la onda larga es exclusiva de la economía marxiana, ni siquiera el modelo de crecimiento de Harrodi nos lleva tan lejos. Y Shaikh ha producido muchas pruebas poderosas de ondas largas para mostrar en qué estado se encuentra la acumulación capitalista.
Según Shaikh, el punto principal de Kondratiev es que los ciclos económicos son recurrentes y «orgánicamente inherentes» al sistema capitalista. También son inherentemente no lineales y turbulentos: «el proceso de la dinámica real es de una pieza. Pero no es lineal: no adopta la forma de una simple línea ascendente. Al contrario, su movimiento es irregular, con rachas y fluctuaciones». Existen fluctuaciones cíclicas de la rentabilidad. Éstas se expresan en los ciclos de las empresas y del capital fijo inherentes a la producción capitalista.
Las crisis son normales en el capitalismo. La historia de los sistemas de mercado revela patrones recurrentes de auges y crisis a lo largo de los siglos, que emanan precisamente del mundo desarrollado. Las crisis clave en el capitalismo son las «depresiones», como la de la década de 1840, la «Larga Depresión» de 1873-1893, la «Gran Depresión» de la década de 1930, las «Crisis de Estanflación» de la década de 1970 y la Gran Crisis Mundial actual.
En un trabajo que Shaikh presentó en 2014, actualizó su análisis sobre las ondas largas, que también desarrolla en su libro magistral Capitalism: Competition, Conflict, Crises (Shaikh 2016). Shaikh muestra cómo el capitalismo avanza a bandazos con crisis regulares, que a veces se convierten en profundas depresiones. Fue este análisis el que llevó a Shaikh a predecir ya en 2003 que se avecinaba una gran depresión, es decir, la Gran Recesión.
Para los que pertenecemos a la tradición marxista, el trabajo de Shaikh junto con Ahmet Tonak (1994) sobre las cuentas nacionales para revelar las categorías marxistas desde dentro del velo neoclásico de las estadísticas oficiales ha resultado inestimable. Se trata aquí de distinguir entre trabajo productivo (como el que produce un concierto) y trabajo improductivo (como los vendedores que aceptan dinero a cambio de acceso y los guardias que impiden que el resto asista). Tales distinciones afectan profundamente a nuestras medidas de producción nacional y a nuestra comprensión de la «salud» de una economía capitalista.
Y luego está la inflación, el tema del periodo pospandémico. La economía convencional ha fracasado en su intento de explicar el repentino aumento de los precios de bienes y servicios en todo el mundo. Sus principales teorías («demasiada oferta monetaria» o «empuje de los costes salariales» o «expectativas de inflación») han resultado inadecuadas y empíricamente erróneas. Así pues, las medidas políticas dominantes se han reducido a un endurecimiento monetario con escasos efectos sobre la inflación, pero que en su lugar ha reducido los «beneficios de las empresas», así como ha amortiguado el consumo de los hogares mediante el aumento del coste de los préstamos, provocando así una nueva depresión.
Shaikh nos ofrece una teoría alternativa de la inflación: «la tasa máxima de crecimiento es la tasa de beneficios. Así pues, la relación entre la tasa de crecimiento real y la tasa de crecimiento máxima (el «ratio de producción») puede interpretarse como un indicador del grado de utilización del potencial de crecimiento de la economía. Cuanto mayor sea este coeficiente, mayor será la probabilidad de que el exceso de demanda acabe acelerando la inflación en lugar del crecimiento» (Shaikh 1999). Aunque la teoría de la inflación de Shaikh parece más cercana a una explicación basada en el empuje de los costes (aunque basada en la rentabilidad) que a un enfoque marxista del valor, encuentra «una correlación muy llamativa» entre el «ratio de producción» y la tasa de inflación en EE.UU. y en otros países de la OCDE.
Quizá, para mí, una de las contribuciones más importantes de Shaikh sea desacreditar la tesis postkeynesiana del monopolio. Shaikh dice que su «enfoque es muy diferente tanto de la economía ortodoxa como de la tradición heterodoxa dominante». El capitalismo se basa en la «competencia real» y no en la «competencia perfecta». La fuente de explotación no es el poder del monopolio: el beneficio no es el resultado de algún «margen» sobre los costes que obtienen los monopolios (Kalecki).
El año pasado, los mercados bursátiles del mundo sufrieron sus mayores caídas desde el crack financiero mundial de 2008. ¿Qué impulsa las fluctuaciones de los precios de lo que Marx denominó «capital ficticio»? Shaikh ha hecho un intento convincente de responder a esa pregunta. Considera que los movimientos del precio de las acciones están regulados por la rentabilidad de las empresas, pero no por la tasa de beneficio del capital como tal, sino por la tasa de rendimiento de las nuevas inversiones. Según él, la tasa de rentabilidad del mercado bursátil estadounidense es muy similar a la tasa correspondiente de las empresas sobre las nuevas inversiones durante la mayor parte del periodo de posguerra. «Las dos tasas fluctúan sustancialmente, pero muestran esencialmente la misma media y desviación estándar, con la tasa del mercado de valores anticipando y siguiendo la tasa corporativa de una manera sorprendente (Shaikh 1997). Esto me permite demostrar que los precios (anuales) de las acciones están fuertemente regidos por sus «fundamentos».
Al escribir este ensayo, me sorprendió la gran variedad de temas tratados por Foley y Shaikh y sus ideas, que han arrojado una luz brillante sobre las maquinaciones de la bestia capitalista. Han sido economistas nobles, pero sin ningún premio Nobel.
Referencias
Arestis, Philip, and Malcolm Sawyer. 2001.A Biographical Dictionary of Dissenting Economists.Edward Elgar Publishing.
Foley, Duncan K. 1976. “Preface.” Marx on Money, vii–ix. Urizen Books. Author: Suzanne de Brunhoff.
Foley, Duncan K. 1986a.Money, Accumulation and Crisis.Harwood Academic.
Foley, Duncan K. 1986b.Understanding Capital: Marx’s Economic Theory.Harvard University Press.
Foley, Duncan K. 1994. “A Statistical Equilibrium Theory of Markets.” Journal of Economic Theory,62(2): 321–345.
Foley, Duncan K. 2001. “Duncan K Foley» In A Biographical Dictionary of Dissenting Economists ,ed. Philip Arestis and Malcolm Sawyer. Edward Elgar Publishing.
Foley, Duncan K. 2022. “Production & Productivity” https: // www. youtube. com/ watch? v=o2yrTeY7yOE, SOASxNSSR Lecture Series.
Foley, Duncan K., and Miguel Sidrauski. 1971. Monetary and Fiscal Policy in a Growing Economy. Macmillan.
Marx, Karl. 1969. Theories of Surplus Value. Progress Publishers.
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Roberts, Michael. 2019. “Modern Monetary Theory: A Marxist Critique” Class, Race and CorporatePower, 7(1): 1–16.
Schlefer, Jonathan. 2015. “Not even Paul Krugman is a real Keynesian” https:// www. bostonglobe. com/ ideas/ 2015/ 03/ 23/ not-even-paul-krugman-real-keynesian/yXWqBRxzxDx2uXHy3NBh9J/ story. html.
Shaikh, Anwar. 1986. “The Humbug Production Function” InThe New Palgrave: A Dictionary ofEconomic Theory and Doctrine, ed. John Eatwell, Murray Milgate and Peter Newman. London:Macmillan Press.
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Shaikh, Anwar. 2016. Capitalism: Competition, Conflict, Crises. New York: Oxford University Press.
Tonak, E. Ahmet, and Anwar Shaikh. 1994. Measuring the Wealth of Nations: The Political Economy of National Accounts. Cambridge University Press.
Notas:
[1] Salvo que se indique lo contrario, todas las citas de Foley y Shaikh proceden de Foley (2001) y Shaikh (2001), respectivamente.
[2] El 23 de marzo de 2015, Duncan Foley y Lance Taylor recibieron el Premio Leontief 2015 por sus investigaciones sobre la relación entre macroeconomía y calidad medioambiental.
habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.Fuente:
Traducción:Antoni Soy Casals
Fuente: https://sinpermiso.info/textos/foley-y-shaikh-nobles-de-la-economia-sin-nobel