José Haro Hernández •  Opinión •  23/11/2024

Sólo el estado salva al pueblo

Cuando todavía un servidor ejercía de maestro y se anunciaba lo que entonces se conocía como ‘gota fría’, si ésta presentaba un perfil muy agresivo, se suspendían las clases inmediatamente. Pues bien, siempre me pregunté por qué se protegía a los escolares(y por extensión, al profesorado) de la ira de la Naturaleza y no se hacía otro tanto con el resto de la población, fundamentalmente trabajadora, que se jugaba el tipo desplazándose hacia sus empresas. 

Fui entendiendo el asunto cuando, en plena pandemia del Covid, una muy conocida presidenta autonómica del PP, declarándose en rebeldía frente a las instrucciones de Sanidad en el sentido de que la población estuviera recogida en sus casas para evitar la expansión de un virus que estaba causando miles de muertos, llamó a la gente a ocupar las terrazas de los bares y restaurantes para, consumiendo cañas y tapas como si no hubiera un mañana, conquistar la libertad en el territorio que administra.  Y es que la derecha no ha venido a este mundo para gestionar la cosa pública, prueba de lo cual es que sus mentes más preclaras se dedican a las finanzas o a la industria, dedicándose a la política, a tenor de lo que vemos a diario, aquellos y aquellas que no destacan precisamente por su perspicacia y competencia. El movimiento reaccionario está entre nosotros y nosotras para desbrozar todo obstáculo que pueda entorpecer el libre desenvolvimiento de los negocios privados, jibarizando lo público a tal fin. En definitiva, le sobra el Estado, como sin ningún recato afirma quien es su máximo referente: un tipo con motosierra que vive en Buenos Aires. 

Quizá por ello Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, no se sintió concernido para avisar a la población de la alerta roja(máximo peligro) que emitió la Aemet el pasado martes 29 de Octubre, hasta el punto de que, enfrascado en asuntos gastronómicos, llegó a una reunión de emergencia por la Dana convocada a las 5 de la tarde de ese día dos horas después, cuando las aguas desatadas ya devoraban vidas y bienes. La alerta a los móviles llegó, finalmente, 12 horas después del aviso de la Aemet y dos horas más tarde de la comunicación de la Confederación Hidrográfica sobre la situación de las ramblas. Esto no tiene otra definición que la de negligencia criminal. Pero claro, cuando las autoridades no hacen sus deberes y las empresas obligan a sus empleados a acudir al trabajo a pesar de la que pueda estar cayendo, sobreviene la tragedia, resultado de esa colusión, entre determinados políticos y empresarios, que antepone la economía a la vida de las personas. Como muestra de esta escala de prioridades, un botón: una de las primeras medidas adoptadas por Mazón tras tomar posesión de su cargo fue la de suprimir la unidad valenciana de emergencia, al considerarla ‘un chiringuito’, en el convencimiento de que la tauromaquia(beneficiaria de los recursos liberados)era más útil que un puñado de bomberos. Posteriormente, y ya en plena catástrofe, ha arremetido con dureza contra la Unidad Militar de Emergencias, la Aemet y la Confederación Hidrográfica, organismos todos ellos de la Administración Central que sí hacen sus deberes, lo cual no puede decirse en absoluto de la Generalitat valenciana, que se ha negado a transferir el control de la situación al gobierno de España y que exhibe una gestión cutre impropia de la cuarta economía del euro. Censurable también es la actitud de Sánchez, que a pesar de la incompetencia extrema que Mazón evidencia desde el minuto uno, se ha negado a asumir el mando, priorizando el cálculo político cortoplacista sobre la situación desesperada de miles de personas.

Pero esta derecha que ha hecho de la degradación de los servicios públicos el sentido de su existencia y que coloca la caja de las empresas por encima de la seguridad de los trabajadores y trabajadoras, atesora otra virtud: la de negar la emergencia climática y, por consiguiente, la necesidad de implementar actuaciones que mitiguen sus consecuencias. No sólo no quiere saber nada de la reducción de las emisiones de carbono, sino que ni siquiera ha diseñado planes para adaptar las infraestructuras al incremento de la frecuencia e intensidad de eventos catastróficos. Es más: los planes urbanísticos siguen promoviendo construcciones en zonas inundables. En todas estas cuestiones también el PSOE peca, porque hay un hilo de cierta aversión al gasto público y de querencia por megaproyectos insostenibles que conecta a este partido con los conservadores.

La lección que se extrae de lo que ha pasado es que hay que fortalecer considerablemente el Estado, revirtiendo el desguace al que está siendo sometido en las últimas décadas neoliberales. Sólo unos servicios públicos robustos garantizan el bienestar de la gente. Siempre y cuando al frente de las Administraciones haya personas que estén convencidas de que hay que destinar mucho dinero, justicia fiscal mediante, a procurar seguridad, desde la cuna a la tumba, a toda la población. Sólo el Estado salva al pueblo.

joseharohernandez@gmail.com


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