André Abeledo Fernández •  Opinión •  02/12/2024

Un trabajador votando al multimillonario es como la cucaracha que vota al insecticida

Trabajadores que piensan que un multimillonario va a entender sus necesidades, que el hijo de las élites económicas va a empatizar con sus problemas, que los privilegiados van a defender sus derechos como clase trabajadora. Difícil de entender semejante analfabetismo político, la moral del esclavo.

Trabajadores que votan a Donald Trump y Elon Musk en EEUU, o Berlusconi en Italia, que consideran que los partidos que defienden los intereses de la oligarquías pueden defender los suyos también. «Cuando un trabajador vota al mismo partido que su patrón normalmente es el trabajador el que se equivoca».

Trabajadores que piensan que si el amo gana más repartirá las sobras, como un perro fiel defienden los intereses del amo con sus ladridos o con sus votos, con la diferencia de que el dueño del perro seguro que lo aprecia mucho más que al esclavo asumido.

Desgraciadamente la moral del esclavo avanza dentro del pensamiento obrero.

Una parte de los trabajadores ha asumido la moral del esclavo. Los años de lavado cerebral han dado resultado y la alineación de la clase obrera es hoy una frustrante realidad.

Vivimos en un estado mental que ya no tiene como base el analfabetismo, pero hay un analfabetismo funcional, el analfabetismo político, más peligroso que la religión o el miedo.

Han logrado que el pensamiento pequeñoburgués, neoliberal y pro patronal haya sido interiorizado por la clase trabajadora.

El adoctrinamiento empieza en la escuela y sigue en nuestras casas, también llega desde los medios de desinformación de masas y está presente en nuestros puestos de trabajo a modo de charlas, cursos, etc.

Cuando repetimos frases hechas como “no muerdas la mano que te da de comer” estamos asumiendo que el empresario tiene a bien que comamos, que nos hace el favor de darnos un trabajo para poder sobrevivir y que debemos estarle muy agradecidos.

Nos tratan de convencer de que debemos hacer los mayores esfuerzos por la empresa y olvidarnos de tener vida propia.

«Quien no dispone de dos tercios del día para sí mismo es un esclavo».

Nietzsche

Olvidamos que gracias a la “plusvalía” derivada de nuestra fuerza de trabajo el empresario se enriquece.

La realidad es que una empresa puede funcionar solo con trabajadores, pero no puede hacerlo solo con el empresario. Y en eso radica nuestra fuerza como clase mayoritaria.

A pesar de las leyes, convenios y el Estatuto de los trabajadores muchos no cobran en tiempo y forma, son despedidos por motivos falsos e inventados, firman contratos de cuatro horas y trabajan diez.

Sin olvidar que teniendo reflejado en la constitución el derecho al trabajo y la dignidad como personas, muchos trabajadores se encuentran en el paro sin derecho a ningún tipo de prestación, no pueden ni tener una vivienda digna, o sus necesidades básicas cubiertas, pero no son capaces de recuperar la conciencia de clase.

Cuando nos dicen que es mejor trabajar de cualquier cosa sin importar en que condiciones, eso es justificar el abuso.

Desgraciadamente es el pensamiento de los oligarcas y no el de la clase obrera hoy en día el dominante, por eso estamos perdiendo los derechos que conquistaron nuestros padres y abuelos, por eso tenemos peores condiciones laborales. Una generación que no es capaz de dejar a la siguiente una sociedad mejor, es una generación de fracasados.

Debemos recuperar la conciencia de clase que nos hará conscientes de nuestra propia fuerza y nos permitirá sentir y romper nuestras cadenas.


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