Resistir es gobernar para la mayoría trabajadora
Parecía un Congreso bolchevique: el líder y un nutrido grupo de dirigentes y afiliados entonaban, puño en alto y delante de una pancarta roja, la Internacional. Pero no se trataba de un partido revolucionario, sino del PSOE, que con esta puesta en escena buscaba refugio en una identidad histórica, de la que en realidad no queda ni rastro, para aglutinarse en torno a un líder acosado, Sánchez, a fin de protegerle de los embates de una derecha desatada. Y surgió la consigna: resistir. Y hacerlo para reconquistar poder territorial en las elecciones autonómicas y locales, lo cual es indispensable para mantenerse en La Moncloa dentro de apenas 3 años.
Desde el socio Sumar, por boca de Yolanda Díaz, vino enseguida el reproche: gobernar no es resistir. Esta observación es coherente desde la consideración de un gobierno que dedica todos sus esfuerzos a cavar trincheras para repeler los continuos ataques virulentos de la oposición, de modo que no tiene tiempo ni energías para gestionar: sólo se dedica a la batalla, sin posibilidad de acometer las tareas de administración. Pero desde una óptica progresista, la idea de resistencia desde el poder va indisolublemente ligada a la ejecución de políticas transformadoras. Dicho de otra manera: la izquierda sólo resiste los ataques por parte de los representantes políticos del capital cuando actúa como tal, es decir, cuando mejora las condiciones existenciales de quienes viven de un salario, una pensión o un subsidio.
Y en este aspecto es donde chirría el concepto de resistencia que sale de Moncloa, que no es otra cosa que mantenerse arriba como sea, trapicheando a derecha e izquierda acuerdos incompatibles entre sí, como se ha comprobado en las negociaciones en torno a la reforma fiscal. Lo cierto es que desde hace un par de años, el gobierno de coalición se ha ido escorando progresivamente hacia las viejas prácticas socioliberales a las que nos tiene acostumbrados desde siempre el PSOE, que ha anulado a su socio Sumar hasta el punto de que esta organización bascula en sus posiciones en función de las maniobras que los socialistas hacen para trenzar alianzas en un parlamento fraccionado e inestable. Por su parte, el conjunto de la izquierda parlamentaria sufre un chantaje permanente por los de Sánchez: o apoya el giro conservador de éstos y sus acuerdos con PNV y Junts, o la legislatura decae y vienen Ayuso y Abascal. Estamos ante el triunfo de la lógica del mal menor, cortoplacista y contraproducente.
Esto lo vivimos cuando PSOE y PP acordaron repartirse el poder judicial en lugar de modificar su composición a partir de la mayoría de investidura, lo que hubiera ahorrado al Presidente y su entorno buena parte de los quebraderos de cabeza que les está provocando la implacable guerra judicial en curso. Y también lo hemos visto con claridad meridiana en el consenso entre los socialistas y las derechas vasca y catalana para suprimir el impuesto a las energéticas. El compromiso posterior, in extremis, suscrito con Podemos para mantenerlo mediante decreto, es un engaño por cuanto se deducirán en el impuesto de sociedades las inversiones de aquellas empresas en descarbonización, lo que significa desmontar dicho tributo por la puerta de atrás. Igualmente cayó la propuesta de Sumar de poner fin a las ventajas fiscales(tipo del 1% en Sociedades) de que gozan las Socimis(sociedades de inversión inmobiliaria). Persiste, por último, la amenaza de subir el diésel, lo que supone descargar el peso de la recaudación fiscal y la transición energética en los bolsillos de las capas trabajadoras.
Paradigma de este giro hacia políticas muy dudosamente socialdemócratas es el ataque, con el arma de la inflación de los beneficios empresariales, contra el poder de compra de la gente. Y para muestra de ello un botón: la brecha entre salarios y el precio de los alimentos entre el cuarto trimestre de 2019 y Junio de 2024 asciende a casi 14 puntos. Respecto de la vivienda, baste decir que ni siquiera una familia con dos sueldos normales se puede permitir hoy en día acceder a una vivienda asequible. Hay más manifestaciones de la indolencia gubernamental por la suerte de quienes no tienen un importante patrimonio: no hay manera de que se implemente la directiva europea para retribuir los permisos parentales, aunque esta actitud esté acarreando multas al Reino de España; y tampoco asume el Consejo de Ministros la recomendación del Consejo de Europa para dignificar la indemnización por despido improcedente.
Es verdad que este gobierno podrá agotar la legislatura si quienes lo sostienen siguen tragando con su viraje a la derecha por miedo a que si se va Sánchez vengan los fachas. En ese caso el paisaje político que habrá en 2027 será un páramo donde la izquierda se habrá desvanecido y sobre el que penetrarán, triunfantes, los de la motosierra. Sólo se resiste gobernando desde los intereses de las mayorías trabajadoras. Lo demás es aguantar, que es cosa muy distinta.
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