Alejandro Floría Cortés •  Opinión •  03/07/2016

El bipartidismo que no cesa

Los periódicos se llenan de variopintos análisis sobre los resultados electorales de Unidos Podemos, desde sesudos enfoques teóricos (Laclau, la liquidez,…) hasta simplificaciones reduccionistas y elusivas (el miedo), pasando por el análisis de una variedad de Debilidades y Amenazas, sesgadas encuestas de insatisfacción postventa e, incluso, una teoría del pucherazo que descarto porque, revelable, que no revelada, su objetivo real habría de ir más allá que perjudicar a Unidos Podemos, hasta la zona oscura del Shock.

Desde la teoría de Dirección de Empresas más básica, es difícil negar que Unidos Podemos modificó e indefinió su tándem de Misión-Visión y obvió las Debilidades y Amenazas de un análisis DAFO que no llevó a cabo. Esto es, demasiados golpes de timón y pocos y malos mapas.

A la hora de planificar la consecución de sus objetivos, divagó entre la Estrategia y la Táctica, confundiendo ambas y se negó la potencia de la Operativa por las contradicciones que creía generarle: explicar detalladamente a sus electores cómo iban a cumplir con sus expectativas.

Las estrategias se proyectan sobre un segmento de mercado concreto en el que es posible obtener un beneficio al proporcionar valor a través de la diferenciación respecto de las demás ofertas. Pretender abarcar segmentos más amplios, o tratar de arrebatarlos a la competencia, pasa por modificar el producto, pues cada uno de esos segmentos percibe un valor diferente. Existe, claro, el riesgo de que esas modificaciones puedan transformar el valor percibido por los consumidores-electores… hasta perderlo.

Y hasta aquí el enésimo modelo. Se da la cosa tragicómica de que la perspectiva explica, tanto, el asunto de la abstención («no lo compro, no me interesa«), como el de la inevitable desconexión entre los electores/consumidores en este sistema representativo (cosas del capital). A las urnas no acuden colectividades organizadas, sino individualidades libres de elegir a la menos mala de las opciones que orinará en su decepción, o de elevar su pobre autoestima hasta, por lo menos, la clase media… o, simplemente, no se me mosqueen, de reafirmar una opinión.

Unidos Podemos aceptó explicarse en términos de mercado en el marco de un sistema con el que no pretendía romper y, sin embargo, no ha tenido una desviación en sus resultados previstos mucho mayor a aquella para la que la teoría aconseja la revisión de la estrategia. Lo sucedido entraba dentro de lo probable en cualquier emprendeduría.

No aportará mucho la encuesta de Echenique: la confluencia con IU, el discurso socialdemócrata y la orientación de la campaña, por ejemplo perjudicaron, y mucho, a los resultados de esta coalición forjada desde arriba, pero lo hicieron no tanto por sí mismas, sino por las contradicciones y las tensiones que generaron entre sí la combinación de todas ellas. Y así hasta llegar a las doce, y otras doce más,…

Me atrevería a decir que le faltó a la alianza «Lo Común» en su denominación, y «Lo Popular» en la Unidad, conceptos que obligan a priorizar las urgencias del precariado frente a la circunstancia de que esta generación no viva tan bien como la anterior y entre en pánico ante la posibilidad de empobrecerse.

Precisan en Unidos Podemos de redefinir un producto, que en realidad es un servicio, radicalmente distinto que se distribuya no en un período electoral, sino entre estos, que aporte valor a través de una pedagogía multidimensional: política, economía y sociedad para construir auto-organización y auto-gestión, desde abajo, para, como meta, unificar y articular las luchas. Y, por supuesto, dar un paso atrás y brindarle el apoyo institucional preciso.

El proceso de construcción es el inverso, las urnas no deben ser fundamentales sino un trámite consultivo de lo que está consumado porque el poder está fuera. Pedagogía, formación, educación, organización, libres, espontáneas, alternativas, vehementemente anti-sistemas. Trabajos sordos, desagradecidos y broncos donde los haya, pero imprescindibles.

Cuando hablan de «recuperar la calle», ya tienen bien claro en Unidos Podemos la esencia del error estratégico cometido, y no por una cuestión de análisis, pues todos fuimos testigos de cómo se renunció a ello. Tenía más certezas que dudas cuando escribí aquello de «Los Círculos de la Unidad Popular»:

«No hay actitud más transgresora y revolucionaria que la que se materializa al margen del sistema, el cual no se preocupa en absoluto de las iniciativas que discurren en su seno por aparentemente ruidosas que resulten, pues se autoimponen sus propias limitaciones, mientras que, fuera del mismo, no las hay. Por ello el sistema demoniza todo lo que sale de sí. Las transformaciones requieren procesos paralelos y complementarios de construcción de poder popular fuera de los cauces institucionales, pero también con un apoyo suficiente desde estos. ¿Es capaz la autoproclamada izquierda de dejar de explicarse a partir de la sórdida derecha y abanderar un auténtico cambio de paradigma?. Y, en este contexto, vuelvo a preguntar: ¿es posible aspirar a los Circulos de la Unidad Popular?»

¿O sólo se aspiraba sustituir al PSOE?. Eso de otorgar tanto progresismo y tanta izquierda al PSOE en estos tiempos de analfabetismo político, tiene su riesgo. Especialmente si la diferencia se reduce a lo viejo y a lo nuevo. Hay quien sigue prefiriendo clásicos. Sumen escaños y votos, sumen PP y C’s, sumen UP y PSOE. Comparen. Díganme si bajo ese prisma, ha cambiado algo. El bipartidismo que no cesa.


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