Teatro del absurdo
Cuando yo era un joven de las Panteras Negras, un francés de pequeña estatura, calvo, de ojos azules, vino en 1970 a visitar nuestras oficinas centrales en Berkeley, California.
David Hilliard, Jefe de Personal del Partido de las Panteras Negras, saludó brevemente al visitante francés, y me pidió que lo acompañara en su recorrido por nuestras oficinas para que pudiera conocer a otros miembros de las Panteras Negras.
El francés se llamaba Jean Genet, y yo no tenía la menor idea de quien era él. David me dió un libro, titulado, «Los Negros», (Les Negres, 1955), con Genet como su autor.
Leí la contra tapa del libro para saber más.
Describía, «Los Negros», como una obra de teatro ejemplo de lo que se llamaba en esos días, «El Teatro del Absurdo».
Yo pensé otra vez en esa descripción al ver la semana pasada los torpes esfuerzos de dos políticos norteamericanos Blancos — Hillary Clinton y Donald Trump — de calificar el uno a la otra de quien es más racista.
Éso pareció como una pelea entre dos chiquillos de escuela primaria elemental gritando el uno a la otra a la hora del recreo: “¡Racista!” «¡Fanático!” “¡Yo no!” “¡Tú eres racista!” (Lo único que faltó es el máximo insulto: “¡Tu Madre!” Pero ese insulto vendrá pronto.)
¿Qué puede ser más ridículo?
La verdad es que los Blancos norteamericanos han construído y sostienen –por siglos– un edificio de total… de absoluta separación.
Y ahora, todavía vivimos en dos mundos muy diferentes, separados por fuertes barreras: un mundo de privilegios y otro mundo de privaciones.
Pero al contemplar la decadencia del capitalismo — la decadencia de su implacable y despiadada competición, vemos que racismo es ultimadamente una palabra, una cosa, un juguete muy usado en tiempos de elecciones — y que se olvida al día siguiente.
Ninguno de los dos políticos tiene una solución, porque el racismo es más grande, más profundo, y mucho más real — que ninguno de esos dos políticos.
–© ‘16maj