Libardo García Gallego •  Opinión •  14/10/2016

Política y religión, mezcla peligrosa

Algo positivo que nos dejó el plebiscito fraudulento del 2 de octubre fue el destape de todas las artimañas propagandistas utilizadas por los manipuladores de la opinión pública, quienes con tal de hacer triunfar el NO tiraron a la basura la verdad, la honestidad, la moral, la ética.

 

El  gerente de la campaña por el NO, Sr. Juan Carlos Vélez, dio a conocer las trampas con las que lograron que los ignorantes, los fanáticos y los guerreristas llegaran emputados a las urnas y “votaran verracos” contra los Acuerdos para poner fin a la guerra de medio siglo entre el estado burgués y las FARC.

 

Los pastores de algunas iglesias se valieron de la credulidad e ingenuidad de sus ovejas y les metieron cuentos mentirosos e intolerantes, como este: “!Colombia está en peligro! de caer bajo una dictadura comunista y la inminente aprobación de la ideología de género, VOTE NO al plebiscito. JESÚS, entra en mi corazón”.

 

El pastor Halinisky Sánchez Meneses escribió en un artículo titulado “El día en que los evangélicos derrotaron al gobierno Santos”: “Los evangélicos tienen unos inmóvibles morales, como lo son el respeto a la vida, el valor de la familia monógama heterosexual, la libertad personal, la propiedad privada, la solidaria comunitaria, la libertad de cultos, y fue precisamente por esta población de respetables ciudadanos que el presidente Santos perdió su plebiscito con el que pretendía legitimar su acuerdo de paz con las FARC.”

 

Halinisky añade que empezaron a visibilizarse en Colombia con la asamblea constituyente en 1990, en la cual tuvieron varios asambleístas y al día de hoy “alrededor de 10 millones de colombianos se consideran cristianos evangélicos”.

 

Obligando a los fieles a compartir las ideas políticas de sus pastores, cual si fueran también dogma de fe, pretenden construir un estado evangélico, similar al estado islámico, y ya hemos visto infinidad de inmolaciones y masacres en nombre del gran Alá. Los católicos, en nombre de Jesús, desde tiempos de san Agustín han cometido macabros crímenes en muchas partes del mundo, entre ellos los realizados por la tenebrosa Inquisición, iniciada en el siglo XII por el Papa Inocencio III, que de inocente nada tenía. Colombia es un estado laico, por eso para que se haga efectiva la libertad de cultos se pide sacar de las oficinas públicas los crucifijos e imágenes religiosas.

 

¿Por qué nos quejamos de la ignorancia popular? Porque nuestros currículos educativos son limitados, sesgados, no desarrollan el objetivo central de la educación: enseñar a pensar, a ser autónomos. Cuando no se induce a la reflexión individual independiente, cuando no se enseñan todas las cosmovisiones filosóficas, políticas y religiosas existentes en el planeta y se obliga a los educandos a practicar los cultos de nuestra preferencia, estamos obligándolos a pensar como nosotros, castrando su pensamiento e imaginación. Así se fomenta el fanatismo y la intolerancia.

En todo caso, confundir o meter en un mismo saco política y religión, es contrario a la libertad de cultos y a la libertad política. Esta, más que cuestión de fe, es un Manual de convivencia ciudadana.

 

Armenia, 12 de octubre de 2016

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