Roberto Montoya •  Opinión •  07/11/2016

F.G., Cebrián y Alierta, la ofensiva debe continuar

Determinados medios progresistas como El País me han dicho que si hubiera habido un acuerdo entre PSOE y Podemos, lo criticarían e irían en contra”. Esas y otras de las confesiones de Pedro Sánchez a Jordi Évole durante la entrevista en Salvados del domingo 30 de octubre deberían pasar a la historia, no porque confirmara ese secreto a voces pero sí por ser la primera vez que se escucha en boca de alguien que hasta ayer dirigía el principal partido de la oposición. Pero a tenor de las escasas reacciones habidas pareciera que caerán en saco roto.

Toda la clase política, el poder económico, los medios de comunicación y otros poderes fácticos lo sabían sobradamente y buena parte de los militantes del PSOE y a opinión pública en general lo sospechaba.

En Viento Sur también se denunció una y otra vez en los últimos meses.

Sánchez vino a confirmar las presiones de Juan Luis Cebrián y el Grupo Prisa, o las de César Alierta, el poderoso consejero de Telefónica y de “dos de los tres principales bancos”: Santander, BBVA y Caixabank. Tanto Telefónica, como el Banco Santander y Caixabank son accionistas de PRISA.

¿Cuál fue la reacción de los aludidos por las acusaciones de Sánchez? Prisa se tomó tres días para replicarle; lo hizo el miércoles 2 de noviembre, y usó como percha una nota de Carlos Segovia en El Mundo el día anterior, cuyo sentido alteró totalmente El País para intentar convertir las palabras del ex líder socialista en un bumerán contra él.

El Mundo confirmó con varios detalles más lo que Sánchez le dijo a Évole: que siendo consciente de que César Alierta, ex presidente de Telefónica y ahora poderoso consejero, era uno de sus poderosos enemigos y que junto con Cebrián y González formaban una tenaz pinza contra él, había pedido al nuevo presidente de la multinacional española, José María Álvarez-Pallete, que mediara para conseguir al menos neutralidad en la línea editorial.

Telefónica detenta el 13 % del capital del Grupo Prisa, sólo por detrás del fondo buitre Amber Capital (18,3 %) y de la Familia Polanco (17,5 %) y por delante de Ghanim Al Hodaifi Al Kuwari (Qatar), el HSBC, el Grupo IAMSA, Caixabank y el Banco Santander.

El Mundo dijo en su nota lo mismo que reconoció Sánchez: que Álvarez-Pallete le había asegurado que personalmente no estaba dentro de ninguna operación política contra él. Sin embargo, el editorial de El País, cargado de burdo cinismo, intentó hacer creer a sus (menguantes) lectores que Sánchez golpeó las puertas del periódico para pedir un respaldo explícito a su gestión, acusándole de esta forma de intento de injerencia de un líder político sobre un medio de comunicación «independiente».

¿Qué hubiera pasado si Pedro Sánchez se hubiera atrevido a revelar públicamente hace meses, con nombre y apellido, qué grandes bancos, qué multinacionales, qué medios de comunicación, qué ex ministros y dirigentes del PSOE le chantajeaban y le impedían intentar un gobierno del cambio con libertad? Previsiblemente la crisis del PSOE hubiera estallado antes y el escándalo hubiera sido mayúsculo, pero especular sobre cuál hubiera sido en ese caso el resultado es hacer simple ciencia ficción.

Pablo Iglesias valoró las revelaciones de Sánchez a Évole sosteniendo que llegaban tarde -lo que es totalmente cierto- y que si lo hubiera hecho antes, posiblemente habría ya en la Moncloa un gobierno del cambio. Eso sí que es difícil de asegurar.

Lo que sí parece evidente es que Sánchez siguió el guión a que están acostumbrados los dirigentes y partidos de la casta; tocó las puertas de los poderes fácticos que lo acorralaban para intentar conseguir un cese el fuego y no rompió la baraja denunciando públicamente lo que sucedía y abriendo negociaciones con aquellos con quienes le prohibían negociar.

Solo rompió tímidamente la omertá, a través de la entrevista de Évole, cuando ya lo tenía todo perdido, no solo la posibilidad de un gobierno del cambio, sino cuando ya le habían quitado de un plumazo de la secretaría general a pesar de haber sido elegido a través de las urnas por los militantes del partido.

Enterrado Sánchez, vuelta a la batalla contra Podemos

Ni César Alierta o Telefónica, ni Juan Luis Cebrián y el grupo Prisa reaccionaron a las graves acusaciones de Sánchez más que con ese miserable editorial del 2 de noviembre, y han seguido con notas del mismo calibre los días siguientes. Ahora solo les falta postergar lo más posible la realización del congreso del PSOE y asegurarse que Sánchez no pueda reorganizar sus apoyos para dar la batalla de nuevo por la secretaría general. La operación pinza pretende tirar tierra sobre el ataúd político de Sánchez, y a otra cosa.

Una vez solucionado el principal escollo, de vuelta a la batalla contra Podemos a través del “caso Espinar”; todo vale para intentar impedir que la formación morada y sus aliados se conviertan en los principales protagonistas de la oposición en las instituciones y en la calle.

Por su parte, los enemigos internos de Sánchez han pasado de puntillas sobre las acusaciones que hizo en la entrevista y se han limitado a acusarle de su falta de autocrítica y de ser el primer responsable de la situación a la que ha llegado el partido. Ni mencionan por supuesto cómo la irrupción de Podemos en la escena política influyó decisivamente en la caída en picado del PSOE, lo ignoran.

A pesar de que las denuncias de Sánchez sobre las presiones de multinacionales como Telefónica o medios como El País eran algo archiconocido, al menos una parte de los electores del PSOE, de los lectores del diario de Prisa y de la opinión pública en general, pudieron quedar impactados por esas confesiones. Todavía son muchos los que desconocen la relación directa que existe entre las multinacionales y la gran banca con los grandes medios de comunicación y la política, con el poder, con el Poder con mayúsculas.

Multinacionales, gran banca y grupos mediáticos

Ninguno de los más poderosos grupos mediáticos del Estado español, que controlan los periódicos de mayor tirada y las radios y cadenas de televisión de más audiencia escapa a esa lógica. Y dentro de esos grandes poderes en la sombra el Grupo Prisa se impone holgadamente sobre los demás.

Su poder de influencia en la agenda política y en la opinión pública en general es reconocido y temido por toda la clase política.

El fundador de El País en 1976 y del Grupo Prisa, Jesús de Polanco, un hombre que había militado en el Frente de Juventudes del Movimiento Nacional y que luego trabajaría para la Editorial Escelicer, vinculada a la Secretaría del movimiento falangista, llegó a convertirse en la tercera fortuna de España, y apostó por montar un imperio mediático.

Su mano derecha, Juan Luis Cebrián, director-fundador de El País, de joven fue redactor jefe de Pueblo, el diario vespertino del Movimiento Nacional, y terminó siendo nombrado por el último gobierno de la dictadura franquista en 1974 como jefe de los servicios informativos de RTVE.

Solo dos años más tarde cofundaba El País y lideraba dentro del Grupo Prisa al sector más liberal frente a los conservadores encabezados por Darío Valcárcel, quien ejercía como subdirector del periódico.

A pesar de sus orígenes, tanto Polanco como Cebrián establecieron una relación estrecha con el PSOE desde que nació El País en 1976, tan pronto vieron que la socialdemocracia alemana se volcaba de lleno económica y políticamente -con la bendición de Washington- para catapultar a los socialistas españoles al poder. A partir de Suresnes ya empezaba el cambio.

La estrecha vinculación que ha mantenido el Grupo Prisa con el PSOE le ha permitido mantener ante muchos esa imagen de periódico liberal, de «centro-izquierda», en el que las puertas giratorias funcionaban en los dos sentidos: se fichaba a cargos públicos socialistas para el grupo, mientras periodistas de la casa pasaban a ocupar cargos públicos en los gobierno socialistas.

El «cierre Rubalcaba»

La evolución de El País y el resto del Grupo Prisa fue paralela a la evolución sufrida por el propio PSOE a través de estas últimas décadas. Mientras pudo, El País tapó todo lo posible los asesinatos del GAL durante la post dictadura; protegió a ultranza al Señor X y a toda la cúpula de Interior implicada mientras otros medios destapaban todos los días detalles del terrorismo de Estado; intentó minimizar sonados casos de corrupción del gonzalismo como el de Filesa y otros, y fue cómplice fiel de la neoliberalización acelerada que iba experimentando el aparato del PSOE.

De ahí surgirían las estrechas relaciones de Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba y otros dirigentes socialistas con Juan Luis Cebrián, el hombre que fue ganando cada vez más poder dentro del Grupo Prisa, acentuado tras la muerte de Jesús de Polanco y el rápido desplazamiento de su familia del accionariado que este fue realizando.

Durante los gobiernos de González en la redacción de El País se acuñó la frase de “el cierre Rubalcaba”, dado que, según se aseguraba, el poderoso dirigente socialista controlaba personalmente los editoriales y principales titulares del diario en los temas de política nacional. Muchos de los buenos periodistas que con los años se han marchado desilusionados de airados, certifican la injerencia del poder en la línea editorial y la autocensura que se terminó imponiendo en la mayoría de la redacción para los temas políticos y económicos más delicados.

Una práctica similar a la utilizada bajo los gobiernos del PP con los medios más de derecha.

La estrecha relación que se estableció entre Felipe González y Juan Luis Cebrián durante los casi 14 años que se mantuvo González en la Moncloa antes de caer acosado por los casos de corrupción y el terrorismo de Estado, se mantendría e incluso intensificaría cuando el líder socialista dejó el poder.

La puerta giratoria de Felipe González no fue cualquier puerta, fue una puerta muy grande. González aprovechó su estrecha relación de años con el corrupto y autoritario presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, con el multimillonario mexicano Carlos Slim o con Gustavo Cisneros, el magnate venezolano enemigo de Hugo Chávez al que le sirvió en bandeja el pelotazo de Galerías Preciados.

Da la «casualidad» que María Antonieta Mendoza de López, madre de Leopoldo López, el líder de la línea más dura y golpista de la oposición venezolana al que tanto defiende Felipe González, es desde hace 16 años Vicepresidenta de Asuntos Corporativos del holding Organización Cisneros. La madre de Leopoldo López ocupó durante muchos años -hasta la llegada de Hugo Chávez- altos cargos en Petróleos de Venezuela (PDVSA), el gigante petrolero que tanto le gustaría privatizar a la oposición.

El petróleo parece atraer tanto a Felipe González como a Juan Luis Cebrián. Un amigo de ambos, el hispano-iraní Massoud Zandi, presidente de Star Petroleum y salpicado por los Papeles de Panamá, regaló a Cebrián un 2 % de las acciones de su compañía, controlada desde las Islas Seychelles. La filial en España de Star Petroleum, situada en el Paseo de la Castellana pero con sede social en Luxemburgo, debe millones de euros a la Hacienda española. Cebrián habría dimitido de su Consejo a fines de 2015 para no verse salpicado por este caso.

Felipe González no tuvo problemas en grabar un video promocional de Star Petroleum para alabar a Massoud Zandi y ayudarle a conseguir un suculento contrato de explotación de un yacimiento de petróleo de 45 000 kilómetros cuadrados en Sudán del Sur, un país envuelto en una cruel guerra.

González llegó a escribir en 2009 cartas a favor de Ranzi a los presidentes de Sudán del Sur, Salva Kiir, como al de Sudán del Norte, Omar Al-Bashir, contra el que la Corte Penal Internacional había lanzado ya seis meses antes una orden de busca y captura por crímenes de guerra y de lesa humanidad. “Puedo asegurar que es una persona honorable, seria, trabajadora y con relaciones internacionales al más alto nivel” decía al dictador africano el gran demócrata Felipe González de su amigo Zandi.

Sin duda el PSOE y su soporte mediático están en buenas manos.

Continuará…

* Roberto Montoya es miembro del Consejo Asesor de Viento Sur

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article11880

 


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