Campo de concentración de Albatera (Alicante)
El Campo de Concentración de Albatera (Alicante) es considerado como uno de los más duros que hubo en España y donde los prisioneros afines al régimen republicano sufrieron verdaderos actos crueles y aberrantes a manos del fascismo. Este lugar de reclusión quedó establecido el 11 de abril de 1939 según una nota del Estado mayor del generalísimo y se situó en un antiguo campo de trabajo de la República manteniéndose abierto hasta octubre del mismo año.
Tras finalizada la guerra civil fueron unos 30.000 prisioneros los que comenzaron a llegar a este lugar maldito que se convertiría en una guarida de muerte, palizas y tortura; muchos de los que ingresaron en este oscuro «templo del dolor´´ eran personas que habían llegado a tierra alicantina con la esperanza de embarcar para huir de la represión franquista pero que vieron truncado su destino por aquellos que seguían las órdenes de un criminal sin escrúpulos.
Los presos que residían en este campo eran sometidos a todo tipo de maltrato, sufrían encerrados en aquel lugar las altas temperaturas de la zona así como las humillaciones, vejaciones y todo tipo de torturas que les imponían. Las condiciones de vida eran durísimas e inaguantables, no les daban apenas agua y la comida eran trozos de pan duro, a lo que se sumaba las constantes palizas y las enormes medidas represoras implantadas por los que seguían la línea de un régimen basado en la muerte de inocentes. Se enumeraba a los presos de tal forma que si alguno se fugaba se fusilaba al que tenía el número anterior y el posterior pero no sin antes haberlos torturado durante varios días pegándoles y exponiéndolos al sol durante horas con temperaturas de más de treinta grados sin darles ni agua ni comida.
A todas estas aberraciones hay que sumar los asesinatos que se llevaban a cabo sin juicio previo y las «sacas de presos´´ que consistían en que grupos de falangistas que se hacían llamar «vencedores´´ llegaban de todas partes de España y buscaban a los presos que conocían para sacarlos del campo y torturarlos arrastrándolos por los campos cercanos hasta que en su cuerpo había más sangre que piel, hasta que apenas podían respirar, hasta que veían la muerte como el mejor de los remedios para tanto sufrimiento y dolor, una muerte que pronto encontrarían de un tiro a manos de los desarmados que los habían torturado.
Los prisioneros estaban cansados de tantas humillaciones y se pusieron de acuerdo entre ellos para crear agrupaciones con el fin de ayudar a los que pretendían fugarse y con la esperanza de poder salir de aquel agujero infernal en el que habían encontrado el peor de los destinos. Se formaron agrupaciones del PCE y de la CNT lo que supuso que muchos presos lograran la tan ansiada libertad y pudieran desaparecer sin que nadie volviese a saber nada de ellos.
Los anarcosindicalistas lograron realizar un «sistema de fugas´´ muy consistente y estructurado, y con la ayuda de un infiltrado en la II Bandera de Falange que consiguió certificados falsos de buena conducta y declaraciones de haber pertenecido a la «Quinta Columna´´ lograron la liberación de muchos reclusos. Gracias a este sistema de fugas quedó en libertad Esteban Pallarols, quien se puso en contacto con varios dirigentes libertarios escondidos en Valencia y comenzaron con un «Movimiento Libertario´´ cuya principal actividad era la de falsificar documentos que permitiesen la libertad de muchos más presos que rápidamente los trasladarían a Barcelona y huirían a Francia. Pallarols creó como tapadera la empresa «Frutera Levantina´´, que de forma oficial se dedicaba al transporte de fruta desde Valencia a diversos puntos de España siendo realmente lo que pretendía transportar prisioneros hasta distintos lugares del país con el fin de lograran la libertad. Los comunistas crearon un comité que contactó con una red integrada por mujeres que trabajaba en el norte de España intentando lograr que los reclusos cruzaran la frontera hacia Francia sin ningún tipo de inconveniente, lo que supuso la libertad de una gran cantidad de presos.
En octubre de 1939 el centro se clausuró y los prisioneros que no tuvieron la suerte de escapar fueron trasladados a centros penitenciarios, batallones de trabajo o simplemente condenados a muerte después de un consejo de guerra sumarísimo. Los presos que escaparon y con los años pudieron hablar sobre aquella vivencia tan monstruosa afirman que los meses que pasaron en aquel campo fueron los peores de su vida y que la experiencia tan aberrante que sufrieron jamás la olvidarán pues hacían con ellos verdaderas barbaridades llegando a desear la muerte antes de sufrir tanto suplicio. El campo de concentración de Albatera es otro ejemplo más de aquella época de genocidios y humillaciones en la que un psicópata perverso y los «secuaces´´ que estaban a su servicio le arrebataron no solo la dignidad a miles de personas sino que también la vida sin ser nunca juzgados por los crímenes cometidos.
NI OLVIDO NI PERDÓN