El laberinto del ratón
Sigamos, no pasa nada, en verano nos vamos de vacaciones, sí, así es, no importa a dónde ni con quién, ya nada parece tener la menor importancia, vivimos en el laberinto de la indiferencia, a mayor de ésta, mayor “felicidad”, + es – dicen, y menos es el mal menor, que no el Mar Menor, sin duda, a mayor indiferencia menos dolor, o eso es lo que parece, o lo que quieren creer los que sin duda, no son solo insensibles, sino además cínicos.
El mundo es un laberinto construido a la medida de los ratones en los que han convertido a eso que hace algún tiempo definíamos como ser humano, sí, ese animal dotado de raciocinio, o lo que es lo mismo de razón, esos que piensan que es mejor para vivir no sentir, pero no son ellos los que, de modo natural, han adoptado esa máxima, sino que han sido, son, y serán los de arriba los que aquí, digamos lo que digamos, lo orquestan todo para convencer, a través de su maquinaria de propaganda, a millones de personas a que en el laberinto se vive mejor, además de ofrecerles como recompensa un buen trozo de queso si llegan al lugar donde se supone lo han instalado, una promesa, sobre todo hecha con la intención, la perversa intención, de premiarnos, es una ofensa, sobre todo cuando ya sabemos que los de arriba nunca cumplen sus promesas, bueno, creo que en estos tiempos muy pocos cumplen sus promesas, ¿será por aquello de la indiferencia?
La indiferencia ante todo es un arma de destrucción masiva, porque nos deja a todos fuera de juego, nos insensibiliza y nos arroja al pozo de la ignorancia, que sumada a la primera nos da como resultado esta barbarie que vivimos en estos tiempos. Mucho móvil, mucha tele, mucha tecnología para robarnos la esencia, para desposeernos de lo humano.
Millones de personas se han convertido en una especie de extensión de sus móviles, como si fuera un brazo mecánico que se instala a un manco. La estupidez de la inmediatez que nos regalan las redes va creciendo, y como dice Umberto Eco, en su libro “De la estupidez a la locura”, hay un frágil hilo que una vez roto no será posible componerlo de nuevo.
Al paso que vamos destruyéndolo todo no nos queda mucho en este planeta, pero no importa, es verano y nos vamos de vacaciones, y ponemos en marcha otra maquinaria, la del ocio y la de dejar las playas peor que las dejaría una piara de cerdos.
No echéis margaritas a los cerdos, dijo el poeta, sabiendo éste que las flores, la belleza y todo lo humano se estaban descomponiendo porque se las comían los cerdos…
Disfruten del verano, pasen calor y olas de calor, no se preocupen, porque es verano y hace calor, es algo natural, pero lo que no es natural es que las temperaturas hayan subido dos grados más, y sabemos por qué, pero no lo remediamos.
¡Viva el calentamiento global!
SALV-A-E los que quieren vivir no te saludan.