Luis Pino •  Opinión •  25/11/2017

Guerra a muerte a lo económico programado, no inducido

Si algo es cierto y no requiere de mucho anteojo, es el hecho de que en este momento, los ciudadanos de a pie, la mayoría de chavistas y pueblo consciente, si no liquidamos en una guerra a muerte al terrorismo económico, en todas sus formas y manifestaciones, seremos testigos y cómplices pasivos del derrocamiento y caída del gobierno revolucionario que preside Nicolás Maduro, porque si no es por la acción bélica, sí lo será por la concurrencia a las urnas electorales, en donde un grueso nada despreciable de la población, altamente politizada, pero idiotizada mediáticamente e inculta ideológicamente, votará con las vísceras y como castigo contra el chavismo bolivariano y chavista, llevando así, al poder, a sus verdugos y fortaleciendo para siempre a la derecha y más rancio capitalismo voraz en la República Bolivariana de Venezuela. Ese grueso de la población, oportunista y clientelar como forma de existencia en la vida social venezolana, oscila entre los dos y tres millones de votantes y son los que inclinan la balanza electoral, entre dos sectores de votos duros de chavistas y los de la derecha militantemente oposicionista.

Guerra a muerte a lo económico programado, no inducido
Es a eso, a lo que están apostando los artífices del terrorismo económico, quienes han asumido como arma política y como forma de riqueza súbita: el bachaqueo (de cuello blanco y de los marginales o lumpen de la población), desabastecimiento programado, ralentización en la cadena de producción, distribución y comercialización, contrabando (hacia Colombia, Brasil, Aruba y Curaçao), deficiencia y caotización en los servicios, sobreprecio sistemático y especulación, tasa cambiaria de dólares paralela, aprovechamiento ilícito del burocratismo y la corrupción, entre otras bajezas de la miseria humana. A estas lacras propias del capitalismo, con formas inusitadas de enriquecimiento ilícito y terrorismo político, no podemos mal llamarlas, como para hacerles insinceras concesiones a un sector, con el epíteto de “inducido o inducida”.

Absolútamente, nada de estas formas son inducidas. Son programadas, porque han sido planificadas por personas con nombres y apellidos, dueñas de empresas, de capital y que persiguen un fin, además de que actúan muy bien articuladas. Esta guerra económica que adquiere ribetes de terrorismo político no está programada por estúpidos, ni es espontánea, ni mucho menos obedece a ninguna ley natural del mercado, porque, aunque éste existe, es manejado por los que detentan el poder económico. Aunque les duela a todos los estúpidos economistas contemporáneos y actuales, no existen, ni han existido nunca, ningunas “leyes naturales del mercado”, tanto, como no existe Santa Claus, ni la cigüeña, ni el unicornio, ni el Toronto (caballo alado), ni el Coco (fantasma sin forma con la que engañan a niños bobos), ni dios.

Cuando quienes le atribuyen el epíteto de “inducido o inducida” a estas formas de terrorismo económico y riqueza súbita, lo hacen es porque están  mediados por los vicios academicistas del lenguaje neutro y complaciente de la universidad al servicio del Estado burgués, desde donde pretenden mostrar el fenómeno y sus evidencias, sin aludir a nadie, para no levantar roncha en ningún estamento social, sobre todo, entre los burgueses y para que el discurso así, amañado, sea aceptado socialmente, como verdad universal. Esto es muy propio de las boberías del tal Manual APA (American Psychological Association), que enseñan a los investigadores de esta parte del mundo occidental capitalista.

Pues, resulta que quienes compran dólares en el mercado negro siguiendo los patrones del Dólar Today,  lo hacen conscientes y sin importarles el costo, porque eso se lo pechan o cobran al pendejo que conocemos como consumidor o usuario. Para los artífices del terrorismo económico y los que se están haciendo híperpluscuammillonarios, se trata de destrozar la economía venezolana, con fines políticos, mientras la acumulación de riqueza en ellos, cada día se concentra más, lo que significa que, si bien es cierto, el gobierno ha asestado duros golpes  y protección de la macroeconomía, en la economía al detal, la microeconomía, la familiar, ésta se ha convertido en un desangradero y deshuesadero económico, sin precedentes en la historia republicana.

Resulta, además, que  todos los aumentos y sobreprecios, han sido programados, porque están planificados, en una acción, en la que, de manera calculada matemáticamente, con una recurrencia semanal de cada jueves, aumentan los precios al consumidor y usuario, porque en sus guarismos, están conscientes de que, en una primera etapa, los dueños de los medios de producción, los comerciantes e intermediarios, ya se hicieron híperpluscuammillonarios, de manera que, finalmente, toda vez que hayan quebrado y hecho languidecer a los trabajadores en su capacidad de consumo, éstos últimos no tendrán capacidad real de compra y caerán en desespero, ante la falta de adquisición de sus productos de primera necesidad y cobertura de sus necesidades primarias, lo que devendrá en una neurosis colectiva, tal y como las están planificando, articulando y programando, para la sociedad venezolana, en donde llegará un “punto de quiebra”, que esa derecha transnacional, junto con sus lacayos endógenos, aprovecharán para liquidar todo lo alcanzado en la revolución bolivariana, socialista y chavista, tomando el poder político y repartiendo los recursos, desde el petróleo, gas, oro, hierro, coltán y un sinfín de minerales, junto con el agua potable, con una nueva etapa de falso bienestar social, en donde las transnacionales pasarán a ser propiedad de las transnacionales, como en los países suramericanos:  Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Ecuador y Perú.

Ahora bien, hay verdades que son insoslayables, como el hecho de que el gobierno que preside Nicolás Maduro Moros, ha sorteado un conjunto de obstáculos internacionales y boicot interno en la República Bolivariana de Venezuela, para impedir que cayéramos en lo que en la jerga gringa llaman default, con el fin imperial de tener la excusa más cómoda, para embargar a nuestra empresa estatal petrolera PDVSA y al gobierno, de tal manera, que las acciones que nos sucederían en los próximos meses, conllevasen a una invasión  y un falso rescate de la economía venezolana, que no sería otra cosa que el reparto del botín, hecho bastardo, que de manera exquisita, entre tantos de sus peones, crápulas de la política, como Eduardo Fernández, entre otros con pose de intelectual y político mesurado, salieron a invocar un supuesto  “consenso” para la salida de Nicolás Maduro, suponiendo estas hienas políticas el derrocamiento del Presidente y la asunción de un nuevo gobierno lacayo, lo que a su vez, indica, objetivamente, que en los próximos días o meses cercanos, van a agudizar el terrorismo económico internacional contra Venezuela y el terrorismo económico, político y social, a lo interno de la República.

Pues bien, la mezquindad no ha permitido que la mayoría nacional, hasta el momento se haya percatado de que, contra todo pronóstico y trampas económico-políticas, la República no cayó en default, porque tuvimos y seguiremos teniendo, no solo capacidad de maniobra, sino solvencia y capacidad de pago, con superávit económico, que las calificadoras de riesgo ocultan.

En este sentido, vale destacar la existencia de dos prácticas infantiloides en la “conducta social colectivizada” o como diría Edmon Cros, en el “sujeto transindividual”, que desde mi observación de la realidad cotidiana en Venezuela, como dirían los exquisitos académicos bobotes que tenemos en nuestras universidades, a los que les gustan las palabras afrancesadas y anglicismos, que percibidas a manera de “flaneur”, son: el resentimiento infundado y el lloriqueo, por impotencia y comodismo para que otros nos resuelvan la vida cotidiana.

El resentimiento infundado es el que podría llevarnos a una estrepitosa derrota electoral en los próximo días o el próximo año, en las elecciones presidenciales, cuya experiencia ya la tuvimos el pasado año 2015, en donde, producto de la guerra económica agudizada en colas de desabastecimiento programado y ralentización de alimentos y productos, la mayoría nacional se desquitó votando por los candidatos desconocidos y anónimos de la derecha, mientras que nuestros candidatos eufóricos del Gran Polo Patriótico (GPP) les pasaban por un lado a las colas de hambre y miserabilización de la vida cotidiana, cuyo resultado fue una mayoría parasitaria y golpista que se atornilló en la Asamblea Nacional (AN), con  el único fin de desmontar el gobierno y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), poniendo en riesgo constante la estabilidad de la República y sus instituciones.

Hoy, ese resentimiento puede repetirse en las elecciones de alcaldes, porque a la presente fecha, en las calles, ya no se siente malestar, sino una arrechera colectivizada, cuyo añadido es el aniñamiento ciudadano que sólo espera a que Nicolás Maduro resuelva y enfrente el bachaqueo y la especulación, al detal, mientras que instituciones como la SUNDDE, han sido ineficientes y más del performance y del show televisivo, que de efectividad, hecho que todos lo percibimos, con profundo dolor e impotencia, porque parece que nadie escucha ni se percata de este gran malestar ante tanta ineficiencia y complicidad de esta institución a la que hay que liquidar e investigar a sus fiscales, para que no nos sorprendan con daños irreversibles, como sucedió con CITGO y PDVSA, aunque a muchos obreros y gran parte de sus trabajadores se les cayera la mandíbula de tanto denunciarlo, con el riesgo de quedar como contrarrevolucionarios por sus denuncias tempranas.

El caso es que esta forma de terrorismo económico que pretende llevarnos a un punto de quiebra social, sólo se derrota con una acción u “Operación Tierra Arrasada”, como expresión de  “Guerra a muerte contra el terrorismo económico”, contra los artífices de la misma, pasando por los más cercanos y pequeños especuladores o ladrones, hasta los más grandes propietarios, productores y consorcios empresariales.

Todos los causantes del desabastecimiento programado, del sobreprecio y especulación, tienen nombres y apellidos, tienen su ubicación geográfica, desde la taguara o bodega de la esquina, hasta los grandes comercios, depósitos clandestinos, galpones y empresas. No enfrentarlos no es evitar la violencia. Es alargarla y postergar el conflicto, hasta el punto de quiebra con una explosión social, que la derecha está calculando milimétricamente, mientras trata de distraernos, según reflejan sus bufones, bajo el mandato del gobierno estadounidense.

Se trata de que el Pueblo, sin necesidad de más leyes que las del Poder Popular, aprobadas y en vigencia desde el año 2010, más el Decreto de Emergencia Económica y la Ley de Precios Acordados de la Asamblea Nacional Constituyentes (ANC), les hablemos claro y más claro y salgamos en masa, en cambote, cuadra a cuadra, palmo a palmo y enfrentemos este terrorismo económico, porque por muchas medidas y maniobras del Presidente Nicolás Maduro y las instituciones, estas lacras del capitalismo no se derrotarán de por las buenas, ni con leyes, ni con subsidios, ni bonos especiales. Todo lo contrario, cualquier medida de protección al Pueblo, tal y como está la impunidad de los terroristas económicos, además de la anarquía en las ventas y sus costos, van a parar a manos de ellos y a enriquecerlos aún más, mientras los trabajadores y la familia venezolana estamos arruinados y envilecidos.

Podríamos hacer una enumeración caótica de todo lo que padecemos como ciudadanos cuando intentamos acceder a alimentos, productos de higiene y limpieza y a los servicios, aunque ya todos los venezolanos sabemos esta cruda realidad. Pero sin propuestas o acciones concretas, no pasaríamos de un control de daños.

Por lo tanto, corresponde a los candidatos a alcaldesas y alcaldes de la Patria, convertir la programación de sus campañas en “Comandos de lucha contra el Terrorismo  Económico” y, sin palabrerío vacío, salir a las calles a enfrentar a estas lacras, mientras que a nosotros, como ciudadanos, nos corresponde salir organizados y sin pedir permiso, además de Contralores Sociales Municipales y Comunales que somos, constituirnos en Fiscales Ad Hoc contra este flagelo con fines golpistas. Sobre todo: salgamos desde ya a enfrentarlos.

Sólo así, si estas lacras del terrorismo económico –las que, además, se están lucrando súbitamente- sienten el peso del Estado, del gobierno y del Pueblo, sin descanso y sin tregua, depondrán su accionar o les ponemos los ganchos y les arruinamos sus fortunas, con confiscaciones y fuertes sanciones económicas. Pero, no podemos quedarnos lloriqueando o poniéndonos en manos del resentimiento y de la ignorancia aprendida. A guerra económica programada, tierra arrasada del Poder Popular.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Guerra-a-muerte-a-lo-economico-programado-no-inducido-20171124-0005.html


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