Paco Campos •  Opinión •  17/12/2017

Sonidos y señales

Leyendo ‘Pragmatismo y Romanticismo’ (Universidad de Virginia, 2005) de Richard Rorty, me llamó poderosamente la atención el que afirmara que la imaginación es la fuente del lenguaje. Antes de esta afirmación de Rorty tenía poco interés por la imaginación, menos todavía cuando la concebía como una facultad destinada a  configurar imágenes mentales, tal y como la gente cree. Rorty la sitúa en el centro de preocupación de filósofos y científicos postrománticos porque la consideran un límite infranqueable, y el temor se justifica porque al ser fuente del lenguaje y no poderse pensar sin él, habría una contención a la hora de combinar sonidos y señales, y esto podría desembocar en una parálisis del discurso del descubrimiento.

Como buen pragmatista, Rorty renuncia a un acceso no verbal al mundo y considera la imaginación en la suerte, en la capacidad de organizar prácticas sociales, bien cambiándolas o bien creándolas, y para ello nada mejor que la combinación acertada de sonidos y señales; porque un lenguaje que exprese de forma clara a los demás la manera de seguir viviendo y aspirando al bienestar es la única fórmula, no hay otra -baste con repasar los avances recientes de la ciencia y la tecnología- para una existencia solidaria y feliz.

Claro que en el fondo se trata de una normativa racional, una normativa que no tiene fronteras geográficas -desde la filosofía- por mucho que los antropólogos se empeñen con sus etics y sus emics. Es la racionalidad la forma de penetrar en la distintas tareas de los pueblos, teniendo, claro está, discursos diversos, tanto en cuanto ocupan un lugar en la cultura. Me acuerdo del gran Wittgenstein y su filosofía de los juegos de lenguaje. Mira por donde, la deriva de esta reflexión me va a llevar a ese campo de la filosofía que tanto me gusta.


Opinión /